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Posterior a la victoria Oriental sobre el Ejército realista de Montevideo el 19 de mayo de 1811, José Gervasio Artigas pronunciaría una frase que quedaría en la historia cultural e idiosincrática del uruguayo promedio: “clemencia para los vencidos”.

Esta mentalidad conciliadora se vería reflejada un miércoles 8 de octubre al firmarse, en el nóvel Estado Oriental del Uruguay, el tratado de paz que pondría fin a la Guerra Grande posterior a 12 años de conflicto civil que destruyó la economía nacional, llevó a la búsqueda de refugio a miles de ciudadanos y peligró la misma existencia del Uruguay como nación independiente.

En busca de reconciliar las diferencias entre los bandos oponentes y comenzar la unificación nacional, la paz se firmó bajo el lema de “ni vencidos ni vencedores” que, si bien no evitaría conflictos civiles posteriores, seguiría enquistando la identidad concertadora del ciudadano uruguayo.

Pasadas las turbulencias cívicas del siglo XIX, el siglo XX sería caracterizado por los cambios sociales que pondrían a nuestro país a la vanguardia mundial en materia de derechos y convivencia cívica. Este rasgo conciliador, sería la culminación del rechazo a los extremos políticos y a las prácticas intolerantes que llevaron a otros países de la época al conflicto interno y al autoritarismo.

Con la efervescencia política que existe en nuestro país hoy día, empiezan a resonar la voz de muchos actores políticos y organizaciones sociales que aprovechan el miedo y la incertidumbre general para convencer a la ciudadanía de una realidad social en constante conflicto y sin posibilidad de consenso alguno, para atraer nuevos adherentes a sus causas.

Esta polarización se ha vivido en el pasado y culminó en violencia y en el debilitamiento institucional. ¿Esto significa que debemos resignarnos a un destino en el que existe una línea divisoria entre la izquierda y la derecha en continua guerra civil?

Para responder esta pregunta es necesario ir a los números; en una encuesta política llevada a cabo por Cifra y presentada en una columna del programa radial “Rompkbzas”, el periodista Leonardo Haberkorn mostró que el 72% de la ciudadanía votante se identifica con el centro político, la centro-izquierda y la centro-derecha.

Estos números hablan de la mentalidad colectiva de la mayoría de los ciudadanos, a los cuales las revoluciones bruscas y las transformaciones inmediatas les resulta ajeno y, al mismo tiempo, tiende a rechazar el retroceso a los cambios sociales que se han emprendido. Es por este motivo que el centro político tiene el imperativo moral de hacerse presente a través de un proyecto político que logre combatir la polarización y extremismo creciente que tanto daño le ha hecho al país en el pasado.

No dudo que un gran polo de centro que se base en los valores conocidos de racionalidad, convivencia, reformismo y progreso logre captar y entusiasmar a la ciudadanía a acercarse a él, dado que, estos son la base misma de nuestra identidad nacional.


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