por Jorge Leiranes | Mar 19, 2023 | Historia
Como en el teatro de Lorca
No sería desacertado pensar que la suma de los acontecimientos acaecidos en Uruguay en 1964, habría dado material suficiente al mismísimo Lorca para materializar en la escena, una idea -que, contemplando tiempo y espacio- conjugase al unísono drama, tragedia y farsa.
Para comenzar, en plena temporada de verano cada día con más insistencia, se alcanzaban a escuchar los cuchicheos típicos de una conjura en ciernes. El ruido estridente de “golpear con las conteras de los sables el suelo de mármol”, al confabularse, oficiales militares y políticos, con el propósito manifiesto de implantar una “dictadura terapéutica”.
Las razones que esgrimían, básicamente los ruralistas y herreristas, para concebir el ignominioso plan, reposaban principalmente, en la extendida convicción, de que el gobierno “blanco independiente”, de su propio partido, era incapaz de conducir al país: por su “notoria ineptitud” por el “fraccionamiento extremo del partido, [según ellos] provocado desde la propia Casa de Gobierno” y finalmente, el infalible pretexto –muy en boga por aquel entonces- de que el Ejecutivo colegiado “es una rémora para gobernar en estos nuevos tiempos”.
La fatalidad parece adueñarse -ese año- del destino político de los uruguayos, en el lapso de tan sólo 125 días, mueren de muerte natural, los tres principales líderes del panorama político nacional [el 25 de marzo Benito Nardone, a los 57 años; el 15 de julio Luis Batlle Berres a los 66; y trece días después, el 28 de julio, a la edad de 63 años, Daniel Fernández Crespo].
En la mañana del miércoles 1º de abril los militares brasileños con el apoyo ostensible de los Estados Unidos, destituyen al presidente constitucional Joao Goulart, y el hecho cobra enorme gravitación en el Uruguay.
En la muy especial coyuntura que estaba viviendo el país, el reconocimiento al gobierno militar de Brasil, significó una verdadera disyuntiva para el Ejecutivo uruguayo. Una demora o negativa del otorgamiento habría operado como un factor disruptivo, perturbador, en las relaciones de ambos países y por el contrario un rápido reconocimiento, podía ser interpretado como una señal de proximidad con la naciente dictadura brasileña, por parte de los militares uruguayos. Casi sin el debido rigor para corroborar si las nuevas autoridades de país vecino, reunían las condiciones y requisitos que determina el otorgamiento, el gobierno uruguayo formalizó la aceptación al mismo tiempo que habilitaba el ingreso al país del derrocado presidente.
En los primeros días de abril, enseguida de instalada la dictadura, Brasil estrena su nueva política exterior enviando emisarios diplomáticos y militares a Montevideo para, en misión confidencial, informar sobre las connotaciones del proceso. El carioca Manoel Pio Correa, de anterior trayectoria, como segundo secretario de la representación diplomática en Uruguay, es designado embajador. Por su estrecha vinculación con el sector proclive al golpe y por su señalamiento como colaborador de la CIA, el nombramiento de Pio Correa, es visto con marcado recelo, principalmente por la dirigencia colorada. El sábado 4 de abril Joao Gulart se instala en Montevideo y desde su arribo comienza el acoso por parte de la embajada, que sigue todos sus pasos, con el propósito de tenerlo controlado y aislado.
Jornal do Brasil en su edición del 17 de mayo y O Globo del día siguiente, manejan, en sus editoriales, la hipótesis de una posible invasión de tropas brasileñas a territorio uruguayo, vista la creciente evolución del comunismo y del movimiento sindical en el país.
Apremiados por la circunstancia, dirigentes políticos del entorno de Batlle Berres realizaron -según se supo- imperiosas gestiones ante el gobierno del presidente Johnson, requiriendo apoyo para contener la intimidación de Brasil.
Un documento desclasificado, de la embajada americana al Departamento de Estado, de los Estados Unidos -publicado en uno de los libros de la historiadora Clara Aldrighi- el embajador Wimberley Coerr informando respecto a un encuentro suyo -en la sede del diario Acción- con su director, revela la palpable aprensión de Batlle Berres por el nuevo estado de las relaciones con Brasil.
Conforme al memorándum de Coerr, don Luis Batlle –de manera muy coloquial y distendida- habría manifestado con absoluta claridad su pensamiento, respecto al incipiente régimen brasileño “El nuevo presidente y el nuevo canciller son enemigos de Uruguay; mantienen el viejo sueño brasileño de desplazar la frontera sur de Brasil hasta Salto. Nos esperan tiempos difíciles con ellos en el poder”.
Se encienden las alarmas
En las últimas horas de la tarde del 10 de junio comienza a circular una información que, no por presentida, dejó de ser preocupante: Altos oficiales del Ejército uruguayo habían advertido al líder de la Lista 15, la existencia de una confabulación militar -de la que iban a participar el Jefe de Policía, coronel Ventura Rodríguez y su predecesor en dicho cargo el coronel Mario Aguerrondo, junto a un grupo de oficiales blancos- para dar un golpe de Estado. Según las mismas versiones, la Policía de Montevideo se encargaría de desalojar el Ejecutivo y el Legislativo, al tiempo que -de acuerdo a lo previamente establecido- el Ejército se mantendría expectantes en sus unidades, para luego instalar una junta militar.
