Las ollas de la verguenza ajena

Las ollas de la verguenza ajena

Es así: usamos la expresión “vergüenza ajena” cada vez que una inconducta de alguien es tan flagrante, que termina avergonzándonos aun a quienes nada tenemos que ver con él.

Es la sensación que dan las recientes revelaciones sobre la Coordinadora Popular y Solidaria, que se arrogó la potestad de recibir y distribuir insumos alimenticios durante la pandemia y más acá, pero al final se supo que infló números y utilizó los recursos con fines que nada tenían que ver con la solidaridad invocada.

Los detalles informados por el Mides son bochornosos y también lo es la respuesta de la organización denunciada: se extienden en insultos al gobierno y, en un tramo final de su misiva, terminan admitiendo que no documentaban de ningún modo la relación de insumos recibidos y entregados, realizando su tarea con cero trazabilidad.

Alguien podría suponer que esa falta de organización y control se debió al voluntarismo, a una motivación de ayuda que se salteaba formalidades. Pero cuando vemos que esa actitud iba de la mano de una sistemática prédica contra el gobierno, con un discurso alarmista que blandía demandas inexistentes, e incluso utilizando comités de base partidarios y condicionando los apoyos a la adhesión política de los beneficiarios, bueno, allí no hay voluntarismo que valga.

Hay una simple y mera estafa.

Y resulta muy triste que se haya practicado utilizando como excusa y escudo justamente a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, aquellos que necesitan de verdad de la contención del Estado para sobrevivir en momentos de extrema vulnerabilidad.

A la vergüenza ajena por la Coordinadora Popular y Solidaria, se suma otra no menor, por el comportamiento de un alcalde comunista de La Floresta, que no solo practicó acoso laboral contra sus subordinados sino que literalmente hizo desaparecer 38 toneladas de alimentos donados por el Mides.

Abrumado por el peso de estas denuncias, el alcalde renunció a fines del mes pasado, y esa sola decisión resultó suficiente para que la mayoría del FA en la Junta Departamental de Canelones entendiera innecesario continuar investigando sus irregularidades.

En paralelo, el intendente Yamandú Orsi, un casi seguro precandidato del Frente Amplio para las próximas elecciones, elogió la “valentía” del hombre por haber renunciado, un exceso de consideración que fue criticado luego hasta por sus propios correligionarios.

Estos episodios tienen un denominador común: ponen de manifiesto la distancia entre los dichos y los hechos, entre la pretendida vocación social de algunos y lo que verdaderamente practican: el uso discrecional de recursos que el Estado otorga no a ellos sino a quienes más los necesitan, la malversación de su gestión y un aprovechamiento político-electoral ni siquiera mínimamente disimulado.

La ocasión resulta propicia para reflexionar sobre las distorsiones que generan determinadas organizaciones sociales supuestamente independientes.

A esta altura parece evidente que el gobierno -cualquiera sea el partido o sector que lo integre en el futuro- debe retomar las riendas de los comedores populares como principal fuente de ayuda a los más desposeídos. Y que aquellas organizaciones populares que quieran colaborar, deberán hacerlo bajo un control estricto de las autoridades competentes.

La opinión pública está tomando nota de estos desbordes.

Por eso, declaraciones como las de Fernando Pereira, saliendo en defensa de la Coordinadora de ollas, lo único que consiguen es distanciar aún más al Frente Amplio del sentido común y los valores solidarios que identifican a nuestra sociedad, desde los orígenes de los partidos fundacionales.

Son momentos en que queda claro que quienes desde la izquierda juegan a disfrazarse de batllistas, no lo son en absoluto.

Hay un verdadero abismo de separación entre un sistema de ideas humanistas como el del Batllismo, y estos penosos traficantes de falsas promesas.

Adversarios, no Enemigos

Adversarios, no Enemigos

El destino quiso que Julio María Sanguinetti y José Mujica, dos expresidentes que fueron enconados adversarios a lo largo de todas sus trayectorias políticas, renunciaran al senado de la República una misma jornada, en una sesión cargada de emociones.

