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En el marco de un ciclo de entrevistas sobre la figura del expresidente Dr. Jorge Batlle Ibáñez, intentaré mostrar desde una perspectiva personal las variopintas características de este personaje, tanto en su faceta política como en la personal. En esta oportunidad les ofrezco lectores, a través de esta entrevista el recuerdo de un adversario y a su vez, compañero en algunas ocasiones; estoy hablando del expresidente Dr. Luis Lacalle Herrera, a quién agradezco su disposición y recepción frente al proyecto.

Una cosa graciosa es que el noviazgo de Jorge con «Biggy», con su primera mujer que era una monada, Lamuraglia, Biggy, se hizo en Punta del Este en la casa enfrente a la nuestra…

—¿Enfrente a la suya?

—¡Enfrente! Entonces nosotros lo veíamos a Batlle llegar, de visita, y que se yo… fuimos unos testigos vecinales del romance, del noviazgo… bueno, y después nos fuimos encontrando, él es mucho mayor que yo, yo tengo 80 él tendría como 95 ahora, una cosa así, no se…

—Si, él es del ‘27.

—Bueno yo soy del ‘41, así que calculá que éramos una… de otro escalón.
después pasa todo el tema de la dictadura, ingresamos al Senado juntos, ahí tuvimos una muy linda relación, llega la elección del 89 donde ahí Sanguinetti introduce la figura de Tarigo en lo que fue una ruptura que nunca se arregló después, nunca más. 

Cuando gana la elección interna, habla como si fuera presidente, él estaba destinado a ser presidente… y bueno… las cosas salieron distintas.

Tuvimos un debate en televisión muy interesante, dirigido por Néber Araújo. Dicho sin vanidad, o con poca vanidad, porque todos tenemos vanidad, al entrar al ring yo era candidato al knock-out porque Batlle era un polemista fantástico, una gran memoria, muy informado, sabía todo y metía datos. Salimos empatados por lo menos, o sea que yo salí ganando. 

El día de las elecciones yo comprendo, él había nacido para ser presidente, y yo no, pero le ganamos. Nos encontramos después de la elección, y ahí empezó el Gobierno, en el cual, como empezaron las diferencias con Sanguinetti, él tenía esa ubicación difícil porque estaba el Gobierno, Sanguinetti y él en el medio. Entonces, si aparecía muy cercano, Sanguinetti le socavaba por ese lado, si se alejaba… él no se alejaba porque estábamos, yo te diría que en un 80% de acuerdo con lo que había que hacer.

Después, por supuesto, el episodio del ballotage que para mí tiene un valor histórico muy particular, porque el último Batlle que fue presidente, fue con el apoyo del Partido Nacional, que eso es una singularidad histórica que creo que vale la pena marcar.
En la vida de Jorge, como yo te decía previamente, ese librito (refiriéndose a “el viraje de la 15”) marca el punto de quiebre, él es un hombre que lee mucho, que se pone al día y que, sin nunca renegar por supuesto sus raíces, que no podía ni lo hizo, fue adecuando mucho el pensamiento estatista, el pensamiento más del primer batllismo y del segundo batllismo que representó su padre, él se fue separando y creyendo mucho más en el tema mercado, apertura económica, disminución del peso del Estado. Eso lo llevo a la elección del ’66 cuando el 66 Batlle tenía treinta y pocos años… tenía los hijos chiquitos, Beatriz y “el Mono” eran chicos, Biggy era una mujer muy joven, era una especie de familia Kennedy uruguaya, y ahí Batlle… dicho con todo respeto, y en la perspectiva, cometió un error, cortó con la vieja guardia, la vieja guardia era Vasconcellos, Abdala, todos los grandes barones llamémosle.

El grupo de los senadores, ¿no?

—El grupo de los senadores se llamaba. Y el grupo de los senadores proclamó a Gestido y le sacaron del buche a Jorge su victoria, que en ese momento hubiera sido una transformación verdadera porque él venía con un empuje… pero bueno, la historia es como es y yo creo que en Batlle es importante esa capacidad de adecuarse a los tiempos, que representó para el Partido Colorado, para mí, un avance. El batllismo antiguo, “lista 14” diríamos, ¿Te acordás que “la 14” y “la 15”, no? La 14 era el diario El Día, con Cesar, con Rafael, con Lorenzo, los hijos de don Pepe, después en Acción con don Luis y después con Jorge y Sanguinetti, que era uno también de los preferidos de don Luis. 

