Los prolegómenos de la lucha armada
Casi en simultáneo, dos factores -en apariencia lejanos- coadyuvan en los prolegómenos de la lucha armada.
La fundación de la UTAA [la unión de los azucareros de Artigas, instigados por el aventajado procurador, a quien el PS le había confiado la misión de organizar a los obreros del norte del país] y la conformación del Coordinador [agrupamiento surgido a partir de ferméntales y enardecidas reuniones de activistas de izquierda, en la Cachimba del Piojo] juntos estos dos elementos, se constituyen en la piedra fundamental de la fallida revolución en el Uruguay.
La Cachimba del Piojo, así llamada la fuente ubicada en La Teja, a metros del arroyo Pantanoso -que desde 1860, había brindado agua permanentemente a los lugareños del viejo Pueblo Victoria- fue el sitio donde se gestó el Coordinador. El lugar tenía historia, había sido escenario, 120 años antes -cuando la Guerra Grande- de un encarnizado combate entre las tropas leales al Gobierno de la Defensa y el ejército sitiador de Manuel Oribe, resultando victoriosos los Defensores de Montevideo.
Eran los últimos meses de 1962, cuando, en el rancho de la tía de Eduardo Pinela Acosta [un apreciado referente del lugar] ubicado entre las calles José Mármol e Inclusa, comenzaron -con un sigilo casi sacramental- las primeras tertulias; y es allí el punto iniciático, históricamente considerado, del movimiento insurreccional uruguayo.
La planificación de las operaciones ilegales, evidentemente, no admitían un funcionamiento en régimen de asamblea, por lo que fue necesario instalar un cuerpo colegiado, organizador, representativo de los diversos grupos existentes, protorrevolucionario, al que dieron en llamar Coordinador.
Representaban grupos independientes surgidos del desgaje, fundamentalmente: del sector -inicialmente herrerista del Partido Nacional- que funda el Movimiento Revolucionario Oriental [MRO], liderado por Ariel Bolívar Collazo Odriozola; de buena parte de la militancia más combativa del Socialismo, que mantiene estrechos lazos con la mayoría representada por Vivian Trías, José Díaz y Reinaldo Gargano; del desprendimiento de un grupo de activistas comunistas de tendencia maoísta, que paso a llamarse Movimiento de Izquierda Revolucionarias [MIR]; del viejo tronco anarquista, la Federación Anarquista Uruguaya [FAU]; y la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas [UTAA] identificada con el liderazgo de Raúl Sendic.
Entre los precursores –se recuerda- a Gerardo y Mauricio Gatti por la FAU; Jorge Manera Lluveras por el PS; Eleuterio Fernández Huidobro y Rivera Yic [considerado el mayor reclutador de militantes en La Teja y el Cerro] por el MRO; Jorge Torres y Washington Rodríguez Beletti por el MIR; Raúl Sendic y Eduardo Pinela [como elementos aglutinadores] y por la UTAA Atalivas Castillo Lima y Félix Maidana Bentín [un aguerrido cañero de Bella Unión que no tenía documentos, ni siquiera sabía dónde había nacido].
El núcleo estable de esos encuentros operaba en el sótano de la casa, de Heredia 4440, precisamente frente a la Cachimba del Piojo, en donde, tras dilatadas veladas -que nunca finalizaban antes del amanecer- tramaban las acciones a realizar, de propaganda, y finanzas a punta de revólver.
Curioso sitio para nacer
Paralelamente, al Coordinador -aun cuando a su vez lo integraba- la UTAA, operaba con cierta independencia, como la segunda pata de la incipiente insurrección.
La Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas surge en un medio social extremadamente crítico, en donde se registraban las peores condiciones de vida. El cronograma anual de trabajo, de los llamados peludos, comenzaba en febrero-marzo con la cosecha de arroz en territorio brasilero; en junio, y hasta octubre, se volvían a Bella Unión a la zafra de la caña de azúcar; luego bajaban a los departamentos del Litoral para trabajar en la esquila y la cosecha de la remolacha. Siempre viviendo en aripucas de paja. La paga por su trabajo era con vales -y como nunca alcanzaban a trabajar semanas completas, agobiados por las agotadoras jornadas- la retribución no alcanzaba ni para comer.
Las condiciones infrahumanas y el abuso de poder eran suelo fértil, para que comenzara a tomar cuerpo la tesis foquista, machaconamente promovida desde Cuba.
Fue, dentro mismo, de un prostíbulo de las afueras de Bella Unión -que regenteaba María Basinha, una “madame” conocida por toda la “peludama” [como llamaban a la barra de los peludos] en donde además trabajaba, una compañera de Julio Vique, que luego fue su esposa- donde se echaron las bases para fundar un sindicato de cañeros. Al día siguiente el 3 de setiembre de 1961, a la sombra de un monte de eucaliptus cercano a Calpica, reunidos 32 cañeros [Sendic no había podido llegar, a consecuencia de las crecientes de los ríos] decidieron por unanimidad elegirlo como asesor, dada la fama que se había ganado, orientando al gremio de El Espinillar. El 21 del mismo mes, en una asamblea más numerosa, se ratificó todo lo actuado en las instancias anteriores y de esta manera la UTAA iniciaba su peripecia reivindicativa.
Ser mujer militante en aquellos años
A poco de su fundación, el 4 de enero del 62 la UTAA declaró una huelga que alcanzó a durar tres meses, en reclamo por adeudos salariales, eliminación del pago en bonos, por las 8 horas y bolsa de trabajo, básicamente.
En la capital se desconocía casi por completo las condiciones de atraso en las que se sobrevivía en el norte del país. EL DÍA, EL SOL y EL POPULAR, pero también EL PAÍS y LA MAÑANA apostaron cronistas y fotógrafos en Bella Unión para traer de primera mano la marcha de los acontecimientos. Se había caído el velo, la situación, mantenida oculta por años, había tomado estado público y la realidad en las cañeras de Artigas sorprendía, y a su vez, disgustaba a toda la población.
El 6 de mayo, EL SOL, titulaba en su portada “Triunfo obrero en las cañeras” y antes, dando cuenta del desarrollo de la huelga, el diario socialista calificaba como, “una rebeldía viril y justa de hombres…” y a mediados de junio, el viernes 15 editorializaba, “Se trata de hombres que lucharon como hombres para ganarse el derecho a vivir como hombres”.
El papel de las mujeres cañeras, en aquella recia lucha era verdaderamente hazañoso, en las cañeras ellas trabajaban a la par de los hombres, aun así, EL SOL [11 de mayo 1962] observaba “…el lugar de las mujeres será el del apoyo, el acompañamiento, la comprensión y la solidaridad” y EL POPULAR [3 de mayo 1962] en su página editorial, refiriéndose a la paga inferior que recibían las mujeres, precisaba, “…esto, no necesariamente, las ubica en el lugar de demandantes. Más bien, ‘la mujer heroica de las azucareras’ es aquella que permanece incondicionalmente junto a sus esposos y compañeros; son éstos los que la significan, asignándole un lugar”.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]