El 1 de marzo de 1963 Oscar Gestido – vestido con un sencillo traje – ingresó al Palacio Estévez, como integrante de la minoría opositora en el Consejo Nacional de Gobierno, en compañía del electo diputado Jorge Pacheco Areco. La foto de ambos, desde la perspectiva histórica, tiene un fuerte simbolismo.
En esos días la convivencia social estaba alterada por la vigencia de las Medidas Prontas de Seguridad, decretadas a raíz del conflicto de los trabajadores de UTE. En una acción sindical inédita el sindicato del organismo estatal provocó un apagón a nivel nacional que afectó la luz y los teléfonos. Una muestra contundente del poder que comenzaban a adquirir los sindicatos.
Gestido y la UCB habían debutado en las elecciones y si bien el resultado no fue malo (de hecho la UCB algo votó mejor que la antigua 14 en 1958), la lista 15 de Luis Batlle continuó siendo ampliamente mayoritaria. Más allá de la nueva derrota, lo que entusiasmó a los colorados fue que esta vez la diferencia de votos había sido de 23.798 votos y recuperó cinco departamentos (Montevideo, incluido).
Observando el desastre de la Unión Popular el sociólogo Aldo Solari publicó un artículo que se volvió clásico, titulado “Réquiem para la izquierda”. A su entender, el elemento electoral más destacable era que la izquierda era inviable. No podía pasar de cierto techo y aunque creciera, los resultados serían nulos porque el aumento de votos de Partido Comunista implicaba la disminución del Socialista y viceversa. No sólo políticamente era un sector minoritario, sino que resultaba evidente que desde los partidos tradicionales se captaba fácilmente votos de izquierda. El éxito de la lista 99, con su slogan de “volver a las raíces batllistas”, lo demostraba. Por otra parte, Solari advertía que los partidos tradicionales en la sociedad uruguaya, tal como estaba en ese momento constituida, “llenan una serie de necesidades que van más allá del mundo político”. Y la izquierda seguía creyendo que las elecciones eran un fraude. De ahí que estuviera condenada al eterno fracaso.
Al margen de esta cuestión, el triunfo de la Ubedoxia una nueva alianza dentro del Partido Nacional que contaba con una base mayoritariamente urbana, significó un viraje considerable. El nuevo gobierno intentó cambios en la modalidad de aplicación del programa liberal, imprimiéndole un nuevo viraje en la política económica. La planificación a mediano plazo pasó a tener un papel preponderante, bajo el predominio de esta nueva corriente económica, influida por las ideas “cepalinas” y de la Alianza para el Progreso propuesta por el Presidente estadounidense John F. Kennedy para América Latina.
Así se dio un impulso a la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) -creada en 1960 aunque dotada de mayores recursos durante el segundo gobierno blanco- que identificó en las inadecuadas formas de tenencia y explotación de la tierra el origen del estancamiento productivo que determinaba la crisis económica nacional. Integrada por técnicos y profesionales calificados (al margen de su filiación partidaria), la CIDE elaboró planes de desarrollo económico a largo plazo, en los que se postulaba, entre otros aspectos, la reforma de las estructuras agrarias. No obstante, sus estas propuestas nunca llegaron a ser aprobadas.
Por otro lado, el Partido Colorado estaba atravesado por un intenso debate. Cada vez se oían con más fuerza tanto en la UCB como en la lista 15 voces que reclamaban el retorno al presidencialismo. La situación era altamente compleja, porque tanto en uno como en otro grupo había anticolegialistas y colegialistas. Notoriamente Luis Batlle contuvo al sector quincista que deseaba terminar con el tótem batllista del Colegiado, mientras se concentraba en la puja interna que mantenía con Gestido.
El líder de la UCB presentó un plan destinado a combatir la inflación y fortalecer la moneda. Proponía la supresión, por la vía legal, de las vacantes en la administración pública y la compra de oro por medio de “colectas populares”, para respaldar al peso. El nuevo ministro de Hacienda, Daniel Martins, que suplió al fallecido Ferrer Serra, fue escéptico con el denominado Plan Gestido.
Pero el ataque más duro vino de Luis Batlle. Anteriormente se había producido un choque a raíz de los “reparos morales” de Gestido a un empréstito votado por los ediles quincistas y ahora el enfrentamiento recrudeció.
Pero las diferencias entre Luis Batlle y Gestido quedaron en segundo plano al desatarse en mayo de 1964 una severa crisis política con atisbos de golpe de Estado…