Yo creo que eso fue muy importante. Yo una vez, escribí sobre él y empecé diciendo… «En el Uruguay no es fácil llamarse Batlle…» porque tiene un peso, una connotación, un peso histórico, una presión de los mayores que ninguna familia tiene, yo diría que en el mundo. No hay ninguna familia que tenga 4 presidentes, hay familias con los dos, aquí una ahora de nuevo (refiriéndose a él y Lacalle Pou), en Estados unidos Bush y Bush, Madison y Madison… ¡pero 4 presidentes democráticos! es una presión tremenda, y Batlle sorteó muy bien eso, porque tuvo una combinación de continuidad, era además un hombre muy conocedor de la historia, muy colorado obviamente, te diría que era más colorado que batllista en algún momento… pero, al mismo tiempo, tuvo el olfato y el coraje, porque había que romper una tradición ya centenaria… el olfato de ir abriendo ese otro camino, por eso, yo lo considero una figura muy importante del Uruguay moderno, por dos o tres cosas, no solamente porque haya sido presidente, que en definitiva es la coronación, pero la inteligencia que tuvo, al salir de la dictadura, de no ser candidato a presidente, porque era un irritante para muchos centros de poder, y ahí hace, con mucha inteligencia, le da la derecha llamémosle a Julio María, que después no actúa en consecuencia, bueno, y ya sabremos por qué, y eso no me corresponde a mí… pero estuvo muy inteligente, y era cantado que, habiendo la elección del ’89 era casi, diría que estaba firmado que tenía que ser Batlle… no fue, vino Tarigo, bueno, toda la historia que ya conocemos.

Ese es el panorama general que yo querría que te quedara a ti de cuál es mi opinión.

En los aspectos personales, Batlle era un hombre de un carácter difícil. Cuando estaba en positiva, era un encanto, era gracioso, ocurrente, una memoria prodigiosa, una simpatía que derrochaba… a veces estaba, yo siempre le decía “ya está el catalán, ya está la catalanada” cuando andaba medio bravo, más valía esperar unos días para hablar con él, pero en el resumen, tenía una gran preocupación filosófica, y aún religiosa. Yo siempre le decía «vos te das cuenta de que como no sos bautizado, “tenés la papa”. Tú te bautizás media hora antes de morir y estás, y yo, que estoy bautizado desde que nací tengo que ir pedaleando y confesándome» (riendo), tenía esa preocupación porque era un hombre de pensamiento profundo, no era un livianito. Y ya te digo, gestos lindos, el día que se casó mi hijo, el presidente actual, nos hizo el honor de ir a la fiesta de casamiento siendo presidente de la República.

Y últimamente, antes de morir, con Luis se había agarrado una especie de metejón, con Luis, con Lacalle Pou, -en casa decimos Lacalle Pou porque somos todos Luis Alberto, Lacalle Pou es uno solo- y con Lacalle Pou se había agarrado una especie de… muy lindo, cariñoso, lo aconsejaba, lo trataba siempre con especial deferencia, cosa que yo agradezco porque en esta lucha tan dura que es la vida política y tan inhumana muchas veces, esos gestos determinan que hay un plano en el cual no intervienen las pasiones ideológicas o partidísticas, sino que está la sensación de un común denominador, y más allá de la importancia de la familia Batlle en el país, la segunda es la familia Herrera, porque mi tatarabuelo fue ministro, mi bisabuelo fue ministro, mi abuelo fue el caudillo, yo fui presidente y Luis es presidente. Siempre hemos sentido que hay un plano en el cual siempre nos encontrábamos, fijate que Herrera acordó con los de El Día (con Cesar (Batlle) y toda esa gente) el tema de la reforma del ’51, acordó con don Luis Batlle la coincidencia patriótica, Batlle y yo acordamos el ballotage para Batlle, es decir que también para mí, hablar sobre Jorge Batlle y de los Batlle es como una especie de trenza de dos familias, divergentes y enfrentadas hemos tratado de servir al país.

Un capítulo aparte para mí merece doña Matilde. Doña Matilde era un personaje increíble. Tenía un enamoramiento con Luis Batlle… vivía pendiente. La viuda usaba una medalla de este porte así (mostrando con las manos) como un alfajor, con una cadena con el retrato de don Luis, permanentemente. Cuando ganamos las elecciones, tuvo el gesto de mandarle a mi madre un ramo de rosas rojas, ¿te das cuenta?, de madre a madre. 

