Jorge Batlle en la voz uno de sus Ministros: entrevista al Dr. Pedro Bordaberry

Jorge Batlle en la voz uno de sus Ministros: entrevista al Dr. Pedro Bordaberry

En el marco de un ciclo de entrevistas sobre la figura del expresidente Dr. Jorge Batlle Ibáñez, intentaré mostrar desde una perspectiva personal las variopintas características de este personaje, tanto en su faceta política como en la personal. En esta oportunidad les ofrezco lectores, la oportunidad de leer una entrevista al exministro y exsenador, Dr. Pedro Bordaberry. A quién agradezco muchísimo su disponibilidad a la hora de realizarle esta entrevista sobre una figura a la que nos consta, supo acompañar.

Naturalmente, y como a todos, la primera pregunta es ¿Cómo conoce a Jorge?

—Bueno, yo a Jorge lo conozco de toda la vida. El hijo de él era compañero de un hermano mío de colegio, y la madre de él era amiga íntima de una hermana de mi madre, o sea que en realidad hay conocimiento de toda la vida, esa es la verdad. Pero nunca a nivel político, yo nunca había militado en política. Cuando él gana la elección en el año ’99, en febrero del 2000 nombra ministro de Turismo a Alfonso Varela y ellos dos me llaman a mí al edificio Victoria Plaza, donde Jorge tenía sus oficinas, y me ofrece ser subsecretario. 
La verdad que yo ahí tenía un trabajo particular y me iba bastante bien, en aquel entonces el sueldo de subsecretario era muy bajo, eran 600 o 700 dólares, comparado con lo que vos hacías en el sector privado, ¿no?, cuando yo medio dudé Jorge me dijo —no me olvido más— «Mirá, yo estoy haciendo buscar mucha gente, para trabajar por el país, algunos se quedan en la comodidad de su trabajo privado, y otros aceptan y se sacrifican por el Uruguay. ¿Vos en que grupo estás?» entonces bueno, la respuesta es clara lo que le dije, y ahí empecé a tratarlo.

—¿Y usted en algún punto se consideró amigo de Jorge?

—No, yo creo que la palabra «amigo» es una palabra… una cosa es la amistad profunda.
Uno, tenemos una gran diferencia de edad con él, obviamente, sí creo que él me tenía aprecio, y yo le tenía un gran aprecio a él, un gran respeto por su inteligencia, sobre todo, tenía una inteligencia fuera de lo común.

—Como le informé previamente, la entrevista busca tener un enfoque más personal que político, pero tocando por arriba el tema, una pregunta más bien filosófica, ¿usted cree que el pensamiento de Jorge es la evolución del batllismo?

—Hay mucha gente que decía que Jorge no era batllista, entonces en definitiva, ¿qué es batllismo?, si vos me decís que Jorge aplicaba lo que se aplicaba en los tiempos de José Batlle y Ordóñez, monopolios, etc., uno diría del otro «una persona que creía en la competencia, liberal en lo económico, etc.» pero yo creo que Jorge buscaba lo mismo que buscaba Batlle y Ordóñez, que es obviamente generar riqueza y llegar a la justicia social, pero yo creo que los mecanismos que se utilizaban en el principio del 1900, claramente eran distintos al mundo del año 2000, ¿no?, entonces en ese sentido yo creo que Jorge… si me preguntás si hizo lo mismo que hizo el batllismo, te diría que no en materia económica, pero en lo que es la mirada social, yo no tengo ninguna duda de eso.
A ver, soportó una crisis enorme, y se soportó con un tramado y una institucionalidad social que venía de años de construido, pero Jorge era un hombre de apertura al mundo, era un hombre de no a los monopolios, de generar competencia, eficiencia en el Estado, que el Estado no podía tener la carga que tiene en muchas áreas, de desregular, etc.
A principios de siglo de repente vos necesitabas desarrollar empresas públicas, que al final no lo necesitabas porque ya estaba desarrollado el mercado, a mí me parece que sí, la búsqueda de los objetivos de justicia social, de distribución, pero primero generando la riqueza, obviamente eso.
También, en especial con respecto de su propio padre, de Luis Batlle, ahí Jorge era un gran aperturista en materia comercial, hizo el tratado de libre comercio con México, fue una iniciativa y salió gracias a su relación con el entonces presidente de México, Fox, a mí me tocó participar de la negociación en el tratado, y el que lo había sacado era Jorge con el presidente de México Fox, cuando se trababa era Jorge que lo destrababa, lo que pasa también es que todo eso estuvo condicionado por la crisis bancaria que vino de Argentina, eso condicionó su gobierno.

—¿Usted cree que hubiese sido diferente el gobierno de Jorge, digamos, si hubiera sido igual de relevante hoy en día, si no hubiera sucedido la crisis?

—No tengo ninguna duda, si Jorge hubiera agarrado el periodo de bonanza económica que agarró después Vázquez, y el propio Mujica, a partir de lo que hizo Jorge, que hizo todas las medidas que tomó, el Uruguay hubiera despegado, porque Jorge tenía muy claro hacia donde iba el mundo, el Frente Amplio no se animó a ir por el camino que Jorge pregonaba, el tratado de libre comercio con Estados Unidos, el tratado de libre comercio con el que fuera, la apertura, Jorge era un hombre de una visión estratégica mundial y global, de inserción del Uruguay tremendo, si no hubiera tenido la crisis, Uruguay hoy estaría en niveles de inserción internacional y con un crecimiento de su economía mucho más solido de lo que es hoy, porque lamentablemente después el Frente Amplio que agarró ese crecimiento económico fruto de lo que hizo Jorge en la época de la crisis, no avanzó en ese camino y hoy volvemos a estar igual que antes, agrandó el Estado, Jorge achicaba, achicó el Estado, la cantidad de funcionarios públicos, buscó la eficiencia, esa es una cosa que hoy no se habla, pero también acordaste que la privatización del puerto, la concesión del Aeropuerto de Carrasco, la puesta en funcionamiento del tema de las carreteras, y muchas cosas más de ese tipo que hizo él, los fondos públicos, ser cuidadoso de no gastar de más, enorme, en eso nadie le puede decir nada a él, pero nada, él mismo era un hombre austero en lo personal, totalmente.
Me parece que hubiera sido muy distinto si él hubiera agarrado el momento de auge de la economía y no el momento de crisis, le pegó al Gobierno, y no solo la crisis que vino de Argentina, sino también la aftosa, la crisis de la fiebre aftosa que nos pegó en las exportaciones agropecuarias en el Uruguay, pero él hizo… no lo digo yo, lo dijo Astori, me acuerdo cuando, un año después de que dejó el Gobierno Jorge, hubo una charla de reconocimiento a Atchugarry y a Jorge en el Club Uruguay y Astori que estaba invitado dijo «Lo que ha venido ahora es fruto de las decisiones que se tomaron en el momento de la crisis», así que le reconoció eso. después cuando se inauguró el Aeropuerto de Carrasco el presidente Vázquez le pidió a Jorge que cortara la cinta, todo era parte de su visión, de la visión que tenía, en ese sentido Jorge era un tipo que tenía muy pero muy claro hacia donde tenía que ir el Uruguay, eso no hay ninguna duda, una lástima que no se siguió ese camino, hoy estaríamos todos mucho mejor.

—Como usted remarca que era una persona muy austera, y debido a que pasó por épocas de necesidad, como cuando vivió en un apartamento prestado, ¿cree que esas experiencias influyeron en su idea de austeridad en el Gobierno o fueron simplemente por su formación política?

—Yo creo que Jorge era un hombre que el dinero personal no era su interés, él le interesaba la política, le interesaba solucionar los problemas del país, le interesaban los libros, yo creo que él era un hombre rico en libros, y en libros leídos, era rico en visión de su país, era rico en su pasión por la política, era rico en eso, ¿qué es la riqueza? ¿El dinero personal o todas esas otras cosas? él era multimillonario en visión, en visión de país, multimillonario en su pasión de la política, no en dinero, pero si en una cantidad de otras cosas, es decir —me parece a mí— era un tipo que esas cosas no le prestaba mucha atención, no era el fin de su vida, hay algunos que el fin de su vida es tratar de acumular riqueza, Jorge acumulaba libros, conocimiento, y pasión por la política. En ese sentido, cuando fue presidente siguió acumulando eso

—Él muchas veces dijo que su único patrimonio era su biblioteca

—Y sí, la biblioteca era una biblioteca tremenda, por eso, la biblioteca y su pasión por la política, yo creo que esa pasión por la política era también parte de su riqueza, porque hay distintos tiempos de riqueza, las materiales y de otro tipo, y bueno, esa tenía esa otra riqueza, del otro tipo.

—Y debido a la personalidad de Jorge, que muchas veces era pasional, ¿usted tuvo algún roce con Jorge? 

—Jorge era un pasional, de eso no hay ninguna duda, pero también era un hombre que escuchaba. Yo lo que aprendí a conocer de él, es que uno trataba siendo ministro más que nada, y además por respeto a él y a la investidura, era no contradecirlo en público, veías que otros lo contradecían en público y ahí se ponía como loco, pero cuando vos tenías una discrepancia yo aprendí que en el mano a mano el escuchaba, y escuchaba mucho, yo tuve un par de veces algunas discrepancias, pocas, pero cuando vos lo hablabas mano a mano, él te escuchaba, razonaba, sentía, si el creía que tenía razón, te trataba de convencer, y si no, era muy abierto, pero muy abierto, en ese sentido era muy bueno. Te aconsejaba, yo que sé, yo no tuve grandes discrepancias públicas. Después si, después que dejé de ser ministro, y ahí yo dejé la política, y ahí el no quería que yo dejara, y todo ese tipo de cosas. Pero no, no, conmigo siempre fue de primera, sería un desagradecido si dijera que no.

—Siguiendo con las anécdotas, ¿Puede contarme una anécdota triste vivida junto a Jorge?

—Yo pase por algunos momentos complicados, ¿no?, la crisis del 2002, me acuerdo de ir a Cerro Largo, en mitad de la crisis, donde los funcionarios públicos de Cerro Largo hicieron paro para protestar por la presencia de Jorge, y nos gritaron cosas muy duras, y me acuerdo que Jorge… nosotros estábamos… yo estaba muy enojado, porque la verdad que sentía que nos estábamos rompiendo todo para sacar adelante el país en la mitad de la crisis, y no nos perdonaban nada, nos responsabilizaban de algo que claramente era una crisis bancaria que se había originado en Argentina y nos gritaban de todo, yo me acuerdo que me enojé, miré para adelante, y nos gritaban de todo al salir a la calle, y Jorge me dijo «La están pasando mal, tienen derecho de gritarnos… no te calientes, no te calientes. La están pasando mal y tienen derecho de gritarnos» vos no sabes las cosas que nos estaban gritando, y lo cual es una lección, es un tema, es un tipo que te dice «No somos los culpables de lo que está pasando, pero ellos están pasando mal y tienen derecho de gritar», una cosa impresionante, de ese momento, en todo sentido, pero en especial como una concepción democrática y yo quería contestarles ¿viste? (risas) pero él tenía razón, tenía razón, Jorge… y después de eso obviamente que en la elección del 2004, que el Partido votó muy mal, esa noche del día de la elección, estaba en la casa de él, estaba allá en Suarez y me acuerdo que estaba Lito Alfie porque nos fuimos juntos con Lito, y estaban algunos ministros más que habíamos trabajado ahí, ese fue un momento de tristeza obviamente, porque un resultado que no era bueno.
después yo no recuerdo momentos tristes con él, todo lo contrario, tengo lindos recuerdos.

—Justamente, la siguiente pregunta es la contracara, ¿podía recordar alguna experiencia graciosa vivida junto a Jorge?

—Jorge era un tipo muy particular, como que se reía de el mismo, un día habíamos ido a… no me acuerdo si al interior… estábamos volviendo e íbamos en un auto, el manejaba su auto, pero íbamos en un auto con chofer y un guardia adelante, íbamos los dos sentados atrás conversando. Para en un semáforo y el que para al lado era un zapatero que le había vendido unos zapatos a Jorge, el zapatero baja el vidrio y dice «Jorge, ¿y los zapatos?» y Jorge saca el zapato por la ventana, siendo presidente de la República, y dice «¡Mirá que bien me quedan!» (se ríe). Una cosa que lo pintaba a el de lleno como era, pero también me toco viajar a la salida de la crisis en Miami, a una reunión organizada por el entonces embajador de Estados Unidos, y el gobernador de la Florida, Jeb Bush, su hermano era presidente de los Estados Unidos, y Jorge les dio una clase de política internacional comercial, los tipos estaban admirados, así que… no se hay tantas… era un tipo divertido, se reía todo el tiempo.
Así como era pasional y se enojaba, era más pasional y se reía, tenía una cantidad de cosas… pero me acuerdo de esa anécdota por distinta, ¡sacó el pie por la ventana el presidente de la República! y le mostró el zapato al zapatero que estaba al lado, ¡un fenómeno!

—¿Que cree que lo lleva a formar parte, a impulsar, a promover dos reformas constitucionales?

—Él era —como se dice hoy— un disruptivo, pensaba afuera de la caja, veía tres jugadas adelante de todos, yo creo que eso era lo que, me parece, lo que lo destacaba, eso lo llevaba a ver más allá de la coyuntura, estaba viendo siempre 15 o 20 años por delante, se daba cuenta que había que reformar la Constitución para avanzar.
Para ver las cosas era un hombre que estaba todo el tiempo pensando hacia adelante, una visión internacional, una visión de estado. Yo creo que hoy en día es la de Jorge, la de Lacalle Herrera, el propio Sanguinetti, era una generación de… si esto fuera la arquitectura, de grandes diseñadores, de grandes arquitectos, yo creo que hoy la política pasó a ser lamentablemente más de directores de obra, de gerenciamiento, y no de tipos de esa visión. Vos podés estar escuchando a Jorge dos horas y era un placer escucharlo y decías «Pah, tiene razón. Tiene razón. Tiene razón. Tiene razón» y aprendías, compartías, era un hombre que tenía muy claro los rumbos, Jorge era un hombre de una inteligencia superior, una inteligencia fuera de serie, de las personas más inteligentes que he conocido. Tenía ciertas facetas quizás que le balanceaba tanta inteligencia que era… que se enojaba, o ese tipo de cosas, que no se podía callar, cuando escuchabas que alguien decía algo que no estaba bien… le saltaba la térmica, y saltaba, pero era una inteligencia… pah… yo creo que ya no hay más como él.

—¿Y cuál es el aspecto de la personalidad de Jorge que usted más destacaría? Lo que usted cree que era Jorge.

—Jorge era un disruptivo, un hombre que no daba nada por sentado, lo cuestionaba si entendía que no era lo adecuado, era un hombre que no se quedaba callado, y que siempre sentía esa necesidad de arrancar para indicar el camino. 
Y si querés que te lo defina, era un gran amante de la libertad. Yo creo que de las cosas más arraigadas que tenía era que era un defensor de la libertad, libertad de todo, libertad de competencia, pero libertad de opinar, eso que te dije yo, libertad de que le grite la gente y lo insulte. Era un gran liberal no solo en el sentido económico, en el sentido político del término «liberal», libertad de opinar, libertad de expresarse, libertad de decir lo que te parezca… y él lo vivía así, el vivía esa libertad, no solamente creía en ella, sino que la vivía así, era libre de decir lo que tuviera ganas, no se lo callaba.

—¿Usted recuerda cuando fue la última vez que conversó con él?

—Yo creo que fue en el apartamento que tenia de oficina ahí en la calle bulevar Artigas y bulevar España. El de vez en cuando me llamaba y me decía que fuera a tomar un café o a conversar con él, casi siempre era hablar con política, el soñaba en ese momento, que yo me presentara a la interna y que él me ganara con Talvi (se ríe) porque él hacía eso todo el tiempo, levantaba un par de candidatos y los hacia competir, como que veía la competencia, entonces en ese momento estaba pensando ya en no ser candidato, y creo que la última vez me llamo y me dijo «Vos tenés que ser candidato», y me dio una— cantidad de motivos, el porqué, que no sé qué, que lo otro, y al final cuando me había levantado me dijo «Y yo voy a apoyar a Talvi y te voy a ganar» (se ríe). Él era así, no podías no reírte.

—Yendo ahora a la parte personal de la entrevista, me gustaría preguntarle acerca de cuándo usted dice que usted llegó a «sufrir» —que no sé si «sufrir» sería el término correcto— que estuviese con la batalla de Trafalgar.