Raudamente, el por entonces diputado Jorge Batlle, pone al corriente de las noticias a la Embajada de los Estados Unidos. El Partido Colorado, por su parte, resuelve emitir una declaración pública, en la que convoca al gobierno a “resolver la crisis” ofreciendo el necesario apoyo parlamentario [sin precisar las características del peligroso trance] y designa a los diputados Glauco Segovia y Jorge Batlle para entrevistarse con los consejeros de gobierno Alberto Heber del Herrerismo y Washington Beltrán de la UBD [Unión Blanca Democrática] y prevenirlos de la situación. Al mismo tiempo realizan gestiones perentorias con algunos oficiales militares, afines al Partido Colorado, para instarlos a no permanecer pasivos como pretendían los conjurados.
Cada cual hacía su parte
El 10 junio el diario Acción exhorta al Partido Nacional a “sanear el mal clima que esos enemigos desean crear”. Al día siguiente en las páginas de El Debate, el ex presidente del CNG, Eduardo Víctor Haedo, escribía “Un gobierno que no funciona es un gobierno sin legitimidad… Un clima de subversión está siendo desarrollado desde la misma Casa de Gobierno”. El senador, herrerista, Washington Guadalupe, [director de El Debate] militante acérrimo de la causa golpista, aplaudía calurosamente desde su audición radial, la irrupción de los militares brasileños. Por su parte, Jorge Giucci Urta, muy próximo al cerno del herrerismo, militante convencido de la causa golpista, reflexionaba de esta manera, “Si no hay reforma constitucional, habrá sin duda un golpe que traerá la reforma. Esta circunstancia podría asustar lo suficiente a los colorados como para votar por la reforma. Si esto no ocurre, entonces la reforma llegará por la fuerza. Ahora bien, como los militares no están preparados para gobernar será preciso ingresar los técnicos de primer gobierno [herrrero-ruralista] al gobierno militar”.
No puede dejar de reconocerse el rol fundamental, desempeñado por el embajador Wymberley DeRenne Coerr, en favor de la estabilidad institucional, realizando contactos con militares, políticos, empresarios y directores de medios.
Entrevistado por el diplomático, el empresario rural Juan José Gari, notorio colaborador de la CIA [Según los archivos desclasificados y analizados por la ensayista Aldrighi] sin rodeos admitió “indudablemente se está incubando un golpe… lo que Uruguay necesita es un golpe no político, protagonizado por los militares para después retornar lo antes posible. Eso sí bajo un “sistema viable”.
En otro fragmento del fondo documental, el embajador informaba a Washington, “los herreristas no son precisamente famosos por su compromiso con los principios democráticos, tal como lo entendemos nosotros. …y los dirigentes colorados especialmente los de la 15, tienen un casi patológico miedo a Mario Aguerrondo y probablemente se vean forzados [en los próximos meses] a hacer concesiones políticas para impedir que [este militar] reciba una designación [en un puesto de mando] que le facilite perpetrar el golpe que los colorados están convencidos desea”
El viernes 12, el diputado Batlle informa a su bancada que la reunión con el consejero Heber había sido “del todo improductiva… sigue jugando con la política, sólo busca apropiarse de nuevos ministerios” se lamentó. En cambio consideró “fructífero” el encuentro con los otros dos consejeros, Beltrán y Fernández Crespo. Al caer la jornada, circulaba en los corrillos de la Cámara dos noticias alentadoras, el Inspector General del Ejército [a la sazón, así se llamaba al comandante en jefe] General Gilberto Pereira Serrano había manifestado su disposición a “resistir el golpe con el apoyo de la Marina y seguramente también, de la Aviación” y por su lado el nuevo ministro de Defensa, Pablo Moratorio -a expreso pedido de Jorge Batlle- realizaba declaraciones por radio y televisión, negando el complot y manifestando enfáticamente, estar “dispuesto a defender la Constitución de la República”.
Un año después, en un informe al Departamento de Estado, el embajador americano escribía: “[un golpe en aquel momento sólo podría ser perpetrado] por una combinación de herreristas, con elementos militares o paramilitares. Llevaría a la cumbre a los individuos políticos más corruptos y con menos condiciones de estadistas de este país. Los resultantes [de un] mal gobierno, corrupción y mal manejo de las relaciones con otros países, tenderían a solidificar contra ellos a la oposición no comunista y a la opinión pública”
Como era previsible la trama terminó siendo desbaratada, aunque no exterminado el instinto golpista que como la Hidra de Lerna se regenera de vez en vez. Los coroneles Ventura Rodríguez y Mario Aguerrondo, los Jefes de la Casa Militar del CNG, Juan C. Etcheverry y su sucesor Julio Tanco, definitivamente, habían reunido nuevos antecedentes a su voluminosa nómina del honor perdido.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Leiranes | Mar 11, 2023 | Historia
Bautismo revolucionario al fin
El jueves 1º de agosto 1963, se celebraba el 672 aniversario de la Fundación de la Confederación Helvética y los suizos residentes en el Uruguay festejaban el Día Nacional Suizo, por tal razón los encargados de la Sociedad de Tiro Suizo, de Nueva Helvecia, libraban ese día. Además, como las prácticas de tiro sólo se hacían los domingos, desde la tardecita de miércoles, y por tres días, el Club iba a permanecer cerrado y deshabitado, dando tiempo suficiente a los asaltantes para el traslado y escondite de las armas.
