Las Raíces del Golpe Militar (III)

Las Raíces del Golpe Militar (III)

No cayeron de los cielos, las tinieblas 

Ciertamente todo acontecimiento histórico a analizar,  está determinado por múltiples causas, y para considerarlo adecuadamente, es necesario atender sin tapujos, las relaciones, entre los hechos del pasado remoto y su influencia en los hechos posteriores. Apartándolos de deformaciones interesadas, para disipar áreas grises, mediante una narración cierta que respete la inteligencia del lector.

Más aún, cuando –como en Uruguay- partes involucradas en el curso de aquellos eventos, persisten todavía en presentar el pasado en función de un liviano análisis. Análisis de partes, que no persiguen propósito mayor, que el de posar orondas del lado de los ultrajados; con la vana ilusión de que al mostrar sólo pedazos de la verdad, se les perciba ajenos y a salvo de las responsabilidades del pasado. 

Por lo demás, no fue de repente, ni de manera imperceptible como sin darse cuenta, que el país iba a llegar al fatídico 9 de febrero de 1973. No cayeron de los cielos, las tinieblas, como el maná bíblico. Existieron abundantes mojones, que oportunamente señalaron el sinuoso tránsito hacia la devastación. Todo fue a la luz del día, nadie honradamente pudo, ni puede, mostrarse sorprendido por el desgraciado desenlace ocurrido.

“El despotismo militar” -al que, con claridad se refirió el prócer Artigas en el Artículo 18 de las Instrucciones del XIII, advirtiendo que debía ser “precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los Pueblos”- como una despiadada hiedra trepadora, reptó, hasta usurpar el poder constitucional.

Los últimos años de la década del 50, fueron escenario de circunstancias muy especiales en el país y también en la región. En Uruguay asumía el gobierno el Partido Nacional, luego de casi un siglo en la oposición. Sólo 39 días después, moría a los 85 años el más longevo y carismático de los líderes blancos, Luis Alberto de Herrera y Quevedo. Al despuntar 1959 -los legendarios guerrilleros cubanos ingresaban victoriosos a La Habana- y el extraordinario acontecimiento, se iba a convertir en mojón que demarcaría los tiempos de toda la región americana, era la piedra angular de una nueva era.

En el país comenzaba a pergeñarse la idea de los frentes populares, esbozada por Lenin a posteriori de las “21 Tesis de Abril” del 1917 y explicitada, en 1955, durante el XVI Congreso del comunismo uruguayo, “…como tarea concreta e impostergable forjar la alianza obrero-campesina y el Frente Democrático de Liberación Nacional”. Vendría luego la irreparable derrota electoral del socialismo uruguayo, la que habría de parir la lucha armada en el país.

En los encabezados de la prensa 

Todavía la violencia política no había alcanzado su punto de maduración, cuando -el que iba a ser líder indiscutido de la insurgencia, Raúl Sendic Antonaccio, sólo conocido en su Flores natal por sus dotes como agitador y publicista de las ideas socialistas- el 7 de marzo de 1958, irrumpe [su nombre] en la prensa diaria, vinculado al asesinato de un enigmático comerciante inglés, Victor Meynert La Brooy Johnson, residente en Punta del Este, del que se decía que, había trabajado para la inteligencia militar de su país cuando la guerra. 

Según las pericias policiales un francés de apellido Balzac -profesor de tiro al blanco, bailarín, pintor, aventurero, muy amigo de Raúl Sendic- era el primer sospechoso de haber dado muerte a La Brooy. Días previos al homicidio, él francés Balzac, González Perla [un dentista de Pan de Azúcar, también amigo de Sendic] y el propio Sendic, habían mantenido una extensa reunión en el balneario esteño. [Cinco años después, cuando el asalto al Club de Tiro Suizo, el odontólogo González Perla, iba a ser uno de los procesados por participar en el atraco]. 

Según las crónicas de entonces, Balzac y su mujer consiguieron, antes de ser detenidos, huir a Francia. Caratulado el sonado crimen, como una operación de contraespionaje, prontamente pasó al olvido. Meses después, aprovechando su estancia en Europa -y luego de representar a su partido en el VII Congreso de la Internacional Socialista, en Italia- Raúl Sendic viajó a París para visitar unos días, al matrimonio amigo.

 Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]             

Las Raíces del Golpe Militar (II)

Las Raíces del Golpe Militar (II)

Empiezan a tejer la trama 

Los aprestos del Partido Nacional para hacerse cargo del gobierno, luego del resonante triunfo electoral del último domingo de noviembre de 1958, estuvieron plagados de todo tipo de tribulaciones. 

En cambio los colorados, que habían librado una dura contienda, entre las listas 14 y 15 del Batllismo, asumieron con entereza la contundencia del veredicto. La Lista 15 mantenía su hegemonía con 216 mil votos, aventajando en 62 mil a la 14, del diario EL DÍA. 