—Sí, no fue sufrir no, Jorge sostenía que la batalla de Trafalgar había cambiado el mundo… y tenía razón, él le daba a la batalla de Trafalgar una trascendencia de cambio en la historia que hasta nuestros días tenía su influencia, porque hasta ese momento España dominaba los mares, y al dominar los mares España con su flota, obviamente se establecía un monopolio de transporte, y obviamente que no había posibilidad de que hubiera comercio mundial, después Trafalgar cuando Inglaterra derrota las flotas española y francesas, se abre el mundo al comercio y se empieza a comerciar, entonces Jorge a eso le daba una importancia tremenda y señalaba que eso había sido la base de todo lo que vino después, también eso lo llevaba al Uruguay, porque el sostenía que Uruguay mientras el mundo estuvo abierto, el Uruguay accedió a la riqueza, entonces señalaba que el mundo estaba abierto durante la Primera Guerra Mundial, que nos compraban nuestros productos y los colocábamos en Europa, después con la Segunda Guerra Mundial volvió a estar abierto, hasta la Guerra de Corea, pero después el mundo se cerró, los que estaban acá empezó ese asunto de cerrarse hacia adentro, apostando a los mercados internos, y Jorge decía «Che, pero nosotros no podemos apostar a un mercado de 3 millones de habitantes, tenemos que apostar a un mercado del mundo, porque somos 3 millones», de repente algún país como Estados Unidos podría hacerlo ¡y no lo hace! (se ríe) porque son millones, pero nosotros pocos, y él la tenía muy clara en ese sentido, y esa era su visión, pero Trafalgar le marcaba en eso, ¿no? ni que hablar.

—Usted también destaca que Jorge era una parte del Uruguay, que inclusive Jorge llega a decir que él es un bien inmueble de la Republica, ¿por qué cree usted en eso?

—Porque sí, porque uno creció con Jorge Batlle, estaba ahí (se ríe) como era parte aparte él, estaba la estatua de Artigas, Lavalleja y estaba allí Jorge Batlle opinando diciendo como eran las cosas, y peleando por sus ideas, estaba ahí, era parte del mobiliario de la República, sin dudas, era así, para los que estábamos de acuerdo con él y para los que no estaban de acuerdo con el también, era él, era parte de eso, era parte del Uruguay, fue primera línea del Uruguay durante 50 o 60 años, era un hombre que desde que era chico se había metido en la política.

—¿Qué opina usted de Jorge en cuanto a los temas novedosos? Usted comenta de cuando empieza a aparecer la energía eólica acá en el Uruguay, Gabriel Gurméndez comenta de cuando llegaron los primeros celulares y la tecnología 2G, ¿Usted qué opina con respecto a eso de Jorge?

—Jorge era un hombre sobre todo valiente, frente a sus ideas, fijate que cuando aquel plebiscito contra las empresas públicas, es porque las empresas públicas existentes, vos mencionaste los celulares, el Frente Amplio y algunos gremios resolvieron defender a ANTEL, y resolvieron mantener el monopolio de la tecnología fija, y no el monopolio de la telefonía abierta (se ríe), se abrazaron a algo obsoleto, como la tecnología fija y dejaron abierta la competencia ¡por suerte! de los celulares, entonces les ganó, les ganó. Era un hombre que decía «Vamos a generar inversión privada para el aeropuerto de Carrasco, y vamos a privatizarlo» y yo me acuerdo que nos gritaban «Vendedores de soberanía» y no sé cuántas cosas más, y hoy tenemos una terminal espectacular y es uno de los mejores aeropuertos de la región, premiado en el mundo, entonces Jorge era así, era un distinto, un distinto… si lo hubieran escuchado más… este sería un mejor país.

—¿Y eso está ligado con la capacidad que tenía de ver y preocuparse con el porvenir?

—Siempre, Jorge era el futuro, Jorge era el futuro, es un hombre que siempre te hablaba del futuro, siempre, pero más que nada sensibilidad, sensibilidad hasta con el tema de los desaparecidos, no se lo han reconocido, pero es el que logró los mayores resultados, se lo puso al hombro. Realmente era un tipo distinto.

—La pregunta de cierre es ¿cómo vive usted el momento en que se entera, y los días posteriores, a la muerte de Jorge?

—Obviamente que impactado, por cómo fue, cuando nos enteramos…. yo en el Partido había anunciado que no iba a ser candidato, estaba afuera, pero obviamente nos impactó lo que sucedió, y los posteriores nos pasamos pendientes de lo que podía pasar, y con gran tristeza cuando lamentablemente falleció… gran tristeza porque me parece que eso que había encarado, todavía le quedaba cuerda para seguir generando hacia el futuro y levantando gente para que trabaje en la política, el siempre decía… me acuerdo cuando fui… yo primero fui ministro de Turismo, después a la vez que era ministro de Turismo me nombró ministro de Industria, y cuando fui a nombrar al subsecretario de Industria yo le propuse a una persona —que no era del ambiente político— y me dijo «está bien porque la política tiene que ser una puerta de entrada para gente que no está en la política y no una puerta cerrada», y él se pasó toda la vida haciendo eso, haciendo esas cosas, abriendo las puertas a todos. Al primero a mí, al primero que me abrió la puerta fue a mí, yo estoy muy agradecido de que lo haya hecho.

Jorge Batlle en la voz de un joven: entrevista al Arq. Federico Villar

Jorge Batlle en la voz de un joven: entrevista al Arq. Federico Villar

En el marco de un ciclo de entrevistas sobre la figura del expresidente Dr. Jorge Batlle Ibáñez, intentaré mostrar desde una perspectiva personal las variopintas características de este personaje, tanto en su faceta política como en la personal. En esta oportunidad les ofrezco lectores, la oportunidad de leer una entrevista al Arq. Federico Villar, joven colorado de Salto a quién agradezco muchísimo su disposición.

—Primero, como a todos, ¿Cómo conoce usted a Jorge Batlle?

—Yo conocí a Jorge Batlle desde bebé en realidad. Siendo consciente, ya más de niño o adolescente, cuando iba a Salto, ya posterior a su presidencia, yo tengo hoy 26 años y la etapa de Jorge yendo a Salto y estando con mi madre, con mi abuelo, ya en un tono casi familiar, la viví posterior, de 2008 para adelante, hasta que falleció. Ahí fue cuando lo empecé a conocer más, que en determinado momento llegó a ser… mi madre lo cuidaba a Jorge, tenía las mismas precauciones que con mi abuelo, cuando venía las ultimas veces trataba de que fuera abrigado, de que comiera… porque Jorge llegaba a Salto y mi madre le hacía de chofer, ella lo subía en la camioneta y recorrían, y así iban a algún pueblo del interior de Salto, como a Colonia Lavalleja, lo llevaba a Jorge a hablar con la gente, a reuniones, armaban reunioncitas y Batlle iba, con su edad y todo.
Y el recuerdo que tengo es de mamá atrás de él teniendo las precauciones de una persona ya mayor, digamos, un cuidado como de un familiar. 

—Una pregunta más filosófica sobre el pensamiento de Jorge, ¿para vos, el Jorgismo es la evolución del Batllismo?

—Yo entiendo que son cosas distintas. Entiendo que el batllismo, de José Batlle y Ordóñez fue una cosa, para un momento determinado, de la historia natural de la vida del país y de la historia de la humanidad, porque ni siquiera tenía la influencia que podemos tener hoy en día, hoy por ejemplo se pone el socialismo, el marxismo, la Unión Soviética, el Che Guevara y toda una corriente política, del otro lado el capitalismo, en el sentido del fin de los tiempos, ya el mundo globalizado. Todos esos paradigmas que tenemos hoy, el batllismo no tiene nada que ver. Es de 1900, del arranque del 900, entonces fue eso el batllismo. Luego vienen otras cosas, fue una etapa de la vida del país que nos dejó muchas líneas y muchas cosas claras filosóficamente, que no se pueden mezclar y que se reinterpretan algunas, pero ya una vez que se reinterpretan, dejan de ser ese batllismo de Batlle y Ordóñez, pasan a ser otro batllismo y ahí es donde empieza «el gran relajo». El de Jorge Batlle, yo no sé si es la evolución natural, es una de las interpretaciones —que a mí entender— es la más actualizada y la más acorde a los tiempos que vive hoy el mundo, el mundo. No el Uruguay, el mundo, porque la visión de Jorge era global. Hay una entrevista que le hacen en TVCiudad, un muchacho que no sé el nombre…

—«Primera vuelta» es el programa

—Sí, primera vuelta, que él hace un análisis de las raíces que él toma del batllismo, ahí está muy claro el cerno del asunto, que de ahí parte él para después desarrollar su pensamiento, que Jorge elabora —según palabras de el— a partir de que conoce por vías de su suegro a los maestros economistas austriacos, que venían a dar conferencias en Buenos Aires y el suegro le dice que vaya a ver eso, y ahí creo que conoce a Hayek, o a Mises, y se enloquece y a partir de ahí desarrolla la teoría económica.
Pero las bases filosóficas es la que él describe, que saca del batllismo, por eso no sé si es la evolución natural, sé que es una de las interpretaciones que funciona mejor.

—La pregunta original es «¿alguna vez tuviste un roce con Jorge?» pero debido a la edad prefiero preguntarte, ¿alguna vez te retó por algo?

—Me retó sí, me retó.
A todo el mundo le decía que estudiara, a todo el mundo, y a mí me encajó que me pusiera las pilas con el estudio. después me embromaba con lo de arquitecto. Él tenía dos bromas con mi familia, que eran las de los «milicos», los militares, los generales, le decía a mi padre y a mi familia Villar sobre los generales, porque él se quedó con la idea de que mi bisabuelo, el abuelo de mi padre, fue general de los ejércitos del norte, que combatió contra Aparicio Saravia, y perdió —yo te hice el cuento por WhatsApp— que el general José Villar era el general de las fuerzas del norte del Río Negro, y perdió la batalla de Tres Arboles, la mítica e histórica batalla de Tres Arboles para los blancos… el que era el comandante de las fuerzas gubernamentales era mi bisabuelo. Entonces Jorge tenía muy presente toda esa historia y siempre nos embromaba con los generales, y siempre andaba con esos chistes… (piensa) —bueno, enganché otra cosa— a mí cuando me empezó a identificar más, siendo más adolescente o joven, me veía y me decía «el arquitecto», «ustedes son unos vende humo» me embromaba, y una vuelta que yo sabía que me iba a decir eso, una vez que lo fui a ver, me fui preparado, y le dije «bueno pero nosotros…» yo era un gurí, ¿no?, tenía 18 o 19 años, recién había arrancado facultad, y sabía que me iba a joder con eso y le dije «bueno pero nosotros Jorge, creamos espacio» eso le encajé, se empezó a cagar de risa, «pero déjate de joder» o algo así me dijo, se me cagó de risa, y me dijo alguna guarangada.
después me retó, la última vez que lo vi, que no me animé a ir de nuevo a su oficina. él me había dicho que fuera sin permiso, que fuera a estudiar, que fuera a estar ahí, a leer un libro, a cualquier cosa, y yo con todo el respeto del mundo imposible ir al despacho ahí de Jorge —yo cuando iba, iba por invitación de la secretaria, de Claudia Soto— y la última vez que lo vi me agarró y me señaló con el dedo y me dijo «¡No fuiste!» a los gritos «¡No fuiste!» y le digo «No…» —primero, me sorprendí que me reconociera en el público, estábamos en un evento, y segundo, no pensé que me fuera a retar así» me dijo «¡No fuiste!» y le dije «No, no, ¿Cómo voy a ir? tengo que pedir permiso» y me dice «¡Vos andá! ¡Vos andá! si querés andá a estudiar, andá a hacer lo que quieras, vos tener que ir allá» —al despacho—, y había quedado en eso
.

—¿Y tendrías alguna anécdota triste para contarme? Que hayas vivido con Jorge, ¿o que te haya provocado alguna mala sensación?

—Con Jorge no. La sensación —y esta anécdota es bastante particular— es de mi madre en realidad, que cuando él estaba ya en coma, luego de haber tenido el golpe en Tacuarembó, como yo te dije soy de Salto, y mi madre había venido a Montevideo, y él estuvo varios días en coma —nosotros obviamente no sabíamos nada— y mi madre se iba para Salto en la camioneta —creo que incluso sola—, y en vez de agarrar por la Ruta 3 —como agarra siempre—, agarró por la Ruta 5, y se cruzó con el convoy que venían sirenas, motos y autos, que traía a Jorge —ya en coma— al Sanatorio Americano. Y mi madre siempre dice —y esto se lo contó a Ernesto Talvi— y mi madre se emocionó mucho, ella dice que fue como una despedida, fue la última vez que lo crucé y lo vi, y fue una despedida, triste, porque venía ya… pero no sé por qué mi madre agarró por la Ruta 5 —esas cosas para los que son creyentes— Dios manda —mi madre lo recalca mucho— en vez de agarrar por la 3, y se cruzó con todo eso, fue una manera de despedirse —simbólicamente— y le quedó mucho a mi madre, y me eriza pensarlo.

—Para sortear este mal momento, y siguiendo con las anécdotas, ¿puedes compartirme una anécdota graciosa que hayas vivido con él?

—Y bueno… ¿Una anécdota cómica? Me voy a despedir de él cuando estaba en su despacho y me dice «Bueno, ¿y cómo anda el viejo?» por mi abuelo, y (se ríe) mi abuelo tenía dos años menos que él, me mira así y me dice «¿Cómo anda el viejo?» con la sonrisa de él ¿viste?, porque habíamos hablado de todo un poco, y me dice eso, «el viejo» era el compañero de él de andanzas de Salto, y «el viejo» tenía dos años menos que él, claro, 87 y 84 años mi abuelo, y yo decía «él le dice viejo a mi abuelo, que atrevido» pensaba yo «¡Viejo sos vos!» le digo.

—¿Vos que crees que es la parte de la personalidad de Jorge que lo lleva a formar parte de dos reformas constitucionales?

—Ese Jorge que yo conocí, ese veterano, tenía una personalidad impresionante, una capacidad impresionante a pesar de su edad, que uno diría que un veterano, de más de 85, u 80, no recuerdo que edad tenía por ese entonces, pero por ahí, diría que está más apagado, pero no, un ímpetu intelectual inmenso. Entonces era un tipo que enfrentaba las reformas, la vida, y estaba permanentemente pensando en el país, en todo el contexto nacional y el tipo tenía la capacidad de pensar, de nuevo, lo que estaba haciendo mi abuelo en Salto, mi abuelo siendo un personaje secundario en la política de Salto ¡de Salto!, imagínate del Uruguay, y con la misma impresionante capacidad, estaba pensando lo que estaba pasando el canciller de la República sobre su próxima… no sé, actuación pública. Entonces, una capacidad abismal, y que claramente lo hace componer con toda esa información que él maneja al mismo tiempo, componer un montón de cosas que le dicen «bueno, yo tengo la razón, esto tiene que ser de esta forma» y en base a toda esa información que él tiene, se siente muy seguro y logra enfrentar esas cosas… imagino yo.

—¿Te acuerdas cuando fue la última vez que conversaste con él?

—Sí, sí. Hablamos de, como yo le digo a todo el mundo, que él hablaba de Talvi, que es verdad, a todo el mundo que tenía alrededor le hablaba de Talvi, estaba muy ilusionado, te estoy hablando de antes de que Ernesto ni siquiera nada. Iba a arrancar los encuentros ciudadanos, que todavía eran en CERES, ni siquiera había arrancado con el encuentro ciudadano, y Jorge ya hablaba de Talvi por todos lados. Hablaba conmigo, con todo el mundo, incluso cuando yo estaba ahí entró un importante dirigente y lo hizo esperar para estar conmigo (se ríe) y me dice «porque tenemos todo armado…» —y ahí entró el dirigente— «¿vos que te pensás que vienen a hacer estos acá? estos vienen a armar…» o sea, el tipo ya estaba armando toda la estructura, la logística, con los viejos carcamanes de lo que se venía. Me habló de Talvi, y de la situación del Partido, yo le pregunté por algún Senador y él me decía que me quedara tranquilo. Y me entusiasmaba mucho, a pesar de ser un gurí de 18 años, el me daba manija con que me metiera y me daba protagonismo de primera digamos…

—Eso lo destacan muchos, la capacidad que tenía Jorge de hipnotizar y darte manija cuando te hablaba.