Poco antes de la medianoche del 31 de julio, un comando extremista invadía el local. Los atracadores llevaban un dato muy preciso: la puerta de un costado no tenía llave y con un pequeño empujón alcanzaría para poderla abrir. La narración cronológica del caso, no se puede acreditar por completo -aún hoy sesenta años después- de tantas que han sido las versiones tejidas en torno al hecho. Sin embargo, todos los relatos concuerdan en lo fundamental para comprender lo sucedido esa noche.
Los asaltantes se alzaron con un botín de treinta fusiles Mauser y uno Martini-Henry, dos carabinas de precisión y cuatro mil proyectiles 7 mm, que ligeramente cargaron en un Renault. Durante el acarreo José Luis Joe Baxter -un porteño de tendencia pro nazi, antisemita [fundador del grupo argentino Tacuara] fugazmente guarecido en Montevideo, de reciente incorporación al comando uruguayo, se perdió en la oscuridad de la noche con uno de los paquetes. De acuerdo al relato, Eduardo Pinela salió tras él hasta encontrarlo -y lo último que se cuenta- que lo terminó hallando exhausto sobre un terraplén.
Al retirarse lo hicieron en tres vehículos, el Fusca del traumatólogo Mario Navillat Odriozola [acreditado profesional médico, además de teórico marxista; encargado de proporcionar vasta información para la elaboración del plan, puesto que su padre era, en ese tiempo, el presidente del Tiro Suizo] la camioneta Ford F-100 con Jorge Abella Granzha, Leonel Vidal y Raúl Sendic, los que llevarían las armas hacia el norte y el Renault que conducía el porteño Baxter, con el empleado bancario Eleuterio Fernández Huidobro, el peluquero Rivera Yic y Eduardo Pinela de retorno para Montevvideo.
A sólo cinco días del décimo aniversario del asalto al cuartel Moncada, en Cuba, se había celebrado el bautismo de fuego -no puede decirse que fue bajo el fuego de batalla, pues, no se disparó un solo tiro- pero bautismo revolucionario al fin, del primer comando tupamaro, que había salido airoso del asalto a la Sociedad del Tiro Suizo.
Semanas después de sustanciado el procedimiento de la policía, casi no quedaban detalles por dilucidar. Todos los integrantes de la banda extremista habían sido ya procesados, menos el cabecilla Raúl Sendic, que no aparecía por ningún lado y que por siete años habría de permanecer prófugo de la Justicia. Detenido el bancario Eleuterio Fernández Huidobro, por efectivos del Departamento de Inteligencia y Enlace, de Investigaciones, se pudo saber en seguida, parte considerable de la estrategia del grupo insurgente.
Una turbulenta relación
A partir de ese día, él Bebe y el Ñato, como se los conocía a Sendic y Fernández Huidobro, sellaron una relación turbulenta. Prácticamente no se conocían, sólo habían hecho un viaje exploratorio juntos a las inmediaciones del Club de Tiro, unos días antes, en la moto Harley Davidson de Sendic, a la que llamaron Poderos III, en alusión a la Poderosa II con la que el Che Guevara había recorrido el continente.
Sendic había averiguado con Eduardo Pinela [su mejor amigo] sobre la índole política de Fernández Huidobro y éste le contó que el jovencísimo militante de 21 años recién cumplidos, era hijo de emigrantes españoles -que había cursado primaria y secundaria en el Colegio y Liceo Santa María, de los Hermanos Maristas, de la calle 8 de Octubre- qué tras una ardorosa primera incursión en el herrerismo, recaló en el MRO y luego en el grupo de La Teja.
Era la amistad de ambos, tan versátil, como necesaria y contingente, signada siempre por controversias continuas y de todo tipo. Las más de las veces, después de la borrasca, parecía llegar la calma fundada en la solidez de un buen entendimiento, pero a poco de andar, iba quedando al desnudo la fragilidad de lo acordado. No obstante, por casi una década, de relación en disputa, el instinto revolucionario que movía a los dos, fue la palanca principal del movimiento, hasta que las sospechas e intrigas, dieron paso a las certezas.
Años después -cuando la debacle- en 1972, se llegó al límite de fingir una masacre en salas de tortura -de común acuerdo con militares dentro del Cuartel Florida- para disuadir al jefe Tupamaro, y hacerlo retroceder de su parecer, para que aceptara una “rendición honrosa” ante las fuerzas militares; y luego tras su invariable negativa, no se titubeó en entregarlo a la Armada. “Una vileza impulsada por el terror”, según las palabras de Ricardo Perdomo Perdomo, ex integrante del MLN en su libro, Yo soy Rufo y no me entrego.
Con el devenir del tiempo, vuelto el país a la normalidad democrática, reunido el comité ejecutivo del MLN, Sendic -como si lanzara una bomba de racimo sobre la mesa- preguntó, -“¿Ahora quiero saber quién fue el que me entregó…?” Según testigos, “el Ñato tomó la palabra y sin dar respuesta, desarrollo una larga disquisición en procura de apaciguar al Bebe”. Al término de la reunión uno de los asistentes comento, “pensé que ahí nomás lo mataba…”.
