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No cayeron de los cielos, las tinieblas 

Ciertamente todo acontecimiento histórico a analizar,  está determinado por múltiples causas, y para considerarlo adecuadamente, es necesario atender sin tapujos, las relaciones, entre los hechos del pasado remoto y su influencia en los hechos posteriores. Apartándolos de deformaciones interesadas, para disipar áreas grises, mediante una narración cierta que respete la inteligencia del lector.

Más aún, cuando –como en Uruguay- partes involucradas en el curso de aquellos eventos, persisten todavía en presentar el pasado en función de un liviano análisis. Análisis de partes, que no persiguen propósito mayor, que el de posar orondas del lado de los ultrajados; con la vana ilusión de que al mostrar sólo pedazos de la verdad, se les perciba ajenos y a salvo de las responsabilidades del pasado. 

Por lo demás, no fue de repente, ni de manera imperceptible como sin darse cuenta, que el país iba a llegar al fatídico 9 de febrero de 1973. No cayeron de los cielos, las tinieblas, como el maná bíblico. Existieron abundantes mojones, que oportunamente señalaron el sinuoso tránsito hacia la devastación. Todo fue a la luz del día, nadie honradamente pudo, ni puede, mostrarse sorprendido por el desgraciado desenlace ocurrido.

“El despotismo militar” -al que, con claridad se refirió el prócer Artigas en el Artículo 18 de las Instrucciones del XIII, advirtiendo que debía ser “precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los Pueblos”- como una despiadada hiedra trepadora, reptó, hasta usurpar el poder constitucional.

Los últimos años de la década del 50, fueron escenario de circunstancias muy especiales en el país y también en la región. En Uruguay asumía el gobierno el Partido Nacional, luego de casi un siglo en la oposición. Sólo 39 días después, moría a los 85 años el más longevo y carismático de los líderes blancos, Luis Alberto de Herrera y Quevedo. Al despuntar 1959 -los legendarios guerrilleros cubanos ingresaban victoriosos a La Habana- y el extraordinario acontecimiento, se iba a convertir en mojón que demarcaría los tiempos de toda la región americana, era la piedra angular de una nueva era.

En el país comenzaba a pergeñarse la idea de los frentes populares, esbozada por Lenin a posteriori de las “21 Tesis de Abril” del 1917 y explicitada, en 1955, durante el XVI Congreso del comunismo uruguayo, “…como tarea concreta e impostergable forjar la alianza obrero-campesina y el Frente Democrático de Liberación Nacional”. Vendría luego la irreparable derrota electoral del socialismo uruguayo, la que habría de parir la lucha armada en el país.

En los encabezados de la prensa 

Todavía la violencia política no había alcanzado su punto de maduración, cuando -el que iba a ser líder indiscutido de la insurgencia, Raúl Sendic Antonaccio, sólo conocido en su Flores natal por sus dotes como agitador y publicista de las ideas socialistas- el 7 de marzo de 1958, irrumpe [su nombre] en la prensa diaria, vinculado al asesinato de un enigmático comerciante inglés, Victor Meynert La Brooy Johnson, residente en Punta del Este, del que se decía que, había trabajado para la inteligencia militar de su país cuando la guerra. 

Según las pericias policiales un francés de apellido Balzac -profesor de tiro al blanco, bailarín, pintor, aventurero, muy amigo de Raúl Sendic- era el primer sospechoso de haber dado muerte a La Brooy. Días previos al homicidio, él francés Balzac, González Perla [un dentista de Pan de Azúcar, también amigo de Sendic] y el propio Sendic, habían mantenido una extensa reunión en el balneario esteño. [Cinco años después, cuando el asalto al Club de Tiro Suizo, el odontólogo González Perla, iba a ser uno de los procesados por participar en el atraco]. 

Según las crónicas de entonces, Balzac y su mujer consiguieron, antes de ser detenidos, huir a Francia. Caratulado el sonado crimen, como una operación de contraespionaje, prontamente pasó al olvido. Meses después, aprovechando su estancia en Europa -y luego de representar a su partido en el VII Congreso de la Internacional Socialista, en Italia- Raúl Sendic viajó a París para visitar unos días, al matrimonio amigo.

 Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]             


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