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“No entiendo por qué te sumergiste en la interna colorada después de la derrota de 1958. ¿Qué tiene que ver con la aparición de la violencia política en el Uruguay?”, estas fueron las textuales palabras de un viejo amigo. La pregunta es válida y la respuesta muy sencilla: creo que es importante analizar las mutaciones que sufrió el Partido Colorado durante 1959-1966 para así conocer en qué condiciones estaba cuando retornó al gobierno y debió enfrentar el desafío tupamaro. Si podemos comprender esto, entenderemos mejor las respuestas que dio. Y entender no es juzgar.

Retornemos al período 1959-1962. Una mirada atenta a los movimientos de Oscar Gestido nos permite considerar que actuó con una dosis considerable de buena fe, voluntad y acaso, algo de ingenuidad (acaso, por desconocimiento) en la arena político-partidaria. Su obsesión por lograr la unidad total del Partido Colorado, no solamente para ganar las elecciones sino también para gobernar, es comprensible pero pareció no llegar a percibir que las diferencias entre los grupos colorados obedecían a múltiples causas que la ley de lemas exacerbaba al máximo. El propio marco legal de la época propiciaba un bipartidismo fraccionado. (Durante el primer tramo de su gobierno, Gestido hizo el último intento por conciliar posturas irreconciliables con malos resultados)

Al margen de esto, hay un punto interesantísimo en 1959-1962. En el transcurso del primer colegiado blanco, y a pesar de resultar favorecido a través de diversos estímulos económicos, el sector agroexportador no aprovechó el cambio de orientación para concretar inversiones productivas o de mejora de sus establecimientos, derivando las ganancias obtenidas hacia actividades improductivas, como negocios inmobiliarios o especulación con moneda extranjera. En la misma línea, tampoco el sector industrial, contraído por la ausencia de asistencia estatal y cada vez más reducido en su faceta empleadora, realizó inversiones productivas, sino que contribuyó a la especulación financiera y la inflación acelerada que cada vez resultaba más difícil controlar.

¿Es acaso, como sostiene el historiador Fernando López D’Alessandro, que Uruguay tuvo una “clase dominante” pero no una “clase dirigente”? Lo cierto es que todos los logros del gobierno que se manifestaron en 1960-1961 se esfumaron en la coyuntura electoral de 1962. Ese año comenzaron las marchas cañeras desde Bella Unión a la capital, lideradas por Raúl Sendic y muchos han creído ver en ellas un movimiento de masas poderosos, al que Mauricio Ronsecof llegó comparar con un “ejército”. ¿Esto es así…?

La documentación histórica disponible nos puede ayudar a comprender mejor este fenómeno. Los cañeros, como los trabajadores remolacheros o arroceros, soportaban penosas condiciones laborales y de vida diaria. La izquierda descubrió el interior profundo y dirigentes como el malogrado Orosmán Leguizamón y Raúl Sendic, lograron organizarlos sindicalmente para conseguir mejoras. Pero nunca fueron una fuerza multitudinaria y muchísimo menos un “ejército”. Eso es parte del “relato oficial” tupamaro. Los cañeros eran apenas un centenar de personas que marchaban con sus familias. De todas formas en aquel Montevideo agitado por la campaña electoral la presencia de los cañeros acampando en los alrededores del Palacio Legislativo provocó cierto escándalo.

A todo esto, el 14 de marzo de 1962, a ocho meses de las elecciones y después de algunas prácticas previas, en pequeño comité, casi toda la plana mayor del coloradismo se reunió en el Rancho Pororoca en Punta del Este. Dos días antes, en un ambiente de optimismo, se había inaugurado la sede central de Comisión Nacional Colorada procandidatura del general Gestido. En la sede de 18 de julio 1225 con los diversos salones repletos de gente, entre los que estaba César Batlle y Pacheco, el general Gestido, en su discurso. En el mismo dijo que “la República necesita al Partido Colorado unido y nosotros nos proponemos trabajar desde aquí por esa unión”

Con las palabras de Gestido sobrevolando el ambiente, la reunión en Punta del Este se centró en la opinión de Luis Batlle sobre el tema. No eran pocos los dirigentes de la lista 15 partidarios de extenderle la mano a Gestido. Tras las deliberaciones se esperaba con cierta ansiedad la palabra del conductor quincista. Cuando habló disipó muchas incógnitas: “Entiendo que no podemos estar juntos, pues yo siempre tendría que reprocharle que la prédica desde el diario El Día fue la causa principal de la derrota del Partido Colorado en las elecciones de 1958”.

César Charlone, uno de los asistentes de la reunión, insistió. Era vital, a su juicio, hallar una solución. Ante lo cual Luis Batlle fue lapidario. Le expresó que si era “capaz de buscar una solución que contemple a todos los grupos, yo digo que usted es Dios… y no creo que usted lo sea”.

Gestido no consiguió la “lista única colorada” pero, en cambio, logró acordar con Luis Batlle un programa común de gobierno.

Sabemos bien lo que sucedió en las elecciones de 1962 pero, al margen del estrepitoso fracaso de la Unión Popular, ¿no deberíamos observar otras consecuencias?


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