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La muerte de Andrés Trigo encajaría con sentido en alguna ciudad de la Colombia de Pablo Escobar, o el México de ´´El chapo´´ Guzmán, en alguna favela de Río de Janeiro quizás, pero no en Colonia del Sacramento.

El pasado 4 de febrero Andrés hubiera cumplido 42 años, pero lo asesinaron cruelmente con 18: el lunes 17 de agosto de 1998, la familia Trigo no sería la misma, ni Colonia, ni Uruguay

Desde los 16 años trabajaba junto a su padre en la distribución de supergas ,y los domingos como cantinero en bailes que se hacían en el club San Carlos. El domingo 16 Andrés partió rumbo al trabajo sin saber que ya no regresaría a su casa.

Aquí comienza una seguidilla de acontecimientos que volverán esta historia, una historia trágica, de terror, al decir de su hermana Sandra.

En Colonia era (y es) conocido el movimiento de mafias de droga con innumerables vías de abastecimiento tanto por tierra como por agua, por supuesto esto no se hace sin dejar unos buenos billetes verdes en los bolsillos de los jerarcas aduaneros, policiales y judiciales. Había dos bandas rivales dedicadas al tráfico de drogas y trata de blancas, que estaban integradas por políticos, ex policías y en actividad, jueces, fiscales y narcos poderosos.

La madrugada del lunes 17, dejan una bolsa detrás de la barra de la cantina en la que estaba trabajando Andrés: esa, fue su sentencia de muerte. ¿El contenido? Cocaína y u$s 50.000. La desaparición de la bolsa, presumiblemente a cargo del otro bando fue el desencadenante del asesinato.

Andrés apareció al mediodía en su camioneta blanca con dos tiros en la cabeza, y aquí comienza la otra historia de terror, el juego macabro de los actores policiales y judiciales con un joven trabajador y querido por todos. Su padre, Walter Trigo y el periodista Fredy González tuvieron que hacer personalmente gestiones e investigaciones ante el nulo accionar de los Jerarcas de turno, empezando por el propio Jefe de Policía Hugo Pintos Funes que protegía a los mafiosos y disfrutaba del dinero manchado de sangre que le daban.

La primera versión trato de apuntar a un desengaño amoroso. Karina Carro, una ex novia de Andrés habría ofrecido u$s3000 a cambio de un “escarmiento” por haberla dejado, y habría manifestado que si no volvía con ella lo iba a matar. Sea cierto o no, ella estuvo involucrada, pues se la vió en las inmediaciones del baile en la madrugada del homicidio. Compró un auto valorado en u$s 10.000 y poseía dinero en una cuenta bancaria: todo eso con un trabajo de 4 hs y un sueldo de $1400. Pero el asesino fue otro, un seguridad del baile, ex policía, llamado Mario Hernández y amante de Karina Carro, a la semana del asesinato compró la mitad del pub bucaneros del real de san Carlos.

Ante incontables gestiones de Don Walter, el Ministerio del Interior envió un grupo de investigadores de Montevideo, que encontraron constantes trabas de sus pares en Colonia, debiendo trabajar en la propia casa de los Trigo. Así y todo, este equipo llevó una y otra vez a la justicia a Karina Carro, Mario Hernández y dos policías en actividad, pero se encontraban ante la pared de un juez corrupto: el Dr Gerardo Siri, que los dejaba libres por falta de pruebas. La prueba más contundente de esta sociedad es que ante un pedido de salida del país mientras era indagado Hernández, se le concedió, y aún a 22 años del asesinato no ha sido extraditado. Karina Carro fue finalmente condenada a 20 años de prisión de los cuales cumplió solamente 11, bajo la protección de los jefes policiales de turno que hicieron su estadía muy confortable. El comisario Miguel Isaza con claro cargo de conciencia se pegó un tiro una semana antes de declarar por falso testimonio, pues había dejado salir presos de la cárcel Piedra de los Indios la noche trágica. Pero los peces gordos nunca caen, quien dió la orden de matar a Andrés camina por la calle con tranquilidad.

Todos los 17 de cada mes, durante 54 meses, la familia Trigo organizaba una marcha hasta el juzgado donde Don Walter leía una proclama. A la primera de ellas, a 30 días de la muerte de Andrés concurrieron mas de 6.000 personas en una ciudad de 18.000, marcando el dolor que causo la muerte a mano de mafiosos y corruptos de un alma noble que se convirtió en mártir y en luz para recordarnos el constante combate hacia estas inmundas personas que integran nuestra sociedad y la llenan de odio y muerte.

Las mafias son cada día más fuertes, más poderosas, mejor armadas, más organizadas. Ejemplos sobran, ” los Bartolos “, “Los Panizza” en Casavalle, “Los chingas” en el Borro, “Los Alvariza”, “Los Betitos Suarez” de Cerro Norte, “Los Caquitos” de Chacharita de los padres, etc. Son lo peor del ser humano y el Estado tiene la obligación de poner todos sus medios para combatirlas y que sus jefes pasen años en la cárcel sin privilegios y pagando sus crímenes.

Todos podemos ser Andrés, su memoria se mantiene viva a 23 años de su muerte y ese es nuestro deber: no olvidar a los buenos .


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