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A pocos meses de haber iniciado un nuevo año, es posible comenzar a respirar esa suerte de aire electoral que lentamente va permeando en los discursos políticos que en cada oportunidad, apuestan un poco más a esa entelequia disfuncional que solemos llamar “la grieta” y que tanto rinde electoralmente. El “divide y vencerás” parece ser la nueva sacrosanta y magnánima estrategia de marketing para los partidos políticos que buscan pescar en una pecera cada vez más chica. Pero la pregunta es: ¿a costo de qué?   

Pareciera que transitamos una nueva era del “vale todo” en política, donde importa mucho más la meta que el camino. A nadie escapa que en nuestra sociedad la política se ha transformado en la excusa para que las legiones de primates puedan encauzar sus pasiones desarcervadas en una espiral de odio. Algunos siglos atrás, el filósofo Baruch Spinoza nos hablaba de cómo el ser humano ante causas externas que le provocan tristeza, este la odia, es decir, que cada vez que imaginamos que alguien o algo nos causa tristeza, lo odiamos, porque escapa a nosotros la capacidad de amar a quien nos genera esa angustia. 

Por lo tanto, destruir a esa causa, naturalmente hará que la tristeza desaparezca. Lo peligroso de esto, advierte Spinoza, es que la otra persona al tomar conocimiento de nuestro odio y deseo de destrucción, nos hará su causa de tristeza, dando nacimiento de esta manera, a un espiral de odio, el que irá alimentándose recíprocamente el uno del otro y acrecentando sustancialmente. Pero no todo es tan terrible como parece nos dice el filósofo, ya que el amor será quien pueda vencer y apaciguar ese espiral de odio para convertirlo en un espiral de amor; “El odio que es completamente vencido por el amor, se trueca en amor; y ese amor es por ello más grande que si el odio no lo hubiera precedido”.

Ahora bien, podríamos poner en cuestión cuáles son los motores o las causas primigenias de los representantes de nuestro sistema político ¿que los mueve? ¿cuales son las verdaderas intenciones detrás de sus discursos grandilocuentes? Tal vez, un sinceramiento o un conocimiento real de sus verdaderos propósitos podría darnos las suficientes herramientas y garantías de una elección más consciente y por tanto, una proyección de sociedad más real, donde tengamos la oportunidad de desterrar el odio. El propósito de la política decía Aristoteles, es el de la creación de una comunidad de ciudadanos que trabajen en función del bien común, y al referirnos al bien común hacemos alusión que cada miembro de la comunidad tendrán intereses y necesidades que serán abordados por la política con un discurso direccionado a la búsqueda del bien común en contraposición de las divisiones y conflictos.

¿Qué lejos estamos, no?


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