Con el asalto al Club de Tiro Suizo, se había encendido la primera alarma. Buenas razones había para pensar, que sólo era el primer paso en la aplicación del foquismo, que alecciona, “Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo”.
Para un país demasiado confiado en la solidez de sus instituciones podía ser una deriva muy arriesgada. En su edición del 8 de setiembre de 1963, EL DÍA, luego de informar con notable precisión los detalles de la acción subversiva, comenzaba a emitir opinión sobre lo sucedido y a señalar “sobre el riesgo que implicaba, mirar para otro lado, subestimando los efectos de lo que estaba empezando a ocurrir en el país. La incredulidad, la subestimación del peligro a que nos vemos expuestos, al pretender restarle importancia e ignorar estos brotes de violencia, pueden llevarnos a casos mucho más graves y de características dramáticas cuando no trágicas. …no es la idea caprichosa de un grupo de inadaptados. Es algo mucho más serio y terriblemente peligroso. Y el peligro hay que conjurarlo antes que tener que lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde”
Por el contrario EL SOL, [órgano oficial del Partido Socialista] admitía el patrocinio del comando Tupamaro, emitiendo una declaración pública el jueves 12 de setiembre.
“Con referencia al suceso notorio de la detención de varios afiliados socialistas de Paysandú, [el Partido Socialista] se dirige a la opinión pública y muy especialmente a la clase trabajadora. (…) Los compañeros detenidos, así como el compañero RAUL SENDIC, sobre el que también se lanzan acusaciones, son personas cuya conducta pública y privada ha sido siempre movida por elevados y generosos propósitos. La opinión pública sana debe recordar que tanto RAÚL SENDIC asesor y organizador de los sindicatos rurales como otros auténticos luchadores del campo, han tenido que actuar en un medio, en el que por diversas circunstancias (…) los ha llevado a una lucha desigual, dura y sacrificada, y en ella han actuado siempre con dignidad y honradez socialistas. (…) es en función de estos elementos, que se debe enjuiciar la actitud del compañero RAÚL SENDIC y demás luchadores rurales, rechazando la agraviante calificación de meros delincuentes o aventureros hecha por los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo”.
Al mejor estilo Robín Hood en Navidad
Seguramente inspirados en la inmemorial leyenda robinhoodiana, del bandido, con fama de héroe y forajido -que moraba en los bosques de Sherwood, adiestrado en robar a los ricos para dar a los pobres– los integrantes del Coordinador de La Teja, días previos a la navidad de 1963, realizaron varias acciones semejantes.
Atracaron varios camiones cargados, básicamente de comestibles, y distribuyeron sus contenidos en las barriadas pobres de Montevideo. Según los diarios de la época, fueron algunos camiones de Conaprole y de grandes almacenes, entre ellos, tres de la tradicional cadena Manzanares. Así mismo -recuerdan vecinos de las cercanías del Camino de las Tropas- la distribución de decenas de trajecitos, camisas y corbatas para niños, de la clásica sastrería montevideana El Mago.
Desde 1370, mucha agua había corrido bajo los puentes. Las aventuras del facineroso inglés, encarnado ahora en los llamados Tupamaros [Tabaré Rivero había tenido la ocurrencia de apodarlos así, aunque ese día se hicieron llamar Comandos del Hambre] aún ejercía una gran fascinación, y no sólo entre los más indigentes, la población comenzaba a mirar con simpatía estas acciones, sin estimar el potencial riesgo de estas violentas acciones.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Leiranes | Mar 6, 2023 | Historia
Los prolegómenos de la lucha armada
Casi en simultáneo, dos factores -en apariencia lejanos- coadyuvan en los prolegómenos de la lucha armada.
La fundación de la UTAA [la unión de los azucareros de Artigas, instigados por el aventajado procurador, a quien el PS le había confiado la misión de organizar a los obreros del norte del país] y la conformación del Coordinador [agrupamiento surgido a partir de ferméntales y enardecidas reuniones de activistas de izquierda, en la Cachimba del Piojo] juntos estos dos elementos, se constituyen en la piedra fundamental de la fallida revolución en el Uruguay.
La Cachimba del Piojo, así llamada la fuente ubicada en La Teja, a metros del arroyo Pantanoso -que desde 1860, había brindado agua permanentemente a los lugareños del viejo Pueblo Victoria- fue el sitio donde se gestó el Coordinador. El lugar tenía historia, había sido escenario, 120 años antes -cuando la Guerra Grande- de un encarnizado combate entre las tropas leales al Gobierno de la Defensa y el ejército sitiador de Manuel Oribe, resultando victoriosos los Defensores de Montevideo.
Eran los últimos meses de 1962, cuando, en el rancho de la tía de Eduardo Pinela Acosta [un apreciado referente del lugar] ubicado entre las calles José Mármol e Inclusa, comenzaron -con un sigilo casi sacramental- las primeras tertulias; y es allí el punto iniciático, históricamente considerado, del movimiento insurreccional uruguayo.
La planificación de las operaciones ilegales, evidentemente, no admitían un funcionamiento en régimen de asamblea, por lo que fue necesario instalar un cuerpo colegiado, organizador, representativo de los diversos grupos existentes, protorrevolucionario, al que dieron en llamar Coordinador.
