por Jorge Leiranes | Mar 19, 2023 | Historia
Como en el teatro de Lorca
No sería desacertado pensar que la suma de los acontecimientos acaecidos en Uruguay en 1964, habría dado material suficiente al mismísimo Lorca para materializar en la escena, una idea -que, contemplando tiempo y espacio- conjugase al unísono drama, tragedia y farsa.
Para comenzar, en plena temporada de verano cada día con más insistencia, se alcanzaban a escuchar los cuchicheos típicos de una conjura en ciernes. El ruido estridente de “golpear con las conteras de los sables el suelo de mármol”, al confabularse, oficiales militares y políticos, con el propósito manifiesto de implantar una “dictadura terapéutica”.
Las razones que esgrimían, básicamente los ruralistas y herreristas, para concebir el ignominioso plan, reposaban principalmente, en la extendida convicción, de que el gobierno “blanco independiente”, de su propio partido, era incapaz de conducir al país: por su “notoria ineptitud” por el “fraccionamiento extremo del partido, [según ellos] provocado desde la propia Casa de Gobierno” y finalmente, el infalible pretexto –muy en boga por aquel entonces- de que el Ejecutivo colegiado “es una rémora para gobernar en estos nuevos tiempos”.
La fatalidad parece adueñarse -ese año- del destino político de los uruguayos, en el lapso de tan sólo 125 días, mueren de muerte natural, los tres principales líderes del panorama político nacional [el 25 de marzo Benito Nardone, a los 57 años; el 15 de julio Luis Batlle Berres a los 66; y trece días después, el 28 de julio, a la edad de 63 años, Daniel Fernández Crespo].
En la mañana del miércoles 1º de abril los militares brasileños con el apoyo ostensible de los Estados Unidos, destituyen al presidente constitucional Joao Goulart, y el hecho cobra enorme gravitación en el Uruguay.
En la muy especial coyuntura que estaba viviendo el país, el reconocimiento al gobierno militar de Brasil, significó una verdadera disyuntiva para el Ejecutivo uruguayo. Una demora o negativa del otorgamiento habría operado como un factor disruptivo, perturbador, en las relaciones de ambos países y por el contrario un rápido reconocimiento, podía ser interpretado como una señal de proximidad con la naciente dictadura brasileña, por parte de los militares uruguayos. Casi sin el debido rigor para corroborar si las nuevas autoridades de país vecino, reunían las condiciones y requisitos que determina el otorgamiento, el gobierno uruguayo formalizó la aceptación al mismo tiempo que habilitaba el ingreso al país del derrocado presidente.
En los primeros días de abril, enseguida de instalada la dictadura, Brasil estrena su nueva política exterior enviando emisarios diplomáticos y militares a Montevideo para, en misión confidencial, informar sobre las connotaciones del proceso. El carioca Manoel Pio Correa, de anterior trayectoria, como segundo secretario de la representación diplomática en Uruguay, es designado embajador. Por su estrecha vinculación con el sector proclive al golpe y por su señalamiento como colaborador de la CIA, el nombramiento de Pio Correa, es visto con marcado recelo, principalmente por la dirigencia colorada. El sábado 4 de abril Joao Gulart se instala en Montevideo y desde su arribo comienza el acoso por parte de la embajada, que sigue todos sus pasos, con el propósito de tenerlo controlado y aislado.
Jornal do Brasil en su edición del 17 de mayo y O Globo del día siguiente, manejan, en sus editoriales, la hipótesis de una posible invasión de tropas brasileñas a territorio uruguayo, vista la creciente evolución del comunismo y del movimiento sindical en el país.
Apremiados por la circunstancia, dirigentes políticos del entorno de Batlle Berres realizaron -según se supo- imperiosas gestiones ante el gobierno del presidente Johnson, requiriendo apoyo para contener la intimidación de Brasil.
Un documento desclasificado, de la embajada americana al Departamento de Estado, de los Estados Unidos -publicado en uno de los libros de la historiadora Clara Aldrighi- el embajador Wimberley Coerr informando respecto a un encuentro suyo -en la sede del diario Acción- con su director, revela la palpable aprensión de Batlle Berres por el nuevo estado de las relaciones con Brasil.
Conforme al memorándum de Coerr, don Luis Batlle –de manera muy coloquial y distendida- habría manifestado con absoluta claridad su pensamiento, respecto al incipiente régimen brasileño “El nuevo presidente y el nuevo canciller son enemigos de Uruguay; mantienen el viejo sueño brasileño de desplazar la frontera sur de Brasil hasta Salto. Nos esperan tiempos difíciles con ellos en el poder”.
Se encienden las alarmas
En las últimas horas de la tarde del 10 de junio comienza a circular una información que, no por presentida, dejó de ser preocupante: Altos oficiales del Ejército uruguayo habían advertido al líder de la Lista 15, la existencia de una confabulación militar -de la que iban a participar el Jefe de Policía, coronel Ventura Rodríguez y su predecesor en dicho cargo el coronel Mario Aguerrondo, junto a un grupo de oficiales blancos- para dar un golpe de Estado. Según las mismas versiones, la Policía de Montevideo se encargaría de desalojar el Ejecutivo y el Legislativo, al tiempo que -de acuerdo a lo previamente establecido- el Ejército se mantendría expectantes en sus unidades, para luego instalar una junta militar.
Raudamente, el por entonces diputado Jorge Batlle, pone al corriente de las noticias a la Embajada de los Estados Unidos. El Partido Colorado, por su parte, resuelve emitir una declaración pública, en la que convoca al gobierno a “resolver la crisis” ofreciendo el necesario apoyo parlamentario [sin precisar las características del peligroso trance] y designa a los diputados Glauco Segovia y Jorge Batlle para entrevistarse con los consejeros de gobierno Alberto Heber del Herrerismo y Washington Beltrán de la UBD [Unión Blanca Democrática] y prevenirlos de la situación. Al mismo tiempo realizan gestiones perentorias con algunos oficiales militares, afines al Partido Colorado, para instarlos a no permanecer pasivos como pretendían los conjurados.
Cada cual hacía su parte
El 10 junio el diario Acción exhorta al Partido Nacional a “sanear el mal clima que esos enemigos desean crear”. Al día siguiente en las páginas de El Debate, el ex presidente del CNG, Eduardo Víctor Haedo, escribía “Un gobierno que no funciona es un gobierno sin legitimidad… Un clima de subversión está siendo desarrollado desde la misma Casa de Gobierno”. El senador, herrerista, Washington Guadalupe, [director de El Debate] militante acérrimo de la causa golpista, aplaudía calurosamente desde su audición radial, la irrupción de los militares brasileños. Por su parte, Jorge Giucci Urta, muy próximo al cerno del herrerismo, militante convencido de la causa golpista, reflexionaba de esta manera, “Si no hay reforma constitucional, habrá sin duda un golpe que traerá la reforma. Esta circunstancia podría asustar lo suficiente a los colorados como para votar por la reforma. Si esto no ocurre, entonces la reforma llegará por la fuerza. Ahora bien, como los militares no están preparados para gobernar será preciso ingresar los técnicos de primer gobierno [herrrero-ruralista] al gobierno militar”.
No puede dejar de reconocerse el rol fundamental, desempeñado por el embajador Wymberley DeRenne Coerr, en favor de la estabilidad institucional, realizando contactos con militares, políticos, empresarios y directores de medios.
Entrevistado por el diplomático, el empresario rural Juan José Gari, notorio colaborador de la CIA [Según los archivos desclasificados y analizados por la ensayista Aldrighi] sin rodeos admitió “indudablemente se está incubando un golpe… lo que Uruguay necesita es un golpe no político, protagonizado por los militares para después retornar lo antes posible. Eso sí bajo un “sistema viable”.