Distinto era el panorama en filas de la mayoría blanca, en un total de medio millón de votos, la diferencia en favor de la alianza herrero-ruralista sobre la Unión Blanca y Democrática había sido de tan sólo 12 mil votos. No obstante, y de acuerdo a los artilugios propios del sistema, seis miembros de la alianza blanca se repartieron los cargos en el Consejo Nacional, [sistema colegiado de gobierno vigente desde 1952 a 1967] tres del Herrerismo y tres del Ruralismo, dejando afuera el ala independiente del Partido. 

La tremolina interna de los nacionalistas, colmada de intrigas y regateos, convirtió las negociaciones para la integración del gabinete de gobierno, en un trabajo de parto excesivamente complejo. Habían transcurrido más de dos meses de las elecciones y no aparecía el esperado humo blanco, nadie sabía, al fin de cuentas, quienes iban a ser los ministros.

Una propuesta infame

En eso, se produce un episodio del que participan el Presidente Luis Batlle Berres y un oficial superior del Ejército, cuyo nombre no se registra o no se ha querido registrar. Aunque las versiones varían en detalles, todas concuerdan en lo esencial. Según cuenta, en uno de sus libros el ex presidente Sanguinetti, (a la sazón estrecho colaborador del mandatario) “Un general le había insinuado a Luis Batlle esa posibilidad [de no entregar el mando] ante el descalabro de un gobierno que no lograba ni nombrar gabinete, pero fue despedido a cajas destempladas”

Se dice que, ante la indigna proposición el presidente respondió, primero, con un silencio profundo, para luego -como midiendo cada palabra- preguntar: “¿qué hora es señor?”. –“Las 4”, contestó el oficial.  A lo cual el presidente, en forma tajante, concluyó, “A las 5, a más tardar, si es posible antes mejor, quiero sobre mi mesa su nota de renuncia firmada, ¡Buenas tardes!”. 

En términos similares se refiere al hecho, el entonces coronel Liber Seregni –a quién se había confiado, la organización de los actos de asunción- en declaraciones posteriores al periodista Alfonso Lessa, “Me consta que algún desubicado, que siempre hay, le planteó a don Luis la posibilidad de no entregar el gobierno y don Luis lo sacó a patadas en el culo”.

“Cocoliches macaqueando”   

Aunque lo sucedido no tuvo ninguna trascendencia, ni asidero bastante como para que los gobernantes electos tomaran recaudos de algún tipo, sirvió como pretexto para despejar rumores, y fingiendo un gesto de acatamiento a la Constitución y a la Ley llevar a cabo una ridícula alcaldada sin precedentes. 

Según el citado  testimonio de Seregni brindado a Lessa para su libro “Estado de Guerra”, “…me vinieron a ver los hermanos Zubía para decirme que había que asegurar la entrega del mando y a pedirme que yo facilitara la presencia de oficiales blancos armados en la ceremonia”. El coronel al mando de la organización se negó redondamente a proceder en ese sentido, pero el general Omar Porciúncula que había sido nominado para jefe del Estado Mayor, en cumplimiento de una orden del general Mario Aguerrondo, accedió a la desproporcionada e infundada imposición. Por lo tanto,   durante la parada militar, varias unidades desfilaron con las armas cargadas, con municiones de guerra y con la misión de matar a los jefes que se opusieran a la entrega del poder. Fue un hecho inaudito, nunca visto en la vida del país, en el cual el coronel Mario Aguerrondo se apuraba a mostrar las uñas. 

A todo esto, se produce un hecho también paradojal: reunido el nuevo Consejo de Gobierno, en el segundo piso del Palacio Estévez, herreristas y ruralistas no conseguían, aún, ponerse de acuerdo sobre la integración del gabinete. La reunión se extendía demasiado, con las tropas formadas y próximas a ingresar a Plaza Independencia.  Es entonces, que el coronel Seregni –según testigos allí presentes- en un inesperado arranque -apremiado por la responsabilidad- luego de golpear insistentemente la puerta del Consejo sin obtener respuesta, terminó entrando y sacando prácticamente de un brazo al Presidente del CNG que acababa de asumir, llevándolo  al balcón para dar inicio al desfile.  

Pero hubo más, aquella grotesca tarde de verano. Instalado el nuevo gobierno y mientras se desarrollaban la parada, en el marco de las medidas cautelares de la flamante administración fue designado ministro de Defensa al general Cipriano Olivera, -el Inspector del Ejército al general Modesto Rebollo y jefe de estado Mayor al general Enrique Olegario Magnani- y relevados –sorpresivamente- durante el transcurso mismo, de la ceremonia. 

También en la ocasión fue designado Jefe de Policía de Montevideo, al coronel Mario Aguerrondo y jefe de la Casa Militar al coronel del arma de caballería, Julio Tanco, hombre de absoluta confianza de Luis A. de Herrera.  Cinco años más tarde, Aguerrondo y Tanco cofundarían la logia secreta Tenientes de Artigas, que iba de dar el golpe de Estado el 9 de Febrero de 1973. 