Representaban grupos independientes surgidos del desgaje, fundamentalmente: del sector -inicialmente herrerista del Partido Nacional- que funda el Movimiento Revolucionario Oriental [MRO], liderado por Ariel Bolívar Collazo Odriozola; de buena parte de la militancia más combativa del Socialismo, que mantiene estrechos lazos con la mayoría representada por Vivian Trías, José Díaz y Reinaldo Gargano; del desprendimiento de un grupo de activistas comunistas de tendencia maoísta, que paso a llamarse Movimiento de Izquierda Revolucionarias [MIR]; del viejo tronco anarquista, la Federación Anarquista Uruguaya [FAU]; y la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas [UTAA] identificada con el liderazgo de Raúl Sendic.
Entre los precursores –se recuerda- a Gerardo y Mauricio Gatti por la FAU; Jorge Manera Lluveras por el PS; Eleuterio Fernández Huidobro y Rivera Yic [considerado el mayor reclutador de militantes en La Teja y el Cerro] por el MRO; Jorge Torres y Washington Rodríguez Beletti por el MIR; Raúl Sendic y Eduardo Pinela [como elementos aglutinadores] y por la UTAA Atalivas Castillo Lima y Félix Maidana Bentín [un aguerrido cañero de Bella Unión que no tenía documentos, ni siquiera sabía dónde había nacido].
El núcleo estable de esos encuentros operaba en el sótano de la casa, de Heredia 4440, precisamente frente a la Cachimba del Piojo, en donde, tras dilatadas veladas -que nunca finalizaban antes del amanecer- tramaban las acciones a realizar, de propaganda, y finanzas a punta de revólver.
Curioso sitio para nacer
Paralelamente, al Coordinador -aun cuando a su vez lo integraba- la UTAA, operaba con cierta independencia, como la segunda pata de la incipiente insurrección.
La Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas surge en un medio social extremadamente crítico, en donde se registraban las peores condiciones de vida. El cronograma anual de trabajo, de los llamados peludos, comenzaba en febrero-marzo con la cosecha de arroz en territorio brasilero; en junio, y hasta octubre, se volvían a Bella Unión a la zafra de la caña de azúcar; luego bajaban a los departamentos del Litoral para trabajar en la esquila y la cosecha de la remolacha. Siempre viviendo en aripucas de paja. La paga por su trabajo era con vales -y como nunca alcanzaban a trabajar semanas completas, agobiados por las agotadoras jornadas- la retribución no alcanzaba ni para comer.
Las condiciones infrahumanas y el abuso de poder eran suelo fértil, para que comenzara a tomar cuerpo la tesis foquista, machaconamente promovida desde Cuba.
Fue, dentro mismo, de un prostíbulo de las afueras de Bella Unión -que regenteaba María Basinha, una “madame” conocida por toda la “peludama” [como llamaban a la barra de los peludos] en donde además trabajaba, una compañera de Julio Vique, que luego fue su esposa- donde se echaron las bases para fundar un sindicato de cañeros. Al día siguiente el 3 de setiembre de 1961, a la sombra de un monte de eucaliptus cercano a Calpica, reunidos 32 cañeros [Sendic no había podido llegar, a consecuencia de las crecientes de los ríos] decidieron por unanimidad elegirlo como asesor, dada la fama que se había ganado, orientando al gremio de El Espinillar. El 21 del mismo mes, en una asamblea más numerosa, se ratificó todo lo actuado en las instancias anteriores y de esta manera la UTAA iniciaba su peripecia reivindicativa.
Ser mujer militante en aquellos años
A poco de su fundación, el 4 de enero del 62 la UTAA declaró una huelga que alcanzó a durar tres meses, en reclamo por adeudos salariales, eliminación del pago en bonos, por las 8 horas y bolsa de trabajo, básicamente.
En la capital se desconocía casi por completo las condiciones de atraso en las que se sobrevivía en el norte del país. EL DÍA, EL SOL y EL POPULAR, pero también EL PAÍS y LA MAÑANA apostaron cronistas y fotógrafos en Bella Unión para traer de primera mano la marcha de los acontecimientos. Se había caído el velo, la situación, mantenida oculta por años, había tomado estado público y la realidad en las cañeras de Artigas sorprendía, y a su vez, disgustaba a toda la población.
El 6 de mayo, EL SOL, titulaba en su portada “Triunfo obrero en las cañeras” y antes, dando cuenta del desarrollo de la huelga, el diario socialista calificaba como, “una rebeldía viril y justa de hombres…” y a mediados de junio, el viernes 15 editorializaba, “Se trata de hombres que lucharon como hombres para ganarse el derecho a vivir como hombres”.