En otro fragmento del fondo documental, el embajador informaba a Washington, “los herreristas no son precisamente famosos por su compromiso con los principios democráticos, tal como lo entendemos nosotros. …y los dirigentes colorados especialmente los de la 15, tienen un casi patológico miedo a Mario Aguerrondo y probablemente se vean forzados [en los próximos meses] a hacer concesiones políticas para impedir que [este militar] reciba una designación [en un puesto de mando] que le facilite perpetrar el golpe que los colorados están convencidos desea”
El viernes 12, el diputado Batlle informa a su bancada que la reunión con el consejero Heber había sido “del todo improductiva… sigue jugando con la política, sólo busca apropiarse de nuevos ministerios” se lamentó. En cambio consideró “fructífero” el encuentro con los otros dos consejeros, Beltrán y Fernández Crespo. Al caer la jornada, circulaba en los corrillos de la Cámara dos noticias alentadoras, el Inspector General del Ejército [a la sazón, así se llamaba al comandante en jefe] General Gilberto Pereira Serrano había manifestado su disposición a “resistir el golpe con el apoyo de la Marina y seguramente también, de la Aviación” y por su lado el nuevo ministro de Defensa, Pablo Moratorio -a expreso pedido de Jorge Batlle- realizaba declaraciones por radio y televisión, negando el complot y manifestando enfáticamente, estar “dispuesto a defender la Constitución de la República”.
Un año después, en un informe al Departamento de Estado, el embajador americano escribía: “[un golpe en aquel momento sólo podría ser perpetrado] por una combinación de herreristas, con elementos militares o paramilitares. Llevaría a la cumbre a los individuos políticos más corruptos y con menos condiciones de estadistas de este país. Los resultantes [de un] mal gobierno, corrupción y mal manejo de las relaciones con otros países, tenderían a solidificar contra ellos a la oposición no comunista y a la opinión pública”
Como era previsible la trama terminó siendo desbaratada, aunque no exterminado el instinto golpista que como la Hidra de Lerna se regenera de vez en vez. Los coroneles Ventura Rodríguez y Mario Aguerrondo, los Jefes de la Casa Militar del CNG, Juan C. Etcheverry y su sucesor Julio Tanco, definitivamente, habían reunido nuevos antecedentes a su voluminosa nómina del honor perdido.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Nelson Chagas | Mar 14, 2023 | Historia
El 1 de marzo de 1963 Oscar Gestido – vestido con un sencillo traje – ingresó al Palacio Estévez, como integrante de la minoría opositora en el Consejo Nacional de Gobierno, en compañía del electo diputado Jorge Pacheco Areco. La foto de ambos, desde la perspectiva histórica, tiene un fuerte simbolismo.
En esos días la convivencia social estaba alterada por la vigencia de las Medidas Prontas de Seguridad, decretadas a raíz del conflicto de los trabajadores de UTE. En una acción sindical inédita el sindicato del organismo estatal provocó un apagón a nivel nacional que afectó la luz y los teléfonos. Una muestra contundente del poder que comenzaban a adquirir los sindicatos.
Gestido y la UCB habían debutado en las elecciones y si bien el resultado no fue malo (de hecho la UCB algo votó mejor que la antigua 14 en 1958), la lista 15 de Luis Batlle continuó siendo ampliamente mayoritaria. Más allá de la nueva derrota, lo que entusiasmó a los colorados fue que esta vez la diferencia de votos había sido de 23.798 votos y recuperó cinco departamentos (Montevideo, incluido).
Observando el desastre de la Unión Popular el sociólogo Aldo Solari publicó un artículo que se volvió clásico, titulado “Réquiem para la izquierda”. A su entender, el elemento electoral más destacable era que la izquierda era inviable. No podía pasar de cierto techo y aunque creciera, los resultados serían nulos porque el aumento de votos de Partido Comunista implicaba la disminución del Socialista y viceversa. No sólo políticamente era un sector minoritario, sino que resultaba evidente que desde los partidos tradicionales se captaba fácilmente votos de izquierda. El éxito de la lista 99, con su slogan de “volver a las raíces batllistas”, lo demostraba. Por otra parte, Solari advertía que los partidos tradicionales en la sociedad uruguaya, tal como estaba en ese momento constituida, “llenan una serie de necesidades que van más allá del mundo político”. Y la izquierda seguía creyendo que las elecciones eran un fraude. De ahí que estuviera condenada al eterno fracaso.
Al margen de esta cuestión, el triunfo de la Ubedoxia una nueva alianza dentro del Partido Nacional que contaba con una base mayoritariamente urbana, significó un viraje considerable. El nuevo gobierno intentó cambios en la modalidad de aplicación del programa liberal, imprimiéndole un nuevo viraje en la política económica. La planificación a mediano plazo pasó a tener un papel preponderante, bajo el predominio de esta nueva corriente económica, influida por las ideas “cepalinas” y de la Alianza para el Progreso propuesta por el Presidente estadounidense John F. Kennedy para América Latina.
Así se dio un impulso a la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) -creada en 1960 aunque dotada de mayores recursos durante el segundo gobierno blanco- que identificó en las inadecuadas formas de tenencia y explotación de la tierra el origen del estancamiento productivo que determinaba la crisis económica nacional. Integrada por técnicos y profesionales calificados (al margen de su filiación partidaria), la CIDE elaboró planes de desarrollo económico a largo plazo, en los que se postulaba, entre otros aspectos, la reforma de las estructuras agrarias. No obstante, sus estas propuestas nunca llegaron a ser aprobadas.
Por otro lado, el Partido Colorado estaba atravesado por un intenso debate. Cada vez se oían con más fuerza tanto en la UCB como en la lista 15 voces que reclamaban el retorno al presidencialismo. La situación era altamente compleja, porque tanto en uno como en otro grupo había anticolegialistas y colegialistas. Notoriamente Luis Batlle contuvo al sector quincista que deseaba terminar con el tótem batllista del Colegiado, mientras se concentraba en la puja interna que mantenía con Gestido.
El líder de la UCB presentó un plan destinado a combatir la inflación y fortalecer la moneda. Proponía la supresión, por la vía legal, de las vacantes en la administración pública y la compra de oro por medio de “colectas populares”, para respaldar al peso. El nuevo ministro de Hacienda, Daniel Martins, que suplió al fallecido Ferrer Serra, fue escéptico con el denominado Plan Gestido.
Pero el ataque más duro vino de Luis Batlle. Anteriormente se había producido un choque a raíz de los “reparos morales” de Gestido a un empréstito votado por los ediles quincistas y ahora el enfrentamiento recrudeció.
Pero las diferencias entre Luis Batlle y Gestido quedaron en segundo plano al desatarse en mayo de 1964 una severa crisis política con atisbos de golpe de Estado…
por Jorge Leiranes | Mar 11, 2023 | Historia
Bautismo revolucionario al fin
El jueves 1º de agosto 1963, se celebraba el 672 aniversario de la Fundación de la Confederación Helvética y los suizos residentes en el Uruguay festejaban el Día Nacional Suizo, por tal razón los encargados de la Sociedad de Tiro Suizo, de Nueva Helvecia, libraban ese día. Además, como las prácticas de tiro sólo se hacían los domingos, desde la tardecita de miércoles, y por tres días, el Club iba a permanecer cerrado y deshabitado, dando tiempo suficiente a los asaltantes para el traslado y escondite de las armas.
Poco antes de la medianoche del 31 de julio, un comando extremista invadía el local. Los atracadores llevaban un dato muy preciso: la puerta de un costado no tenía llave y con un pequeño empujón alcanzaría para poderla abrir. La narración cronológica del caso, no se puede acreditar por completo -aún hoy sesenta años después- de tantas que han sido las versiones tejidas en torno al hecho. Sin embargo, todos los relatos concuerdan en lo fundamental para comprender lo sucedido esa noche.