Y en estos días, una nueva coincidencia de ambos ha llegado en forma de libro.

Los periodistas Gabriel Pereyra y Alejandro Ferreiro tuvieron la audaz idea de juntarlos para que desarrollaran un diálogo extenso e intenso, recogido en “El horizonte. Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica”.

Durante la presentación del volumen, en el marco de la Feria Internacional del Libro que tuvo lugar en la sede departamental de Montevideo, uno de los autores confesó que la idea partió de una respuesta del presidente Sanguinetti a la oferta de organizar un debate entre él y su habitual contrincante: “Con Mujica tendríamos que sentarnos a hablar de la vida, ya estamos grandes”.

Y así lo hicieron. Evocaron sus historias personales, hablaron del país y del mundo, de la historia y del futuro, en un estilo que no buscó coincidencias y marcó discrepancias pero, al mismo tiempo, reivindicó la capacidad de diálogo aun en el disenso.

“Cultivar un nosotros”, propuso Mujica, y Sanguinetti se refirió a la iniciativa como “una expresión de republicanismo de gente que en su tiempo estuvo muy enfrentada, luego menos y ahora son colegas amistosos”.

Cuando me enteré de este encuentro, sentí el orgullo de su honda significación.

Imaginen que alguien propusiera esto en Brasil, un encuentro amigable entre el presidente actual y el mandatario electo. Sería imposible. Lo mismo entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, entre Obama y Trump y tantos otros ejemplos que ponen de relieve el alto sentido republicano que diferencia a nuestro país de la mayoría de las naciones.

En el mundo agresivo y deshumanizado de las redes sociales, algunos dirán que con esta acción, Sanguinetti prestigia a Mujica. Otros se lamentarán de que este último se siente a conversar con un supuesto “enemigo”.

Ni lo uno ni lo otro.

La iniciativa, además de su valor histórico y político intrínseco, constituye un ejemplo a seguir para una sociedad que lamentablemente ha sustituido el debate fermental por la pelea enceguecida.

El gran problema de la sociedad actual se encuentra allí: si no piensas como yo, te insulto. No te escucho. No trato de colocarme en tu punto de vista para que me ayudes a reflexionar. Es una constatación de la realidad que se ve en todos los planos, no solo en Twitter.

Observen si no el tránsito: la bocina es muchas veces un instrumento de amedrentamiento y el insulto es la reacción casi natural a ser testigo de una maniobra equivocada de otro automovilista o de una conducta imprudente de un peatón.

Y ni que hablar de los espectáculos deportivos. Desagradables cánticos de hinchadas que se mofan de la muerte de parciales del cuadro contrario. Agresiones de toda índole que han llegado no pocas veces hasta el homicidio…

Nuestra vida cotidiana está llena de estos puños crispados, de la actitud simplificadora de agredir en lugar de escuchar, de atacar en lugar de tender puentes.

Sanguinetti y Mujica fueron adversarios irreconciliables, al punto que hace pocas décadas, uno ejercía cargos públicos y el otro atentaba contra las instituciones, promoviendo una revolución armada.

Sin embargo, los años pasaron y el guerrillero de ayer tuvo que asumir la responsabilidad de un gobierno democrático.

Entender y valorar las reglas de juego de la libertad conduce inevitablemente a encontrarse con el prójimo, en lugar de abominar de él.

Así es el republicanismo batllista que tanto nos enorgullece y tenemos la obligación de preservar.

Octubre Colorado

Octubre Colorado

Quienes sentimos la filiación partidaria en la sangre, una sangre que no podía ser de otro tono que colorado, vivimos todos los meses de octubre con especial intensidad.

Porque un 27 del pasado mes, del año 1784, nació el fundador de nuestra divisa, el inolvidable Fructuoso Rivera, un caudillo excepcional que forjó la nacionalidad y dejó una marca indeleble en la historia de la nación.