El papel de las mujeres cañeras, en aquella recia lucha era verdaderamente hazañoso, en las cañeras ellas trabajaban a la par de los hombres, aun así, EL SOL [11 de mayo 1962] observaba “…el lugar de las mujeres será el del apoyo, el acompañamiento, la comprensión y la solidaridad” y EL POPULAR [3 de mayo 1962] en su página editorial, refiriéndose a la paga inferior que recibían las mujeres, precisaba, “…esto, no necesariamente, las ubica en el lugar de demandantes. Más bien, ‘la mujer heroica de las azucareras’ es aquella que permanece incondicionalmente junto a sus esposos y compañeros; son éstos los que la significan, asignándole un lugar”.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]
por Jorge Leiranes | Feb 25, 2023 | Historia
Tras la derrota electoral
Pocos días después del estrepitoso fracaso, en el salón principal de la Casa del Pueblo, el laureado escritor y periodista Mario Benedetti, brindó una conferencia en la que examinaba las causas de la debacle electoral del Socialismo. Luego de un pormenorizado análisis, seguido con mucha atención por una joven concurrencia, Benedetti decía, entre sus primeras conclusiones, “… [La izquierda] a esta altura de los acontecimientos, no puede jugar la carta de la Revolución dentro de un planteo electorero, ni puede jugar la carta de la democracia representativa, de un planteo revolucionario. Hacerlo me parece sencillamente híbrido, inhibitorio”.
A pesar de admitir públicamente que, para un planteo estrictamente revolucionario no estaban dadas “las condiciones, ni los ejecutores, ni el estado de ánimo…” y remarcaba, “Pensar en la lucha armada en Uruguay significa el desconocimiento del “hombre disponible…” –sus palabras- dirigidas a un público vigoroso, que venía de vivir una gran frustración, ávido de hacer “política con armas” -como candorosamente se decía por aquellos tiempos, a la vía armada- puede que hayan sido interpretadas como “una mojada de oreja”, más que como una reflexión prudente.
Aunque antes o después, en uno de sus poemas más conocidos [“Las Palabras”], Benedetti -siempre celoso de que se le entendiera bien, decía en prosa poética: “No me gaste las palabras/no cambie el significado/mire que lo que yo quiero/lo tengo bastante claro/…” ciertamente -con intención o sin ella- puede decirse, que sus ponderadas palabras, alentaron a muchos veinteañeros del Socialismo, a enrolarse en las filas del alzamiento armado.
El eminente dirigente comunista Jaime Pérez en sus memorias políticas, El ocaso y la esperanza, testimonia, precisamente, la determinación de tantos jóvenes socialistas, que tomaron el camino de las armas por aquel entonces, “En los diez años de preso, tres de ello estuve con compañeros de MLN […] en las posibilidades de charlar que teníamos, en broma les decía, que eran electoralistas al revés, porque su hubieran tenido un buen resultado electoral en el 62 no habrían entrado en esas… y entraron, porque el resultado fue desastroso, y llegaron a la conclusión de que había que recurrir a otra cosa…”
“La hora de devolver los golpes”
En octubre del 62 había aparecido por primera vez ÉPOCA, constituyéndose en la primera publicación nacionalista de izquierda revolucionaria. Carlos Quijano -que desde 1939 venía editando MARCHA- asumía fugazmente la dirección del nuevo diario. El 17 de diciembre repentinamente, Quijano abandona el cargo. Había querido creer que, desmanes del tipo del que le costó la vida a la estudiante de enfermería -seis meses antes, cuando el atentado incendiario de la CSU- no volverían a repetirse, pero pronto comenzó a ver que -aun cuando con un saldo menos trágico- las tropelías continuaban en aumento, y no estaba dispuesto a tener que hacer la vista gorda en sus columnas de opinión.
Sólo tres meses después, habían quedado atrás las elecciones del 62 y expuesta la honda crisis de los socialistas, cuando -desde las páginas de EL SOL primero [el 16 de marzo] y una semana después desde ÉPOCA- Raúl Sendic escribía una novela de correrías, de sus propias vivencias. En el relato denunciaba abusos de la policía del norte del país y de la vecina ciudad de Monte Caseros, mientras él, junto con amigos, exploraba las orillas del río Uruguay para empezar a urdir acciones rebeldes.
Planteándose y replanteándose preguntas, y desplegando someras reflexiones, de escaso valor conceptual político-ideológico, esenciales en un jefe rebelde como el que prontamente habría de erigirse. Ya en el final de su dilatada narrativa -titulada ¿Un revólver o la Constitución?- Sendic, sin más rodeos, convocaba a la lucha armada.
“Los socialistas ya no tenemos en este país Derechos Individuales. La Constitución de la República no nos protege. Las leyes que consagran derechos y garantías, no nos son extensibles.
Pensar de otra forma, es ser ilusos o ingenuos. Sí ante cualquier conflicto -aun los que por razones de salud u otra cualquiera, no intervenimos en absoluto en él, se nos detiene a nosotros con preferencia, aunque más no sea que para hacer creer al pueblo que somos los promotores de aquel conflicto- hay que concluir definitivamente que nosotros no tenemos ningún derecho ni garantía constitucional.
Hoy día, nos podría dar más garantías individuales un revolver bien cargado que toda la Constitución de la República y las leyes que consagran derechos, juntos. Esto debemos entenderlo todos, antes de que sea tarde. Que nadie se crea que porque no lo tocaron esta vez, siempre los van a respetar.
Ahora bien, ¿hasta cuándo soportaremos? ¿No habrá llegado la hora de devolver los golpes, de escarmentar a los aprendices de fascistas antes de que se reciban de fascistas?
¿No tendremos que reprocharnos más tarde de haber fomentado la violencia con nuestra tolerancia infinita?