—Pero es que yo, un gurí de 18 años, ¿qué le puedo dar yo a él?, ¿no?, no sé, futuro nomás, pero promesas, porque en ese momento no era nada, y él me daba información, me dio conceptos de primera mano, cosas que de repente uno no debería repetir, y sin embargo él confió en mí, o me tenía ahí diciéndome cosas… capaz un poco de viejo chocho también ¿no? yo que sé (se ríe) el en sus últimos años ya era bastante imbancable, es real que estaba medio denso, porque claro, a pesar de ser un tipo importante, ya tenía sus años, y se ponía medio pesado —capaz siempre fue así ¿no?— pero del ímpetu que quería las cosas, pero ta…

—Bueno, sobre eso que dices, se puede ver en las entrevistas y en las exposiciones, pero inclusive en la interna dicen que él en los últimos años estaba totalmente fascinado con lo que él llamaba «los 4 tiempos» y la batalla de Trafalgar. ¿Llegó a hablar de eso contigo?

—No, a mí me habló —como te conté por audio— me hizo en 5 segundos —esa vez en la casa del partido— yo fui con mi madre, mi madre iba a saludarlo y yo iba atrás, y agarró frenó y me dijo ahí en 5 segundos me hizo una reflexión a mí —esa fue una de las primeras veces que me empezó a identificar más allá de mi familia— y me dijo que «vos tenés que estudiar porque fijate que en las cartas de Fulano de Tal que era el Canciller —o el ministro— de Luis XIV» —o algo así, uno de los reyes franceses— «él ya le explicaba la importancia al rey de la filosofía y fijate vos la importancia que tenía ya en ese tiempo» eso me lo hizo en un minuto y medio, a toda esa reflexión, yo quedé que dije «¡¿Qué carajo me está diciendo este tipo?!» después lo pasé en limpio con mi madre «Mirá… Jorge te quiso decir esto» (se ríe) pero me hizo esa, no me habló de los 4 tiempos pero me encajó esa.

—¿Y crees que te dejó alguna enseñanza?

—Sí, nos dejó, a mí no, a todos. Nos dejó.
Yo hacía la reflexión cuando él falleció que nos dejó la enseñanza de siempre hasta el final, y encararlo como una pasión —no solo como un deber— sino como una pasión, el trabajo y la labor pública, el servicio al país, es un servicio al país. Los militares tienen su parte heroica del punto de vista físico, de su arrojo, y nosotros —porque yo me siento— que estamos llamados los que nos gusta la política, a un servicio por el país, que nos consume la vida, porque la política te consume la vida, y Jorge fue así. Nos deja enseñanza de que le consumió la familia… el otro día escuchaba a Lacalle Pou en el velorio de Larrañaga, y hacía la misma reflexión, que Lacalle se refería a los hijos de Larrañaga cuando decía que de repente hubieran querido que su padre estuviera más, pero que Larrañaga era un tipo que se dedicaba al país, y Jorge era eso, Jorge Batlle se dejó la familia, es como dijo «antes que mí, antes que mis hijos, antes que todo, está el país», dejó la vida económica de lado, se enterró hasta la manija, se fue a Rivera a hacer negocios con otro conocido de mi familia, con Julio Fross, a ver que comía, en la ganadería… en fin, dejó todo en la cancha, dejó su apellido, porque también, se enfrentó a los ideales de su familia, no vino a conformar su legado de Batlle, no, vino a reconstruirlo, puso al servicio de la reconstrucción ideológica y la reconstrucción de los paradigmas del Uruguay su propio nombre y la historia de su familia. Por tanto, es brutal la entrega y el ejemplo de Jorge y hay que seguirlo. Quienes quieren hacer esto, tienen que entender eso
.

—Pasando a las personales ¿Cómo crees que fue la relación de Jorge —posterior a la presidencia— tanto contigo como con otros niños, jóvenes y adolescentes?

—él era… no te botijeaba, él te trataba de igual a igual, y era muy difícil, porque de repente vos vas a que un político te hable tipo padre, como que vos sos el burrito que no entiende mucho… no, él… me acuerdo una vuelta también —mientras me hablas me hago memoria— de una vuelta que fue a Salto, estamos todos reunidos, y reunió una gurisada, y vino un gurí o alguien y le hizo 4 preguntas, 4 preguntas me acuerdo, fue una impresión también que me dio, que le dijo algo así como «El MERCOSUR, ¿Cómo ves a la pandemia? ¿Qué opinás de los impuestos? y ¿qué opinás de los peajes?» (dando 4 ejemplos al azar) y agarró e hizo: Primera respuesta, le hizo 10 minutos hablando del asunto. Segunda respuesta, ni le preguntó que había sido, 10 minutos más. —Llegó a la tercera y yo no sabía que iba a hablar, porque yo no me acordaba de nada— Tercera pregunta, arrancó a hablar de nuevo. Cuarta pregunta… de nuevo, la capacidad de acordarse… el otro día veía a Lacalle Pou las preguntas de un periodista, ¿viste que le dicen «presidente le voy a hacer dos preguntas en una» y Lacalle Pou le dice que hace señas de que va a anotar, Jorge no. Jorge en la mente, o sea una capacidad… y con los gurises era así, y claro, te apabullaba ¿no? y como te digo, no te trataba del gurisito o niño «a ver te voy a explicar» no, no, te trabajaba en alta, «vos tenés que entender esto que te estoy diciendo», después tenías que sentarte a pensar a ver que había dicho, pero el loco muy de igual a igual, y consejos, a mí me transmitió mucha tranquilidad sobre el futuro del Partido, capaz yo ahí —no me animé a decírselo, lógicamente nunca— pero yo no estaba tan de acuerdo con él (se rie), pero él tenía una seguridad —me parece— que producto de… me parece que le pasa a una generación de colorados, que el Partido Colorado es el partido del Gobierno, que ya nosotros tenemos que cambiar esa cabecita porque vamos cada vez peor, y bueno él seguía con esa idea de que el Partido Colorado… «No… vas a ver», pero me transmitió mucha tranquilidad en su concepto.

—¿Cómo lo recuerdas y cómo te gustaría que sea recordado?

—Yo lo recuerdo como… —estoy tratando de explicarme bien— como un referente intelectual y un servidor de la patria, todo lo que uno tiene de patriotismo, lo ve como un enorme servidor de la patria, un referente desde el punto de vista intelectual. Yo no te diría que quiero ser como él, pero que hay muchas cosas que deberíamos de apuntar a hacer como él en el sentido de la formación intelectual, de la formación técnica porque él tenía un grado de información técnica que lo hacía un tipo integral, entonces hay que tener eso —no te digo ser un todólogo— pero tener alguna idea básica, entonces en eso es un referente, lo recuerdo así, me dejó un ejemplo de vida, si quiero ser un tipo exitoso para la política, tenés que tener un conocimiento… no tocar de oído, tener un poquito de conocimiento técnico.
Y después, del punto de vista de cómo quiero que lo recuerden, como un estadista que, como dice todo el mundo, que salvo al país, un salvador del país —pero no solo él, eh, porque tuvo un equipo y una gente tremenda— pero sin duda que a pesar de ser un tipo muy histriónico, yo no sé si él hubiera logrado —hablando más frio, y más objetivo, fuera de la admiración— si hubiera logrado tanta trascendencia en su presidencia si no hubiera pasado nada, porque es complejo modificar el Uruguay, si vamos a comparar gobiernos liberales Lacalle Herrera también era muy liberal, sin embargo fue un gobierno ahí… uno más. El de Jorge yo no sé si hubiese sido tan… rupturista, pero logro pasar a la historia porque salvo al país de un default económico y lo acomodó por las malas, lo acomodó por las malas, a donde tenía que estar y debería haber estado previo, porque si llegamos a eso fue porque veníamos con determinados desfasajes que Jorge lo acomodo por las malas, y después el Frente Amplio lo volvió a romper por supuesto.

—¿Como te sentiste al momento de enterarte, y los días posteriores, a la muerte de Jorge?

—Fue como perder un familiar, fue como perder un familiar. El tenía muchas similitudes de personalidad con mi abuelo, tenía muy asociada esa imagen de el con mi abuelo, entonces me entro por ese lado, del punto de vista emocional lo tenía ahí, y los días posteriores… lo más imponente que yo viví fue no solo el sepelio de él, donde obviamente fui y caminamos desde la casa del Partido hasta el Central, en esa caminata que era imponente porque los gritos de «¡Viva Batlle!», era erizante. también cuando hicimos el homenaje en la casa del Partido, en la sala que le pusieron «presidente Jorge Batlle», que vino un montón de gente, y vino un montón de gente de Salto, conocidos y de la barra de mi familia, y de la lista de mi familia, que vinieron varios y formamos un ambiente más familiar nuestro, de toda la vida, con mi madre y con toda la barra que estuvo siempre, y cantábamos todos juntos el spot «Me gusta la gente…» (cantando) ¡Pah!, y era ver llorar un montón de gente que yo no había visto nunca llorar, era la sensación de una vieja época que yo viví como niño y que para mí era muy imponente porque las campañas en casa eran muy especiales, revivirlo ahí y verlo que se iba con Jorge, y toda esa barra que sentía lo mismo y que aun hoy siente esa pérdida de esa época y todo eso que Jorge llevaba, de la 15… que hasta aun hoy emociona de pensarlo y a mi también me tiene muy en sintonía con todo lo de mi abuelo, porque mi abuelo era con Jorge, todo lo que pasamos con Jorge era con mi abuelo, entonces me entra por ese lado desde el punto de vista de la emoción.

Jorge Batlle en la voz de un discípulo: entrevista al Dr. Washington Abdala

Jorge Batlle en la voz de un discípulo: entrevista al Dr. Washington Abdala

En el marco de un ciclo de entrevistas sobre la figura del expresidente Dr. Jorge Batlle Ibáñez, intentaré mostrar desde una perspectiva personal las variopintas características de este personaje, tanto en su faceta política como en la personal. En esta oportunidad les ofrezco lectores, la oportunidad de leer el recuerdo de un compañero de luchas, el Dr. Washington Abdala, autor del libro «¡Viva Batlle!». Enormemente agradecido con esta gran persona, por su apoyo incondicional y gran disposición desde el primer momento.

—Naturalmente, la pregunta inicial es: ¿Cómo conoce usted a Jorge Batlle?

—Yo a Jorge lo conozco allá…
Primero mi madre era compañera de Jorge en la práctica forense —en la facultad de derecho— así que ellos tenían vinculación.
También por el lado de mis tíos había una vinculación, porque mi tío había sido integrante de la lista 15, había sido vicepresidente de la República, así que también había una vinculación fuerte por allí.
Y después Jorge… esas cosas, por allá por el año… yo que sé, te puedo decir —capaz no le emboco con precisión el mes— pero allá por el ’76-’77 Jorge había empezado algún tipo de reuniones pequeñas en casas de familia, y bueno, llamaba alguna gente, y yo tuve la fortuna de ser uno de esos que llamaban para darles un poco la narrativa batllista. Ahí con Gabriel Gurméndez y Eduardo Facio éramos un poco la «trilogía juvenil» del año ’78-’79-’80 de la Lista 15.
Básicamente por ahí.

—Una vez que usted se comienza a conocer con él, ¿en algún momento considera que forman una amistad? ¿O siempre hubo una cierta distancia entre ambos?

—Lo que pasa es que a Jorge… ¿Viste que… —por lo menos a mi generación— le cuesta mucho tener un vínculo de amistad con alguien tan grande? Yo tendría a esa altura del campeonato 18 o 20 años y Jorge tendría 30 o 40 y pico años más, entonces había una distancia tan enorme —que yo no lo miraba además como un amigo— yo lo miraba como lo miré toda la vida, como un tipo con una fenomenal capacidad intelectual, con un magnetismo muy potente en términos de carisma —lo que Max Weber llama cualidad irracional, que genera adhesiones a nivel inconsciente— y además, me había enganchado con la cabeza de Jorge, porque como Jorge era un tipo irreverente y yo suelo ser bastante irreverente —ahora menos de viejo— pero era bastante irreverente, tenía una cosa de mucha autoidentificación, entonces… no te puedo decir que fui su amigo, pero fui una persona que él apreció mucho y yo quise mucho.
Me parece que a esas distancias generacionales, en mi caso es medio faltarle el respeto si yo dijera «yo fui amigo de Jorge». No, yo fui discípulo, admirador, formé parte de su barra y lo disfruté mucho.

—¿O sea que él, desde joven, tuvo esa capacidad que se ve en las entrevistas de captar tu atención y agarrarte?

—Te hipnotizaba.
Hay pocos tipos en el Uruguay que tienen capacidad de hipnotismo político.
Jorge te hip-no-ti-za-ba, tenía una cosa de que además, lo manejaba de una manera natural.
Yo llegue a estar con Jorge en su apartamento ahí en el Cordón, reunidos… no sé si me lo vas a creer, pero es absolutamente comprobable esto porque no soy el único, andan por ahí Marco Tulio Boasso, Diego Beltrán, Elena Grauert, Santiago Torres, toda una barra de tipos, que Jorge te podía tener —no te miento—, entrabas a las 8 de la mañana a la casa y salías a las 12 o 1 de la mañana. Estabas todo el día con él, todo el día, el tipo hablando todo el día, atendiendo el teléfono, hablando para el diario, hablando para el exterior, lo llamaban de La Nación, y estaba todo el día contigo.
Una cosa… un tipo medio fuera de serie. Ya no existe más esa estirpe de políticos —yo estoy escribiendo algo justo ahora para INFOBAE en relación a eso— ya no existe más ese tipo de político clásico, con formación de todo. Hubo un día que me enloqueció con Ilya Prigogine, yo no tenía idea quien era, y me dice enojado «¡¿Cómo no sabes quien este tipo?! ¡Que ganó el Premio Nobel de física!», porque además hacía picardías con todos nosotros, nos iba aumentando el nivel de tensión. Agarraba y decía «Bueno, a ver usted, ¿No leyó este libro de Churchill?, tome, vaya y léalo. La semana que viene, vuelve y me lo cuenta». El otro día Gabriel Gurméndez subió en redes un libro, «Caminos de Servidumbre» creo que es…

—Lo vi, de Hayek, si no me equivoco.

—¡Ahí esta! Y se lo había prestado Jorge, pero Jorge se lo presaba para tomarle la lección después. O sea, te hacía esas picardías. Yo tuve una etapa con el… lo que te contaba, de Krause y Ahrens… ¡Me enloqueció!, con Alejandro Atchugarry estuvimos dos años trabajando en esos temas, para una fundación y para hacer todo un curso de formación de jóvenes políticos, y tuve que navegar en aguas bien difíciles. La investigación sobre Krause me costó mucho, pero lo logre llevar a buen puerto. Estaba el profe Anastasia que nos daba alguna mano, pero él era muy enciclopedista… yo te diría que es un político de rango enciclopedista, y no sé si quedan hoy ya en la tierra ese tipo de políticos, me parece que son muchos más los políticos del tiempo actual, que son mucho más segmentados, tienen más focos. Jorge era completamente transversal, podías tener una conversación que iba de filosofía, pasando por física y… o caballos. Yo nunca supe nada de caballos, lo puedo confundir con cualquier otro animal de cuatro patas, pero Jorge en materia de caballos disfrutaba de enseñarnos a los que no sabíamos nada el tema genético, y había una lección también allí, una lección como diciendo «Mirá si este es el hijo de este, y el primo de este otro, este bicho no puede ser malo…», uno aprendía…
Salíamos al interior, a recorrer el interior. Tengo cuentos muy pintorescos. Hay uno que no sé si lo puse en el libro, porque toda esta entrevista es con motivo del libro. Hay un cuento que nos fuimos a Tacuarembó, y una mujer que había fallecido el esposo, nos regaló no sé cuántos pares de zapatos —te lo juro que es verdad lo que te estoy contando— y nos vinimos a Montevideo con 10-12 pares de zapatos, y él me dejó en la puerta de mi casa, en Feliciano Rodríguez y Soca, a las 2 o 3 de la mañana… y cuando me voy a bajar me dice «No, no pará. ¿A dónde vas? Momento.» —era un Dodge que tenía, un viejo Dodge— abrió atrás y me dio 3 o 4 pares de zapatos del pobre individuo que había muerto. Y anduvimos años con los zapatos de alguien, que yo no sé quién era, pero él andaba con esos… lo cual te demuestra que Jorge hubo una época que la pasó mal.

—Creo que en el libro usted comenta que son los únicos pares de zapatos que tenía Jorge.

—Claro, andaba mal. Andaba mal de zapatos, andaba mal de ropa… era una época muy austera, que la pasó mal económicamente. En la cocina de Jorge en el apartamentito de Cordón no había absolutamente nada. A veces había un Bracafe que traía Moreira, no había Bracafe ¡Bracafe!, no tenía azúcar ni Sucaryl, nada, un agua caliente con una gotita de Bracafe, y arréglese mi viejo, con esto es toda la tarde.

—También usted comenta en su libro que el apartamento era prestado, ni siquiera de él.

—El apartamento de un íntimo amigo de él, que se lo presta porque tampoco él tenía peculio como para poder comprar un apartamento. Cuando aquella historia… a ver, si hubiera sido cierto, lo de la infidencia —que por supuesto no lo fue—, la infidencia la gente no sabe lo que es, que era haber obtenido alguna información privilegiada para eventualmente apoderarse de la utilización del manejo del dólar y comprar dólares en la diferencia —que en aquella época pegaba unos saltos escandalosos— nunca lo hizo Jorge Batlle a eso, nunca lo hizo, no, nunca, nunca lo hizo. Y bueno, a la evidencia me remito, era un individuo que, en plena redemocratización, porque ya estábamos hablando de cuando él era… estamos hablando de un Senador de la República, quiere decir que él venía con unos agujeros económicos monumentales. Esa es la realidad.

—La siguiente pregunta justamente era sobre su opinión acerca de la infidencia, pero ya lo contestó, así que procedo a preguntarle acerca del siguiente episodio importante en la vida de Jorge, que es cuando va preso. ¿Usted cree que fue el primer preso político?

—Sí, yo creo que sí, porque inclusive él en algún momento lo dice.
Es verdad que había habido detenciones de otra naturaleza, pero la detención de Jorge Batlle tenía un simbolismo muy importante, porque era atreverse con un individuo que era un republicano, un liberal, un demócrata por excelencia y que, en realidad, se le había puesto en la mira junto a otros, porque allí la lectura era muy peligrosa, cuando se hace eso con Jorge Batlle es porque se va contra la política. O sea, la noticia era «cuidado porque esto viene duro contra la política y los políticos», y era medio inconcebible, porque todavía había gente que seguía dudando de que podía haber un quiebre institucional, y en realidad los hechos se demuestran solos, la historia no es contra fáctica, la historia es la que es, y efectivamente, yo creo que sí, para mí fue el primer preso político.

— ¿Usted cree que la filosofía de Jorge es la evolución natural del batllismo?

—Es una buena pregunta filosófica, además me gusta mucho.
Yo soy de los que cree que el pensamiento filosófico del batllismo ha tenido una… se ha ido «macerando», entonces hay mucha gente que habla del primer batllismo pero no sabe ni quien fue Göran Lindahl, ni quien fue Vanger, ni quien fue Grompone, y han leído poquito de Batlle, ni siquiera el libro de Giudici y González Conzi, que es el propio libro autorizado por Batlle y Ordóñez, corregido, la versión corregida.
La verdad es que el primer batllismo —me gusta insistir en esto— y Jorge Batlle se parecen muchísimo, porque hay toda una teoría del primer batllismo, el neobatllismo de Luis Batlle con una especie de postura desarrollista, y ya la llegada de Jorge, que es una llegada en donde… que poco menos que reniega del Estado, y tiene una construcción estrictamente liberal-reduccionista… y yo francamente creo que esto es un equívoco, creo que no está bien, creo que en todo caso hay un Luis Batlle que sí es un protagonista de una epoca donde la industrialización era imprescindible llevarla adelante, y que obviamente la palanca del Estado podía monitorear, y había una circunstancia, un contexto internacional beneficioso porque la economía del Uruguay estaba parada en un momento ideal para el mundo, lo que hoy le llamamos los commodities. Pero el primer batllismo, el de Batlle y Ordóñez, y el batllismo de Jorge Batlle, tienen enormes similitudes, porque básicamente los hombres no se juzgan por lo que declaman o por lo que establecen en el plano retorico, sino por lo que desarrollan y por lo que hacen.
Te voy a dar un ejemplo simple: si Jorge Batlle no toma la decisión de apretar los dientes y buscar un oxِígeno internacional económico en el 2002, para que vengan los 1.500 millones de dólares, si fuera un liberal… —neoliberal como lo plantean algunos— lo que hubiera hecho es decir «acá el mercado dictó que no hay más espacio para nadie, lamento mucho, los bancos que tengan que caer que caigan, con ellos caen sus ahorristas… y bueno el mercado reasignará»… hizo exactamente lo contrario, o sea, recorrió el camino de pedir un oxígeno internacional, obviamente endeudar el país porque no tenías otra que endeudar al país, para luego con ese propio dinero generar una especie de calentamiento de la economía muy «schumpetereano» si querés, hasta «keynesiano» se podría decir, y volver el país a la normalidad y entregarlo en manera prístina y clara como lo hizo en 2004 para el gobierno del 2005. 
Así que yo no veo eso de que Jorge Batlle tenía un… a ver, el Gobierno de Jorge Batlle no cerró empresas públicas, lo que trató —dentro de la medida de lo posible— fue generar —cuando era posible, previo a la aftosa y previo a crisis— te diría una postura moderada, no de gasto. El planteo que se podría hacer discrepante es:
¿Jorge Batlle era un tipo que pretendía usar del gasto público? No.
¿Jorge Batlle era un individuo que quería un déficit fiscal ajustado? Sí.
Pero todo eso también lo pretendía Batlle y Ordóñez, en otros términos y bajo otra concepción histórica en términos de tiempo, de tiempo, pero… los instrumentos, si bien eran distintos, y las épocas eran distintas, porque no nos olvidemos que Batlle y Ordóñez toma un país en donde el Imperio Británico es abandónico, en donde en realidad se está saliendo de escena Inglaterra porque se está quedando con poco oxígeno, esa es la verdad verdadera, por eso los trenes, el gas… Entonces eso que se dice, el primer batllismo es poco menos que hegemónico en términos de empresas públicas y Jorge Batlle… Jorge Batlle lo que declamaba era, el gran descubrimiento económico que hace es algo que todos en esa época empezábamos a saber y entender es: cuidado con el desorden fiscal, o cuidado con el exceso del gasto público, cuidado porque eso algún día termina generando niveles de inflación tan elevados, que son los que dañan a los sectores más humildes. El impuesto inflacionario es el impuesto que castiga a los más débiles y a los más humildes, y si el Partido Colorado y el batllismo es el escudo de los débiles, el eje se cierra de esta forma. Yo creo que él lo efectivizó y lo llevo adelante de manera correcta, y esta es una visión analítica, politológica, esto se puede hacer desde el plano de la ciencia política, pero también desde el plano de la filosofía. 
Hay algo que me gustaría anotar es que el pensamiento de Jorge y el de Batlle y Ordóñez es similar en materia de espiritualismo-racionalismo. De Batlle y Ordóñez hay una confusión en torno a Comte y se dice que había tenido ciertas veleidades con el positivismo, no es cierto, tú lo sabes porque has leído a Krause y Sanz del Rio, y el krausismo de Batlle y Ordóñez arranca en la epoca de Prudencio Vázquez y Vega, y previo, y ahí hay una inspiración filosófica importante. Y Jorge, termina sus días en una concepción radicalmente krausista y espiritualista, o sea, en ningún momento reniega de eso, y eso también me parece que son como fenómenos convergentes, y es lindo analizarlo en el plano filosófico porque a veces la mirada del batllismo es una mirada en donde a los batllistas se nos imputan etiquetas de «sos esto, sos lo otro» y en realidad somos bastante simples, tenemos una transversalidad filosófica gigantesca, apertura mental para tener dentro de nuestras filas gente que tenga una concepción religiosa o no, pero en el plano del desarrollo del Estado si tenemos, te diría que ideas bastantes claras, y que quizás son ideas que tienen mucho que ver con el republicanismo, nosotros somos en el fondo básicamente republicanos —republicanos no en el sentido norteamericano, donde estoy yo ahora, sino en el sentido de la concepción republicana de la palabra—.

—En realidad esta entrevista buscaba ser basada en dos libros, por supuesto en «¡Viva Batlle!», y en este otro que tal vez también lo conozca… (le enseño el libro «Crónicas del batllismo histórico», también de su autoría) pero por problemas logísticos no llegó a tiempo.

—Ese sí, también lo conozco. (se ríe)

—Pero al llegar sobre la fecha, no pude tomarlo en cuenta. (riendo)

—No hay problema. (riendo)

—Usted, tal vez en el plano filosófico, o en el plano político, ¿Usted en algún momento tiene un choque, o roce con Jorge? Debido también a su personalidad.

—Jorge con nosotros tenía momentos de calentura. (se ríe) Sí, se calentaba con nosotros —cuando digo con nosotros digo con toda esa generación— pero como se calentaba, se descalentaba, Jorge tiene o tuvo algo muy lindo que es un tipo sin necedad, sin rencor. Con Jorge de repente te podías calentar porque tomaba una decisión que te sacaba de casillas, en la vida de los partidos siempre hay momentos donde vos decís «¿Pero cómo vas a designar a Fulano en la Unión Postal» —por decirte algo—, entonces uno que era un joven atrevido —porque cuando vos sos joven, uno tiene un nivel de atrevimiento descomunal— entonces vas y le decías «¿Por qué? ¿Qué hace Fulano en tal lugar?» o «¿Por qué no hacemos tal cosa y hacemos una movida, juntamos la gente en tal lugar?», pero claro, Jorge era un tipo temperamental, y a veces… te mandaba al garete, te mandaba al garete tranquilamente, y como nosotros le discutíamos a él de… —que atrevidos ¿no?— de igual a igual, alguna vez sí… te sacaba, te sacaba, él te sacaba, y nosotros me parece que lo enloquecíamos también, porque ahí había, yo diría… un grupo de psicópatas políticos intensos, nosotros éramos un grupo de psicópatas políticos que estábamos todo el día con este asunto, entonces todo el día le andábamos alrededor como moscardones… ¡Y él también! Entonces era un grupo de gente que estaba para terapia toda. Una barra de 15 o 20 tipos que estábamos todo el día… Mirá, la primera Intendencia de Montevideo (posterior a la dictadura) fue la del Dr. Aquiles Lanza, yo era edil en esa epoca y bueno… fallece Aquiles que era un genio, y después vino el Sr. Elizalde, que había sido profesor de práctica forense, un buen docente de facultad, pero la gestión era… era… delicada, no era buena. Yo escribía en El Día, en esa epoca, entonces agarré y mandé unos sueltos, y los sueltos eran medios duros… porque éramos gobierno, teníamos la intendencia en términos de gestión, pero yo había empezado a desidentificarme con la gestión, y empecé a ser lo llamaba «oficialismo-constructivo-crítico» (se ríe). Entonces un día me llama (Jorge) y me dice «Abdala… este inventito del “oficialismo-constructivo-crítico” ¿es suyo?» —porque era un suelto— y yo le digo «Bueno… sí», y yo me asusté porque pensé «me va a barrer», y le digo «Sí, sí. La verdad que sí, porque me parece que si seguimos así…  esto va mal», (Jorge le responde:) «Bueno, bueno, sigamos a ver, llame a Fulano, a Mengano» entonces le encantó la idea del oficialismo-constructivo-crítico y empezamos por allí.
Por eso, te sorprendía a veces en algunas cosas, en otras se calentaban por cosas que de repente eran chicas, porque nosotros —no se si la vida de ustedes ahora es igual— pero nosotros éramos re complicados, porque había un acto entonces… «Bueno, ¿Quién habla primero? ¿Y quién lo cierra? ¿Y quién está en el medio?», eso era enloquecedor, y lo enloquecíamos, lo enloquecíamos porque ahí nos ganaba la ignorancia te confieso, después cuando te vas poniendo grande te vas dando cuenta que al final lo importante es formar parte de un equipo, y tener una vida idealista ¿no?, con ideales. Yo creo que lo que a nosotros… por eso al libro yo lo puse como «el ultimo idealista» porque él tenía una cosa muy quijotesca, muy de ir contra la corriente, muy de subvertir, y muy —a veces— de enamorarse de una idea, y bueno al minuto, no le daba tiempo a la serenidad —en eso yo tengo que seguir aprendiendo porque yo tengo el mismo problema de serenarte— y ya llamaba por teléfono y lo llamaba o a Seregni y hablaba con Wilson… con Gurméndez presenciamos -de colados, nosotros- en Anchorena, nos fuimos a Anchorena —siendo unos piojos, sin existencia, porque éramos nada, unos ediles ignotos— entonces nos fuimos a Anchorena a una reunión que hacía Sanguinetti y había invitado al presidente Argentino, Alfonsín, y estaba Wilson, y bueno… nosotros nos metíamos ahí al lado de Jorge Batlle y de Wilson a ver la conversación. Yo no te puedo reproducir la conversación porque es una conversación de dos tipos de una agudeza, que se sacaban chispas… y yo le decía a Gabriel «yo no sé si te das cuenta que estamos viviendo una cosa media histórica…» porque estábamos viviendo lo histórico de Sanguinetti con Alfonsín —que era notable, en Anchorena— y a la vez habíamos participado en la punta de una mesa poniendo cara de que no estábamos en el tema, pero oyendo todo, a Jorge Batlle y Wilson Ferreira, en un dialogo hiper fermental.
Eh… no, yo conocí pocos tipos punzantes, agudos, como él en Uruguay en términos de tipo que sabía hacer cirugía con algunos temas… muy pocos. Y te diría que —esto no está reconocido, y es un error, habría que mostrarlo más— era un gran orador… era un gran orador, a pesar de que tenía una voz que no lo acompañaba, porque tenía una voz media chillona, y logró al final de los años —yo esto también lo he ido aprendiendo, que vos tenés que encontrar tu registro vocal, tonal, y hablar en tu registro— y muchas veces él forzaba la voz, porque venía de una escuela discursiva, que era una escuela discursiva que tenía ciertas cadencias, y tenía un cierto ritmo y una cierta velocidad… y él en realidad —si vos mirás las entrevistas— cuando te digo que es un hipnotizador, lo es.
Hoy casualmente estaba mirando en Instagram, Martín Fablet le sube una, de algún momento… y en realidad, Martín queda hipnotizado, porque en vez de hacer de entrevistador queda como anulado… hace dos preguntas y el otro (Jorge) le va llevando la carga… tenía un gran talento para eso. Para las entrevistas tenía un gran talento, para irte llevando hacía la zona donde a él le interesaba que el mensaje recorriera, era un individuo —te repito— con una retórica que hoy prácticamente no se ve.

—Yo vi eso que usted comenta y le tuve que escribir a Martín, porque no podía creer la coincidencia de que, al momento de estar realizando estas entrevistas, Martín comienza a subir esos videos.

—¡Exacto!, exacto. Mirá que Martín, que es mi amigo, es un tipo muy inteligente y ese programa es un programa que además tiene un guion, una edición, y yo miré esa entrevista cuando la hizo Martín, y es una entrevista imposible, hacerle una entrevista con ironía y mordacidad a Jorge Batlle, ¡estás loco! perdiste 4 a 0. Porque Jorge Batlle en términos de ironía, mordacidad, picardía, te gana 4 a 0 en el arranque. Es más, había algunos periodistas de la epoca que no terminaban de captarle el hecho de que él te exigía como entrevistador que tuvieras cierta capacidad de llevarlo en alta, no solo que le tiraras centros, le gustaba mucho ese juego de la cosa contradictoria, de contencioso, un tipo… por eso te repito, medio fuera de serie.
Fue un gran senador, un gran senador de la República. Un sostén importantísimo para el gobierno de Sanguinetti en el primer ejercicio, un sostén enorme, absolutamente enorme. Eso se recuerda poco, pero esa es una realidad también, porque era un gran Senado pero… a ver, había un vicepresidente como Tarigo que era descomunal, porque Tarigo era la probidad moral en persona, toda esa generación nuestra los miraba a ellos tres, a esa trilogía Batlle-Tarigo-Sanguinetti como tipos que vos decís «Pero pará, esto es… la liga de los superhéroes, están en otra dimensión», y efectivamente estaban en otra dimensión, y acompañados por elencos como Adela Reta y… vos mirabas y decías «Mmm… me parece que acá nosotros colamos en el 2094 más o menos» en términos de aportes. (se ríe)
Pero era bárbaro, sentías que… los tres, pero Jorge de alguna forma, como tenía esa herencia batllista, te hacía sentir que estabas con él atravesando pedacitos de la historia. Una cosa muy linda, muy hermosa que él generaba.

—Ya que usted me está comentando anécdotas, ¿podría recordar alguna anécdota triste que haya vivido junto a Jorge?