El 20 de octubre de 1929 fue la fecha de la partida de don José Batlle y Ordóñez, el hombre que pensó y construyó el Uruguay moderno, ese pequeño país modelo que nos distingue y enorgullece en el contexto regional y mundial.

Apenas cuatro años después, el 26 de octubre de 1933, muere otro batllista de excepción: Julio César Grauert. Enfrentado al golpe de estado de Gabriel Terra, que había motivado en marzo la inmolación de Baltasar Brum, Grauert es baleado por la policía del dictador y muere sin atención médica en un calabozo, con apenas 30 años de edad.

Pero la libertad nunca se marchita y siempre vuelve a brotar: el 25 de octubre de 1927, dos años antes del fallecimiento de Don Pepe y seis antes de la partida de Grauert, nacía Jorge Batlle: la cuarta generación presidencial de una familia que delineó la historia del partido y del país.

Como Frutos lideró un país naciente, como Batlle y Ordóñez lo pacificó y convirtió en paradigma de democracia y justicia social, y como Grauert legó un ejemplo perdurable de defensa de la libertad, Jorge Batlle entró a la posteridad habiendo librado al país de la mayor crisis económica exógena de su historia.

Tal vez parezca arbitrario que evoquemos tantas efemérides, pero hay que entender que no son importantes como mera acumulación de datos históricos.

Lo son por lo que representan, por los contenidos racionales y afectivos que traen consigo.

La historia colorada, forjada en tantos octubres memorables, es un continuo de lucha por la libertad y la construcción republicana.

Es la consolidación del civismo por el camino de la persuasión y la tolerancia.

Es la aceptación de que los pueblos eligen su destino a través de liderazgos contundentes, de dirigentes que saben señalar caminos, pero que al mismo tiempo son sensibles a la motivación de sus votantes.

Cada conductor del Partido Colorado respondió a la realidad de su época con una combinación óptima de pragmatismo e idealismo.

Con el primero, superaron crisis y problemas.

Con el segundo, soñaron un futuro mejor que tuvieron la fuerza de concretar.

Hasta el más escéptico admite que Uruguay es una de las mejores democracias del mundo y eso no nació por generación espontánea: fue la construcción de un partido político que puso razón y corazón en forjarlo.

Cuando hoy el presidente Sanguinetti evoca a nuestros grandes líderes, restablece un orden y una ética que la superficialidad de estos tiempos no debería saltear.

En épocas de redes sociales que privilegian la información chatarra y escamotean los grandes temas políticos y filosóficos, hace falta más que nunca mirarnos en el espejo de quienes nos han heredado grandes ideales y convicciones.

No es refugiarse en la nostalgia, al contrario.

Es volver a las fuentes para encontrar la inspiración que nos permita seguir avanzando en dignidad y republicanismo liberal.

Porque como dice nuestro himno partidario, “Si alcanzamos una cumbre siempre hay otras más allá. Siempre claras, luminosas y más altas cumbres hay”.

¡A votar, muchachos!

¡A votar, muchachos!

Es un gran día para el Batllismo y para el Partido.

El 5 de noviembre los jóvenes colorados de entre 14 y 30 años están votando en todo el país.

Tal vez la mejor síntesis del entusiasmo cívico que nos une la hizo el presidente Sanguinetti, en un mensaje filmado que circula en estos días: “A votar muchachos, y los veteranos, a acompañar”.

No es una instancia electoral más en la definición de equilibrios internos. Es mucho más que eso. Es la puerta de entrada de los jóvenes colorados y batllistas, los que aportarán su savia nueva para continuar y profundizar el legado de sus mayores.