Ahora que no podemos esperar, -consuelo tonto al fin-, de que nuestro diputado socialista proteste por nosotros en Cámara, podríamos ponernos a pensar en serio.
Pensar en protegernos ya que no podemos pensar que nadie lo haga por nosotros. Tal vez así lleguemos a asumir nuestro propio rol en la historia”.
Era un cambio de rumbo radical, atrás quedaba la promoción de la idea socialista. Renunciaba al derecho de procurar convencer para conquistar la voluntad popular. Se arrogaba el rol del iluminado, del elegido para imponer lo que consideraba qué es mejor para su pueblo.
Siguiendo instrucciones del Partido Socialista, más precisamente de sector hegemónico, del que Trías era la cabeza visible, Raúl Sendic se había ocupado de “sublevar a los trabajadores abusados. Primero –cuenta el mismo a Guambia- fue una marcha de los arroceros de Charqueada a Montevideo, luego los cañeros de Salto y los remolacheros de Paysandú. Después saltamos a las cañeras de norte de Bella Unión donde se levantó la UTAA”.
Había cumplido ya, el papel de agitador que tanto amaba –“La prensa y las patronales nos acusan de ser agitadores. La verdad que… esa acusación es honrosa. Porque ser agitador significa ser sensible frente al dolor e injusticias de este mundo. …esforzarse por despertar la conciencia dormida de las grandes masas para que luchen por su liberación” [Fuente, Archivo David Cámpora]- pero creía llegado el momento, de pasar a un estadio superior en la lucha por la liberación.
Simultáneamente, comienza a insinuarse en sectores radicalizados del país, una clara propensión levantisca, que con el paso de las semanas y los meses, recibiría el aporte de diversos grupos radicales, hasta alcanzar su configuración plena.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].
por Jorge Leiranes | Feb 23, 2023 | Historia
Del revisionismo a la debacle
Espolón, [que era el seudónimo con el que Frugoni firmaba sus editoriales internacionales, en EL SOL] no admitía más que una sola lectura del fenómeno argentino. Cuando lo aludía, lo hacía llamándolo, por el que él juzgaba, era su nombre completo: “nazi-fascismo-peronismo”.
Recién a mediados de los años cincuenta, un sector del Partido Socialista [junto a los trotskistas del POR] comenzó a percibir al peronismo como “una expresión nacional y popular de condición progresista”. Vivian Trías, Carlos Machado y Alberto Methol Ferré [de origen herrerista] estrechamente ligados al historiador porteño Jorge Abelardo Ramos, encabezaban esa corriente revisionista, de gran ascendiente sobre un ancho sector de la juventud de entonces. La capacidad de persuasión y el raudo crecimiento de la fracción llegó a tal punto que –cuenta José Díaz- “A los socialistas argentinos en la Casa del Pueblo, los veíamos con bronca, como a tipos reaccionarios, pro imperialistas”.
En este marco se producen varios cruces de tendencias. Artigas pasa, de ser el fundador de la nacionalidad, a ser un caudillo federal más, con un proyecto de Patria Grande. Cambia la visión que se tenía de Rosas y del gobierno de la Defensa. Por consiguiente, también cambia -para Trías y sus seguidores- la idea que se tenía de Oribe y hasta del propio Herrera.
Para terminar de entender la historia del país, los revisionistas del Socialismo se proponen un reto capital -en un momento crítico- “echar raíces en la realidad profunda de las clases populares”.
En las elecciones de 1954 el PS había obtenido el 3,2% de los votos emitidos. Cuatro años después -luego de intenso trabajo legislativo con un elenco de primera [Cardoso en el senado, Trías y Dubra en diputados, y en la Junta de Montevideo, Culteli y Chifflet]- se produce la primera gran decepción: apenas crece, sólo el 3,5% de la ciudadanía vota por los socialistas.
Sustentado en el novísimo punto de vista, acerca de la historia, se abría delante un terreno fértil, para descubrir coincidencias en el plano de lo político, básicamente con un sector del herrerismo desavenido con su partido. Se trataba de la Lista 41, liderada por Enrique Erro, [que había sido la más votada del PN, en todo el país, en las anteriores elecciones] y se aprestaba a emigrar del Partido. Paralelamente se producen otras aproximaciones, con un círculo de intelectuales también de ascendencia herrerista, y un grupo de militantes separados de la ANB Agrupación Nuevas Bases.
En mayo del 59, Cardoso había proclamado la creación de un frente de izquierdas -anunciado en el 31º Congreso, el Socialismo se había propuesto “abrirse” a nuevos puntos de vista, sin por eso avenirse a pactar con el comunismo. En contraste, reafirmaba su posición tercerista, equidistante, de ambos polos hegemónicos, en aquel contexto de Guerra Fría.
Pero al influjo revulsivo de la Revolución Cubana, todo se volvió patas arriba. Nada sería igual. Hubo que recalcularlo todo, volver a cuantificar, hacer conjeturas en un sentido y en otro. Si bien el socialismo masivamente celebró la victoria revolucionaria, el rumbo que tomaría Cuba era un enigma.
Trías viajo a La Habana buscando la “bendición pontifical” del líder cubano. Expuso allí, la visión del Socialismo Nacional uruguayo, defendiendo un criterio no del todo claro; sostenía su condición favorable al “más amplio marxismo” pues consideraba que “comprende al leninismo igual que al aporte de otros ideólogos y revolucionarios”.
