La tradición indica que el 6 de enero es el día de los tres reyes magos.
Pero paradójicamente, para los uruguayos es el día de cumpleaños de tres inmensos republicanos.
No hicieron magia alguna.
Simplemente dedicaron su vida a la actividad política, con una pasión que se tradujo en importantes logros para la democracia uruguaya.
Porque hoy 6 de enero cumplen años Julio María Sanguinetti y Luis Hierro López, y se celebra un nuevo aniversario de la gran Martha Montaner, que partió prematuramente pero nos dejó una huella indeleble de compromiso con el país.
Vean de qué estamos hablando: diputada y senadora, Martha Montaner fue la primera mujer en desempeñarse como secretaria general del Partido Colorado, abriendo el camino para sus congéneres y dando un ejemplo de liderazgo humanista que sabremos seguir.
Luis Hierro López, que ahora representa diplomáticamente a nuestro país en Perú, fue el vicepresidente de la República en el período de crisis económica más difícil de la historia nacional.
Junto al gran Jorge Batlle mantuvo el timón con firmeza en esa tormenta, asegurando la institucionalidad y volviendo a colocar al país en la senda del crecimiento, ya desde el año 2003.
Y será difícil destacar algo del Presidente Julio María Sanguinetti que ya no se haya dicho, pero vamos a intentarlo en estas líneas.
Miro hacia atrás y veo distintas etapas de su vida, todas contestes en un denodado afán de servicio público.
Desde muy joven, formado en el periodismo y en la política al lado de Luis Batlle Berres, se desarrolló como un dirigente activo y al mismo tiempo un intelectual de fuste.
Desempeñándose en los años duros de la pre-dictadura como ministro de Educación y Cultura, impulsó una Ley de Educación que restituyera la laicidad en las aulas, por entonces literalmente copadas por el marxismo, en aquel grave contexto de guerra fría del que Uruguay no fue ajeno.
Habiendo renunciado y siendo proscripto por la dictadura que asoló al país a partir de 1973, fue uno de sus mayores oponentes dentro de fronteras, al punto que llegaron a atentar con bombas contra su estudio jurídico.
Militó con firmeza contra el proyecto constitucional de la dictadura, convirtiendo a su semanario Correo de los Viernes en un faro de libertad.
Protagonizó todas las negociaciones que sacaron al país del totalitarismo primero junto a los blancos sin el FA y luego junto al FA sin los blancos.
Concibió el concepto del cambio en paz y lo llevó adelante contra viento y marea.
Contra quienes apostaban a una salida violenta, con muertos en las calles, y también contra quienes promovían una transición cobarde que mantuviera el poder militar.
Con esa promesa ganó la elección del renacer democrático y en su primera presidencia, fue mucho lo que hizo por el país y su gente.
Es el primer presidente que repite el mandato por voto popular directo en la historia del Uruguay.
Guía su segunda presidencia bajo el lema de “la revolución de centro”, reivindicando un espacio político batllista (una categoría que antecede a la europea de “socialdemócrata”), en el que se encuentran liberales y republicanos de buena voluntad, en un arco que incluyó al inolvidable Hugo Batalla, un izquierdista democrático que se convirtió en su vicepresidente.
Se entendió bien con aquel Frente Amplio donde eran mayoría las fuerzas democráticas y republicanas, bajo la conducción patriótica y generosa de Líber Seregni.
Pero apenas el general es reemplazado por Tabaré Vázquez, el FA inicia una campaña de denostación de Sanguinetti que, vergonzantemente, aún está vigente.
La razón era sencilla: con sus políticas sociales (centros CAIF, escuelas de tiempo completo, reforma de la seguridad social y tantas otras), Sanguinetti demostraba que las banderas solidarias estaban en el batllismo y no en el FA, una cooperativa electoral crecientemente dominada por comunistas y tupamaros.
Por eso apuntaron siempre a agraviarlo y difamarlo, sin comprender que el liderazgo de Sanguinetti es el de un batllista que, en la línea de Don Pepe, Brum, Luis y Jorge y Batalla, ha trabajado siempre en el mejoramiento de la calidad de vida de la gente, no desde un maximalismo contraproducente como el de la perimida lucha de clases, sino desde la responsabilidad macroeconómica, la libertad de mercado y una política atenta a las necesidades de los más vulnerables.
El aparato político y sindical de la izquierda nunca aceptó esta realidad y llegó a generar historiografía para refutarla.
Por eso ha sido tan importante la actividad de Sanguinetti como escritor, legando textos históricos de hechos que lo tuvieron como protagonista y que corrigen las tergiversaciones de la literatura ideológicamente flechada.
A todo lo anterior, agreguemos la lealtad y el compromiso que Julio demuestra, a su edad, por la consolidación y el fortalecimiento de este gobierno de coalición, comprometido con las reformas que el país venía reclamando desde hacía 15 años.
Vaya si tendremos mucho que agradecerle, en este 6 de enero en que vuelve a soplar velitas para orgullo de todos.