Los asaltantes se alzaron con un botín de treinta fusiles Mauser y uno Martini-Henry, dos carabinas de precisión y cuatro mil proyectiles 7 mm, que ligeramente cargaron en un Renault. Durante el acarreo José Luis Joe Baxter -un porteño de tendencia pro nazi, antisemita [fundador del grupo argentino Tacuara] fugazmente guarecido en Montevideo, de reciente incorporación al comando uruguayo, se perdió en la oscuridad de la noche con uno de los paquetes. De acuerdo al relato, Eduardo Pinela salió tras él hasta encontrarlo -y lo último que se cuenta- que lo terminó hallando exhausto sobre un terraplén.
Al retirarse lo hicieron en tres vehículos, el Fusca del traumatólogo Mario Navillat Odriozola [acreditado profesional médico, además de teórico marxista; encargado de proporcionar vasta información para la elaboración del plan, puesto que su padre era, en ese tiempo, el presidente del Tiro Suizo] la camioneta Ford F-100 con Jorge Abella Granzha, Leonel Vidal y Raúl Sendic, los que llevarían las armas hacia el norte y el Renault que conducía el porteño Baxter, con el empleado bancario Eleuterio Fernández Huidobro, el peluquero Rivera Yic y Eduardo Pinela de retorno para Montevvideo.
A sólo cinco días del décimo aniversario del asalto al cuartel Moncada, en Cuba, se había celebrado el bautismo de fuego -no puede decirse que fue bajo el fuego de batalla, pues, no se disparó un solo tiro- pero bautismo revolucionario al fin, del primer comando tupamaro, que había salido airoso del asalto a la Sociedad del Tiro Suizo.
Semanas después de sustanciado el procedimiento de la policía, casi no quedaban detalles por dilucidar. Todos los integrantes de la banda extremista habían sido ya procesados, menos el cabecilla Raúl Sendic, que no aparecía por ningún lado y que por siete años habría de permanecer prófugo de la Justicia. Detenido el bancario Eleuterio Fernández Huidobro, por efectivos del Departamento de Inteligencia y Enlace, de Investigaciones, se pudo saber en seguida, parte considerable de la estrategia del grupo insurgente.
Una turbulenta relación
A partir de ese día, él Bebe y el Ñato, como se los conocía a Sendic y Fernández Huidobro, sellaron una relación turbulenta. Prácticamente no se conocían, sólo habían hecho un viaje exploratorio juntos a las inmediaciones del Club de Tiro, unos días antes, en la moto Harley Davidson de Sendic, a la que llamaron Poderos III, en alusión a la Poderosa II con la que el Che Guevara había recorrido el continente.
Sendic había averiguado con Eduardo Pinela [su mejor amigo] sobre la índole política de Fernández Huidobro y éste le contó que el jovencísimo militante de 21 años recién cumplidos, era hijo de emigrantes españoles -que había cursado primaria y secundaria en el Colegio y Liceo Santa María, de los Hermanos Maristas, de la calle 8 de Octubre- qué tras una ardorosa primera incursión en el herrerismo, recaló en el MRO y luego en el grupo de La Teja.
Era la amistad de ambos, tan versátil, como necesaria y contingente, signada siempre por controversias continuas y de todo tipo. Las más de las veces, después de la borrasca, parecía llegar la calma fundada en la solidez de un buen entendimiento, pero a poco de andar, iba quedando al desnudo la fragilidad de lo acordado. No obstante, por casi una década, de relación en disputa, el instinto revolucionario que movía a los dos, fue la palanca principal del movimiento, hasta que las sospechas e intrigas, dieron paso a las certezas.
Años después -cuando la debacle- en 1972, se llegó al límite de fingir una masacre en salas de tortura -de común acuerdo con militares dentro del Cuartel Florida- para disuadir al jefe Tupamaro, y hacerlo retroceder de su parecer, para que aceptara una “rendición honrosa” ante las fuerzas militares; y luego tras su invariable negativa, no se titubeó en entregarlo a la Armada. “Una vileza impulsada por el terror”, según las palabras de Ricardo Perdomo Perdomo, ex integrante del MLN en su libro, Yo soy Rufo y no me entrego.
Con el devenir del tiempo, vuelto el país a la normalidad democrática, reunido el comité ejecutivo del MLN, Sendic -como si lanzara una bomba de racimo sobre la mesa- preguntó, -“¿Ahora quiero saber quién fue el que me entregó…?” Según testigos, “el Ñato tomó la palabra y sin dar respuesta, desarrollo una larga disquisición en procura de apaciguar al Bebe”. Al término de la reunión uno de los asistentes comento, “pensé que ahí nomás lo mataba…”.
Con el asalto al Club de Tiro Suizo, se había encendido la primera alarma. Buenas razones había para pensar, que sólo era el primer paso en la aplicación del foquismo, que alecciona, “Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo”.
Para un país demasiado confiado en la solidez de sus instituciones podía ser una deriva muy arriesgada. En su edición del 8 de setiembre de 1963, EL DÍA, luego de informar con notable precisión los detalles de la acción subversiva, comenzaba a emitir opinión sobre lo sucedido y a señalar “sobre el riesgo que implicaba, mirar para otro lado, subestimando los efectos de lo que estaba empezando a ocurrir en el país. La incredulidad, la subestimación del peligro a que nos vemos expuestos, al pretender restarle importancia e ignorar estos brotes de violencia, pueden llevarnos a casos mucho más graves y de características dramáticas cuando no trágicas. …no es la idea caprichosa de un grupo de inadaptados. Es algo mucho más serio y terriblemente peligroso. Y el peligro hay que conjurarlo antes que tener que lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde”
Por el contrario EL SOL, [órgano oficial del Partido Socialista] admitía el patrocinio del comando Tupamaro, emitiendo una declaración pública el jueves 12 de setiembre.
“Con referencia al suceso notorio de la detención de varios afiliados socialistas de Paysandú, [el Partido Socialista] se dirige a la opinión pública y muy especialmente a la clase trabajadora. (…) Los compañeros detenidos, así como el compañero RAUL SENDIC, sobre el que también se lanzan acusaciones, son personas cuya conducta pública y privada ha sido siempre movida por elevados y generosos propósitos. La opinión pública sana debe recordar que tanto RAÚL SENDIC asesor y organizador de los sindicatos rurales como otros auténticos luchadores del campo, han tenido que actuar en un medio, en el que por diversas circunstancias (…) los ha llevado a una lucha desigual, dura y sacrificada, y en ella han actuado siempre con dignidad y honradez socialistas. (…) es en función de estos elementos, que se debe enjuiciar la actitud del compañero RAÚL SENDIC y demás luchadores rurales, rechazando la agraviante calificación de meros delincuentes o aventureros hecha por los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo”.
Al mejor estilo Robín Hood en Navidad
Seguramente inspirados en la inmemorial leyenda robinhoodiana, del bandido, con fama de héroe y forajido -que moraba en los bosques de Sherwood, adiestrado en robar a los ricos para dar a los pobres– los integrantes del Coordinador de La Teja, días previos a la navidad de 1963, realizaron varias acciones semejantes.
Atracaron varios camiones cargados, básicamente de comestibles, y distribuyeron sus contenidos en las barriadas pobres de Montevideo. Según los diarios de la época, fueron algunos camiones de Conaprole y de grandes almacenes, entre ellos, tres de la tradicional cadena Manzanares. Así mismo -recuerdan vecinos de las cercanías del Camino de las Tropas- la distribución de decenas de trajecitos, camisas y corbatas para niños, de la clásica sastrería montevideana El Mago.
Desde 1370, mucha agua había corrido bajo los puentes. Las aventuras del facineroso inglés, encarnado ahora en los llamados Tupamaros [Tabaré Rivero había tenido la ocurrencia de apodarlos así, aunque ese día se hicieron llamar Comandos del Hambre] aún ejercía una gran fascinación, y no sólo entre los más indigentes, la población comenzaba a mirar con simpatía estas acciones, sin estimar el potencial riesgo de estas violentas acciones.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Leiranes | Mar 6, 2023 | Historia
Los prolegómenos de la lucha armada
Casi en simultáneo, dos factores -en apariencia lejanos- coadyuvan en los prolegómenos de la lucha armada.