Antes de terminar el acto de asunción, el Dr. Martín Recaredo (o Ricardo) Echegoyen, recién investido como presidente [el primero blanco] del Consejo Nacional de Gobierno, en otro alarde de autoridad le impuso a Seregni mandar buscar, de entre el desfile, a cuatro oficiales de conocida filiación colorada, para despojarlos del mando en plena ceremonia y en la fastuosidad del Salón Rojo. Relata Seregni, que en la ocasión, “Encontré [en el interior del Palacio] al coronel Tanco ostensiblemente con la pistola 45. Estaban macaqueando, haciendo el absurdo, cocoliches”

                      Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]             

Las Raíces del Golpe Militar

Las Raíces del Golpe Militar

Primer ensayo con militares 

Hurgar en las raíces del golpe militar de 1973 es labor, ciertamente,  de largo aliento, que remite muy atrás en el tiempo, y que trasciende los márgenes de una nota periodística. Es así que, al echar un vistazo atrás, rápidamente comienzan a aparecer -más aquí o más allá- vestigios, reveladores, que explican y que permiten interpretar acontecimientos. En esa búsqueda, darse de bruces con un hecho casual o causal, no es nada infrecuente. Como tampoco encontrar guardada en las páginas de diarios viejos, noticias con cierto aspecto de intemporalidad.

Este es el caso de un episodio en la vida del país, sino olvidado, poco recordado, en que, básicamente la Policía uruguaya, sofoca un intento de golpe de Estado. 

Con el fin específico de investigar las andanzas de un grupo de determinados militares y policías, que se sabía, abrigaban el propósito de conspirar, -en febrero de 1946, durante el gobierno de Juan José de Amézaga- fue creado un servicio de inteligencia del ejército y la policía. 

Luego de cuatro meses, en que los conjurados -dejados en libertad de acción, mientras eran sigilosamente vigilados- avanzaban en los preparativos para, en fecha próxima, y de manera repentina, llevar a cabo la toma del poder, fueron sorprendidos por un bien planificado operativo.  Habiendo llegado a la conclusión de que tenían indicios suficientes para demostrar las actividades subversivas de los sindicados, las fuerzas del orden procedieron a desarticular la conspiración. 

Desde la hora 7 del domingo 30 de junio de ese año, el Alto Mando de las Fuerzas Armadas ordenó el acuartelamiento de todas sus unidades en la Capital, al tiempo que la Jefatura de Policía hacía lo propio.  Apenas una hora después, mediante orden judicial, eran allanados seis domicilios particulares, de policías y militares, entre ellos el del coronel retirado Esteban Cristi [padre del general homónimo, que 27 años después iba a encabezar el golpe de Estado del 9 de febrero de 1973]. Junto a él fueron aprehendidos casi una treintena de oficiales de diferentes reparticiones de las  fuerzas policiales y militares.

 Veintinueve, exactamente fueron los conspiradores detenidos, entre los que se destacan, además del coronel Cristi, el teniente retirado Juan C. Ferreira; quien habría utilizado su residencia para reunir a los subversivos; Raúl G. Sartorio, ex–suboficial radiotelegrafista de la Aeronáutica Militar, el que, tiempo antes, había sido declarado cesante por alentar ideas nazis y pertenecer a la redacción del diario nacionalsocialista Libertad; el teniente Manuel R. Morosini, del Batallón de Infantería Nº 1, a cuyo Servicio de Inteligencia pertenecía; Juan Francisco Pereira, más conocido por “Pico”, ex chofer de la Escuela Militar; teniente Paez, del Batallón de Ingenieros Nº 5; alférez de la Guardia Metropolitana, Basilisio Yorda; sargento Pedro Irastorza; sub-oficial Vega, de la seccional 15ª de policía y algunos otros, cuyos nombres no  fueron dados a conocer en primera instancia, por mantenerlos en impenetrable reserva las autoridades del Ejército y de la Policía.                       

Cerca del mediodía de ese último día de junio, la Jefatura de Policía mediante un comunicado oficial, informó sobre el procedimiento, fundado en razón de que “dichos funcionarios tramaban, desde hace meses, la realización de un movimiento subversivo” y concluía garantizando que, “No obstante la gran actividad desplegada por los detenidos la conjuración no alcanzó en ningún momento proporciones que dieran lugar a preocupación puesto que el Ejército y la Policía revelaran, con la actitud de todos sus representantes auténticos, franco repudio por el movimiento subversivo, probando su adhesión a la legalidad y a los poderes constituidos”

En precisas y medidas palabras el propio Jefe de Policía, doctor Abelardo Véscobi, quien había codirigido la operación en declaraciones a los periodistas afirmó, que  las autoridades del Ejército, él y su plana mayor, “estaban enteradas de todos los pasos y de todas las actitudes de los que pretendieron complotar contra el bienestar de la República. Y es cumpliendo un deber que han sido sometidos a la justicia ordinaria”. Tres días después el Juez de Instrucción de 4º Turno y de Defensa Nacional, Dr. Julio César De Gregorio dictó sentencia de procesamiento. 

