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Nuestro país tiene un enorme potencial para progresar económicamente, pero también existen numerosas barreras que hay que sortear para abrirnos paso hacia ese camino, la principal, entiendo yo, es aprender que no existe más -y me atrevo a decir que nunca existió- la seguridad absoluta.

foto escalera espiral (libre, pixabay)

La sociedad uruguaya debe hacer frente de una vez por todas al desafío de aceptar, tolerar y convivir con el riesgo; desde siempre hemos escuchado alabanzas y comentarios increíbles acerca de las bondades de conseguir un empleo público, siendo muchas veces la más destacada su “seguridad y estabilidad”, aún en detrimento de los ingresos que se pudieran percibir en otros ámbitos.

Quiero decir con esto que la función pública y aquellos que desean desarrollarla están mal?

De ninguna manera, todo lo contrario.. que sea la función pública un ámbito más de innovación y de búsqueda de la mejora continua, no un mero ancla de estabilidad laboral en un mundo altamente cambiante.

Este ensañamiento que poseemos con la estabilidad resulta un defecto importante a la hora de afrontar la realidad de la economía actual, una economía que premia más que nunca la innovación y el riesgo. Desde luego que no me refiero a que salgamos todos a hipotecar la casa para comenzar una startup de ropa hecha con plástico reciclado del océano, lo cual sería interesante, pero dejémoslo como ejemplo disparatado.

Me refiero a cosas mucho más sencillas, mucho más elocuentes, como por ejemplo la decisión de asociarse para producir algún negocio con amigos; entender que el dinero en el banco no genera ganancias; invertir en algún proyecto personal o de otro que creamos puede tener potencial; hacer un curso online sobre “nuevas” tecnologías, sin importar la edad que tengamos; en resumen, salir de la zona de confort de esa aparente “seguridad” que buscamos al no asumir (y desde luego administrar) el riesgo.

Es para ello fundamental continuar la línea de formación en competencias, profundizar la creación de mecanismos que de forma directa o indirecta financien las actividades innovadoras y de inversión a pequeña escala, generar redes internas que entrelacen actores de distintos ámbitos en cadenas largas de valor y sobre todo de valor agregado, entre tantos otros mecanismos que potencien la asunción de riesgos razonables por parte de la ciudadanía al tiempo que aportan al progreso de la economía toda.


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