La fundación de la UTAA [la unión de los azucareros de Artigas, instigados por el aventajado procurador, a quien el PS le había confiado la misión de organizar a los obreros del norte del país] y la conformación del Coordinador [agrupamiento surgido a partir de ferméntales y enardecidas reuniones de activistas de izquierda, en la Cachimba del Piojo] juntos estos dos elementos, se constituyen en la piedra fundamental de la fallida revolución en el Uruguay.
La Cachimba del Piojo, así llamada la fuente ubicada en La Teja, a metros del arroyo Pantanoso -que desde 1860, había brindado agua permanentemente a los lugareños del viejo Pueblo Victoria- fue el sitio donde se gestó el Coordinador. El lugar tenía historia, había sido escenario, 120 años antes -cuando la Guerra Grande- de un encarnizado combate entre las tropas leales al Gobierno de la Defensa y el ejército sitiador de Manuel Oribe, resultando victoriosos los Defensores de Montevideo.
Eran los últimos meses de 1962, cuando, en el rancho de la tía de Eduardo Pinela Acosta [un apreciado referente del lugar] ubicado entre las calles José Mármol e Inclusa, comenzaron -con un sigilo casi sacramental- las primeras tertulias; y es allí el punto iniciático, históricamente considerado, del movimiento insurreccional uruguayo.
La planificación de las operaciones ilegales, evidentemente, no admitían un funcionamiento en régimen de asamblea, por lo que fue necesario instalar un cuerpo colegiado, organizador, representativo de los diversos grupos existentes, protorrevolucionario, al que dieron en llamar Coordinador.
Representaban grupos independientes surgidos del desgaje, fundamentalmente: del sector -inicialmente herrerista del Partido Nacional- que funda el Movimiento Revolucionario Oriental [MRO], liderado por Ariel Bolívar Collazo Odriozola; de buena parte de la militancia más combativa del Socialismo, que mantiene estrechos lazos con la mayoría representada por Vivian Trías, José Díaz y Reinaldo Gargano; del desprendimiento de un grupo de activistas comunistas de tendencia maoísta, que paso a llamarse Movimiento de Izquierda Revolucionarias [MIR]; del viejo tronco anarquista, la Federación Anarquista Uruguaya [FAU]; y la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas [UTAA] identificada con el liderazgo de Raúl Sendic.
Entre los precursores –se recuerda- a Gerardo y Mauricio Gatti por la FAU; Jorge Manera Lluveras por el PS; Eleuterio Fernández Huidobro y Rivera Yic [considerado el mayor reclutador de militantes en La Teja y el Cerro] por el MRO; Jorge Torres y Washington Rodríguez Beletti por el MIR; Raúl Sendic y Eduardo Pinela [como elementos aglutinadores] y por la UTAA Atalivas Castillo Lima y Félix Maidana Bentín [un aguerrido cañero de Bella Unión que no tenía documentos, ni siquiera sabía dónde había nacido].
El núcleo estable de esos encuentros operaba en el sótano de la casa, de Heredia 4440, precisamente frente a la Cachimba del Piojo, en donde, tras dilatadas veladas -que nunca finalizaban antes del amanecer- tramaban las acciones a realizar, de propaganda, y finanzas a punta de revólver.
Curioso sitio para nacer
Paralelamente, al Coordinador -aun cuando a su vez lo integraba- la UTAA, operaba con cierta independencia, como la segunda pata de la incipiente insurrección.
La Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas surge en un medio social extremadamente crítico, en donde se registraban las peores condiciones de vida. El cronograma anual de trabajo, de los llamados peludos, comenzaba en febrero-marzo con la cosecha de arroz en territorio brasilero; en junio, y hasta octubre, se volvían a Bella Unión a la zafra de la caña de azúcar; luego bajaban a los departamentos del Litoral para trabajar en la esquila y la cosecha de la remolacha. Siempre viviendo en aripucas de paja. La paga por su trabajo era con vales -y como nunca alcanzaban a trabajar semanas completas, agobiados por las agotadoras jornadas- la retribución no alcanzaba ni para comer.
Las condiciones infrahumanas y el abuso de poder eran suelo fértil, para que comenzara a tomar cuerpo la tesis foquista, machaconamente promovida desde Cuba.
Fue, dentro mismo, de un prostíbulo de las afueras de Bella Unión -que regenteaba María Basinha, una “madame” conocida por toda la “peludama” [como llamaban a la barra de los peludos] en donde además trabajaba, una compañera de Julio Vique, que luego fue su esposa- donde se echaron las bases para fundar un sindicato de cañeros. Al día siguiente el 3 de setiembre de 1961, a la sombra de un monte de eucaliptus cercano a Calpica, reunidos 32 cañeros [Sendic no había podido llegar, a consecuencia de las crecientes de los ríos] decidieron por unanimidad elegirlo como asesor, dada la fama que se había ganado, orientando al gremio de El Espinillar. El 21 del mismo mes, en una asamblea más numerosa, se ratificó todo lo actuado en las instancias anteriores y de esta manera la UTAA iniciaba su peripecia reivindicativa.
Ser mujer militante en aquellos años
A poco de su fundación, el 4 de enero del 62 la UTAA declaró una huelga que alcanzó a durar tres meses, en reclamo por adeudos salariales, eliminación del pago en bonos, por las 8 horas y bolsa de trabajo, básicamente.
En la capital se desconocía casi por completo las condiciones de atraso en las que se sobrevivía en el norte del país. EL DÍA, EL SOL y EL POPULAR, pero también EL PAÍS y LA MAÑANA apostaron cronistas y fotógrafos en Bella Unión para traer de primera mano la marcha de los acontecimientos. Se había caído el velo, la situación, mantenida oculta por años, había tomado estado público y la realidad en las cañeras de Artigas sorprendía, y a su vez, disgustaba a toda la población.
El 6 de mayo, EL SOL, titulaba en su portada “Triunfo obrero en las cañeras” y antes, dando cuenta del desarrollo de la huelga, el diario socialista calificaba como, “una rebeldía viril y justa de hombres…” y a mediados de junio, el viernes 15 editorializaba, “Se trata de hombres que lucharon como hombres para ganarse el derecho a vivir como hombres”.
El papel de las mujeres cañeras, en aquella recia lucha era verdaderamente hazañoso, en las cañeras ellas trabajaban a la par de los hombres, aun así, EL SOL [11 de mayo 1962] observaba “…el lugar de las mujeres será el del apoyo, el acompañamiento, la comprensión y la solidaridad” y EL POPULAR [3 de mayo 1962] en su página editorial, refiriéndose a la paga inferior que recibían las mujeres, precisaba, “…esto, no necesariamente, las ubica en el lugar de demandantes. Más bien, ‘la mujer heroica de las azucareras’ es aquella que permanece incondicionalmente junto a sus esposos y compañeros; son éstos los que la significan, asignándole un lugar”.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]
por Jorge Nelson Chagas | Feb 28, 2023 | Historia
“No entiendo por qué te sumergiste en la interna colorada después de la derrota de 1958. ¿Qué tiene que ver con la aparición de la violencia política en el Uruguay?”, estas fueron las textuales palabras de un viejo amigo. La pregunta es válida y la respuesta muy sencilla: creo que es importante analizar las mutaciones que sufrió el Partido Colorado durante 1959-1966 para así conocer en qué condiciones estaba cuando retornó al gobierno y debió enfrentar el desafío tupamaro. Si podemos comprender esto, entenderemos mejor las respuestas que dio. Y entender no es juzgar.