Respecto a si la “gestación ideológica de la revolución” era concordante con el enfoque del teórico uruguayo, éste dijo haber recibido de Castro, una “respuesta rotundamente afirmativa”.
El escritor y periodista Jorge Nelson Chagas sostiene en uno de sus artículos que “cuando Vivian Trías conversó con Fidel Castro le explicó las razones por las que excluirían a los comunistas, [del frente de izquierda en gestación] y éste no planteó ninguna objeción. Ese silencio -concluye Chagas- fue malinterpretado como un apoyo a su estrategia.
Partiendo de supuestos erróneos y desoyendo -otra vez- la opinión en contrario de Frugoni y sus seguidores de la primera hora, Trías embarca al Socialismo por un camino sentenciado al fracaso, al enlazar el destino del Partido a sus hipótesis y teorías defectuosas desde su concepción.
En dirección a la bancarrota
Los días 23, 24 y 25 de marzo de 1962, el PS realizó el 33º Congreso. Luego de intensas deliberaciones, que abarcaron por completo las tres jornadas, emitió una declaración pública en la que enfáticamente señalaba, “están dadas las condiciones para concretar un movimiento nacional y popular, para crear un vasto movimiento de masas que lleve adelante la revolución nacional uruguaya, en cuyo proceso las próximas elecciones constituyen una etapa de fundamental importancia”.
Emergía pues, la Unión Popular a la actividad pública, bajo la égida de supuestos no demasiado claros: no todos admitían ser de izquierda, menos aún marxistas, en cambio, sí nacionalistas y con una misma lectura de la historia. Coincidían, casi sin reparos, respecto a la exclusión de los comunistas, a los que consideraban “piantavotos” [paradójicamente, en la elección, el frente de los comunistas (el FIDEL) iba a recoger 66% de votos más que la UP]. El número 41 de la lista blanca de Erro y el 90 histórico del PS conformaron la Lista 4190 de la Unidad Popular. Pero fue el armado de la lista, el punto neurálgico de la negociación; y sin duda, le tocó al socialismo el lado del perdedor. Aceptó todas las condiciones de la contraparte, sobreestimando sus propias fuerzas, y terminó perdiéndolo todo.
Como séptimo titular a edil por Montevideo, en la 4190, figuraba José Mujica Cordano [meses después habría de incorporarse al Coordinador (agrupamiento antecesor del MLN-Tupamaros) y 47 años más tarde, iba a convertirse en el 40º Presidente de la República] y en la lista de candidatos a Diputados, por la Unión Popular, aparecía Raúl Sendic Antonaccio, [luego fundador y máximo líder del grupo insurgente] y Mujica era -en este caso- su primer suplente.
Entrevistado por MARCHA, Emilio Frugoni volvía a vaticinar lo que finalmente iba a ocurrir, “[…] de los demás grupo (del frente) nada se sabe y por un error de cálculo, otros podrían llevar la parte del león. Me temo que perderemos nuestro Senado. Al no figurar nuestro partido en el marcador electoral, mucha gente se va a sentir desconcertada. No olvidemos que hay un importante sector de ciudadanos que veía al partido por pura simpatía y que no va a encontrar nuestro lema esta vez para expresarse en las urnas”. Interpelado por sus partidarios, días previos a las elecciones, Frugoni sin el menor atisbo de vacilación, respondió, “Elijo votar en blanco antes de votar a un blanco”.
Testigos presenciales del acto final de campaña, de la UP, recuerdan como una escena dantesca, el momento en que, Enrique Erro, cerrando la lista de oradores, comenzó a evocar la Gesta de Aparicio Saravia para, al final, prodigar todo tipo de elogios, al controvertido jefe blanco, Luis Alberto de Herrera, recibiendo una cerrada silbatina de los socialistas presentes. Según, esos mismos testimonios, las calles circundantes se despejaron en un santiamén, convirtiendo el acto en un lamentable espectáculo. Era el descarnado anuncio del desastre electoral que depararían las urnas tres días después, el domingo 25 de noviembre.
Tan sólo 27.041 votos obtuvo la Unidad Popular [Cuatro años antes, sólo el PS había alcanzado 35.478 -1 senador y 3 diputados-]. Como lo había predicho el histórico líder, se había perdido el senador, y aún peor, la banca de diputado que le habría correspondido a los socialistas -de las dos conseguidas por la UP- tampoco la ocupó un socialista, al incumplir Erro la fórmula previamente acordada.
El Socialismo, por primera vez en elecciones libres, había quedado sin representación parlamentaria. Aun cuando, ni el más optimista, había esperado un resultado favorable, la magnitud del descalabro, significó un durísimo revés para los militantes. Se propagó una honda de desánimo e impotencia, que desembocó en renuncias y expulsiones, que diezmaron seriamente la estructura partidaria.
Quedaban así echadas las bases para la aventura revolucionaria, con la palmaria intención de “conquistar” el poder. Aventura trágica que, en el correr de unos pocos años, iba a viabilizar el advenimiento de un orden oprobioso, fundado en la fuerza de las bayonetas y no en la voluntad ciudadana.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo]