
El Sueño de Chaplin que Adela hizo realidad
Cuando nos adentramos en la biografía de Adela Reta, hay efemérides que nos llenan de asombro. ¿Podemos citar un paralelismo entre la obra cinematográfica profundamente humanista de Charles Chaplin, y la político-social que desarrolló Adela Reta en Uruguay a lo largo de su fecunda vida?
Las páginas que siguen procurarán brindar al lector una respuesta afirmativa.
Hay que partir de una casualidad que tal vez no sea tal: Adela nace en 1921, el mismo año en que Chaplin, uno de los creadores cinematográficos más importantes de la historia, estrena su primer largometraje: “The kid”.
Se trata de una historia que aún hoy, un siglo después, sobrecoge nuestra sensibilidad. Aunque a simple vista parezca que nos salimos de tema, vale la pena adentrarse en el argumento de ese clásico inolvidable. Una mujer muy pobre que interpreta la actriz Edna Purviance abandona a su bebé recién nacido, por carecer de recursos para mantenerlo, dentro del automóvil de una familia rica. Pero este vehículo es robado por unos delincuentes, que dejan al bebé junto a un tacho de basura. Y es allí donde lo encuentra Carlitos, el entrañable personaje de bigotito y bombín que inmortalizó Chaplin.
El vagabundo que no sabe qué hacer con ese recién nacido hasta que decide adoptarlo, protegiéndolo de un mundo de privaciones, miseria y dolor. Uno de los aspectos que hizo más memorable la película fue el de haber incurrido por primera vez en una combinación magistral de comedia y melodrama. Ese fue el gran desafío creativo que asumió Chaplin, generando la desconfianza e incredulidad de productores y magnates del naciente Hollywood, quienes, para atajarse de lo que intuían sería un soberano fracaso de taquilla, la promocionaron como “una película con sonrisa y quizá una lágrima”. La escena en que el niño que interpreta Jackie Coogan es literalmente arrancado de los brazos de Carlitos por unos burócratas, es todavía hoy una de las más desgarradoras de la historia del cine. El público dio la razón al arriesgado creador, porque The kid se convirtió en un éxito inmediato que catapultó a Chaplin a la consagración mundial.
Parece simbólico que esa obra maestra del humanismo, que echaba luz por primera vez sobre el drama mundial de la infancia abandonada, se haya hecho pública el mismo año en que nació Adela Reta, una mujer que dedicaría su mayor esfuerzo y su mejor talento precisamente a ese sector injustamente olvidado de la sociedad.
Porque además de superar todas las barreras que una cultura machista sistémica imponía a aquellas mujeres que deseaban trascender la misión de guardianas del hogar propio, Adela centró sus esfuerzos de formación profesional, desde muy joven, en la comprensión cabal del fenómeno de la minoridad infractora y cómo esta se originaba en el deterioro del entramado familiar de los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
La historia señala el año 1818 como el primero en que se aborda este grave problema social. La primera institución de beneficencia encargada de cuidar niños huérfanos y expósitos llevó como nombre “La Inclusa”, y atendió a los que eran abandonados en el llamado “Torno”, un dispositivo giratorio que permitía el anonimato de quienes tomaban esa durísima decisión y que aún se conserva en el Museo Histórico Nacional, Casa de Rivera.
En su artículo “Niños y niñas expósitos y huérfanos en el Uruguay del siglo XIX” (Revista de la Facultad de Derecho Número 41, julio-diciembre de 2016), María Laura Osta Vázquez evoca también a las Hermanas del Huerto, que llegaron con el objetivo de colaborar en esa obra, así como también el largo proceso de amparo de menores que atravesó todo el siglo XIX. La autora explica que “los niños en el Torno no eran abandonados sino ‘depositados’, entregados a la Caridad con el consuelo de un futuro reencuentro”.
Después vendrían los desvelos del pediatra Dr. Luis Morquio y la fundación del Consejo del Niño en 1934.
En 1946, Adela Reta se graduó como Doctora en Derecho y Ciencias Sociales y diez años más tarde obtuvo la cátedra por concurso de oposición y méritos, convirtiéndose en la primera mujer catedrática de la Universidad uruguaya. El Dr. Julio María Sanguinetti refiere, en un reciente documental de Canal 5, una particular anécdota: la sorpresa de un gran penalista argentino que presidió el tribunal de ese concurso y quedó maravillado por los conocimientos de Adela, expresándolo con una exclamación que hoy juzgamos de discriminatoria, pero que haría historia en los pasillos de la Facultad de Derecho: “¡lo que sabe esta gorda!”.