Retornemos al período 1959-1962. Una mirada atenta a los movimientos de Oscar Gestido nos permite considerar que actuó con una dosis considerable de buena fe, voluntad y acaso, algo de ingenuidad (acaso, por desconocimiento) en la arena político-partidaria. Su obsesión por lograr la unidad total del Partido Colorado, no solamente para ganar las elecciones sino también para gobernar, es comprensible pero pareció no llegar a percibir que las diferencias entre los grupos colorados obedecían a múltiples causas que la ley de lemas exacerbaba al máximo. El propio marco legal de la época propiciaba un bipartidismo fraccionado. (Durante el primer tramo de su gobierno, Gestido hizo el último intento por conciliar posturas irreconciliables con malos resultados)
Al margen de esto, hay un punto interesantísimo en 1959-1962. En el transcurso del primer colegiado blanco, y a pesar de resultar favorecido a través de diversos estímulos económicos, el sector agroexportador no aprovechó el cambio de orientación para concretar inversiones productivas o de mejora de sus establecimientos, derivando las ganancias obtenidas hacia actividades improductivas, como negocios inmobiliarios o especulación con moneda extranjera. En la misma línea, tampoco el sector industrial, contraído por la ausencia de asistencia estatal y cada vez más reducido en su faceta empleadora, realizó inversiones productivas, sino que contribuyó a la especulación financiera y la inflación acelerada que cada vez resultaba más difícil controlar.
¿Es acaso, como sostiene el historiador Fernando López D’Alessandro, que Uruguay tuvo una “clase dominante” pero no una “clase dirigente”? Lo cierto es que todos los logros del gobierno que se manifestaron en 1960-1961 se esfumaron en la coyuntura electoral de 1962. Ese año comenzaron las marchas cañeras desde Bella Unión a la capital, lideradas por Raúl Sendic y muchos han creído ver en ellas un movimiento de masas poderosos, al que Mauricio Ronsecof llegó comparar con un “ejército”. ¿Esto es así…?
La documentación histórica disponible nos puede ayudar a comprender mejor este fenómeno. Los cañeros, como los trabajadores remolacheros o arroceros, soportaban penosas condiciones laborales y de vida diaria. La izquierda descubrió el interior profundo y dirigentes como el malogrado Orosmán Leguizamón y Raúl Sendic, lograron organizarlos sindicalmente para conseguir mejoras. Pero nunca fueron una fuerza multitudinaria y muchísimo menos un “ejército”. Eso es parte del “relato oficial” tupamaro. Los cañeros eran apenas un centenar de personas que marchaban con sus familias. De todas formas en aquel Montevideo agitado por la campaña electoral la presencia de los cañeros acampando en los alrededores del Palacio Legislativo provocó cierto escándalo.
A todo esto, el 14 de marzo de 1962, a ocho meses de las elecciones y después de algunas prácticas previas, en pequeño comité, casi toda la plana mayor del coloradismo se reunió en el Rancho Pororoca en Punta del Este. Dos días antes, en un ambiente de optimismo, se había inaugurado la sede central de Comisión Nacional Colorada procandidatura del general Gestido. En la sede de 18 de julio 1225 con los diversos salones repletos de gente, entre los que estaba César Batlle y Pacheco, el general Gestido, en su discurso. En el mismo dijo que “la República necesita al Partido Colorado unido y nosotros nos proponemos trabajar desde aquí por esa unión”
Con las palabras de Gestido sobrevolando el ambiente, la reunión en Punta del Este se centró en la opinión de Luis Batlle sobre el tema. No eran pocos los dirigentes de la lista 15 partidarios de extenderle la mano a Gestido. Tras las deliberaciones se esperaba con cierta ansiedad la palabra del conductor quincista. Cuando habló disipó muchas incógnitas: “Entiendo que no podemos estar juntos, pues yo siempre tendría que reprocharle que la prédica desde el diario El Día fue la causa principal de la derrota del Partido Colorado en las elecciones de 1958”.
César Charlone, uno de los asistentes de la reunión, insistió. Era vital, a su juicio, hallar una solución. Ante lo cual Luis Batlle fue lapidario. Le expresó que si era “capaz de buscar una solución que contemple a todos los grupos, yo digo que usted es Dios… y no creo que usted lo sea”.
Gestido no consiguió la “lista única colorada” pero, en cambio, logró acordar con Luis Batlle un programa común de gobierno.
Sabemos bien lo que sucedió en las elecciones de 1962 pero, al margen del estrepitoso fracaso de la Unión Popular, ¿no deberíamos observar otras consecuencias?
por Jorge Nelson Chagas | Feb 27, 2023 | Historia
Entre 1959-1961 el Partido Colorado estaba sufriendo mutaciones importantes. Una de las más trascendentes es el renacimiento del coloradismo independiente (o bien, no-batllista). Uso la palabra “renacimiento” en el sentido de la compresión del batllismo de su importancia.
En los años ’20 el batllismo había desplegado una intrincada estrategia de acuerdos con las otras fracciones coloradas con éxito moderado. Pero muerto José Batlle y Ordóñez (1929) y ante los sucesos desencadenados por el golpe de Estado de 1933, había quedado en desuso. Una de las críticas que se le hacía a Luis Batlle era que su forma de liderazgo personalista y por momentos sectaria, excluía a otros grupos colorados que terminaron optando por votar fuera del lema.
El coloradismo independiente resurgía detrás de la figura de Gestido. De hecho, el abogado y periodista de La Mañana, Alberto Manini Ríos que llegó simpatizar con Nardone, fue entusiasta partidario de la candidatura Gestido. Un detalle: el coloradismo independiente si bien liberal, tenía una impronta conservadora que de alguna forma, encontró puntos de contacto con el menguante catorcismo.
Por otro lado, Luis Batlle, hacia fines de 1958 recibió una carta del dirigente maragato Washington Fernández, quien se había separado de la 15 antes del acto electoral, donde decía que el hombre de la calle no dudaba “de nuestra inteligencia o de nuestra resolución, sino que ha entrado el descreimiento más agudo sobre nuestra sensibilidad y aún sobre nuestra honestidad”.
Sin embargo el líder quincista entendía que la derrota de 1958 había sido producto del agravio, la deslealtad y la calumnia de la prédica de El Día. No estaba dispuesto a olvidar. Había sufrido dos infartos cardiacos –el 24 de abril de 1959 y el 19 de mayo de 1960–, aun así continuó ejerciendo el cargo de senador y la actividad en Acción y Radio Ariel. Además de la oposición a los blancos tenía que lidiar con la interna quincista. Al mismo tiempo, Luis Batlle comprendió que la incorporación a la militancia política de Gestido podía poner en riesgo la hegemonía de la 15 en el Partido Colorado. Pero Gestido nunca actuó como un antiquincista y siempre priorizó la unidad partidaria.
Pero las cosas son más complicadas aún…
por Jorge Leiranes | Feb 25, 2023 | Historia
Tras la derrota electoral
Pocos días después del estrepitoso fracaso, en el salón principal de la Casa del Pueblo, el laureado escritor y periodista Mario Benedetti, brindó una conferencia en la que examinaba las causas de la debacle electoral del Socialismo. Luego de un pormenorizado análisis, seguido con mucha atención por una joven concurrencia, Benedetti decía, entre sus primeras conclusiones, “… [La izquierda] a esta altura de los acontecimientos, no puede jugar la carta de la Revolución dentro de un planteo electorero, ni puede jugar la carta de la democracia representativa, de un planteo revolucionario. Hacerlo me parece sencillamente híbrido, inhibitorio”.
A pesar de admitir públicamente que, para un planteo estrictamente revolucionario no estaban dadas “las condiciones, ni los ejecutores, ni el estado de ánimo…” y remarcaba, “Pensar en la lucha armada en Uruguay significa el desconocimiento del “hombre disponible…” –sus palabras- dirigidas a un público vigoroso, que venía de vivir una gran frustración, ávido de hacer “política con armas” -como candorosamente se decía por aquellos tiempos, a la vía armada- puede que hayan sido interpretadas como “una mojada de oreja”, más que como una reflexión prudente.
Aunque antes o después, en uno de sus poemas más conocidos [“Las Palabras”], Benedetti -siempre celoso de que se le entendiera bien, decía en prosa poética: “No me gaste las palabras/no cambie el significado/mire que lo que yo quiero/lo tengo bastante claro/…” ciertamente -con intención o sin ella- puede decirse, que sus ponderadas palabras, alentaron a muchos veinteañeros del Socialismo, a enrolarse en las filas del alzamiento armado.