Durante el Gobierno mío, nuestro, de repente sonaba el teléfono y me decía «Bueno Presidente, a ver, me tiene que hacer esto, eh, porque Fulano…»  ¡Entonces me daba órdenes! (riendo) siempre era para ayudar a alguien ¿viste? Pero lo divertido es que lo hacía como una tía, una especie de tía vieja que te dice «tenés que lustrarte los zapatos». Y después, el día que nos separamos del Gobierno de Batlle, me llamó y me pegó un reto… Y yo decía «que lindo que esto sea posible…», es decir, que doña Matilde me llame, y yo la atienda como presidente para recibir sus… casi órdenes te diría, y cuando yo ya no era presidente, me llame y me corrija, me ponga nota política. Era un personaje realmente, y Jorge era más parecido a la madre que al padre, hasta físicamente, ¿no? porque Luis, el hermano de Jorge, es muy parecido a don Luis. Jorge es más bien morenito, como los Tálice, como los Ibáñez, y la madre era muy graciosa, en el propio trato con Jorge, me decía «Usted sabe cómo es Jorge, usted sabe cómo es Jorge». Esto es lo que yo te podría decir.

—Yo tengo una serie de preguntas para usted, que son generales a todos los entrevistados, y después otras más dirigidas hacía usted.

Bueno.

—La primera, pese a que usted más o menos ya me lo comentó, es ¿Cómo conoce usted a Jorge?

—Ya te digo, socialmente en su noviazgo, políticamente, porque éramos destinados a conocernos, familias muy entrelazadas.

—¿Y usted se consideró amigo de Jorge?

—Mirá, la palabra amigo yo la uso con bastante cuidado, y ojo que no es establecer categorías, pero… no fuimos al mismo liceo, no jugamos al futbol juntos, pertenecíamos a dos generaciones. Yo me consideré amigo político, y con una relación familiar linda… así que sí, sí, amigo.

—¿Y se tuteaban con él? ¿O siempre de “Usted”?

—No, no no, el me tuteaba, «Che presidente», presidente cuando yo era presidente y yo después «Che presidente» o Jorge, o «Mirá Luis Alberto», no, no, tuteo por supuesto.

—Perfecto, metiéndonos, obviamente ya que yo le comenté que iba a ser sobre la vida personal, pero algún evento político, ya que personas como usted, o como Jorge, es muy difícil separar la persona del político. Yo quisiera saber su opinión, siempre y cuando usted quiera, sobre el evento de la infidencia.

—Eso fue una infamia, fue una infamia. Jorge era un hombre muy informado, y circulaba por distintos ámbitos de poder, no solamente los ámbitos políticos, yo lo he visto en la Bolsa de Comercio, las empresas lo escuchaban, los bancos… es decir, era una opinión muy valorada, y además a él le encantaba dar su opinión y le encantaba estar super al día, ¿no? eh… «ayer la soja bajó, subió. El IBOR…» metía datos así, con una cabeza de computadora. Yo creo que fue una infamia. 

Además, una cosa que hay que recordar… Jorge le fue mal, todas las veces que se metió en negocios le fue mal, en los negocios agropecuarios le fue horrible (se ríe). Se le acabó la radio, se le acabó el diario, pasó… no diría pobreza, pero necesidad, con una dignidad… ¿Cómo se llamaba el secretario que era tan simpático? que era como una especie de hermano que él tenía, que lo seguía permanentemente, él vivía ahí en la calle Acevedo Díaz, un apartamentito de 2 por 2, solito…

—Prestado ese apartamento…

—Prestado, sí. Sin un mango y en los bancos arregló y pagó todo lo que debía, todo, todo, con un esfuerzo y con un sentido de su honorabilidad que hay que recordarlo. No, no, en ese sentido fue una infamia.

—Y para usted, ¿Jorge fue el primer preso político?

—Bueno, en aquel momento sí, yo diría… porque yo no estaba en Montevideo, increíblemente, yo estaba en París, en la conferencia de la UNESCO, en octubre creo que fue, del ’72. Sí, porque él salió fuerte, como era un tipo muy valiente además, ¿no? No olvidemos que se batió a duelo, y todo, era un tipo guapazo, y salió fuerte y bueno… Había una gran pica, una gran mala onda, entre la familia Cristi, el viejo General Cristi había tenido problemas con Luis Batlle, colorados de origen Cristi, y el nuevo General Cristi, el del Golpe de Estado, fue el que lo metió preso a Batlle, era el jefe de la Región Militar N.º 1. 

Sí, yo creo que sí, fue el primero que fue por motivos políticos.

—¿Usted cree que la filosofía de Jorge, su manera de pensar… es la evolución natural del batllismo? O como algunos dicen, ¿es un parteaguas y es otra cosa distinta? Pese a tener el mismo apellido.

—Yo creo que la historia nunca se corta. Ahí hay un componente familiar-genético-sanguíneo, él es un Batlle más.