En ese contexto, luego de participar en 1957 como delegada de Uruguay en la Comisión Interamericana de Mujeres, Adela viajó en 1959 y 1960 a Alemania y Bélgica, como becaria de las Naciones Unidas, para estudiar la problemática de la minoridad infractora. Con ese bagaje de conocimientos, tras haber desempeñado en 1965 el cargo de ministra de la Corte Electoral, es nombrada en 1967 presidente del Consejo del Niño, cargo que ocupa hasta el advenimiento del golpe de Estado.
Es importante tomar nota del período histórico en que le tocó ejercer ese rol: en plena época de guerrilla urbana, cuando un puñado de totalitarios mesiánicos, desoyendo la recomendación expresa que había dado en el Paraninfo de la Universidad nadie menos que Ernesto “Che” Guevara (“cuiden esta democracia, no tiren ustedes el primer tiro”), soliviantaron irresponsablemente a muchos adolescentes bien intencionados, para empujarlos a una revolución armada tan criminal como suicida. El reconocido videasta nacional Walter Crivocapich, recientemente fallecido, contaba que con apenas 16 años de edad fue detenido y enviado a la Colonia Suárez (hoy Colonia Berro), por haber oficiado de “correo” del MLN-Tupamaros. Hace unos años nos dio un sentido testimonio sobre el apoyo de la Dra. Reta a esos adolescentes que habían caído injustamente en el torbellino de la época, en momentos en que ella misma asumía la defensa de Jorge Batlle, encarcelado por los militares por revelar sus planes totalitarios.
Eran tiempos difíciles, y aun así Adela tuvo el temple de promover el reconocimiento por parte de Uruguay de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos de 1969, conocida como el Pacto de San José de Costa Rica.
Como era de esperar, la dictadura la separó incluso de su cátedra en la Universidad y la persiguió, máxime al convertirse ella en defensora de presos políticos, junto a otros heroicos demócratas como Hugo Batalla.
La noche de la dictadura terminó por fin, por la acción decidida de ambos y otros héroes como Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle, Enrique Tarigo, Wilson Ferreira Aldunate y Líber Seregni.
La Doctora Reta asumió el cargo de ministra de Educación y Cultura en el renacimiento democrático de 1985. Si bien entonces se la recuerda por haber redactado la Ley de Amnistía que sacó de los penales a los presos políticos como primer acto del parlamento de la libertad, no debe soslayarse el énfasis que puso en la minoridad, en un período caracterizado por la discusión global sobre la Convención de los Derechos del Niño.
Elocuentes testimonios del actual Comisionado Parlamentario Penitenciario, Dr. Juan Miguel Petit, quien se desempeñó como un estrecho colaborador de Reta en esa etapa, dan cuenta de las decenas de “ahijados” que la visitaban cada día y a quienes atendía con dedicación, esmero e incluso ayudándolos con recursos de su propio bolsillo. Para él, “el despacho de Adela Reta en el Ministerio de Educación y Cultura era como una ‘tienda de los milagros’, porque siempre había diez o doce personas, adolescentes y jóvenes que acudían a ella: era como una gran madre”.
La historiadora y actual viceministra de Educación y Cultura Ana Ribeiro abunda en esas anécdotas: “Adela Reta tenía entre sesenta y setenta ahijados, niños, adolescentes y jóvenes a los que cobijó y aconsejó desde la presidencia del Consejo del Niño. A ellos les concedía ‘prioridad absoluta’. Sin importar con quién estuviera reunida, así fueran los más importantes jerarcas, los chicos estaban primero. Las más de las veces iban a pedirle consejo, pero ella no dudaba en abrir la cartera para ayudarlos, si era necesario”.
Estos ahijados no eran otros que ya crecidos menores infractores o abandonados en los hogares del Consejo del Niño, rebautizado en 1989 como Instituto Nacional del Menor (INAME), que sabían que contaban con Adela, cualquiera fuera la estatura de su responsabilidad institucional, para seguir alentándolos en el camino de la superación esforzada y honesta. El espíritu de aquel clásico de Charles Chaplin seguía latiendo en ella: el amparo al desvalido, más que como un deber institucional, como una autoasumida obligación moral, actuando a lo largo de su vida en conciencia y a conciencia.
Uno de estos ahijados es José Carlos García, quien cuenta que “ingresé al Consejo del Niño cuando tenía 8 años, como consecuencia de haberme criado en una familia disfuncional. Lo que hizo Adela Reta fue darnos la oportunidad, a muchos gurises que estábamos en el horno, de salir adelante con conocimiento y trabajo. Sin importar a quién votaban ni de dónde eran. Hacer las cosas que tenían que hacer y hacerlas bien”. Adela lo incentivó a que continuara sus estudios, lo afilió a una mutualista, lo ayudó a conseguir trabajo y, aún cuando él encontró un nuevo camino en base a su propio esfuerzo, siguió contando con ella a lo largo de la vida.