El eminente dirigente comunista Jaime Pérez en sus memorias políticas, El ocaso y la esperanza, testimonia, precisamente, la determinación de tantos jóvenes socialistas, que tomaron el camino de las armas por aquel entonces, “En los diez años de preso, tres de ello estuve con compañeros de MLN […] en las posibilidades de charlar que teníamos, en broma les decía, que eran electoralistas al revés, porque su hubieran tenido un buen resultado electoral en el 62 no habrían entrado en esas… y entraron, porque el resultado fue desastroso, y llegaron a la conclusión de que había que recurrir a otra cosa…”
“La hora de devolver los golpes”
En octubre del 62 había aparecido por primera vez ÉPOCA, constituyéndose en la primera publicación nacionalista de izquierda revolucionaria. Carlos Quijano -que desde 1939 venía editando MARCHA- asumía fugazmente la dirección del nuevo diario. El 17 de diciembre repentinamente, Quijano abandona el cargo. Había querido creer que, desmanes del tipo del que le costó la vida a la estudiante de enfermería -seis meses antes, cuando el atentado incendiario de la CSU- no volverían a repetirse, pero pronto comenzó a ver que -aun cuando con un saldo menos trágico- las tropelías continuaban en aumento, y no estaba dispuesto a tener que hacer la vista gorda en sus columnas de opinión.
Sólo tres meses después, habían quedado atrás las elecciones del 62 y expuesta la honda crisis de los socialistas, cuando -desde las páginas de EL SOL primero [el 16 de marzo] y una semana después desde ÉPOCA- Raúl Sendic escribía una novela de correrías, de sus propias vivencias. En el relato denunciaba abusos de la policía del norte del país y de la vecina ciudad de Monte Caseros, mientras él, junto con amigos, exploraba las orillas del río Uruguay para empezar a urdir acciones rebeldes.
Planteándose y replanteándose preguntas, y desplegando someras reflexiones, de escaso valor conceptual político-ideológico, esenciales en un jefe rebelde como el que prontamente habría de erigirse. Ya en el final de su dilatada narrativa -titulada ¿Un revólver o la Constitución?- Sendic, sin más rodeos, convocaba a la lucha armada.
“Los socialistas ya no tenemos en este país Derechos Individuales. La Constitución de la República no nos protege. Las leyes que consagran derechos y garantías, no nos son extensibles.
Pensar de otra forma, es ser ilusos o ingenuos. Sí ante cualquier conflicto -aun los que por razones de salud u otra cualquiera, no intervenimos en absoluto en él, se nos detiene a nosotros con preferencia, aunque más no sea que para hacer creer al pueblo que somos los promotores de aquel conflicto- hay que concluir definitivamente que nosotros no tenemos ningún derecho ni garantía constitucional.
Hoy día, nos podría dar más garantías individuales un revolver bien cargado que toda la Constitución de la República y las leyes que consagran derechos, juntos. Esto debemos entenderlo todos, antes de que sea tarde. Que nadie se crea que porque no lo tocaron esta vez, siempre los van a respetar.
Ahora bien, ¿hasta cuándo soportaremos? ¿No habrá llegado la hora de devolver los golpes, de escarmentar a los aprendices de fascistas antes de que se reciban de fascistas?
¿No tendremos que reprocharnos más tarde de haber fomentado la violencia con nuestra tolerancia infinita?
Ahora que no podemos esperar, -consuelo tonto al fin-, de que nuestro diputado socialista proteste por nosotros en Cámara, podríamos ponernos a pensar en serio.
Pensar en protegernos ya que no podemos pensar que nadie lo haga por nosotros. Tal vez así lleguemos a asumir nuestro propio rol en la historia”.
Era un cambio de rumbo radical, atrás quedaba la promoción de la idea socialista. Renunciaba al derecho de procurar convencer para conquistar la voluntad popular. Se arrogaba el rol del iluminado, del elegido para imponer lo que consideraba qué es mejor para su pueblo.
Siguiendo instrucciones del Partido Socialista, más precisamente de sector hegemónico, del que Trías era la cabeza visible, Raúl Sendic se había ocupado de “sublevar a los trabajadores abusados. Primero –cuenta el mismo a Guambia- fue una marcha de los arroceros de Charqueada a Montevideo, luego los cañeros de Salto y los remolacheros de Paysandú. Después saltamos a las cañeras de norte de Bella Unión donde se levantó la UTAA”.
Había cumplido ya, el papel de agitador que tanto amaba –“La prensa y las patronales nos acusan de ser agitadores. La verdad que… esa acusación es honrosa. Porque ser agitador significa ser sensible frente al dolor e injusticias de este mundo. …esforzarse por despertar la conciencia dormida de las grandes masas para que luchen por su liberación” [Fuente, Archivo David Cámpora]- pero creía llegado el momento, de pasar a un estadio superior en la lucha por la liberación.
Simultáneamente, comienza a insinuarse en sectores radicalizados del país, una clara propensión levantisca, que con el paso de las semanas y los meses, recibiría el aporte de diversos grupos radicales, hasta alcanzar su configuración plena.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Leiranes | Feb 23, 2023 | Historia
Del revisionismo a la debacle
Espolón, [que era el seudónimo con el que Frugoni firmaba sus editoriales internacionales, en EL SOL] no admitía más que una sola lectura del fenómeno argentino. Cuando lo aludía, lo hacía llamándolo, por el que él juzgaba, era su nombre completo: “nazi-fascismo-peronismo”.
Recién a mediados de los años cincuenta, un sector del Partido Socialista [junto a los trotskistas del POR] comenzó a percibir al peronismo como “una expresión nacional y popular de condición progresista”. Vivian Trías, Carlos Machado y Alberto Methol Ferré [de origen herrerista] estrechamente ligados al historiador porteño Jorge Abelardo Ramos, encabezaban esa corriente revisionista, de gran ascendiente sobre un ancho sector de la juventud de entonces. La capacidad de persuasión y el raudo crecimiento de la fracción llegó a tal punto que –cuenta José Díaz- “A los socialistas argentinos en la Casa del Pueblo, los veíamos con bronca, como a tipos reaccionarios, pro imperialistas”.
En este marco se producen varios cruces de tendencias. Artigas pasa, de ser el fundador de la nacionalidad, a ser un caudillo federal más, con un proyecto de Patria Grande. Cambia la visión que se tenía de Rosas y del gobierno de la Defensa. Por consiguiente, también cambia -para Trías y sus seguidores- la idea que se tenía de Oribe y hasta del propio Herrera.
Para terminar de entender la historia del país, los revisionistas del Socialismo se proponen un reto capital -en un momento crítico- “echar raíces en la realidad profunda de las clases populares”.
En las elecciones de 1954 el PS había obtenido el 3,2% de los votos emitidos. Cuatro años después -luego de intenso trabajo legislativo con un elenco de primera [Cardoso en el senado, Trías y Dubra en diputados, y en la Junta de Montevideo, Culteli y Chifflet]- se produce la primera gran decepción: apenas crece, sólo el 3,5% de la ciudadanía vota por los socialistas.
Sustentado en el novísimo punto de vista, acerca de la historia, se abría delante un terreno fértil, para descubrir coincidencias en el plano de lo político, básicamente con un sector del herrerismo desavenido con su partido. Se trataba de la Lista 41, liderada por Enrique Erro, [que había sido la más votada del PN, en todo el país, en las anteriores elecciones] y se aprestaba a emigrar del Partido. Paralelamente se producen otras aproximaciones, con un círculo de intelectuales también de ascendencia herrerista, y un grupo de militantes separados de la ANB Agrupación Nuevas Bases.