Entre las primeras horas de la tarde, de anteayer martes y las ocho de la mañana de ayer –consignaba EL DÍA en su edición del 4 de julio- pues, el juzgado estuvo trabajando durante toda la noche y la madrugada, el Dr. De Gregorio recibió alrededor de cuarenta y siete declaraciones, asistiendo a más de quince careos entre los inculpados. Instados por el Juez -según la crónica- se pudo confirmar que los detenidos confesaron que “pensaban constituir una sociedad de camaradas, de índole patriótica y que habían elegido la fecha patria del 18 de julio -de ese año- para desencadenar la conspiración contra el orden público”. Diez y nueve años más tarde, también un día festivo, el 25 de agosto de 1964, se iba a fundar la logia secreta Tenientes de Artigas.

Ya en prisión -pretendiendo un trato preferencial, “acorde a su rango” y ante la negativa de las autoridades, a reconocerle un decoro desmentido en los hechos- el coronel Cristi, cabecilla de los conjurados, sintiéndose notoriamente ultrajado, hizo oír a voz en cuello su malestar, destratando a sus carceleros. No conforme con su reacción tuvo el tupé de escribir una carta al Presidente Amézaga, en la que protestaba furiosamente, por haber sido puesto en prisión por la Justicia Civil y junto a presos comunes.

 Habían querido emular a la GOU

Por esos tiempos la interacción de miembros de la secta argentina [pro peronista] con militares uruguayos, suscitó vínculos de afinidad y de identificación ideológica. Los integrantes de la logia secreta, GOU [Grupo de Oficiales Unidos], de inquebrantable vocación nacionalista, con trazas xenófobas y racistas, y proclive al militarismo a ultranza, cobró gran relevancia el 3 de junio de 1943, al tomar estado público una circular, en la que la facción se presentaba como un decidido aliado nazi con pretensiones hegemónicas sobre América del Sur.

Queriendo emular la maquinación de los oficiales de la camarilla argentina –que habían arrebatado el poder al presidente constitucional Ramón S. Castillo, en la llamada Revolución de 1943- los bisoños golpistas uruguayos del 46 terminaron en prisión, luego de ser aplastados, por el rápido accionar, principalmente de la policía. 

Se habían neutralizado los planes subversivos, sin embargo, no cesó la agitación en la interna militar y los rumores desestabilizadores prontamente volvieron a escucharse.  

Al pasar de algunos años, se pudo saber que el episodio del 46, apenas había sido el bautismo de fuego, de una tendencia, que seguiría ganando arraigo en tránsito hacia un nuevo ciclo militarista, sólo un par de décadas después. 

                 Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo] 

Nuestras Pesadillas (XXXIII)

Nuestras Pesadillas (XXXIII)

Tratar de entender los orígenes de la violencia política en Uruguay tiene sus riesgos: podemos llegar a pensar que todo se trata de lo que los tupamaros hicieron o dejaron de hacer.

Esta visión tupamaro-céntrica es comprensible. Las huellas de su accionar aún están presentes e influyen en nuestra cotidianeidad política y social. No soy tan áspero como el profesor Carlos Demasi que habla de una “sobrevaloración” del fenómeno tupamaro. Sí creo que la historia reciente es un rompecabezas con muchas piezas y los tupamaros son una de ellas, pero no el todo.

Volvamos al año 1959. La coalición herrero-ruralista asumió el gobierno y una de sus medidas principales fue la revisión a fondo de un sistema cambiario caótico que, además, causaba graves perjuicios a los productores rurales. En realidad un subsidio a los consumidores urbanos, que “Chicotazo” denunció sin tregua en su audición radial.

El ministro de Hacienda, el contador Juan Eduardo Azzini, diría que a fines de los cincuenta Uruguay era “un país para tomar en broma. Se consideraban industriales los que lavaban lana, empaquetaban galletitas, descarozadores de aceitunas y maduradores de bananas”

Este fue el origen de la Reforma Cambiaria y Monetaria que intentó eliminar el dirigismo económico que creaba un sistema prebendarlo de industrialización artificial y distorsionaba la economía, encareciendo el costo de vida. Aprobada el 17 de diciembre de 1959, logró frenar la inflación entre 1960-1961, alcanzar un superávit en la Balanza de Pagos y aumentar el nivel de actividad. El problema fue que en 1961, año preelectoral, hubo un fuerte incremento del gasto público (ingresos masivos al Estado) que desestabilizó el equilibrio logrado.

Y este es un punto interesante. Porque demuestra que la clase política tradicional no podía zafar de las prácticas clientelísticas, aún a costa de dañar la economía nacional. Se trataba de una cultura generada por décadas de la cual no era fácil desembarazarse.

Por otro lado, el Partido Colorado en el llano, por primera vez en casi cien años, tenía no pocos problemas. Parece claro que Luis Batlle entre 1959-1961 no estaba dispuesto a realizar ninguna autocrítica sobre los errores cometidos. La feroz oposición a la Ley Cambiaria y Monetaria de la lista 15, revelaría que continuaba aferrada al dirigismo económico. ¿O no…?

La explicación puede ser más compleja. Luis Batlle era lo suficientemente inteligente para no advertir que el modelo dirigista era obsoleto. Pero, al mismo tiempo, era un líder derrotado que debía mantener unido a su grupo que era más heterogéneo de lo que generalmente se cree. (Una cosa era Amílcar Vasconcellos, otra Flores Mora, Alba Roballo y Glauco Segovia, otra Alberto Abdala, otra Zelmar Michelini, y otra Jorge Batlle y su séquito). La oposición implacable al gobierno blanco – “no le daremos ni el agua ni la sal”, como diría Segovia – podía ser un elemento cohesionador.