Es la continuidad de un pensamiento identitario que ha convertido al Uruguay en ejemplo de consolidación democrática a nivel mundial. Y hoy más que nunca, esa continuidad debe ser defendida y estimulada. Porque vemos en países vecinos procesos crecientes de radicalización ideológica: más allá de la vergonzante situación de tres dictaduras execrables (Cuba, Venezuela y Nicaragua), las urnas han determinado experimentos de izquierda en Chile, Argentina, Perú y Colombia, que en mayor o menor medida, vienen haciendo agua y generando descontento popular. Volantazos electorales de extremo a extremo en Brasil. Y ni qué hablar del ascenso de las ultraderechas en Italia y Suecia, por poner dos ejemplos recientes, que parecen poner en duda el camino socialdemócrata que en otros tiempos Europa supo cultivar y promover a escala mundial, con figuras de la talla de Francois Miterrand y Felipe González.

En ese inquietante contexto internacional, Uruguay debe cuidar su republicanismo liberal, esa combinación virtuosa de respeto por las libertades e inclaudicable vocación de justicia social. Y esto no se logrará formando ejércitos de trolls en las redes sociales, que dediquen tiempo y energía a estigmatizar al adversario.

Lo que se necesita es una nueva generación de dirigentes políticos que asuma el compromiso socialdemócrata y republicano del Batllismo, aggiornándolo y convirtiéndolo así en el mejor antídoto contra cualquier totalitarismo, sea de izquierda o de derecha. Que den la cara en cada barrio, mostrando en los hechos su vocación de servicio al prójimo.

Por eso la elección juvenil de hoy es tan importante.

En 2004, el hoy diputado Ope Pasquet escribía un texto inaugural de esta gran movida cívica que hoy volvemos a celebrar:

“¿Qué espacio le ofrecemos al joven que quiere acercarse al Parido Colorado?

Si pertenece ese joven a una familia que tenga alguna vinculación social, va a poder acercarse a un senador, a un diputado a algún ministro, y de esa manera, oblicuamente, va a poder enterarse de algunas cosas. Pero si no tiene ese privilegio, y más aún, si vive por ejemplo en el interior del país, ¿cómo se vincula a nuestra colectividad? ¿Cómo aprende lo que ha sido el Batllismo, lo que es hoy, lo que quiere y lo que se propone? ¿Cómo muestra sus talentos y su aptitud para la política si los tiene? ¿Dónde puede mostrarse?

¿Qué espacio le ofrecemos?”.

Con esa aguda reflexión de Ope nació esta iniciativa de elecciones juveniles. Y hoy, como en 2007, 2010, 2012 y 2017, la respuesta a sus preguntas está en las urnas.

Entre los jóvenes colorados se vive una saludable efervescencia electoral, con representaciones de diversos sectores, en un entorno que no es simplemente competitivo: es la reafirmación colectiva de un sentimiento colorado que rebrota en todo el país, para marcar a la ciudadanía un camino de concordia y progreso.

Al respecto es muy claro el presidente Sanguinetti en su mensaje de estos días: pide a los muchachos que voten por la lista de su preferencia, aquella que tal vez integra su amigo…

Lo importante es que participen.

Que comprendan su responsabilidad histórica en la continuidad de un republicanismo que tanto bien ha hecho al país, sacándolo de dictaduras y crisis económicas, y poniendo freno a quienes, desde la izquierda, sueñan con fantasías colectivistas ajenas al sentir de las mayorías ciudadanas.

El Batllismo sigue de pie, como un bastión de libertad y justicia, en una región y un mundo convulsionados, donde el relativismo cultural e ideológico hace estragos en la calidad de las democracias.

Defendámoslo juntos y hagámoslo crecer.

¡A votar, muchachos, y los veteranos, a acompañar!

Una distinción que nos honra

Una distinción que nos honra

Días atrás, el ingeniero Lucio Cáceres, de más que destacada trayectoria al servicio del Partido Colorado y el país, fue entrevistado en el programa Desayunos Informales de canal 12.

En un momento hizo referencia a la conveniencia de una “prima donna” dentro de nuestra colectividad política, lo que fue recogido por los periodistas Nicolás Batalla y Paula Scorza. Al ser consultado sobre posibles candidaturas de mujeres coloradas, mencionó a la querida correligionaria Virginia Cáceres, de excelente gestión actual como secretaria del Codicen, y a mi persona.

Viniendo esas palabras nada menos que de Lucio, (“le veo un futuro político muy interesante”, dijo de mí) no puedo menos que agradecerle, independientemente de que se tratara de una respuesta informal y a modo de ejemplo, dentro del vasto y acreditado elenco femenino colorado que tengo el honor de integrar.

Lo que importa aquí no es el reconocimiento hacia las personas de Virginia y la mía, sino la convicción demostrada por el apreciado dirigente de la necesidad de un protagonismo femenino que estará destinado a revivificar y fortalecer al Partido Colorado.

Ese es uno de los principales ejes de lucha que hemos emprendido todas nosotras, herederas de la memorable actuación de Martha Montaner y de la vasta saga de personalidades del coloradismo que otorgaron a nuestro género el rol que siempre debió tener: empezando por el primer presidente de la historia en ejercer con conciencia feminista, nuestro inolvidable José Batlle y Ordóñez.

En estos días he estado pensando cuánto camino recorrimos las mujeres en esta colectividad que tanto amamos. Pensé en los dirigentes varones que aún no han aquilatado la importancia de la participación paritaria en listas y cargos y en aquellos que, como el ingeniero Cáceres, comprenden hacia dónde debe ir la política y no miden costos políticos en promoverlo.

Lucio no fue solamente uno de los mejores ministros de Transporte y Obras Públicas que tuvo el país desde la restauración democrática. Fue también el candidato colorado a la Intendencia de Montevideo en las elecciones de 1989, año en que fue electo por primera vez Tabaré Vázquez para ese rol.

Y la verdad es que no he podido dejar de pensar cuánto hubiera cambiado la historia de nuestra capital (y tal vez también la del país) si Cáceres hubiera sido el más votado en esa oportunidad. Porque con su idoneidad y capacidad de gestión hubiera impreso a la ciudad una modernidad de la que hoy, más de 30 años después, aún carece. Porque hubiera consolidado la eficiencia y sensibilidad social del batllismo, valores que tanta falta hacen todavía hoy en nuestro suelo.

La vida política es una sucesión de desafíos, victorias y derrotas que jalonan nuestra existencia y que, más allá de resultados puntuales, nos definen como seres humanos que luchan por un ideal siempre renovado de servicio al prójimo.

Hoy el Partido cogobierna responsablemente en el seno de la Coalición Republicana, pero sigue sin perfilarse como opción mayoritaria de la misma para las próximas elecciones. Esto se debe a múltiples razones.

Por un lado, no apelamos a la errónea vía de buscar perfilismos contra el resto de los integrantes de la coalición, como hace un día sí y otro también Cabildo Abierto. Con ello tiran algunos fuegos de artificio para diferenciarse, sin advertir que al mismo tiempo lesionan la imagen del gobierno y dan pie al Frente Amplio para que sobredimensione nuestros naturales disensos. Al final del día, la ciudadanía sabrá reconocer el rol articulador y constructivo del Partido Colorado en esta coalición.

Tal vez la razón principal que explique nuestros índices de preferencia en las encuestas, sea la carencia -todavía hoy- de un liderazgo claro, no solo por la razonable advertencia del presidente Sanguinetti de que no relanzará una candidatura, sino también por la reiterada renuencia de Pedro Bordaberry a reeditar la suya.

Figuras emergentes de gran potencial se ven hoy impedidos éticamente de lanzar explícitamente sus postulaciones y esa indefinición demora en forma comprensible la aparición colorada en el radar del ciudadano.

Pero si algo nos enseña la observación del ingeniero Cáceres, es que el camino de la integración paritaria es ya imperativo, para refrescar al partido de sus rutinas del pasado, modernizar enfoques y renovar militancia.

Son estos, y no las decisiones cupulares, los caminos que deben transitarse para crecer en política y, con ello, en la capacidad de servir a la comunidad.