En mayo del 59, Cardoso había proclamado la creación de un frente de izquierdas -anunciado en el 31º Congreso, el Socialismo se había propuesto “abrirse” a nuevos puntos de vista, sin por eso avenirse a pactar con el comunismo. En contraste, reafirmaba su posición tercerista, equidistante, de ambos polos hegemónicos, en aquel contexto de Guerra Fría.
Pero al influjo revulsivo de la Revolución Cubana, todo se volvió patas arriba. Nada sería igual. Hubo que recalcularlo todo, volver a cuantificar, hacer conjeturas en un sentido y en otro. Si bien el socialismo masivamente celebró la victoria revolucionaria, el rumbo que tomaría Cuba era un enigma.
Trías viajo a La Habana buscando la “bendición pontifical” del líder cubano. Expuso allí, la visión del Socialismo Nacional uruguayo, defendiendo un criterio no del todo claro; sostenía su condición favorable al “más amplio marxismo” pues consideraba que “comprende al leninismo igual que al aporte de otros ideólogos y revolucionarios”.
Respecto a si la “gestación ideológica de la revolución” era concordante con el enfoque del teórico uruguayo, éste dijo haber recibido de Castro, una “respuesta rotundamente afirmativa”.
El escritor y periodista Jorge Nelson Chagas sostiene en uno de sus artículos que “cuando Vivian Trías conversó con Fidel Castro le explicó las razones por las que excluirían a los comunistas, [del frente de izquierda en gestación] y éste no planteó ninguna objeción. Ese silencio -concluye Chagas- fue malinterpretado como un apoyo a su estrategia.
Partiendo de supuestos erróneos y desoyendo -otra vez- la opinión en contrario de Frugoni y sus seguidores de la primera hora, Trías embarca al Socialismo por un camino sentenciado al fracaso, al enlazar el destino del Partido a sus hipótesis y teorías defectuosas desde su concepción.
En dirección a la bancarrota
Los días 23, 24 y 25 de marzo de 1962, el PS realizó el 33º Congreso. Luego de intensas deliberaciones, que abarcaron por completo las tres jornadas, emitió una declaración pública en la que enfáticamente señalaba, “están dadas las condiciones para concretar un movimiento nacional y popular, para crear un vasto movimiento de masas que lleve adelante la revolución nacional uruguaya, en cuyo proceso las próximas elecciones constituyen una etapa de fundamental importancia”.
Emergía pues, la Unión Popular a la actividad pública, bajo la égida de supuestos no demasiado claros: no todos admitían ser de izquierda, menos aún marxistas, en cambio, sí nacionalistas y con una misma lectura de la historia. Coincidían, casi sin reparos, respecto a la exclusión de los comunistas, a los que consideraban “piantavotos” [paradójicamente, en la elección, el frente de los comunistas (el FIDEL) iba a recoger 66% de votos más que la UP]. El número 41 de la lista blanca de Erro y el 90 histórico del PS conformaron la Lista 4190 de la Unidad Popular. Pero fue el armado de la lista, el punto neurálgico de la negociación; y sin duda, le tocó al socialismo el lado del perdedor. Aceptó todas las condiciones de la contraparte, sobreestimando sus propias fuerzas, y terminó perdiéndolo todo.
Como séptimo titular a edil por Montevideo, en la 4190, figuraba José Mujica Cordano [meses después habría de incorporarse al Coordinador (agrupamiento antecesor del MLN-Tupamaros) y 47 años más tarde, iba a convertirse en el 40º Presidente de la República] y en la lista de candidatos a Diputados, por la Unión Popular, aparecía Raúl Sendic Antonaccio, [luego fundador y máximo líder del grupo insurgente] y Mujica era -en este caso- su primer suplente.
Entrevistado por MARCHA, Emilio Frugoni volvía a vaticinar lo que finalmente iba a ocurrir, “[…] de los demás grupo (del frente) nada se sabe y por un error de cálculo, otros podrían llevar la parte del león. Me temo que perderemos nuestro Senado. Al no figurar nuestro partido en el marcador electoral, mucha gente se va a sentir desconcertada. No olvidemos que hay un importante sector de ciudadanos que veía al partido por pura simpatía y que no va a encontrar nuestro lema esta vez para expresarse en las urnas”. Interpelado por sus partidarios, días previos a las elecciones, Frugoni sin el menor atisbo de vacilación, respondió, “Elijo votar en blanco antes de votar a un blanco”.
Testigos presenciales del acto final de campaña, de la UP, recuerdan como una escena dantesca, el momento en que, Enrique Erro, cerrando la lista de oradores, comenzó a evocar la Gesta de Aparicio Saravia para, al final, prodigar todo tipo de elogios, al controvertido jefe blanco, Luis Alberto de Herrera, recibiendo una cerrada silbatina de los socialistas presentes. Según, esos mismos testimonios, las calles circundantes se despejaron en un santiamén, convirtiendo el acto en un lamentable espectáculo. Era el descarnado anuncio del desastre electoral que depararían las urnas tres días después, el domingo 25 de noviembre.
Tan sólo 27.041 votos obtuvo la Unidad Popular [Cuatro años antes, sólo el PS había alcanzado 35.478 -1 senador y 3 diputados-]. Como lo había predicho el histórico líder, se había perdido el senador, y aún peor, la banca de diputado que le habría correspondido a los socialistas -de las dos conseguidas por la UP- tampoco la ocupó un socialista, al incumplir Erro la fórmula previamente acordada.
El Socialismo, por primera vez en elecciones libres, había quedado sin representación parlamentaria. Aun cuando, ni el más optimista, había esperado un resultado favorable, la magnitud del descalabro, significó un durísimo revés para los militantes. Se propagó una honda de desánimo e impotencia, que desembocó en renuncias y expulsiones, que diezmaron seriamente la estructura partidaria.
Quedaban así echadas las bases para la aventura revolucionaria, con la palmaria intención de “conquistar” el poder. Aventura trágica que, en el correr de unos pocos años, iba a viabilizar el advenimiento de un orden oprobioso, fundado en la fuerza de las bayonetas y no en la voluntad ciudadana.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]
por Jorge Nelson Chagas | Feb 20, 2023 | Historia
En 1958 no sólo fue derrotada la lista 15 de Luis Batlle. También la lista 14 sufrió el descalabro electoral. A diferencia del quincismo no tenía un líder potente a su frente, más allá del enorme respeto que generaba la figura de César Batlle Pacheco. (Lorenzo Batlle Pacheco había fallecido en 1954 y Rafael Batlle Pacheco moriría en 1960. El otro referente del catorcismo, César Mayo Gutiérrez, había dejado de existir en 1951)
Nucleados en la redacción de El Día, una nueva generación de catorcistas comprendió que el estado de guerra interno del Partido Colorado, entre 1955-1959, había sido nefasto. Tanto la 14 como la 15 habían salido perdidosas. Por tanto, se imponía un cambio de rumbo. Entonces muchas miradas se dirigieron, a un militar ajeno a la clase política tradicional: el general Oscar Diego Gestido.
Austero, honesto, había ganado fama de buen administrador cuando estuvo al frente de PLUNA y AFE y además, tuvo una destacada actuación como presidente de la Comisión Nacional para Damnificados del Norte y Litoral del país, creada por las inundaciones de 1959. En ese organismo trabaría estrecho contacto con un hombre que impulsaría su carrera política: el empresario de los medios de comunicación Raúl Fontaina, vinculado al “tronco berretista” del batllismo.
No fue sencillo convencer a Gestido de liderar un movimiento partidario pero finalmente, el 21 de febrero de 1960, Gestido fue entrevistado por Radio Carve. Pese a que aclaró que hablaba como “un ciudadano colorado común”, hizo varias alusiones políticas. En una de ellas expresó triunfo del Partido Colorado en 1962 parecía “una necesidad nacional”. Pero entendía que no servía cualquier triunfo. El acto electoral no podía ser nunca como el de una justa deportiva, “¡ganamos!¡ganamos! ¿cómo? ¿para qué? ¿hasta cuándo?¿a quién se brinda la victoria?¿quién en realidad la ha alcanzado? ¿quién será su verdadero señor?¿cómo se oirá al pueblo en sus clamores, en sus necesidades y en sus mandatos, si no queremos que la gastada palabra democracia cause impresión de burla?” Si esa victoria era seguida por “interminables disputas por posiciones o ventajas, entre grupos o personas, brindando lamentable o inferior espectáculo, más vale que esa victoria no se produzca”. A su juicio se corría el riesgo de destrozar “para siempre” la fe del pueblo en los partidos tradicionales.