Me animo a decir que en el período 1959-1964 la lista 15 estuvo sometida a un conjunto de tensiones muy fuertes que sólo pudieron ser contenidas por el enérgico liderazgo de Luis Batlle. Acaso, la ruptura con Zelmar Michelini – que terminaría fundando la lista 99 en 1962 – fuese una exteriorización de una crisis interna más profunda, porque los mismos fundamentos del batllismo quincista estaban en serio cuestionamiento.

Pero faltan más piezas en este rompecabezas.

Nuestras Pesadillas (XXXII)

Nuestras Pesadillas (XXXII)

La explicación de porqué los socialistas no estaban conformes en noviembre de 1958 no es compleja. Habían sido críticos férreos del gobierno derrotado pero la votación continuaba siendo baja pese a que lograron mantener la bancada y se registró un leve aumento de los sufragios.

Resultó evidente que las masas ciudadanas golpeadas por la crisis no se habían volcado por el socialismo sino por una opción liberal-conservadora. El partido seguía sin llegar a la mayoría de la gente de a pie. Por tanto, hacia 1959 surgió con fuerza la idea de que debía abrirse a nuevas perspectivas.

Ya conocemos la historia: entre 1959-1961 se gestó la Unión Popular bajo el impacto de la Revolución Cubana y en las elecciones de noviembre de 1962 fracasó estrepitosamente. Admito mi absoluta sorpresa ante la afirmación de Héctor Amodio Perez de que antes de aquella decepción electoral los futuros tupamaros ya no creían en la democracia y por tanto, no les afectó tanto esa frustración

El ex dirigente socialista José Diaz, que fue asesor legal de los cañeros en el libro “La Revolución Imposible” (2004) de Alfonso Lessa y Julio Louis, que militó en el Partido Socialista en ese tiempo, en el libro “La Revolución a la vuelta de la esquina. La izquierda revolucionaria uruguaya 1955-1973” (2006) de Eduardo Rey Tristán, sostienen claramente que el desastre de la Unión Popular generó a los tupamaros.

Más allá de estos testimonios divergentes, es probable – habría que estudiar más el tema- que aún antes de 1962 ya existiera, en una parte de la juventud socialista, un descreimiento sobre la democracia. La Revolución Cubana no hizo más que potenciar este sentimiento. De todas formas el proceso que llevaría a la opción violenta fue sinuoso

También ya conocemos lo que sucedió después de 1962: el artículo del 16 de marzo de 1963 de Raúl Sendic en El Sol titulado “¿Un Revólver o la Constitución?”; la fundación del Coordinador; el robo de armas al Club del Tiro Suizo; la convención en el chalet de Parque del Plata en 1965 que marca el nacimiento de los tupamaros; la debacle en diciembre de 1966; el período oscuro del año 1967 y finalmente, la reaparición en agosto 1968 con el secuestro de Ulyses Pereira Reverbel. A partir de ese momento los tupamaros comenzaron a crecer y su accionar se hizo más continuo e intenso.

Pero.. ¿y si este análisis del período 1959-1968 es tan parcial cómo incompleto? ¿De qué nos estamos olvidando?

Nuestras Pesadillas (XXXI)

Nuestras Pesadillas (XXXI)

Entre 1955-1958 el Partido Socialista sufrió un importante proceso de cambios internos. El punto de partida fue su XXX Congreso celebrado el 21 de octubre de 1955. El viejo partido de corte socialdemócrata de Frugoni comenzó a agonizar. El revisionismo histórico (Vivian Trias se inspiró en el intelectual argentino Jorge Abelardo Ramos), el nacionalismo de izquierda, el tercerismo, una relación más fluida en el campo sindical con los comunistas, fueron señales inequívocas de ello.

Paralelamente se producía otra agonía mucho más dramática y a una escala mayor. Pese a todos sus esfuerzos Luis Batlle no pudo sortear la crisis económica. El brote inflacionario que se produjo entre setiembre y diciembre de 1956 afectó a varios componentes de la canasta familiar (pan, carne, tarifas públicas, boleto), y provocó un fuerte descontento popular. Las largas colas frente a los puestos de Subsistencias fueron una de las pruebas más contundentes del desabastecimiento y como consecuencia inmediata del mismo, el encarecimiento. Un asesor económico de Luis Batlle, el contador Luis Faroppa, advirtió que por lo menos desde 1954 existía una crucial disyuntiva económica: se continuaba con el modelo productivo de “sustitución de importaciones” en cuyo caso el nivel salarial y el empleo no podrían mantenerse o bien, se reestructuraban los fundamentos de la producción.

El problema era que Luis Batlle ya no tenía margen de maniobra. Para colmo, además de la feroz disputa interna con la lista 14, se le agregaron dos factores políticos externos: la reunificación del Partido Nacional (el herrerismo y el nacionalismo independiente volverían a votar bajo el mismo lema) y la aparición de la Liga Federal de Acción Ruralista bajo el liderazgo de Benito Nardone “Chicotazo”.