Luis no fue igual a don Pepe, por algo se habla del primer batllismo y del segundo, es decir, Batlle y Ordóñez con esa potencia que tenía, ese carácter, ese instinto por el poder, siempre habrá que escribir un libro un día que se llame «Batlle o el poder» porque era la obsesión en el poder, él inicia toda la intervención estatal en la economía, porque él va a viajar, cuando Williman es electo presidente, se manda a mudar, cosa me parece perfecta. Era demasiado poderoso don Pepe para estar haciéndole la segunda casa de gobierno, entonces se fue para Europa. De ahí trajo dos o tres cosas que incidieron, para bien o para mal, no viene al caso ahora, en la historia del país. La intervención estatal en la economía, de las viejas compañías, las régie francesas, las compañías estatales y el colegiado, ese fue el primer batllismo.

El segundo es un batllismo de sustitución de importaciones, fomento de la industria nacional, con aranceles, que era un camino que no podía terminar bien, y no terminó bien porque un país tan pequeño como el nuestro, cuando la rentabilidad del comercio exterior se vino abajo, no había con que sostenerla, entonces la intervención estatal ahí era tremenda, contralor de importaciones, exportaciones, tipos de cambio múltiples, es decir, era una economía dirigida desde lo político. Batlle por supuesto, Jorge, tercer batllismo para mí, reacciona contra esto, no es que haya dejado de ser batllista.

Voy a poner un ejemplo que es un poco lejano, pero me cabe. El herrerismo, ahora salió un libro hoy, mío, que se llama «El herrerismo ’80-’89», no es el mismo del de Herrera, bueno yo no soy Herrera obviamente, no voy a pretender estar a esa altura, pero nosotros le dimos una adecuación del año ’80 en adelante a lo que eran las ideas anteriores, entonces yo creo que él es batllista, pero un batllismo renovado.

—Como usted comentaba al inicio, de que la personalidad de Jorge era fuerte, y que muchas veces convenía ni siquiera hablar con él, ¿Usted recuerda alguna vez un roce con él?

—No. Porque era muy educado. Siendo cortante cuando quería, y cortaba…

No, porque él tenía una cuestión de educación, algunas palabras fuertes, sí, pero nunca una cosa que uno pueda… ni siquiera me puedo acordar. 

Tengo una carta de él, por ejemplo, sí, que está en mis archivos, andá a saber dónde está, después de dos mudanzas… donde me mandó una carta diciendo que había que profundizar, que así las cosas no marchaban, que yo me estaba quedando, que no me animaba, ¿viste? me quería correr para adelante. Pero nunca… en algún momento decir, bueno vamos a dejarla acá y esperar que se calmara. Pero no, no, nunca un momento desagradable.

—Siguiendo la línea misma de la personalidad de Jorge, ¿Podría contarme alguna anécdota “cómica” debido a su forma de ser?

– Así de sopetón no me acuerdo ninguna… pero… (se ríe) Nada que tenga que ver con política pero… un día viene a verme a Suarez… yo siempre pensaba «que recuerdos le traerá a éste que todavía no ha sido presidente y que de niño vivió acá, entrar a Suarez» y estábamos sentados en el escritorio que está adelante que se usa poco, lo usé yo poco por lo menos, y en eso, yo tenía dos perros que no se querían mucho, que era un Fox Terrier pelo alambre que era mi pero tradicional y un Chow-Chow que me habían regalado, y se siente una batalla, porque los perros se odiaban, entonces yo salí disparado del escritorio a separar los perros con agua, que se mordían, y después de una bataola, entro yo al despacho y tenía sangre de uno de los perros en la mano y estaba todo empapado, y Batlle me dice «No, yo vuelvo otro día. Esto es una casa de locos» (riendo). 

Claro, venía a hablar de cosas importantes y yo tuve la pelea de perros, y bueno, era lo urgente frente a lo importante. (se ríe)

—¿Y una anécdota triste podría comentarme?

—No, no, nunca lo vi ni deprimido ni triste a Batlle… se tuvo que comer muchas verdes, ¿no?, muchas… y en eso fue un señor, como asumió la parte de desgracia porque de haber sido el hijo de presidente, un muchacho de éxito y tal… y todos sus problemas de familia, económicos, de la campaña, de calumnias -cosas que yo lamentablemente también conozco-, nunca lo vi triste, lo vi serio, apenado… pero siempre duro, siempre firme. Me acuerdo una vez que me contaron, él fue a un banco porque quería pedir un plazo para lo que estaba teniendo que pagar, y no podía y hablaba fuerte, al lado había otro funcionario bancario que escuchó y parece que ese que estaba escuchando dijo «Mirá si no vas a poder pagar…» ¡Fua! Dice que Batlle -dirigiéndose al que lo estaba atendiendo- dijo «sabe Fulano, uno pasa por la vida con una posición, con una integridad, tratando de cumplir las obligaciones y cuando no puede, viene y da la cara para que vengan otros y digan “ta ta ta”» dice que estaba malazo. 

Un hombre muy complejo, diría yo. No era simple, pero con grandes valores.