—Yo te diría que una anécdota triste fue cuando El Foro y La 15 se divorcian. Para mí fue un muy mal momento, porque yo primero no lo vi venir, la verdad no lo vi venir, tenía la sensación de que todo iba a recorrerse de alguna forma más serena. No sabía quién iba a ser el candidato, pero no me imaginé que iba a haber una pugna entre Tarigo y Jorge Batlle, y que la barra de Sanguinetti íbamos a quedar de un lado y la barra más ortodoxa de Jorge iba a quedar del otro. Yo ese momento lo pasé mal, para mí fue un mal momento, fue un momento que me generó —ahí tenés— unos años de distancia, que yo sufrí mucho porque yo soy un tipo bastante afectuoso, y vivo la política de una manera que tiene que ver con las emociones, a mí me atraviesan las emociones, y me pasa con la gente. Yo no vivo la política como la viven algunos que son profesionales de la política y que si mañana tienen que ser mercenarios y tienen que atacar a Fulano o defender a Mengano… yo la vivo como una causa. A ver, yo soy embajador de este gobierno y para mí el presidente es una referencia y para mí es mi autoridad, y tengo un vínculo con él que prefiero calificarlo yo. Pero pasa por las emociones, y a mí el vínculo con todos ellos, con el batllismo, con estos líderes batllistas, pero con Jorge en especial, en ese momento se me estropeó. Y se me estropeó porque él no podía entender por qué uno quedaba de un lado y otro del otro, y yo nada… tenía una postura más sanguinettista, siempre he tenido una ética que considero intachable, nunca me he hecho una macana… me parecía que yo no podía estar en otro lugar que no fuera con Sanguinetti dado mi recorrido hasta ese momento, pero después con la perspectiva del tiempo, con los años y con las décadas y la… iba a decir la amistad pero no corresponde, pero la vinculación, me di cuenta que ese fue un momento irrelevante, porque fue nada, después cuando él era presidente de la Republica y pegaba un telefonazo —yo era presidente de la Cámara de Representantes— estábamos sacándole el presupuesto, me llama un día —esto te lo puede contar Hierro— me llama y me dice: «Estamos con el lío del ministro de Economía» y Alejandro era el que tenía que ser el ministro de Economía, entonces me llama y me dice —así como te lo estoy diciendo— «Cruzáte, andáte al despacho de Hierro y convénzanlo» y yo le dije «¿Cómo?» «Andá, cruzá al despacho de Luis Antonio Hierro y hablen con Alejandro»

—Alejandro siendo primer senador, ¿No?

—Alejandro siendo el primer senador, te juro que empezamos a las dos de la tarde, eran las ocho y media de la noche y no podíamos… no podíamos. Alejandro tenía una mirada, que en ese momento no lo terminaba de asumir… porque claro, Batlle lo había llamado, Hierro y Abdala lo estaban —en alguna medida— convenciendo y bueno… fue una tarde de una tensión… Imaginate lo que fumaba Alejandro en esa epoca, que fumaba, fumaba y fumaba, el otro (Hierro) tomaba café y yo no sé qué agarraría, no me acuerdo… pero fue un estrés descomunal.
A la noche estaba ya Alejandro bien, pero no fue un tema de: bueno nos sentamos, Alejandro esto está muy duro… ¡Fueron horas y horas! de pensar el escenario, para adelante, para atrás, ¿qué va a pasar con la gremial esta?, ¿la gremial bancaria?, ¿la otra?. Yo ese año la pasé muy mal, el año cuando se nos viene el mundo encima, lo pasé muy mal. Tuve una sensación de que era muy injusto lo que estaba sucediendo…
Pero la vida es así, hubo que enfrentar la aftosa y la crisis económica, son circunstancias que se producen y bueno… yo que sé.
Pero ya te digo, el momento más triste fue ese el de la ruptura, y después cuando él era presidente era un placer… y en la previa también, en los años anteriores, mil historias con él, hay historias de todo tipo y calibre, preciosas, siempre lindas.

—Justamente, para pasar este mal trago, ¿podría comentarme una anécdota cómica o graciosa que usted haya vivido con Jorge?

—Jorge lo que tenía era que era un ser humano pintoresco, por ejemplo, te citaba a las 7 u 8 de la mañana, te abría la puerta y te recibía con el pijama rojo. A ver si me entendés, ¡con el pijama rojo!, y se sentaba a lo británico, con los asientos de Baltasar Brum —que creo que todavía los tienen los hijos— cruzaba las piernas, y empezaba a tomar mate. A mí la escena me resultaba como… asincrónica o asimétrica (se ríe) ¿me entendés? o sea… pará un poquito, este es el líder del partido, este es el último Batlle, está de pijama y yo —en esa epoca íbamos todos de corbata— ¡era una escena muy loca! (se ríe) y además arrancaba a las 7 de la mañana, por eso que te digo, que él era nocturno, pero tampoco se levantaba tarde… no era ordenado en esa epoca con los horarios, no era un tipo ordenado. Y otro momento muy divertido fue cuando me invita a almorzar un día a Suarez siendo presidente y era con aquel primer ministro español, no me acuerdo el nombre… era del PP, no era Aznar, era el otro, el que vino luego de Aznar (luego me escribió recordando que era Rajoy), y Jorge estaba en la reunión de MERCOSUR, y se empezó a atrasar… 20 minutos… media hora… una hora… y yo ya no tenía argumentos para sostener, vino Hierro y a veníamos estirando a la conversación. El tipo llega —es tan magnético Jorge— que no pasó nada, enseguida se difuminó y generó un clima de distención, tenía esa cosa de que el tiempo normal nuestro no era el mismo tiempo que para él, los horarios pasaban distintos, las horas eran como más largas se podría decir, sí.

—También relacionado con la personalidad de Jorge, pero dejando un poco de lado a su parte cómica, a su parte un poco histriónica, ¿Qué cree usted que lo impulsa a él a ser parte de dos reformas constitucionales?

—La del ’66 él sentía que el sistema de partidos —te hablo como politólogo— que el sistema de partidos se estaba agotando, que los colegiados ya no funcionaban, y que de alguna forma había que dar el salto hacia la modernización. La tiene absolutamente clara, y fue un acierto. Esa reforma es una reforma en donde modula buena parte del régimen político que todavía hoy sigue vigente. La del 95′ ya es una reforma distinta, allí ya hay una lectura más político-electoral o político-coyuntural, nos pesa más el hecho de que Jorge venía viendo de hacía tiempo que de alguna forma u otra había como dos grandes escenarios en la vida del país. Estaban —de alguna forma— los republicanos de este lugar, y si querés el otro modelo, el que lo confronta. Eso, más la organización interna de los partidos, y las elecciones internas… porque es curioso, Jorge Batlle era un tipo muy intenso en las elecciones internas, le gustaba mucho dar espacio a la gente «¿Tú querés ser diputado?, ¿Tú querés ser senador?, ¿Tú querés ser edil?, ¿Tú querés ser concejal? ¡Vas, abrís tu lista! la 7844, 563… y le metés para adelante» y eso le había dado como animo a él y le permitía jugar en el terreno que él quería.
Yo creo que las dos reformas las hizo plenamente convencido, las impulsó plenamente convencido. La del ’66 es mucho más estructural que la del ’95, porque la del ’95 es de alguna forma u otra más política. La del ’66 es estructural para con el sistema de gobierno, para con la propia dimensión del país, para con la propia creación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, dota a la Secretaría de la Presidencia de la República de un piso jurídico… Mirá, nadie sabe mucho esto pero ellos son —los del ’66— los que le dan a la Secretaría de la Presidencia de la Republica, y a Planeamiento y Presupuesto la calidad de ministros, son como superministros, que son además —lo sabés, no pueden ser censurados— entonces son las patas que mantiene el presidente de la República para dentro del Consejo de Ministros funcionar… porque si vos mirás, hay que pensar en el Uruguay como ha sido, a veces los gobiernos han tenido participaciones —de repente como las actuales— con ministros de distintas orientaciones, entonces cuando hay un Consejo de Ministros el Presidente no puede estar desnutrido, tiene que tener fortalezas, y sus fortalezas son OPP y Secretaría de la Presidencia, la mirada económica y la mirada jurídica, tú me dirás «bueno pero se supone que el ministro de Economía…» está bien, pero alguien puede mirarlo desde un plano externo, desde un plano macro, y el presidente de la República tiene que tener una mirada como global, pero te digo que la reforma del ’66 es una gran reforma, para mí es una reforma de las más inteligentes de su época, y algo que a veces se confunde —ayer leí algún periodista que decía «no, las reformas las hacen los constitucionalistas»— las reformas las hacen los políticos, pensando en política para que funcione mejor la política, desde sus dimensión filosóficas. No las hace Platón, las hacen individuos que razonan políticamente y en sus propios encuadres políticos, y tratan de pugnar —de alguna forma— en el do ut des del derecho romano, generando una mayoría especial para que eso salga adelante. Y esa es la verdad, fueron dos buenos instrumentos jurídicos, muy buenos instrumentos jurídicos.

—Capaz que me equivoco, pero con lo que usted dice que la impulsan los políticos, pero además Jorge es político que la impulsa, pero luego también es constitucionalista, ¿no?

—Totalmente.

—Porque ayuda a redactarla con Sanguinetti, la primera y creo que la segunda también.

—Estas acertado en las dos, en las dos aportó, en las dos escribió, en las dos fue… digamos… factor fundamental. En ambas le metió lapicera, es verdad, es verdad.
Habría un núcleo luego de juristas que en todo caso ornamentaban todo eso, pero ellos eran los impulsores, e inclusive Sanguinetti metió mucha mano también, pero los dos, los dos, porque el modelo de reforma que tenían en la cabeza era en el fondo salir del sistema político anterior, que venía con letanías, que le faltaba velocidad, le faltaban instrumentos parlamentarios para ir más rápido, tenía un Poder Ejecutivo que no tenía intensidad, por eso ellos arman este sistema semipresidencial… que al final es un sistema presidencial atenuado —para mí, esto en ciencia política es todo un debate, si tenemos un presidencialismo atenuado con un nivel de parlamentarismo— la definición no importa, pero lo que se hizo es muy bueno y yo creo que hasta hoy sigue funcionando, la verdad.

—Y cerrando este punto de la personalidad de Jorge ¿Cuál es el aspecto de Jorge que usted más destacaría? ¿Cuál es que usted dice «esto es Jorge»?

—¡La creación!, la creación, creatividad pura. Era un tipo que vos ibas con un problema y tenía capacidad de creación inmediata. Los políticos a veces son muy de manual, tocás el botón 4 y el tipo responde con la respuesta 8, tocas el botón 7 y sale la respuesta 16, pero Jorge era un tipo creativo, sacaba figuritas de donde no estaban, tenía una mirada muy global. Conocía el mundo sin haberlo viajado tanto, porque lo había viajado lo suficiente pero no era un tipo que vivía arriba de un avión, no le gustaba mucho. Te diría que viajó lo suficiente en algunas épocas, estuvo mucho tiempo en Europa, hay anécdotas maravillosas, hay un cuento divino de cuando ve las manifestaciones de los maoístas en París —o en Alemania, no recuerdo en dónde, en uno de esos dos lados— y se reía de las ropas con las que iban vestidos, porque iban todos chetos y decía «pero si estos son los maoístas…» era una cosa muy loca. Un tipo muy creativo, la política necesita individuos que tengan esa capacidad de creación.

—Una que si no me equivoco ya la dijo, en alguna entrevista, pero me gustaría saber si es la que tengo en mente, ¿recuerda su última conversación con él?

—Yo me acuerdo sí. Tengo una conversación con él que me empieza a hablar de como tenía que ir el Partido, y como tenía que ser el escenario a futuro, y ahí me da alguna señal, y yo no tenía certezas de nada, estaba completamente perdido. Entonces me dijo «de repente capaz que podría ser Ernesto, y de repente podría haber algo más» y yo la verdad que no entendía bien el contexto del momento. Y por supuesto que no lo contradije, pero lo que hice fue preguntarle por los otros sectores, sobre todo entrar en la filigrana muy chica del interior, y decir «Fulano, Mengano, Perengano, Sultano… y este con quien iba a estar…» porque esas cosas pasan adentro de los partidos que uno conoce mucho, y me acuerdo que me dejó estresado, me dejó estresado… me dejó contento, porque lo vi motivado —y eso me parecía interesante, que estuviera motivado, que estuviera con ganas— pero me dejó estresado porque decía «Pah, pero…» porque yo no veía además lo que luego no vio nadie, que Sanguinetti iba a aparecer en escena también. Mi película era si Ernesto iba a ser el candidato —que era una hipótesis— necesitaba un contradictor, yo siempre he creído que dentro de los partidos cuando hay monoteísmo, los partidos se hunden, los partidos necesitan tener bifurcaciones, yo en ciencia política lo enseño en facultad, el efecto «catch-all», la única manera que un partido funcione es que tenga dos o tres alas, una no alcanza, una es «somos todos monjes tibetanos» ¡No!, tiene que haber unos que van para un lado, otros que van para el otro —dentro de un clima—, puede haber un centro, y mi miedo era que él estaba convencido de que había que hacer una construcción única, y yo le decía que tenía que haber como varias tiendas… y me acuerdo que a los pocos días lo conversé con algún otro amigo y les había pasado lo mismo, pero todos bien… Me acuerdo de que me dijo una cosa «¿Te parece mal? pero… no tenés la respuesta.» y le dije «No, no tengo la respuesta, tengo solo un planteo para hacerte que es que tiene que haber varias corrientes. Pero lo que planteás puede que sea, si están las ganas y la vocación…» y luego la historia mostró que eso podía ser. Es así.

—Y eso que usted menciona de los partidos «catch-all», ¿es solo en Uruguay por nuestra tradición, o pasa en todo el mundo?

—No, te repito, yo ahora estoy escribiendo sobre eso, y en realidad lo mejor para los partidos es la apertura de alas. Pero la apertura de alas tampoco de una manera alocada, en donde terminás con diputados hiper autónomos. La apertura de alas son las corrientes, dos o tres corrientes, que de alguna forma tienen cierta capacidad de «fair-play» pero que trabajan sobre una identidad común, y se expanden hacia afuera pero entendiendo que al final el gran tema siempre son los centros electorales, las elecciones nunca se ganan en los extremos, siempre se ganan en los centros electorales, en el vector central, en ciencia política lo enseñamos esto hace años, eso no ha cambiado, lo que pasa es que ahora entre la tecnología y el movimientismo agitacional, te diría como dos novedades, la tecnología, las redes sociales y el movimientismo agitacional, está viendo una especie de aurora boreal donde hay mayos del ’68 posmodernos por todos lados, entonces es muy impactante lo que está sucediendo porque no lo podes —como vos estudiás ingeniería— no lo podés contener en ningún lugar, hacés los números y no te da la ecuación, «esto no da esto», se te empieza a desbarruntar el escenario porque justamente, lo que empieza a haber es una fragmentación tan enorme que no permite ni al partido político tener control de sí mismo, ni al partido elegir sus representantes y menos que menos —no estoy hablando de Uruguay, estoy hablando del mundo— menos que menos a los gobiernos sostenerse con estabilidad y perdurabilidad, uno mira al mundo, mira la región pero mira al mundo, y dice «esto está complicado», sí, está complicado, ¿por qué? porque la vieja definición de Maurice Duverger de partidos de masas y partidos de cuadros, ya no va más, ahora está esta fragmentación, está todo esto que va a haber que reconfigurar, hay que repensar el… Ves, si estuviera Jorge Batlle estaríamos hablando de estos temas.

—Eso le iba a preguntar (risas)

—Claro, si estuviera Jorge Batlle estaríamos pensando de esto, y conversando, y él te estaría diciendo «Bueno, tenemos que ir hacia el formato tal, o el formato… neozelandés, o lo que sea» estaría divagando entorno a esto para encontrar alguna zona para estar más seguro. 

—Terminando con las preguntas generales, ¿a usted Jorge le deja alguna enseñanza?