Con esta definición se colocaba claramente del lado de los colorados que consideraban que la puja 14-15 no daba para más. Sin embargo, dentro de la 14 aún se dudaba si podía ser el líder que se necesitaba para recuperar el gobierno. En medio de estas indecisiones desde las columnas de El Día se lanzó abruptamente su candidatura estremeciendo los cimientos del vieja 14. Tres periodistas del matutino tuvieron que ver en ello: Agustín Payovich, Rémolo Botto y Jorge Pacheco Areco.
La idea de Pacheco como un político abúlico y ajeno a los hechos políticos del país hasta que fue presidente es bastante errónea. Por haber participado de la campaña contra Luis Batlle, como periodista de El Día, se sentía parte responsable de la derrota de 1958. Tenía una clara conciencia que el Partido Colorado necesitaba cerrar las heridas internas. Como director de El Día, coincidió en muchas recepciones y eventos públicos con Fontaina, concordando en las virtudes de la candidatura de Gestido.
Pero había otro elemento más: existía el convencimiento que muchos colorados independientes -especialmente en el interior del país- habían optado por votar a Nardone, porque ni la 14 ni la 15 conformaban sus expectativas. Había que recuperar esos votos. Esta fue una de las premisas que dio nacimiento a la Unión Colorada y Batllista (UCB) que sería la fracción predominante en el Partido Colorado desde 1966 hasta las elecciones internas de 1982.
Al margen de esto, ¿qué nos indican estos movimientos internos en el Partido Colorado entre 1959-1962?. ¿Cómo influyeron en la historia reciente?
por Jorge Leiranes | Feb 19, 2023 | Historia
El caldero comenzaba a hervir
Con el inicio de la década de los 60, la violencia política comenzaba, con celeridad, a adueñarse de la capital, aquellas emboscadas en las que nadie parecía haber pensado antes, iban atrapando al país.
El extravío se iba acentuando, haciéndose cada vez más confuso “…el no siempre claro camino del deber”, [para decirlo con las palabras de Batlle y Ordoñez, cuando la Paz de Aceguá].
El caldero comenzaba a hervir, se encendían los ánimos y la ciudadanía comenzaba a salir de su letargo. Habían pasado casi treinta años de la muerte de Julio César Grauert cuando otra vez comenzaba a campear la violencia política en las calles.
Probablemente haya sido, Serafín Billoto Tamaneo -el humilde trabajador que participaba, el 10 de enero de 1961, de una manifestación contraria a la revolución cubana- la primera víctima de agresión política.
Según las crónicas, el sangriento incidente, en el que además, resultaron varios heridos graves, fue originado por “elementos comunistas que interceptaron la marcha, agrediendo con palos y tubos de hierro a los manifestantes”.
La policía actuante procedió a la detención de ocho de los atacantes, entre los cuales se encontraba el edil comunista Jaime G. Pérez, todos los que, al correr de las horas recobraron la libertad.
Tres semanas después, el 1º de febrero, otro trabajador Oscar Alonso Pombo, muere tras el atentado de miembros del sindicato tabacalero, por no acatar la medida de paro. Se encontraba Alonso descargando mercadería, junto a sus hijos [uno de ellos menor de edad], en un comercio ubicado en Avda. Italia y Anzani, cuando uno, de dos individuos que caminaban por la vereda, arrojó una bomba al interior del vehículo, provocándole la muerte.
Más adelante, ese mismo año, el jueves 17 de agosto, fue ultimado en circunstancias muy confusas, el profesor de Historia, Arbelio Ramírez, luego de asistir al Paraninfo de la Universidad a escuchar la mjemorable disertación de Ernesto Che Guevara.
Circularon todo tipo de especulaciones respecto a quienes podían ser él o los homicidas. Ramírez había sido colaborador de EL DÍA y EL PAÍS, y hasta de la revista COMENTARIO editada por la embajada de EE UU. Incluso se conocieron testimonios de algunos participantes, que aseguraron reconocer a la víctima, como una de las personas que había reprobado pasajes de la oratoria.
Según el diario EL PAÍS, “luego de haber sido comunista, Ramírez, se había convertido en demócrata, por lo que había sido “señalado para el castigo”.
El discurso premonitor
El discurso de Guevara había sido premonitorio de lo que podía pasar en el Uruguay. Con meridiana claridad les dijo a sus acólitos: “Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es, precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos… Ya que no en todos los casos sucederá lo mismo, sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que, cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
La primera víctima estudiantil
Pero nada ponía coto a la onda expansiva de la violencia, meses después el 5 de mayo del 62, se produce la primera víctima estudiantil [que en la actualidad, intencionalmente se excluye de la penosamente célebre lista de los estudiantes asesinados] Dora Isabel López de Orichio.
En la tarde de ese día, unos cien cañeros liderados por Sendic irrumpen en la Confederación Sindical del Uruguay [central sospechada de amarilla, por “priorizar la armonización de intereses de trabajadores y patrones”] mientras se desarrollaba una conferencia de prensa, destrozando e incendiando el lugar. Durante la revuelta alguien efectuó un disparo que hirió mortalmente a la estudiante de enfermería -ajena a los hechos- que transitaba por la acera. La policía detuvo a 86 personas involucradas en el atentado, de las cuales 36 fueron procesadas, aunque no alcanzaron a estar una semana en prisión. El viernes siguiente era detenido Sendic en la capital sanducera, trasladado a la Jefatura de Montevideo, acusado de haber “encabezado el atentado”, siendo también, a los pocos días puesto en libertad.
Ese mismo 5 de mayo, él diario EL DÍA daba cuenta de graves incidentes registrados en la fábrica metalúrgica de Aizpurúa 2160, cuando “unos cuarenta obreros, pretendieron integrarse al trabajo -durante una jornada de paro- siendo obstaculizados por terceros y desatándose una refriega con un saldo de varios heridos”. En la tarde, el vespertino EL PLATA, daba cuenta de otra noticia preocupante: la embajada soviética había pretendido introducir en el país –en cajones rotulados como “objetos de arte”– discos grabados, películas, válvulas de radio, propaganda soviética y, los más extraño y perturbador, varias máscaras antigases para uso en conflictos bélicos.
Consultados, los funcionarios diplomáticos, sobre el uso que pensaban dar a dichos dispositivos, la respuesta fue, “para la práctica de deportes náuticos”. Evidentemente, no servían para ser aplicados en el agua; definitivamente, ese no era el destino que se les pensaba dar, lo cual motivaba más intranquilidad a las autoridades.
Simultáneamente, la escalada de violencia seguía su curso, y como es bien sabido que “violencia engendra violencia”, llegó la hora en que las “acciones” produjeron “reacciones”. Unas tan criminales, injustas y devastadoras como las “primeras piedras”.
Octavio Raúl Piriz Cela, un bebé de tan sólo cinco meses, era víctima de cinco mentes asesinas, el 11 de setiembre del malhadado año 62. Hijo de los caseros del club seccional comunista de Yí 1614, murió devorado por las llamas de un incendio originado por el ataque de varios cócteles molotov lanzado por jóvenes radicales de derecha.
Se había ingresado en un ciclo brutal, y las palabras pronunciadas -en esos mismos días, y ampliamente difundidas- por el pastor Martín Luther King, pasaban desapercibidas para los radicales, cegados por el odio.
Había dicho el celebrado activista de los derechos civiles:
“El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgó una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano, debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro”
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].