—Retomando la parte de la personalidad de él, ¿Qué que usted que lo impulsa a ser parte de dos reformas constitucionales?

—Yo creo que la reforma constitucional del ’67 se venía cantada, ¿por qué?, porque la experiencia de la Constitución del ’51 fue el último manotón del Partido Nacional, conducido por Herrera… es decir, el Partido Nacional desde la primera elección libre que es la del ’22, Herrera pierde por 3.000 votos con Serrato, en el ’25 en la presidencia del Consejo Nacional de Administración, Herrera gana, y es presidente del Consejo Nacional de Administración, en el ’26 el Partido Nacional pierde por 1.400 votos la presidencia y en el ’30 ya pierde con Terra por 15.000 votos Herrera… ahí vienen todos los líos internos del Partido Nacional, y el Partido Nacional desespera por llegar al poder, y vienen las derrotas brutales. Entonces Herrera -para mí- pensó que era mejor coparticipar al máximo, visto que parecía que era una ley que el Partido Nacional no llegara. Ahí surge la reforma del ’51. Gana el Partido Nacional en el ’58, se muere Herrera, todo eso es una historia para otro día, y manejar el país con 9 tipos… era realmente… no había un mando cierto. El presidente tocaba la campana e iba al desfile, pero después eran 6 y 3, y entre los 6, te imaginás que en todos los partidos hubo líos entre los 6, y entre los 3. 

Era cantada esa reforma.

La experiencia del Colegiado sirvió para eso, para que el Partido Nacional y el Partido Colorado se encontraran en la cumbre de la gestión gubernativa, que se sacaran las cosquillas… era como un pequeño parlamentito, y yo creo que eso sirvió para civilizar, amansar, ¿no? Pero era imposible dirigir un país así.

La reforma del ’67 fue una reforma muy interesante, muy desarrollista… oficina de planeamiento… muy CEPAL… ahí empieza la CIDE, donde tuvo intervención Wilson Ferreira muy importante.

La del ’96 sí es una señora reforma, yo tengo muchas ganas, ahora cuando tenga tiempo, de escribir un trabajo sobre la reforma. Porque los partidos tradicionales, tan criticados siempre, pero que son los que armaron este país, nuestro país -desde mi punto de vista-, resignaron el tema del doble voto simultaneo, ¡ojo!, hicimos entrega de un tesoro, porque el doble voto simultaneo permitía que estuvieran herreristas, antiherreristas, carlosjulistas, wilsonistas todos juntos. Batllistas de la 14, batllistas de la 15, riveristas, colorados independientes, pachequitas, todos juntos. Nosotros cortamos ese… rompimos el yeso que nos mantenía unidos, artificialmente, ¿no?, porque al principio era lógico. ¿Qué decía la ley?, usted lo que quiere es votar colorados, o blancos, muy bien, y después dentro de colorados y blancos prefiere a Fulano, una especie de elección interna en el mismo acto. Doble voto simultaneo, voto por el Partido Colorado y por Jorge Batlle, hacías la interna en el mismo momento. Yo creo que fue una gran reforma. Y se ha dicho -para mi tontamente, pero respeto- «no, que era para detener al Frente», no, era para que el presidente tuviera más base.

Te cuento esto: Sanguinetti-Lacalle-Sanguinetti, las 3 elecciones, tuvimos Julio María y yo, voto directo hacia Lacalle y Sanguinetti, entre el 20 y el 22%. Es decir, que los que habían votado directamente a Lacalle y Sanguinetti era 1 cada 5. Después se juntaban los que no te podían ver, pero que los votos te los chupabas. ¿Y el presidente a quien representaba al día siguiente de la elección?, a 1 de cada 5.

En cambio, esto, que fue una idea de De Gaulle en Francia, para darle a su presidencia -con todo lo que tiene de diferencia por supuesto de Gaulle y Francia- tiene una base muy linda, el presidente es mayoría absoluta, tiene la mitad más uno, el presidente. Y yo creo es la gran reforma, y creo que esa sí es una reforma que al país… Ahora claro, inevitablemente… yo me acuerdo de que discutía con Seregni -Seregni era muy batllista, muy de la 15, y lo rascabas y era coloradazo- entonces siempre muy bien educado, era otro hombre así, me decía «va a venir un nuevo bipartidismo entre el Frente y el Partido Colorado», y yo le decía «Bueno no sé General, no se apure». Y claro, lo que vino fue el Frente que es una coalición, y para ganarle hay que hacer lo que hizo Lacalle Pou, o lo que hice yo con Batlle, una coalición, como es de dos. Y al Partido Colorado lo agarró en baja, ganó la coalición Lacalle-Batlle en ’99 llevando a un colorado, y ganó la coalición actual con Lacalle, y bueno… es inevitable. Por eso es que yo creo que el Partido Colorado es muy necesario que se fortalezca y avance, pero eso ya sale del trabajo este.