—Sí, yo creo que lo que más aprendí de Jorge Batlle —y es lindo que te lo pueda contar— es que la vida sin pasión no funciona, y los que tenemos pasión por la política… dale para adelante porque si no es una vida vacía, no la vas a poder colmar con nada, es como el artista que le gusta interpretar una obra de teatro, o el cantante que tiene que hacer sonar su guitarra y sacar su voz adelante. Los que nos gusta la política y desarrollarnos en la política —yo que durante años estuve medio proscripto y medio vetado— la pasé muy mal, porque para mí la política siempre ha sido todo, y para Jorge también, y Jorge estuvo proscripto de verdad, lo mío fue una risa, él que estuvo proscripto de verdad, que la pasó mal de verdad… lo que te enseña un tipo como Jorge Batlle es que no hay adversidad posible. Pueden venir mil rayos en contra y si vos tenés lo que tenés adentro, en el alma y las ganas, vas a irte superando y vas a poder ir encontrando tu camino. De él que la gente no creía que podía llegar a ser presidente, él llegó a ser presidente, y quizás te diría, no fuera un tema así radical, porque hay gente que dice «Estaba asignado»… no, estaba asignado porque era el líder de un sector, pero él era un tipo plenamente realizado en política, eso es lo que te quiero transmitir, y en la política vos te podes realizar desde una pequeña posición hasta la posición más encumbrada, y eso él te lo enseñaba y por eso era un tipo querido por gente humilde, por gente de peso social, por individuos de relevancia económica, él… salías a la calle y era muy lindo verlo a él.
Una vez me lo encuentro en la salida del colegio del más chico mío, se calentó porque estaba atracado, porque estábamos sacando a los gurises y había una trancadera, —te lo juro por la vida de mis hijos— se puso un gorro rojo, se paró en medio de la calle y empezó a chiflar (imita un silbido), y empezó a sacar la gente para afuera, y yo le digo a mi hijo «Ese es el expresidente Jorge Batlle», y mi hijo imagínate, era chiquito y tenía 11 o 12 años y me dice «¿Vos me estás jorobando?» y le digo «¡No, es verdad!» (se rie) «¡Jorge!» (risas) y Jorge gritaba «¡Dale pasá! ¡pasá!» una cosa irreal. Eso era Jorge Batlle.

—Ahora, pasando a lo que usted llama «preguntómetro» personal, ¿Qué lo lleva a usted a escribir sobre Jorge? Si bien usted lo cuenta un poco en el propio libro…

—Yo lo pensé mucho más después de eso, fue una… se lo conté al «Mufa» Loedel el otro día, y a Gabriel Gurméndez en su momento, me parece que era lo mínimo que tenía que hacer para devolverle algo de lo que el tipo había hecho por mí, porque el tipo había sido inspiracional para mí, y yo lo mínimo que podía hacer era hacer un reconocimiento de un conjunto de pensamientos y cosas que yo sentía que era una manera de agradecerle.

—Y ¿de dónde cree… —lo que usted dice, de la hipnotización— de donde cree que sale esa capacidad? ¿Se forma? ¿Es natural? ¿O que cree usted?

—Esto también lo tengo bastante pensado por facultad, por ciencia política, el carisma —como te dije— es una cualidad irracional, innata, hay gente que tiene más y hay gente que tiene menos. Pero Jorge lo tenía y lo fue también reelaborando, fue como haciendo cierta introspección, y fue generando de alguna forma su mejor versión con el pasaje del tiempo… entonces hay ahí algo innato, porque si no es como que vos me digas «Mirá querés correr una maratón pero sos muy chiquito, medís 1.40, la podés correr pero vas a llegar más lento que los demás», él tenía las condiciones, pero también tuvo la actitud, la construcción y el trabajo para formarse y resultar elaborador de un discurso muy atractivo, eso tenía. Y tenía algo muy subversivo en la oratoria, era una oratoria muy subversiva, muy irreverente, y eso siempre es muy atractivo —si el tipo tiene la cultura como para sostener eso— porque los irreverentes tienen que tener una biblioteca por detrás que aguante la toma.

—Hacia el final de la vida de Jorge, dos preguntas que las tenía separadas, pero creo que pueden ir unidas. 
Según las crónicas, una de las «fallas» de Jorge era que no podía «tranzar», cuando se pelea con el «grupo de los senadores», cuando Gestido le ofrece la vicepresidencia, no acepta —que le hubiera sucedido lo mismo que a su padre—, después cuando le gana a Tarigo no tranza con el Foro, ¿y qué cree usted que lo lleva al final a madurar, y poder tranzar con el Foro, llevar a Hierro? ¿Usted cree que eso afectó también en su carrera?

—Yo creo que él… —¿Viste que te dije hace un ratito que Batlle va logrando su mejor versión? — la mejor versión de Jorge Batlle es la que le va quitando dogmatismos, pero como a él, como a todos. Probablemente hay tiempos en la vida de cada uno de nosotros que sos más dogmático, más radical, y luego vas entendiendo que tenés que conciliar con el otro que, para construir más, para llegar a objetivos superiores, para el bien de la República, se trata de alguna forma de flexibilizar parte de tus posturas, no de tu pensamiento ni de tu filosofía. Y sí, yo creo que él en el final termina siendo un tipo gigante por eso, porque termina siendo muy transversal, Jorge Batlle era un tipo muy transversal, por eso la muerte de Jorge fue tan impactante, y el reconocimiento de la gente en la calle, fue un momento que yo miraba y decía «Esto es mágico…» pero los tipos que tienen esas condiciones especiales lo logran ¿no?, se conectan hasta el último minuto. Hasta hoy es un individuo muy presente, super presente en la vida de la colectividad, en la vida de la República, pero yo creo que sí, está bien la pregunta que hacés, que al final terminó siendo más transversal y más abierto consigo mismo, y al ser abierto consigo mismo, ser abierto con los demás, me parece.

—Yo creo que dentro de esa «maduración» que usted lo menciona en una entrevista, ¿Que lo lleva —después de la presidencia— a lo que usted dice como que «se descontractura»?

—Porque las presidencias inevitablemente —como ciertas posiciones— te obligan a… —ahora está de moda la palabra «protocolo»— a trabajar sobre andariveles, sobre ciertos protocolos, y Jorge Batlle, liberado de amarras y ya no siendo presidente, termina siendo un tipo muy pleno, termina siendo un individuo con una capacidad punzante, de interpretación de la vida, de entender al otro, de entender lo que está sucediendo… 
A ver, Jorge Batlle veía todo este fenómeno de China hace años. Jorge Batlle veía el fenómeno de la economía del país pasando por un modelo agroexportador-tecnológico hace años, Jorge Batlle decía «la vaca gana»

—La vaca gana…

—¡La vaca gana!, el flaco metía cuatro o cinco que vos decís «pero las tira una todas y… todas chuzas, bajan los 10 bolos» y eran momentos que vos decís «pero pará… ¿Qué vaca gana? si la vaca…» claro, el tipo estaba viendo China, estaba viendo la India, estaba viendo los mercados asiáticos, estaba viendo los acuerdos regionales, estaba viendo la tensión de EE.UU., tenía una mirada bien profunda, una mirada muy geopolítica, y eso al final, cuando salió de la presidencia, que podés decir todo lo que sentís, porque mientras estás en la presidencia sos el representante de todos, ahí me parece que era un tipo con una transversalidad y una capacidad de entender el mundo enorme, y era muy disfrutable, eh, hablar con él en ese periodo era muy disfrutable porque ya no estaba atado a nada, y siempre la lección era… una lección además con el pasaje de la experiencia de gobierno… notable.

—Y la última para cerrar, si bien se ve un poco porque usted va al programa de Carballo, y después una entrevista en la radio, ¿Cómo siente usted el mismo día, y los días posteriores, al fallecimiento de Jorge?

—Yo lo sentí como un desastre, tuve un bajón emocional muy grande, pero me pasó algo… me llaman de la radio en la mañana y después en la tarde me dejaron encerrado en canal 4 —bien eh, en el buen sentido— y yo hice como una cosa psicológica de bueno… «yo puedo aguantar esto. Yo no me voy a quebrar, no voy a llorar, no voy a hacer ningún papelón, me voy a aguantar la toma y voy a historiar sobre él en reconocimiento a lo que fue» entonces me aguanté todo lo que pude, obviamente de noche pegué mis lagrimones como correspondía, pero en esa jornada dije «yo aguanto» porque alguien lo tiene que hacer, estaba todo el mundo en otras cosa, estaba todo el mundo en el sepelio, yo hice eso y dije —obviamente fui al sepelio también, al medio día— pero lo sentí… como te digo que lo del libro, eso también lo sentí como que era un acto de devolución, porque en la vida… —vos sos joven y capaz que te suena tonto lo que te voy a decir— es poca la gente que te inspira, en mí no fueron muchos, fueron 3 o 4 personas que me inspiraron, uno de ellos fue Jorge Batlle, tipos que te inspiran a hacer lo que después haces durante décadas, ¡décadas!, después estás encerrado en esa lógica durante décadas, no 5 ni 10 años, varias décadas de tu vida… 2, 3, 4 décadas y todo porque estos tipos en algún momento tuvieron esa capacidad de «inocularte el virus» de la pasión por la política, por la Republica, por la polis, por el bien público —a nosotros detrás del batllismo— entonces lo mínimo era hacer esos pequeños reconocimientos. Yo lo hice con toda la buena fe, esa es la verdad…

¡Viva Batlle!

Jorge Batlle en la voz de un adversario: entrevista al Dr. Luis Lacalle Herrera

Jorge Batlle en la voz de un adversario: entrevista al Dr. Luis Lacalle Herrera

En el marco de un ciclo de entrevistas sobre la figura del expresidente Dr. Jorge Batlle Ibáñez, intentaré mostrar desde una perspectiva personal las variopintas características de este personaje, tanto en su faceta política como en la personal. En esta oportunidad les ofrezco lectores, a través de esta entrevista el recuerdo de un adversario y a su vez, compañero en algunas ocasiones; estoy hablando del expresidente Dr. Luis Lacalle Herrera, a quién agradezco su disposición y recepción frente al proyecto.

Una cosa graciosa es que el noviazgo de Jorge con «Biggy», con su primera mujer que era una monada, Lamuraglia, Biggy, se hizo en Punta del Este en la casa enfrente a la nuestra…

—¿Enfrente a la suya?

—¡Enfrente! Entonces nosotros lo veíamos a Batlle llegar, de visita, y que se yo… fuimos unos testigos vecinales del romance, del noviazgo… bueno, y después nos fuimos encontrando, él es mucho mayor que yo, yo tengo 80 él tendría como 95 ahora, una cosa así, no se…

—Si, él es del ‘27.

—Bueno yo soy del ‘41, así que calculá que éramos una… de otro escalón.
después pasa todo el tema de la dictadura, ingresamos al Senado juntos, ahí tuvimos una muy linda relación, llega la elección del 89 donde ahí Sanguinetti introduce la figura de Tarigo en lo que fue una ruptura que nunca se arregló después, nunca más. 

Cuando gana la elección interna, habla como si fuera presidente, él estaba destinado a ser presidente… y bueno… las cosas salieron distintas.

Tuvimos un debate en televisión muy interesante, dirigido por Néber Araújo. Dicho sin vanidad, o con poca vanidad, porque todos tenemos vanidad, al entrar al ring yo era candidato al knock-out porque Batlle era un polemista fantástico, una gran memoria, muy informado, sabía todo y metía datos. Salimos empatados por lo menos, o sea que yo salí ganando. 

El día de las elecciones yo comprendo, él había nacido para ser presidente, y yo no, pero le ganamos. Nos encontramos después de la elección, y ahí empezó el Gobierno, en el cual, como empezaron las diferencias con Sanguinetti, él tenía esa ubicación difícil porque estaba el Gobierno, Sanguinetti y él en el medio. Entonces, si aparecía muy cercano, Sanguinetti le socavaba por ese lado, si se alejaba… él no se alejaba porque estábamos, yo te diría que en un 80% de acuerdo con lo que había que hacer.

Después, por supuesto, el episodio del ballotage que para mí tiene un valor histórico muy particular, porque el último Batlle que fue presidente, fue con el apoyo del Partido Nacional, que eso es una singularidad histórica que creo que vale la pena marcar.
En la vida de Jorge, como yo te decía previamente, ese librito (refiriéndose a “el viraje de la 15”) marca el punto de quiebre, él es un hombre que lee mucho, que se pone al día y que, sin nunca renegar por supuesto sus raíces, que no podía ni lo hizo, fue adecuando mucho el pensamiento estatista, el pensamiento más del primer batllismo y del segundo batllismo que representó su padre, él se fue separando y creyendo mucho más en el tema mercado, apertura económica, disminución del peso del Estado. Eso lo llevo a la elección del ’66 cuando el 66 Batlle tenía treinta y pocos años… tenía los hijos chiquitos, Beatriz y “el Mono” eran chicos, Biggy era una mujer muy joven, era una especie de familia Kennedy uruguaya, y ahí Batlle… dicho con todo respeto, y en la perspectiva, cometió un error, cortó con la vieja guardia, la vieja guardia era Vasconcellos, Abdala, todos los grandes barones llamémosle.

El grupo de los senadores, ¿no?

—El grupo de los senadores se llamaba. Y el grupo de los senadores proclamó a Gestido y le sacaron del buche a Jorge su victoria, que en ese momento hubiera sido una transformación verdadera porque él venía con un empuje… pero bueno, la historia es como es y yo creo que en Batlle es importante esa capacidad de adecuarse a los tiempos, que representó para el Partido Colorado, para mí, un avance. El batllismo antiguo, “lista 14” diríamos, ¿Te acordás que “la 14” y “la 15”, no? La 14 era el diario El Día, con Cesar, con Rafael, con Lorenzo, los hijos de don Pepe, después en Acción con don Luis y después con Jorge y Sanguinetti, que era uno también de los preferidos de don Luis. 

Yo creo que eso fue muy importante. Yo una vez, escribí sobre él y empecé diciendo… «En el Uruguay no es fácil llamarse Batlle…» porque tiene un peso, una connotación, un peso histórico, una presión de los mayores que ninguna familia tiene, yo diría que en el mundo. No hay ninguna familia que tenga 4 presidentes, hay familias con los dos, aquí una ahora de nuevo (refiriéndose a él y Lacalle Pou), en Estados unidos Bush y Bush, Madison y Madison… ¡pero 4 presidentes democráticos! es una presión tremenda, y Batlle sorteó muy bien eso, porque tuvo una combinación de continuidad, era además un hombre muy conocedor de la historia, muy colorado obviamente, te diría que era más colorado que batllista en algún momento… pero, al mismo tiempo, tuvo el olfato y el coraje, porque había que romper una tradición ya centenaria… el olfato de ir abriendo ese otro camino, por eso, yo lo considero una figura muy importante del Uruguay moderno, por dos o tres cosas, no solamente porque haya sido presidente, que en definitiva es la coronación, pero la inteligencia que tuvo, al salir de la dictadura, de no ser candidato a presidente, porque era un irritante para muchos centros de poder, y ahí hace, con mucha inteligencia, le da la derecha llamémosle a Julio María, que después no actúa en consecuencia, bueno, y ya sabremos por qué, y eso no me corresponde a mí… pero estuvo muy inteligente, y era cantado que, habiendo la elección del ’89 era casi, diría que estaba firmado que tenía que ser Batlle… no fue, vino Tarigo, bueno, toda la historia que ya conocemos.

Ese es el panorama general que yo querría que te quedara a ti de cuál es mi opinión.

En los aspectos personales, Batlle era un hombre de un carácter difícil. Cuando estaba en positiva, era un encanto, era gracioso, ocurrente, una memoria prodigiosa, una simpatía que derrochaba… a veces estaba, yo siempre le decía “ya está el catalán, ya está la catalanada” cuando andaba medio bravo, más valía esperar unos días para hablar con él, pero en el resumen, tenía una gran preocupación filosófica, y aún religiosa. Yo siempre le decía «vos te das cuenta de que como no sos bautizado, “tenés la papa”. Tú te bautizás media hora antes de morir y estás, y yo, que estoy bautizado desde que nací tengo que ir pedaleando y confesándome» (riendo), tenía esa preocupación porque era un hombre de pensamiento profundo, no era un livianito. Y ya te digo, gestos lindos, el día que se casó mi hijo, el presidente actual, nos hizo el honor de ir a la fiesta de casamiento siendo presidente de la República.

Y últimamente, antes de morir, con Luis se había agarrado una especie de metejón, con Luis, con Lacalle Pou, -en casa decimos Lacalle Pou porque somos todos Luis Alberto, Lacalle Pou es uno solo- y con Lacalle Pou se había agarrado una especie de… muy lindo, cariñoso, lo aconsejaba, lo trataba siempre con especial deferencia, cosa que yo agradezco porque en esta lucha tan dura que es la vida política y tan inhumana muchas veces, esos gestos determinan que hay un plano en el cual no intervienen las pasiones ideológicas o partidísticas, sino que está la sensación de un común denominador, y más allá de la importancia de la familia Batlle en el país, la segunda es la familia Herrera, porque mi tatarabuelo fue ministro, mi bisabuelo fue ministro, mi abuelo fue el caudillo, yo fui presidente y Luis es presidente. Siempre hemos sentido que hay un plano en el cual siempre nos encontrábamos, fijate que Herrera acordó con los de El Día (con Cesar (Batlle) y toda esa gente) el tema de la reforma del ’51, acordó con don Luis Batlle la coincidencia patriótica, Batlle y yo acordamos el ballotage para Batlle, es decir que también para mí, hablar sobre Jorge Batlle y de los Batlle es como una especie de trenza de dos familias, divergentes y enfrentadas hemos tratado de servir al país.