Surgido al margen de los partidos políticos y convocando en cabildos abiertos a blancos y colorados por igual, “Chicotazo” – con el padrinazgo de Domingo Bordaberry- logró formar una fuerza gremial muy cohesionada que pasó al ámbito político. Implacable crítico del batllismo, su audición diaria en Radio Rural tuvo una amplia audiencia. Un detalle importante: “Chicotazo” le pegaba por igual a la 15 y a la 14. La alianza electoral Herrera-Nardone no tardó en producirse

Pero ahí no terminaron las tribulaciones de Luis Batlle, la crisis desató la conflictividad sindical (frigoríficos, textiles y caucho) y a esto se le sumó las movilizaciones de los universitarios por la Ley Orgánica.

La derrota del Partido Colorado en las elecciones de 1958 fue catastrófica (perdió en 18 de los 19 departamentos de la República) y, la nueva generación de socialistas no quedó para nada conforme con el resultado electoral. Todo lo contrario.

¿Por qué…?

Nuestras Pesadillas (XXX)

Nuestras Pesadillas (XXX)

¿Y si la Revolución Cubana fue una de varias causas de la lucha armada en Uruguay? Para intentar responder a esta pregunta es bueno recordar que en los años cincuenta a la par que el capitalismo se expandía, el mundo colonial – Asia, África y Oriente- se derrumbó y emergieron los nacionalismos populares en los países del llamado Tercer Mundo. Los jóvenes socialistas de aquel tiempo observaron el proceso descolonizador con avidez, así como las nuevas realidades latinoamericanas. En junio de 1954, el presidente de Guatemala, Jacobo Árbenz, se convirtió en el primer líder latinoamericano en ser derrocado por el gobierno de los Estados Unidos. Esto fue impactante para la militancia socialista. Frugoni condenó este hecho pero, también, culpó al comunismo de ser responsable de la tragedia.

La guerra civil de Argelia que enfrentó al Frente Nacional de Liberación con el ejército francés provocó tensiones en la interna socialista. El primer ministro de Francia era el socialista Guy Mollet y no estaba dispuesto a conceder la independencia a los argelinos. La represión fue durísima. El entonces ministro de Justicia Francois Miterrand no sólo justificó la intervención, sino que planteó el otorgamiento de “plenos poderes” a los militares. El Partido Socialista tenía una larga y fraternal relación con el socialismo francés y de acuerdo con el historiador López D’Alessandro la conmoción, ante estas acciones, fue tan grande que provocó su retiro de la Internacional Socialista cuando Mollet fue nombrado vicepresidente de la misma.

Aquel partido de raíz histórica pro occidental, democrática, mitrista y eurocéntrica ya no sintonizaba con los cambios vertiginosos que se producían a nivel mundial.

A su vez, en las elecciones de noviembre de 1954, con una situación económica y social incierta, una amplia mayoría ciudadana apostó por Luis Batlle. Si bien el líder colorado fue muy eficiente en ganar la justa electoral, da la impresión que confió demasiado en sus capacidades – que no eran pocas – para resolver una crisis latente que tenía varias aristas.

Dejando de lado, momentáneamente, los indicadores económicos, en 1955 existía una cuestión política central: el Partido Colorado estaba en un permanente estado de guerra interno entre el batlleberrismo (lista 15) y el batllepachequismo (lista 14). La feroz disputa entre la 14 y la 15 sobre cuál era la solución correcta para paliar el déficit fiscal impidió lograr los votos parlamentarios para aprobar el plan impositivo (pese a que la l5 logró el apoyo de la mayoría de la Convención batllista). Entre agosto – octubre de 1955 el gobierno de Luis Batlle quedó virtualmente paralizado. En mayo de 1956 se produjo el alejamiento definitivo de los ministros catorcistas del gabinete y la 15 quedó gobernando casi en solitario mientras la crisis económica se agravaba.

(Admito que aun no comprendo totalmente porqué EE.UU. le soltó la mano a Luis Batlle pero es indudable que los resultados de su visita a ese país, 5 al 28 de diciembre de 1955, fueron magros. EE.UU. no estaba dispuesto a sustituir a Inglaterra como comprador de nuestras materias primas)

Estos hechos no hicieron más que confirmar a la nueva generación de jóvenes socialistas, la certeza de sus pronósticos. En 1956, el diputado Mario Cassinoni, dejó su banca para asumir como Rector de la Universidad de la República. Fue sustituido por Vivian Trías que tenía una visión nacional, latinoamericana y tercermundista, diferente a la socialdemocracia de Frugoni.

Trías representaba mejor los anhelos de aquellos que jóvenes socialistas- entre los que estaban Raúl Sendic, Raúl Sendic, Julio Marenales, Juan Almiratti, Jorge Manera, Hector Amodio Perez y otros jóvenes más – inconformes “frente a la falta de empuje revolucionario del partido” como dirían textualmente en 1970.

Había llegado su hora.