—¿Cuál es el aspecto de la personalidad de Jorge que usted más destacaría?

—Yo diría la inteligencia.

La inteligencia y la plasticidad, la capacidad de adecuarse, de cambiar.

—¿Recuerda cuál fue la última vez que conversó con Jorge?

—No. No, incluso cuando… no recuerdo donde estaba yo, me llaman y me dicen «Jorge se cayó y se pegó en la cabeza», estaba en Tacuarembó creo él, yo dije «caramba, se habrá caído de una escalera», yo me había caído, cuando la elección con Mujica me había caído por una escalera, me había roto la pierna. Y después cuando se supo ya tuvo el ACV antes de caer. 

Cuando estuvo enfermo otra vez, no sé qué patatús tuvo, yo fui a verlo al sanatorio… 

Ah, porque hay otra anécdota muy simpática. Beatriz, la hija de Jorge -un amor de mujer- fue profesora de Lacalle Pou (riendo) en el colegio, en el British, y Luis un día le dijo -Luis siempre fue medio genio de chiquitito-, y cuando le dicen el nombre de la maestra dice “No puede zer” (se ríe) “Badlle” (se ríe).

Bueno y fui a verlo y estaba el Mono, estaba Beatriz, los saludé, él estaba en la cama, que sé yo… no, no me acuerdo cuando fue la última vez… ya está… es un lindo recuerdo.

—¿Usted cree que le dejó alguna enseñanza?

—Sí, yo creo que todos los grandes políticos, a los que somos políticos -no grandes- pero políticos, nos dejan algo. 

Yo creo que lo más importante es la firmeza en sus convicciones, es decir, no andar corriendo atrás del electorado. Batlle generaba electorado, o no. En el ’94 votó horrible, pero él, con conductividad, tampoco era un terco, un tozudo, pero creo que esa es la gran lección, como a la larga siempre te va a rendir el ser consecuente, en lo principal, después en lo estratégico uno puede ir adecuando.

—Ahora pasamos a la parte digamos… más personal dirigidas hacia usted.

La primera pregunta es, ¿usted siempre quiso ser político? Porque Jorge cuando era relativamente chico, 16-17 años, él decía que no quería estar en la política, que quería ser administrativo. Yo tengo un libro donde usted habla con Di Candia, donde dice que usted quería ser tropero… pero un poco más grande, antes de que de Herrera le dé el empujón, ¿usted quería ser político?

—Yo creo que fue una deriva natural de una casa, un hogar en el cual se hablaba de política. 

En mi casa por suerte no se hablaba ni de plata, ni de la vida ajena. Se hablaba del país, de que llovió, que suerte que llovió, que las cosechas, que las exportaciones, que Batlle, que lo que dijo… es decir el tema político era natural, eso me generó por supuesto un condicionamiento, yo también aparte de lo de tropero cuando era chiquitito, después iba a ser ingeniero agrónomo. Nosotros tenemos un campo en Florida, ahí en Cerro Colorado, hace 125 años que estamos ahí, un pedacito de campo chico. Y se suponía que estaba arrendado, que me lo iban a devolver y yo iba a ser ingeniero agrónomo, y bueno… no devolvieron el campo y no fui ingeniero agrónomo, bueno, la campaña del ’58 que yo fui con Herrera en el ómnibus una parte, me quedé enamorado y ahí yo ya estaba perdido.

Y después lo gracioso es que cuando estábamos en Casa de Gobierno, y Lacalle Pou tenía 16 creo -una cosa así- yo le decía siempre a Julita «a este no le va a gustar», porque claro, uno llega a la casa y descarga todo lo malo. Y un día dijo «Hay dos cosas que no voy a hacer -estaba enojado Luis- ni político ni abogado» bueno… ahí está. 

Así que todos han tenido alguna vez, esa sensación, sobre todo yo creo que cuando ven a su familia criticada, y ven lo difícil, las deslealtades, los tropiezos y lo difícil que es conducir gente, crea un rechazo. Pero yo creo que al mismo tiempo fascina, porque en definitiva ¿de qué se trata?, de llegar al poder, de llegar al poder para algo, y el que tiene voluntad de influir en cambios para bien, y bueno, el camino es ese ¿no? No es un camino para otra cosa que para estar satisfecho con uno mismo y cumplir con los objetivos que uno cree que son buenos.

—Ahora que usted habla de influenciar, yo aquí extraje una frase, de una entrevista que usted dio, y que acá la repitió a esa misma frase, ¿Por qué si usted si vio tan influenciado en su casa dice “Jorge nació para presidente, y yo no”?