Un capítulo aparte para mí merece doña Matilde. Doña Matilde era un personaje increíble. Tenía un enamoramiento con Luis Batlle… vivía pendiente. La viuda usaba una medalla de este porte así (mostrando con las manos) como un alfajor, con una cadena con el retrato de don Luis, permanentemente. Cuando ganamos las elecciones, tuvo el gesto de mandarle a mi madre un ramo de rosas rojas, ¿te das cuenta?, de madre a madre. 

Durante el Gobierno mío, nuestro, de repente sonaba el teléfono y me decía «Bueno Presidente, a ver, me tiene que hacer esto, eh, porque Fulano…»  ¡Entonces me daba órdenes! (riendo) siempre era para ayudar a alguien ¿viste? Pero lo divertido es que lo hacía como una tía, una especie de tía vieja que te dice «tenés que lustrarte los zapatos». Y después, el día que nos separamos del Gobierno de Batlle, me llamó y me pegó un reto… Y yo decía «que lindo que esto sea posible…», es decir, que doña Matilde me llame, y yo la atienda como presidente para recibir sus… casi órdenes te diría, y cuando yo ya no era presidente, me llame y me corrija, me ponga nota política. Era un personaje realmente, y Jorge era más parecido a la madre que al padre, hasta físicamente, ¿no? porque Luis, el hermano de Jorge, es muy parecido a don Luis. Jorge es más bien morenito, como los Tálice, como los Ibáñez, y la madre era muy graciosa, en el propio trato con Jorge, me decía «Usted sabe cómo es Jorge, usted sabe cómo es Jorge». Esto es lo que yo te podría decir.

—Yo tengo una serie de preguntas para usted, que son generales a todos los entrevistados, y después otras más dirigidas hacía usted.

Bueno.

—La primera, pese a que usted más o menos ya me lo comentó, es ¿Cómo conoce usted a Jorge?

—Ya te digo, socialmente en su noviazgo, políticamente, porque éramos destinados a conocernos, familias muy entrelazadas.

—¿Y usted se consideró amigo de Jorge?

—Mirá, la palabra amigo yo la uso con bastante cuidado, y ojo que no es establecer categorías, pero… no fuimos al mismo liceo, no jugamos al futbol juntos, pertenecíamos a dos generaciones. Yo me consideré amigo político, y con una relación familiar linda… así que sí, sí, amigo.

—¿Y se tuteaban con él? ¿O siempre de “Usted”?

—No, no no, el me tuteaba, «Che presidente», presidente cuando yo era presidente y yo después «Che presidente» o Jorge, o «Mirá Luis Alberto», no, no, tuteo por supuesto.

—Perfecto, metiéndonos, obviamente ya que yo le comenté que iba a ser sobre la vida personal, pero algún evento político, ya que personas como usted, o como Jorge, es muy difícil separar la persona del político. Yo quisiera saber su opinión, siempre y cuando usted quiera, sobre el evento de la infidencia.

—Eso fue una infamia, fue una infamia. Jorge era un hombre muy informado, y circulaba por distintos ámbitos de poder, no solamente los ámbitos políticos, yo lo he visto en la Bolsa de Comercio, las empresas lo escuchaban, los bancos… es decir, era una opinión muy valorada, y además a él le encantaba dar su opinión y le encantaba estar super al día, ¿no? eh… «ayer la soja bajó, subió. El IBOR…» metía datos así, con una cabeza de computadora. Yo creo que fue una infamia. 

Además, una cosa que hay que recordar… Jorge le fue mal, todas las veces que se metió en negocios le fue mal, en los negocios agropecuarios le fue horrible (se ríe). Se le acabó la radio, se le acabó el diario, pasó… no diría pobreza, pero necesidad, con una dignidad… ¿Cómo se llamaba el secretario que era tan simpático? que era como una especie de hermano que él tenía, que lo seguía permanentemente, él vivía ahí en la calle Acevedo Díaz, un apartamentito de 2 por 2, solito…

—Prestado ese apartamento…

—Prestado, sí. Sin un mango y en los bancos arregló y pagó todo lo que debía, todo, todo, con un esfuerzo y con un sentido de su honorabilidad que hay que recordarlo. No, no, en ese sentido fue una infamia.

—Y para usted, ¿Jorge fue el primer preso político?

—Bueno, en aquel momento sí, yo diría… porque yo no estaba en Montevideo, increíblemente, yo estaba en París, en la conferencia de la UNESCO, en octubre creo que fue, del ’72. Sí, porque él salió fuerte, como era un tipo muy valiente además, ¿no? No olvidemos que se batió a duelo, y todo, era un tipo guapazo, y salió fuerte y bueno… Había una gran pica, una gran mala onda, entre la familia Cristi, el viejo General Cristi había tenido problemas con Luis Batlle, colorados de origen Cristi, y el nuevo General Cristi, el del Golpe de Estado, fue el que lo metió preso a Batlle, era el jefe de la Región Militar N.º 1. 

Sí, yo creo que sí, fue el primero que fue por motivos políticos.

—¿Usted cree que la filosofía de Jorge, su manera de pensar… es la evolución natural del batllismo? O como algunos dicen, ¿es un parteaguas y es otra cosa distinta? Pese a tener el mismo apellido.

—Yo creo que la historia nunca se corta. Ahí hay un componente familiar-genético-sanguíneo, él es un Batlle más.

Luis no fue igual a don Pepe, por algo se habla del primer batllismo y del segundo, es decir, Batlle y Ordóñez con esa potencia que tenía, ese carácter, ese instinto por el poder, siempre habrá que escribir un libro un día que se llame «Batlle o el poder» porque era la obsesión en el poder, él inicia toda la intervención estatal en la economía, porque él va a viajar, cuando Williman es electo presidente, se manda a mudar, cosa me parece perfecta. Era demasiado poderoso don Pepe para estar haciéndole la segunda casa de gobierno, entonces se fue para Europa. De ahí trajo dos o tres cosas que incidieron, para bien o para mal, no viene al caso ahora, en la historia del país. La intervención estatal en la economía, de las viejas compañías, las régie francesas, las compañías estatales y el colegiado, ese fue el primer batllismo.

El segundo es un batllismo de sustitución de importaciones, fomento de la industria nacional, con aranceles, que era un camino que no podía terminar bien, y no terminó bien porque un país tan pequeño como el nuestro, cuando la rentabilidad del comercio exterior se vino abajo, no había con que sostenerla, entonces la intervención estatal ahí era tremenda, contralor de importaciones, exportaciones, tipos de cambio múltiples, es decir, era una economía dirigida desde lo político. Batlle por supuesto, Jorge, tercer batllismo para mí, reacciona contra esto, no es que haya dejado de ser batllista.

Voy a poner un ejemplo que es un poco lejano, pero me cabe. El herrerismo, ahora salió un libro hoy, mío, que se llama «El herrerismo ’80-’89», no es el mismo del de Herrera, bueno yo no soy Herrera obviamente, no voy a pretender estar a esa altura, pero nosotros le dimos una adecuación del año ’80 en adelante a lo que eran las ideas anteriores, entonces yo creo que él es batllista, pero un batllismo renovado.

—Como usted comentaba al inicio, de que la personalidad de Jorge era fuerte, y que muchas veces convenía ni siquiera hablar con él, ¿Usted recuerda alguna vez un roce con él?

—No. Porque era muy educado. Siendo cortante cuando quería, y cortaba…

No, porque él tenía una cuestión de educación, algunas palabras fuertes, sí, pero nunca una cosa que uno pueda… ni siquiera me puedo acordar. 

Tengo una carta de él, por ejemplo, sí, que está en mis archivos, andá a saber dónde está, después de dos mudanzas… donde me mandó una carta diciendo que había que profundizar, que así las cosas no marchaban, que yo me estaba quedando, que no me animaba, ¿viste? me quería correr para adelante. Pero nunca… en algún momento decir, bueno vamos a dejarla acá y esperar que se calmara. Pero no, no, nunca un momento desagradable.

—Siguiendo la línea misma de la personalidad de Jorge, ¿Podría contarme alguna anécdota “cómica” debido a su forma de ser?

– Así de sopetón no me acuerdo ninguna… pero… (se ríe) Nada que tenga que ver con política pero… un día viene a verme a Suarez… yo siempre pensaba «que recuerdos le traerá a éste que todavía no ha sido presidente y que de niño vivió acá, entrar a Suarez» y estábamos sentados en el escritorio que está adelante que se usa poco, lo usé yo poco por lo menos, y en eso, yo tenía dos perros que no se querían mucho, que era un Fox Terrier pelo alambre que era mi pero tradicional y un Chow-Chow que me habían regalado, y se siente una batalla, porque los perros se odiaban, entonces yo salí disparado del escritorio a separar los perros con agua, que se mordían, y después de una bataola, entro yo al despacho y tenía sangre de uno de los perros en la mano y estaba todo empapado, y Batlle me dice «No, yo vuelvo otro día. Esto es una casa de locos» (riendo). 

Claro, venía a hablar de cosas importantes y yo tuve la pelea de perros, y bueno, era lo urgente frente a lo importante. (se ríe)

—¿Y una anécdota triste podría comentarme?

—No, no, nunca lo vi ni deprimido ni triste a Batlle… se tuvo que comer muchas verdes, ¿no?, muchas… y en eso fue un señor, como asumió la parte de desgracia porque de haber sido el hijo de presidente, un muchacho de éxito y tal… y todos sus problemas de familia, económicos, de la campaña, de calumnias -cosas que yo lamentablemente también conozco-, nunca lo vi triste, lo vi serio, apenado… pero siempre duro, siempre firme. Me acuerdo una vez que me contaron, él fue a un banco porque quería pedir un plazo para lo que estaba teniendo que pagar, y no podía y hablaba fuerte, al lado había otro funcionario bancario que escuchó y parece que ese que estaba escuchando dijo «Mirá si no vas a poder pagar…» ¡Fua! Dice que Batlle -dirigiéndose al que lo estaba atendiendo- dijo «sabe Fulano, uno pasa por la vida con una posición, con una integridad, tratando de cumplir las obligaciones y cuando no puede, viene y da la cara para que vengan otros y digan “ta ta ta”» dice que estaba malazo. 

Un hombre muy complejo, diría yo. No era simple, pero con grandes valores.

—Retomando la parte de la personalidad de él, ¿Qué que usted que lo impulsa a ser parte de dos reformas constitucionales?

—Yo creo que la reforma constitucional del ’67 se venía cantada, ¿por qué?, porque la experiencia de la Constitución del ’51 fue el último manotón del Partido Nacional, conducido por Herrera… es decir, el Partido Nacional desde la primera elección libre que es la del ’22, Herrera pierde por 3.000 votos con Serrato, en el ’25 en la presidencia del Consejo Nacional de Administración, Herrera gana, y es presidente del Consejo Nacional de Administración, en el ’26 el Partido Nacional pierde por 1.400 votos la presidencia y en el ’30 ya pierde con Terra por 15.000 votos Herrera… ahí vienen todos los líos internos del Partido Nacional, y el Partido Nacional desespera por llegar al poder, y vienen las derrotas brutales. Entonces Herrera -para mí- pensó que era mejor coparticipar al máximo, visto que parecía que era una ley que el Partido Nacional no llegara. Ahí surge la reforma del ’51. Gana el Partido Nacional en el ’58, se muere Herrera, todo eso es una historia para otro día, y manejar el país con 9 tipos… era realmente… no había un mando cierto. El presidente tocaba la campana e iba al desfile, pero después eran 6 y 3, y entre los 6, te imaginás que en todos los partidos hubo líos entre los 6, y entre los 3. 

Era cantada esa reforma.

La experiencia del Colegiado sirvió para eso, para que el Partido Nacional y el Partido Colorado se encontraran en la cumbre de la gestión gubernativa, que se sacaran las cosquillas… era como un pequeño parlamentito, y yo creo que eso sirvió para civilizar, amansar, ¿no? Pero era imposible dirigir un país así.

La reforma del ’67 fue una reforma muy interesante, muy desarrollista… oficina de planeamiento… muy CEPAL… ahí empieza la CIDE, donde tuvo intervención Wilson Ferreira muy importante.

La del ’96 sí es una señora reforma, yo tengo muchas ganas, ahora cuando tenga tiempo, de escribir un trabajo sobre la reforma. Porque los partidos tradicionales, tan criticados siempre, pero que son los que armaron este país, nuestro país -desde mi punto de vista-, resignaron el tema del doble voto simultaneo, ¡ojo!, hicimos entrega de un tesoro, porque el doble voto simultaneo permitía que estuvieran herreristas, antiherreristas, carlosjulistas, wilsonistas todos juntos. Batllistas de la 14, batllistas de la 15, riveristas, colorados independientes, pachequitas, todos juntos. Nosotros cortamos ese… rompimos el yeso que nos mantenía unidos, artificialmente, ¿no?, porque al principio era lógico. ¿Qué decía la ley?, usted lo que quiere es votar colorados, o blancos, muy bien, y después dentro de colorados y blancos prefiere a Fulano, una especie de elección interna en el mismo acto. Doble voto simultaneo, voto por el Partido Colorado y por Jorge Batlle, hacías la interna en el mismo momento. Yo creo que fue una gran reforma. Y se ha dicho -para mi tontamente, pero respeto- «no, que era para detener al Frente», no, era para que el presidente tuviera más base.

Te cuento esto: Sanguinetti-Lacalle-Sanguinetti, las 3 elecciones, tuvimos Julio María y yo, voto directo hacia Lacalle y Sanguinetti, entre el 20 y el 22%. Es decir, que los que habían votado directamente a Lacalle y Sanguinetti era 1 cada 5. Después se juntaban los que no te podían ver, pero que los votos te los chupabas. ¿Y el presidente a quien representaba al día siguiente de la elección?, a 1 de cada 5.

En cambio, esto, que fue una idea de De Gaulle en Francia, para darle a su presidencia -con todo lo que tiene de diferencia por supuesto de Gaulle y Francia- tiene una base muy linda, el presidente es mayoría absoluta, tiene la mitad más uno, el presidente. Y yo creo es la gran reforma, y creo que esa sí es una reforma que al país… Ahora claro, inevitablemente… yo me acuerdo de que discutía con Seregni -Seregni era muy batllista, muy de la 15, y lo rascabas y era coloradazo- entonces siempre muy bien educado, era otro hombre así, me decía «va a venir un nuevo bipartidismo entre el Frente y el Partido Colorado», y yo le decía «Bueno no sé General, no se apure». Y claro, lo que vino fue el Frente que es una coalición, y para ganarle hay que hacer lo que hizo Lacalle Pou, o lo que hice yo con Batlle, una coalición, como es de dos. Y al Partido Colorado lo agarró en baja, ganó la coalición Lacalle-Batlle en ’99 llevando a un colorado, y ganó la coalición actual con Lacalle, y bueno… es inevitable. Por eso es que yo creo que el Partido Colorado es muy necesario que se fortalezca y avance, pero eso ya sale del trabajo este.

—¿Cuál es el aspecto de la personalidad de Jorge que usted más destacaría?

—Yo diría la inteligencia.

La inteligencia y la plasticidad, la capacidad de adecuarse, de cambiar.

—¿Recuerda cuál fue la última vez que conversó con Jorge?

—No. No, incluso cuando… no recuerdo donde estaba yo, me llaman y me dicen «Jorge se cayó y se pegó en la cabeza», estaba en Tacuarembó creo él, yo dije «caramba, se habrá caído de una escalera», yo me había caído, cuando la elección con Mujica me había caído por una escalera, me había roto la pierna. Y después cuando se supo ya tuvo el ACV antes de caer. 

Cuando estuvo enfermo otra vez, no sé qué patatús tuvo, yo fui a verlo al sanatorio… 

Ah, porque hay otra anécdota muy simpática. Beatriz, la hija de Jorge -un amor de mujer- fue profesora de Lacalle Pou (riendo) en el colegio, en el British, y Luis un día le dijo -Luis siempre fue medio genio de chiquitito-, y cuando le dicen el nombre de la maestra dice “No puede zer” (se ríe) “Badlle” (se ríe).

Bueno y fui a verlo y estaba el Mono, estaba Beatriz, los saludé, él estaba en la cama, que sé yo… no, no me acuerdo cuando fue la última vez… ya está… es un lindo recuerdo.