Nuestras Pesadillas (XXIX)

Nuestras Pesadillas (XXIX)

El historiador Lincoln Maiztegui hacía notar que el análisis de los resultados de las elecciones de 1950, mostraba a un Luis Batlle victorioso pero, de ninguna manera, se había convertido en un líder hegemónico del batllismo. La diferencia de votos entre la lista 15 (diario Acción) y la lista 14 (diario El Día) era de apenas 10.332 votos.

En 1950, pese a la prosperidad económica, la lista 15 no controlaba a todo el batllismo. Existía otro grupo, bastante poderoso, que se consideraba el auténtico intérprete del legado de José Batlle y Ordoñez. Los Batlle Pacheco – César, Lorenzo y Rafael- son, inexplicablemente, los grandes olvidados de la historia uruguaya. No me detendré a explicar su pensamiento filosófico, social y económico, pero era una realidad que no estaban para nada conformes con la actuación de su primo Luis.

Se ha afirmado que la reforma constitucional de 1952, que implantó el Colegiado integral, resultado de un pacto político entre el presidente Andrés Martínez Trueba, la Lista 14 y el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera, tuvo por cometido de restarle poder a Luis Batlle. Algo que es bastante cierto, pero los socialistas hicieron otras consideraciones.

Pese a que el Partido Socialista conducido por Emilio Frugoni era colegialista, se opuso al pacto reformista por considerarlo un nuevo reparto de cuotas de poder en el Estado que exacerbaría el clientelismo. Además se consolidaba una alianza entre colorados y blancos para reprimir a los trabajadores.

Hay un dato de la realidad: en octubre de 1951 hubo una huelga general solidaria con el conflicto de ANCAP, que duró casi tres semanas. En marzo de 1952 se implantaron Medidas de Seguridad contra los trabajadores de Salud Pública. En setiembre de este mismo año, hubo nuevas Medidas Prontas de Seguridad, esta vez contra los trabajadores del transporte, fue la huelga general de los gremios solidarios, donde participaron 34.000 trabajadores y duró 16 días.

Estos conflictos coincidieron con un momento de mucha tensión entre Uruguay y la Argentina gobernada por Juan Domingo Perón. Existió el temor en el gobierno que se estuviera frente a un intento desestabilizador del peronismo que tenía “Agregados Diplomáticos Sindicales” en varias embajadas de América Latina.

Al margen de esto, no hay dudas que los jóvenes socialistas de la generación de Raúl Sendic vivieron muy intensamente aquellas jornadas de lucha en un Uruguay que aún disfrutaba de la bonanza económica y las libertades democráticas. En una entrevista a Raúl Sendic, publicada por El Sol el 7 de octubre de 1952, expresaba que el apoyo a las Medidas Prontas de Seguridad tanto de las cámaras empresariales como de ambos partidos tradicionales corroboraba “la interpretación que hicimos del pacto batlli-herrerista calificándolo de un acuerdo reaccionario”, cuyo objetivo era la defensa “de privilegios en una época de crisis”.

Resulta muy significativo y revelador que Sendic en 1952 ya hablara de “crisis”. ¿Exactamente que crisis había en el Uruguay en 1952? Esta visión no era, por cierto, una posición individual, sino que representaba el sentir de los jóvenes socialistas que ya pensaban en cambiar el rumbo que Emilio Frugoni le había imprimido al socialismo desde su fundación.

En ese momento histórico, 1950-1954, la Revolución Cubana no estaba en el horizonte. Pero…¿ y si existieron otros factores previos que debemos tener en cuenta para comprender mejor el origen de los tupamaros?

Dicho en otras palabras: ¿y si el influjo de la Revolución Cubana fue una de varias causas de la lucha armada en Uruguay?

Nuestras Pesadillas (XXVIII)

Nuestras Pesadillas (XXVIII)

Retornemos al pasado. Existe un documental realizado por los norteamericanos del Uruguay de los años ’40 que muestra un país modelo, con edificios modernos y pulcros, calles limpias y gente feliz. Europa estaba en guerra, pero el paisaje urbano uruguayo mostraba prosperidad. ¿Esa visión era real? Mi opinión es que sí, sin dudas, aunque parcial. Existía un mundo (urbano y culto) subterráneo que Juan Carlos Onetti reflejó en sus obras literarias. Un malestar, un pesimismo cercano al nihilismo. El personaje de “El Pozo” Eladio Linacero dice: “Detrás de nosotros no hay nada. Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos…”

Ahora bien. El 1º de marzo de 1947, en tiempos de la Guerra Fría, el batllismo retornó al poder y si uno observa los primeros meses del gobierno de Tomás Berreta vemos la ausencia del “obrerismo” del primer batllismo. Los convenios salariales firmados durante la administración de Amézaga comenzaron a expirar y la conflictividad sindical aumentó. En el mes de abril estalló una huelga en la construcción, otra en el puerto, seguida por los ferrocarriles. Ante ello Berreta impuso una política de “mano dura”, les aplicó el Código Penal e intentó reglamentar los sindicatos. El batllismo ya no era el mismo.