—Bueno, porque si miraba la estadística (se ríe) Lorenzo Batlle, José Batlle y Luis Batlle… y del otro lado Luis de Herrera, Juan José de Herrera y Luis Alberto de Herrera, era poder y oposición, poder y oposición… es una manera de decir. Y yo creo que a él le ejercía como una presión eso, por eso lo del ’89 tiene que hacer sido para él la noche esa… no te olvides que no había mucha encuesta, ni nada, no era como ahora que está al milímetro, no, no. Entonces veía que él Partido, bien unido, el batllismo con las diferencias de Sanguinetti y Batlle, los blancos unidos, los blancos coordinados, la figura mía de 48 años, joven… debe haber sido bravo… porque el que tenía que haber sido por reglas históricas era él y no yo.

Después nos tomamos los dos el segundo tiempo.

—¿Y usted que cree que tenía en común su figura con la de Jorge, tanto en lo personal, como en lo político?

—En la educación distinto, él había sido educado en el Colegio Alemán, él no era católico ni cristiano, él hablaba más alemán y yo hablo más inglés, pero creo que hay una especie de inclinación al servicio público, un poco lo que pasa con los países sajones, que es un orgullo ser servidor público, el public service sigue siendo para cierta gente del Uruguay un honor. Ser ministro es el peor negocio que podes hacer, por el sueldo que es malo y por lo que te relajan, sin embargo hay gente que sigue agarrando, que deja su estudio jurídico, su empresa y se hace relajar, interpelar… y bueno… eso es lo que al Uruguay lo ha distinguido, la clase dirigentes, de todo tipo, sea por intelectual, de la academia, de la empresa del agro, de las profesiones, siguen siendo servidores públicos… fíjate cualquiera de los ministros que está sentado hoy en el ministerio es gente que está pasándola peor que en su antigua profesión, la remuneración no es buena y generalmente la gente es muy dura con los políticos, sin embargo hay gente que sigue haciéndolo ¿viste? yo creo que eso… no es que nos distinguiera, nos ubica en un grupo que por suerte es bastante amplio, de gente que cree en el país, y que servirlo a través de sus ideas es una linda manera de vivir.

—Usted también destaca que el poder se ejerce en soledad, pero no en aislamiento. ¿Cree su presidencia, o la de Jorge, alguno de ambos estuvo más solo o más aislado que el otro? ¿O siempre es lo mismo para un presidente?

—Creo que hay un común denominador, el poder presidencial sobre todo, que es una sola persona la que tiene la última palabra, se muestra toda su dureza cuando vienen los ministros y dicen «¿esto o eso?, ¿compramos o vendemos?, ¿devaluamos o no devaluamos?, ¿vamos para acá o vamos para allá?» y ahí viene el asesoramiento, y el que dice «para acá» y el que dice «para allá» y los técnicos, todo, y después… tenés que decidir, y además como nunca decidís entre blanco y negro sino entre distintos matices de gris, porque nunca es clarito lo bueno contra lo malo, ahí es la parte de la soledad, que es lo que lo hace atractivo y al mismo tiempo en cierto sentido dramático. 

Lacalle Pou ha contado varias veces en público que el día que tuvo… el 23 de marzo creo que fue que tuvo la primera determinación sobre la pandemia, dice que pasó un fin de semana horrible, a mí me pasó y a Batlle le pasó. 

Ahora, el aislamiento es otra cosa, porque el poder genera alrededor los círculos, los que te dicen que sos un genio, que cada vez hablás mejor, que las chiquilinas te miran, que bueno… que pareces rubio alto y de ojos celestes, eso es lo más peligroso, porque uno tiende a creer lo bueno, yo tuve algunos amigos y mucho agradezco que venían y me decían «Mirá, Luis Alberto estás metiendo la pata…» ¡eso es lo que vale oro! por eso hay que tratar de romper el círculo y juntarse no solamente para la selfie o saludar a la maestra, sino escuchar a los que están lejos, y creo que ese es el… consejo no, sino sugerencia que le daría a cualquiera que estuviera en la posición de poder. Muy bien los de todos los días, ¡pero ojo con el acostumbramiento! a la corte, a los reyes los liquidaron las cortes, que están o por interés, o por amistad o por simpatía, pero te dicen todo lo bueno, y te hacen un daño.

«No, pobrecito, vamos a no decirle que hay inundaciones», ¡no loco! ¡Decile que hay inundaciones y que la plata no alcanza! ¿No es cierto? 

Por eso, la soledad en las decisiones es parte del poder, y aislamiento es lo que no debe ser nunca parte del poder.