—¿Usted cree que le dejó alguna enseñanza?

—Sí, yo creo que todos los grandes políticos, a los que somos políticos -no grandes- pero políticos, nos dejan algo. 

Yo creo que lo más importante es la firmeza en sus convicciones, es decir, no andar corriendo atrás del electorado. Batlle generaba electorado, o no. En el ’94 votó horrible, pero él, con conductividad, tampoco era un terco, un tozudo, pero creo que esa es la gran lección, como a la larga siempre te va a rendir el ser consecuente, en lo principal, después en lo estratégico uno puede ir adecuando.

—Ahora pasamos a la parte digamos… más personal dirigidas hacia usted.

La primera pregunta es, ¿usted siempre quiso ser político? Porque Jorge cuando era relativamente chico, 16-17 años, él decía que no quería estar en la política, que quería ser administrativo. Yo tengo un libro donde usted habla con Di Candia, donde dice que usted quería ser tropero… pero un poco más grande, antes de que de Herrera le dé el empujón, ¿usted quería ser político?

—Yo creo que fue una deriva natural de una casa, un hogar en el cual se hablaba de política. 

En mi casa por suerte no se hablaba ni de plata, ni de la vida ajena. Se hablaba del país, de que llovió, que suerte que llovió, que las cosechas, que las exportaciones, que Batlle, que lo que dijo… es decir el tema político era natural, eso me generó por supuesto un condicionamiento, yo también aparte de lo de tropero cuando era chiquitito, después iba a ser ingeniero agrónomo. Nosotros tenemos un campo en Florida, ahí en Cerro Colorado, hace 125 años que estamos ahí, un pedacito de campo chico. Y se suponía que estaba arrendado, que me lo iban a devolver y yo iba a ser ingeniero agrónomo, y bueno… no devolvieron el campo y no fui ingeniero agrónomo, bueno, la campaña del ’58 que yo fui con Herrera en el ómnibus una parte, me quedé enamorado y ahí yo ya estaba perdido.

Y después lo gracioso es que cuando estábamos en Casa de Gobierno, y Lacalle Pou tenía 16 creo -una cosa así- yo le decía siempre a Julita «a este no le va a gustar», porque claro, uno llega a la casa y descarga todo lo malo. Y un día dijo «Hay dos cosas que no voy a hacer -estaba enojado Luis- ni político ni abogado» bueno… ahí está. 

Así que todos han tenido alguna vez, esa sensación, sobre todo yo creo que cuando ven a su familia criticada, y ven lo difícil, las deslealtades, los tropiezos y lo difícil que es conducir gente, crea un rechazo. Pero yo creo que al mismo tiempo fascina, porque en definitiva ¿de qué se trata?, de llegar al poder, de llegar al poder para algo, y el que tiene voluntad de influir en cambios para bien, y bueno, el camino es ese ¿no? No es un camino para otra cosa que para estar satisfecho con uno mismo y cumplir con los objetivos que uno cree que son buenos.

—Ahora que usted habla de influenciar, yo aquí extraje una frase, de una entrevista que usted dio, y que acá la repitió a esa misma frase, ¿Por qué si usted si vio tan influenciado en su casa dice “Jorge nació para presidente, y yo no”?

—Bueno, porque si miraba la estadística (se ríe) Lorenzo Batlle, José Batlle y Luis Batlle… y del otro lado Luis de Herrera, Juan José de Herrera y Luis Alberto de Herrera, era poder y oposición, poder y oposición… es una manera de decir. Y yo creo que a él le ejercía como una presión eso, por eso lo del ’89 tiene que hacer sido para él la noche esa… no te olvides que no había mucha encuesta, ni nada, no era como ahora que está al milímetro, no, no. Entonces veía que él Partido, bien unido, el batllismo con las diferencias de Sanguinetti y Batlle, los blancos unidos, los blancos coordinados, la figura mía de 48 años, joven… debe haber sido bravo… porque el que tenía que haber sido por reglas históricas era él y no yo.

Después nos tomamos los dos el segundo tiempo.

—¿Y usted que cree que tenía en común su figura con la de Jorge, tanto en lo personal, como en lo político?

—En la educación distinto, él había sido educado en el Colegio Alemán, él no era católico ni cristiano, él hablaba más alemán y yo hablo más inglés, pero creo que hay una especie de inclinación al servicio público, un poco lo que pasa con los países sajones, que es un orgullo ser servidor público, el public service sigue siendo para cierta gente del Uruguay un honor. Ser ministro es el peor negocio que podes hacer, por el sueldo que es malo y por lo que te relajan, sin embargo hay gente que sigue agarrando, que deja su estudio jurídico, su empresa y se hace relajar, interpelar… y bueno… eso es lo que al Uruguay lo ha distinguido, la clase dirigentes, de todo tipo, sea por intelectual, de la academia, de la empresa del agro, de las profesiones, siguen siendo servidores públicos… fíjate cualquiera de los ministros que está sentado hoy en el ministerio es gente que está pasándola peor que en su antigua profesión, la remuneración no es buena y generalmente la gente es muy dura con los políticos, sin embargo hay gente que sigue haciéndolo ¿viste? yo creo que eso… no es que nos distinguiera, nos ubica en un grupo que por suerte es bastante amplio, de gente que cree en el país, y que servirlo a través de sus ideas es una linda manera de vivir.

—Usted también destaca que el poder se ejerce en soledad, pero no en aislamiento. ¿Cree su presidencia, o la de Jorge, alguno de ambos estuvo más solo o más aislado que el otro? ¿O siempre es lo mismo para un presidente?

—Creo que hay un común denominador, el poder presidencial sobre todo, que es una sola persona la que tiene la última palabra, se muestra toda su dureza cuando vienen los ministros y dicen «¿esto o eso?, ¿compramos o vendemos?, ¿devaluamos o no devaluamos?, ¿vamos para acá o vamos para allá?» y ahí viene el asesoramiento, y el que dice «para acá» y el que dice «para allá» y los técnicos, todo, y después… tenés que decidir, y además como nunca decidís entre blanco y negro sino entre distintos matices de gris, porque nunca es clarito lo bueno contra lo malo, ahí es la parte de la soledad, que es lo que lo hace atractivo y al mismo tiempo en cierto sentido dramático. 

Lacalle Pou ha contado varias veces en público que el día que tuvo… el 23 de marzo creo que fue que tuvo la primera determinación sobre la pandemia, dice que pasó un fin de semana horrible, a mí me pasó y a Batlle le pasó. 

Ahora, el aislamiento es otra cosa, porque el poder genera alrededor los círculos, los que te dicen que sos un genio, que cada vez hablás mejor, que las chiquilinas te miran, que bueno… que pareces rubio alto y de ojos celestes, eso es lo más peligroso, porque uno tiende a creer lo bueno, yo tuve algunos amigos y mucho agradezco que venían y me decían «Mirá, Luis Alberto estás metiendo la pata…» ¡eso es lo que vale oro! por eso hay que tratar de romper el círculo y juntarse no solamente para la selfie o saludar a la maestra, sino escuchar a los que están lejos, y creo que ese es el… consejo no, sino sugerencia que le daría a cualquiera que estuviera en la posición de poder. Muy bien los de todos los días, ¡pero ojo con el acostumbramiento! a la corte, a los reyes los liquidaron las cortes, que están o por interés, o por amistad o por simpatía, pero te dicen todo lo bueno, y te hacen un daño.

«No, pobrecito, vamos a no decirle que hay inundaciones», ¡no loco! ¡Decile que hay inundaciones y que la plata no alcanza! ¿No es cierto? 

Por eso, la soledad en las decisiones es parte del poder, y aislamiento es lo que no debe ser nunca parte del poder.

—Usted dijo que no había mucha encuesta en esa época, ¿Cómo se entera, y que siente, con la diferencia de 176 mil votos de usted sobre Jorge Batlle en la elección?

—Sí, Partido Nacional sobre Partido Colorado, la distancia histórica más grande… bueno eso me enteré después. 

Los del Frente habían ganado la Intendencia y estaban festejando, nosotros tenemos nuestra sede en 18 y Martín C. Martínez, y pasaba la bandera del Frente, gritando y se empezó a juntar la gente nuestra y «Que salga el Cuqui, que salga el Cuqui» y yo dije «no viejo, a mi hasta que no me llame el Dr. Batlle yo no salgo» y pasaba el tiempo y nos poníamos nerviosos y bueno, al final teléfono «bueno Luis Alberto, un abrazo, felicitaciones», yo ahí pegué un grito… colgué el teléfono y salté che, que toque el techo, era una oficina baja, un rugido… y después Julita me dijo «nunca más te sonreíste» porque se me vino encima todo, no sabíamos que la ventaja era tan grande. Recibí la llamada de Batlle y ahí empezó la cosa, después vino Seregni, muy lindo, vinieron los blancos, me fui a mi casa… y no podía dormir, che… y no podía dormir. A las 7 me puse el equipo de caminar (levanta algo de la mesa) este soy yo, en la tapa del libro ese día, caminando… mira qué joven…

—¿Ese mismo día?

—¡Sí, a la mañana del lunes! Salí a correr, y de repente pasa un auto de la CX14, El Espectador, al rato viene un fotógrafo que le habían avisado de El País y me sacó esa foto que vengo así (imitando la fotografía) que la elegimos como la tapa de este libro, que estoy con 48 años y toda la polenta. 

Y después ya al día siguiente se te baja toda la euforia que bueno, así debe de ser.

—Hay una frase, que me parece que es suya que dice “la mejor etapa de la presidencia del Gobierno es desde el día siguiente a la elección hasta el día que se asume”, ¿es cierto eso?

—¡Sí!, sí claro, sí. Es mía, no es una originalidad. Porque ahí tenés, sin perjuicio que estás haciendo todo el tejido, ¿no? Pero ahí no tenés responsabilidad y todo el mundo «¡Bien Cuqui!” entras a un restorán y te saludan.

El primero de marzo -ahora yo estoy preparando el segundo tomo de esta colección que es el Gobierno- y hay una anécdota con Atilio Garrido que es muy linda porque termina la ceremonia en el Palacio, nos estamos yendo y le digo a Atilio «¿Viste?, esto es como un auto, 0 Km. Lo sacas de la concesionaria y ya es viejo, se acabó lo bueno»

—¿Cómo cree usted que se debe haber sentido Jorge, o cual fue su sensación cuando se enteró que entró la aftosa? Si bien él lo relata varias veces, ¿Cómo cree que fue?

—Yo calculo que debe haber sido lo mismo que con la pandemia. Él estaba en Estados Unidos, veníamos bárbaro para la colocación de la carne, ¿Te acordás la frase «la vaca les gana»? y de sopetón le viene esto… bueno, Lacalle Pou el 13 de marzo se enteró de la pandemia. Es que no es fácil esto ¿viste?, porque no solamente están las acciones de los hombres sino, los imponderables, una enfermedad ¿a quién se la podés atribuir?, Y bueno, ya está. ¡Inundaciones! A los blancos en el año ’59 le cayeron las inundaciones que casi revientan la represa del Rincón del Bonete, date cuenta empezar un Gobierno así… A nosotros nos cayó un déficit del 7%, ¡una inflación del 130%! 129 había en abril del ’90. El que quiera celeste, que le cueste.

—¿Y en la segunda patada? Cuando se entera que se empiezan a caer los bancos.

—Las catástrofes de carácter económico son terribles, agrégale huelga policial, el filtro, nunca es una buena noticia la que tenés. Las buenas generalmente demoran mucho.

—Finalmente, para cerrar el círculo de la vida de Jorge, ¿Cómo puede relatar que se entera de su fallecimiento, y los días posteriores? Si bien usted me comenta el momento que se entera de la caída, cuando muere, y los días posteriores…

—Ahí me pasó algo, que después… me pareció natural que no se hiciera… yo quería haber hablado en el entierro… yo quería haber hablado… incluso estábamos ahí cerca del féretro, y le digo a Luis Hierro creo que fue, «Che… a mí me gustaría decir algo» «Ah que bueno sería…» fue muy colorado todo el homenaje… a mí me hubiera gustado, creo que hubiera sido un hito en la vida del país… decir unas palabras, no iba a hacer un discurso profundo pero… iba a empezar diciendo «En el Uruguay, no es fácil llamarse Batlle…»

Gracias, Flaco.

Gracias, Flaco.

Nadie puede poner en tela de juicio la grandeza e importancia de Alejandro Atchugarry en nuestra historia, su temple de acero y su compromiso con nuestra República. Tomando un fierro caliente, jugándose su vida y apellido por y para el país.


Alejandro Atchugarry Bonomi nació el último día de julio de 1952, en un mundo bastante distinto al actual, pese a la cercanía en la línea de tiempo. Estamos hablando de los inicios de la guerra fría y no había transcurrido una década del fin de la Segunda Guerra Mundial.

El 27 de junio de 1973 sucedió un hecho que todos conocemos, pero que marcó el futuro de aquel joven de apenas 20 años, el Golpe de Estado ocurrido en nuestro país. Esto, es declarado por él mismo en su frase «Yo era un ciudadano común y corriente, pero en este país hubo un golpe de estado». 7 años después del trágico acontecimiento, en el Cine Cordón, Alejandro empezó a dar sus primeros pasos en Política, militando por el «NO» de cara al Plebiscito de 1981.

Fue subsecretario de Transporte y Obras Públicas durante la primera presidencia de Julio Maria Sanguinetti, teniendo un breve pasaje como titular de la cartera hacia el final de dicho periodo. 

En las elecciones de 1989, cuando sucedió la secesión entre Julio y Jorge Batlle, «el Flaco» decidió mantenerse al lado de Jorge, logrando una banca como Representante en la XLIII Legislatura de la Cámara de Representantes. En 1994 fue reelecto como Diputado.

En las elecciones de 1999, Alejandro fue elegido como Senador, ya que encabezó la lista al Senado de la 15, donde en el ballotage, Jorge Batlle fue electo como Presidente de la República.

Durante este período, el más recordado en la vida de Atchugarry, siempre ha sido destacado, por parte de la totalidad del espectro político oriental, la capacidad de negociación y serenidad que «el Flaco» dominaba, siendo el actor clave en la negociación y votación del presupuesto del año 2000.

En 2002, ocurrió lo que todos conocemos, la crisis. Alejandro sabía mucho sobre economía, mas era abogado, no economista ni contador. El 22 de julio sucedió la renuncia del Ministro de Economía, el Cr. Alberto Bension. El Presidente necesitaba un Secretario de Estado con el conocimiento necesario, pero seguramente era consciente de que se necesitaba alguien con un gran temple. El elegido, fue Alejandro.

En una reunión organizada el 24 de Julio, Alejandro estaba convencido de que iba a ser la designación del nuevo ministro, allí mismo se enteró que el candidato era él. En el primer momento, le dijo al presidente Batlle que él, siendo abogado, no era el indicado. Sin embargo, el Presidente estaba firmemente seguro de su capacidad, ante la negativa de Alejandro y la proximidad de la apertura bancaria, amenazó con renunciar a la presidencia. Atchugarry respondió inmediatamente «Vaya y anuncie que tiene Ministro».

El ya mencionado temple de «el Flaco», fue sin dudas el gran factor para la salida de la crisis, quedando demostrado en su negativa a dar el Default en enero de 2003.

En agosto de 2003, cuando entendió que su ciclo había terminado, renunció a la cartera, regresando a su banca en el Senado. En ese momento, el FMI que tanto lo presionó a declarar la quiebra, declaró lo siguiente sobre él:
«jugó un rol crucial en la administración de la crisis financiera y económica de Uruguay, incluyendo la resolución de la crisis bancaria y más recientemente la exitosa realización del canje de deuda»
Finalmente, pese a ser uno de los nombres más fuertes para la candidatura a la Presidencia por el Partido Colorado, decidió no postularse a ningún cargo electoral a partir las elecciones de 2004.
Alejandro, sin duda fue un hombre que contaba con amplias cualidades, pero me gustaría destacar dos en particular: Su enorme humildad, la cual era reflejaba en sus exposiciones, y su amor intrínseco por la libertad, demostrándolo en su manejo del ministerio.

El Flaco, aquel hombre de complexión frágil pero de fortalezas internas, que en solo unos meses hizo lo necesario para que vivamos unos años prósperos.

Vaya de mi parte un fuerte abrazo a sus tres hijos, Gastón, Tania y Mariana, de quienes su padre estaba inmensamente orgulloso.Finalmente, una vez más, y en nombre de todo el país: Gracias, Flaco.