La muerte de Berreta y el ascenso de Luis Batlle marca un cambio en las relaciones gobierno- clase trabajadora pero, hay un detalle sugestivo: el Partido Socialista, todavía bajo la conducción de Emilio Frugoni, dejó ser el “partido picana” del batllismo y se convierte en crítico contumaz del batlleberrismo. No lo “picanea” para vaya más rápido en sus reformas sino que censura sus acciones gubernativas: industrialización sin planificación, improvisación en la política económica, clientelismo. El 3 de febrero de 1948 el periódico socialista El Sol advertía que Luis Batlle ante el motivo más insignificante, se trasladaba “a los rincones más apartados de la República. Previamente preparado el ambiente y la escena – probablemente por una mano oculta en los despachos del propio Presidente- viaja el primer magistrado acompañado por numeroso y sobre todo, costoso séquito. Paisanadas a caballos, unidades del Ejército, funcionarios, niños de las escuelas, esperan a la caravana presidencial al término de cada viaje”. O sea que el Presidente de la República estaba en una campaña electoral permanente.

Raúl Sendic, Julio Marenales, Juan Almiratti, Jorge Manera, Hector Amodio Perez y otros jóvenes más, ingresan a un Partido Socialista muy crítico con…¿el batllismo? Acaso, ¿no es más atinado decir que las críticas socialistas iban dirigidas a la interpretación del batllismo que hacía Luis Batlle?

Entre fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, los futuros tupamaros militaron contra el batlleberrismo, pese a la prosperidad económica y la plena vigencia de las libertades. ¿Estaban imbuidos del espíritu “onettiano”? No se trata que leyeran a Onetti que, de hecho, negaba a la escritura como compromiso y militancia política. Sino que tenían esa mentalidad o sensibilidad de vivir en una sociedad gris y opresiva, sin salida posible.

De todos modos, aquella militancia socialista anti- batlleberrista, tuvo consecuencias.

Nuestras Pesadillas (XXVII)

Nuestras Pesadillas (XXVII)

Hace poco conversábamos con mi buen amigo Carlos González sobre las razones por las cuales el batllismo no pudo o no supo reaccionar con rapidez para conjurar la crisis económica que se desató a mediados de los años cincuenta. Crisis que fue una de las causas de la violencia política. Al menos eso creíamos hasta ahora…

Esto viene a colación porque en el testimonio de un tupamaro anónimo que está al final del libro “La Guerrilla Tupamara” de María Ester Gilio, sitúa los orígenes del movimiento guerrillero antes que se desatara la crisis y el triunfo de la Revolución Cubana. Y esto cobra una particular importancia porque Amodio Pérez ha revelado que ese “tupamaro anónimo”, en realidad, son varios. “Gilio quiso entrevistar a Marenales en P.Carretas, en 1969, después de Pando. Marenales consultó con el Ejecutivo, formado por Sendic, Mansilla, Martínez Platero y yo y se le dijo que sí, pero que queríamos supervisar las respuestas, porque Marenales llevaba un año preso y la Orga tenía una estructura y posiciones diferentes que Marenales no conocía. La entrevista se hizo y el Ejecutivo decidió que lo revisara yo, cosa que hice con Blixen”, expresa textualmente Amodio Pérez.

O sea que el relato de los orígenes de los tupamaros que está en ese libro, fue una decisión orgánica del nivel más alto. Es aquí donde empiezan las interrogantes: ¿fue la dura respuesta del gobierno a los conflictos sindicales del año 1951 lo que empezó a despertar en un grupo de militantes socialistas la chispa revolucionaria?

En ese tiempo histórico Uruguay aún se vivía una relativa prosperidad económica (gracias a la Guerra de Corea) y las libertades políticas tenían plena vigencia. Éramos, todavía, Campeones del Mundo y ni siquiera teníamos un presidente. Gobernaba el Colegiado. La lucha de los Gremios Solidarios -que no contó con el apoyo del Partido Comunista- fue intensa y la acción del ministro del interior, Gustavo Fusco (hombre del batllismo catorcista) se caracterizó por su dureza, aunque nunca traspasó los límites de la legalidad. Como dato curioso la lista 14 organizó actos políticos de apoyo a las Medidas Prontas de Seguridad y Luis Batlle discrepó con ellas, aunque los consejeros quincistas las votaron..

Por otro lado, el/los tupamaro/s anónimo/s señalan en el libro que fue en ese momento que se dieron cuenta de la inoperancia de los partidos Comunista y Socialista. Sin embargo, la documentación histórica disponible demuestra que tanto en la prensa como en el Parlamento, los socialistas apoyaron decididamente a los huelguistas y denunciaron la actitud represiva del gobierno.

Y surge otra pregunta: si en 1951 ya se desilusionaron con los partidos de izquierda, ¿por qué militaron con ahínco entre 1959-1962 para conformar la Unión Popular que era, obviamente, una vía electoral?

A mi entender hay dos posibilidades:

1) este “relato oficial” de 1970 tiene lagunas, o

2) yo no alcanzo a comprender cómo la “semilla tupamara” podía haberse plantado en 1951.

¿Y si hay que volver al principio? ¿Qué tipo de país era realmente Uruguay, gobernado por el batllismo, entre 1951-1958?