—Usted dijo que no había mucha encuesta en esa época, ¿Cómo se entera, y que siente, con la diferencia de 176 mil votos de usted sobre Jorge Batlle en la elección?

—Sí, Partido Nacional sobre Partido Colorado, la distancia histórica más grande… bueno eso me enteré después. 

Los del Frente habían ganado la Intendencia y estaban festejando, nosotros tenemos nuestra sede en 18 y Martín C. Martínez, y pasaba la bandera del Frente, gritando y se empezó a juntar la gente nuestra y «Que salga el Cuqui, que salga el Cuqui» y yo dije «no viejo, a mi hasta que no me llame el Dr. Batlle yo no salgo» y pasaba el tiempo y nos poníamos nerviosos y bueno, al final teléfono «bueno Luis Alberto, un abrazo, felicitaciones», yo ahí pegué un grito… colgué el teléfono y salté che, que toque el techo, era una oficina baja, un rugido… y después Julita me dijo «nunca más te sonreíste» porque se me vino encima todo, no sabíamos que la ventaja era tan grande. Recibí la llamada de Batlle y ahí empezó la cosa, después vino Seregni, muy lindo, vinieron los blancos, me fui a mi casa… y no podía dormir, che… y no podía dormir. A las 7 me puse el equipo de caminar (levanta algo de la mesa) este soy yo, en la tapa del libro ese día, caminando… mira qué joven…

—¿Ese mismo día?

—¡Sí, a la mañana del lunes! Salí a correr, y de repente pasa un auto de la CX14, El Espectador, al rato viene un fotógrafo que le habían avisado de El País y me sacó esa foto que vengo así (imitando la fotografía) que la elegimos como la tapa de este libro, que estoy con 48 años y toda la polenta. 

Y después ya al día siguiente se te baja toda la euforia que bueno, así debe de ser.

—Hay una frase, que me parece que es suya que dice “la mejor etapa de la presidencia del Gobierno es desde el día siguiente a la elección hasta el día que se asume”, ¿es cierto eso?

—¡Sí!, sí claro, sí. Es mía, no es una originalidad. Porque ahí tenés, sin perjuicio que estás haciendo todo el tejido, ¿no? Pero ahí no tenés responsabilidad y todo el mundo «¡Bien Cuqui!” entras a un restorán y te saludan.

El primero de marzo -ahora yo estoy preparando el segundo tomo de esta colección que es el Gobierno- y hay una anécdota con Atilio Garrido que es muy linda porque termina la ceremonia en el Palacio, nos estamos yendo y le digo a Atilio «¿Viste?, esto es como un auto, 0 Km. Lo sacas de la concesionaria y ya es viejo, se acabó lo bueno»

—¿Cómo cree usted que se debe haber sentido Jorge, o cual fue su sensación cuando se enteró que entró la aftosa? Si bien él lo relata varias veces, ¿Cómo cree que fue?

—Yo calculo que debe haber sido lo mismo que con la pandemia. Él estaba en Estados Unidos, veníamos bárbaro para la colocación de la carne, ¿Te acordás la frase «la vaca les gana»? y de sopetón le viene esto… bueno, Lacalle Pou el 13 de marzo se enteró de la pandemia. Es que no es fácil esto ¿viste?, porque no solamente están las acciones de los hombres sino, los imponderables, una enfermedad ¿a quién se la podés atribuir?, Y bueno, ya está. ¡Inundaciones! A los blancos en el año ’59 le cayeron las inundaciones que casi revientan la represa del Rincón del Bonete, date cuenta empezar un Gobierno así… A nosotros nos cayó un déficit del 7%, ¡una inflación del 130%! 129 había en abril del ’90. El que quiera celeste, que le cueste.

—¿Y en la segunda patada? Cuando se entera que se empiezan a caer los bancos.

—Las catástrofes de carácter económico son terribles, agrégale huelga policial, el filtro, nunca es una buena noticia la que tenés. Las buenas generalmente demoran mucho.

—Finalmente, para cerrar el círculo de la vida de Jorge, ¿Cómo puede relatar que se entera de su fallecimiento, y los días posteriores? Si bien usted me comenta el momento que se entera de la caída, cuando muere, y los días posteriores…

—Ahí me pasó algo, que después… me pareció natural que no se hiciera… yo quería haber hablado en el entierro… yo quería haber hablado… incluso estábamos ahí cerca del féretro, y le digo a Luis Hierro creo que fue, «Che… a mí me gustaría decir algo» «Ah que bueno sería…» fue muy colorado todo el homenaje… a mí me hubiera gustado, creo que hubiera sido un hito en la vida del país… decir unas palabras, no iba a hacer un discurso profundo pero… iba a empezar diciendo «En el Uruguay, no es fácil llamarse Batlle…»


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