Multiplique el lector ese reconocimiento por cada uno de los chiquilines apartados de la sociedad que ella no se limitó solo a rehabilitar desde su función política, sino que amadrinó en lo humano.
Pero el recuerdo emocionado del Dr. Juan Miguel Petit a su gran mentora no se limita a estos ahijados de la vida: “en aquella época, el Consejo del Niño tenía albergues con más de cien niños, cuando la tendencia en los países desarrollados consistía en generar hogares pequeños. Adela me dijo: ‘hay que comprar casas. Buscá estaciones de AFE, monasterios que no se usen…’, y en tres meses se compraron 22 casas”. También se puso al hombro el tema de los menores infractores; a quienes no había dónde ubicar: Adela consiguió el local de La Tablada y allí emplazó un centro piloto.
Es imposible no mencionar una de las más importantes políticas sociales del primer gobierno del Dr. Sanguinetti, como lo fueron los Centros CAIF.
La atención a la primera infancia es algo así como la prueba del nueve de todo gobierno que se precie de promover la justicia social. Porque aquellos que apuestan a la demagogia y al éxito electoral fácil, generalmente olvidan a este segmento de la población, por la sencilla razón de que no vota. A contrapelo de esa deteriorada percepción de la política, el Batllismo ha dado muestra a lo largo de toda su historia de un compromiso radical en favor de la primera infancia, entendida como el establecimiento de igualdad de oportunidades desde el comienzo de la vida. Y la Doctora Adela Reta, una batllista ejemplar que no tuvo hijos propios, ofrendó sin embargo toda una vida notablemente fecunda a esos trascendentes valores.
Pero sería reduccionista, en este vínculo entre lo que Charles Chaplin soñó contradiciendo el supuesto orden “natural” de las cosas y lo que Adela Reta hizo realidad, quedarnos solamente con la protección a la infancia desvalida.
Si algo identificó la vida de aquel genial actor inglés, que desarrolló su vasta carrera creativa en Estados Unidos, fue el apego a un humanismo esencial, que lo llevó entre otras proezas, a filmar una película como The great dictator, que explícitamente hacía escarnio de Adolf Hitler, en 1940, cuando ese siniestro personaje iniciaba su camino de devastación mundial.
Un humanismo que reconocía el valor del arte y la cultura, como herramientas para la superación del individuo y el enriquecimiento intelectual y sensible de la sociedad.
1971 fue el año en que Adela cumplió 50 y fue también el año de un incendio que destruyó un ícono de la cultura nacional, como un probable símbolo del fuego que dos años después devoraría a la democracia.
El viejo Estudio Auditorio del Sodre había sido adquirido por el Estado en 1931, en el terreno que desde 1890 albergara al Teatro de Verano y, desde 1905, al Teatro Urquiza. Por su escenario pasaron grandes figuras de la escena mundial, como Enrico Caruso, Lily Pons, Beniamino Gigli, Pablo Casals, Arturo Rubinstein, la compañía de ballet Jouvet y Ana Pavlova; actores de la talla de Lola Membrives, Eleonora Duse, María Guerrero y hasta el humorista argentino Florencio Parravicini. También allí se presentó por primera vez la actriz uruguaya Concepción Zorrilla de San Martín, nuestra querida China Zorrilla, a la edad de apenas 22 años.
Ese templo de la cultura quedó reducido a cenizas por un cortocircuito de su vieja instalación eléctrica, que encendió una estructura de madera altamente inflamable. El esfuerzo de los artistas salvó algunas partituras e instrumentos musicales, pero la sala de espectáculos, que tenía capacidad para un millar de espectadores, se extinguió completamente.
Su desaparición fue el símbolo del espíritu destructivo que animaban aquellos tiempos, con un movimiento guerrillero que acumulaba secuestros, robos y crímenes contra una democracia que seguía siendo ejemplar, alentado por un sector de la izquierda que se mofaba del sistema, caricaturizando la democracia con los motes de “libertades burguesas”, “oligarquía” y “rosca”.
No es casual que el incendio del Estudio Auditorio ejemplificara cabalmente la derrota del Uruguay cultural. Aquel país que legó al mundo importantes literatos, filósofos y artistas de las más variadas disciplinas.
Entre 1973 y 1984, poco y nada hizo el régimen dictatorial para revertir esa pérdida, por la sencilla razón de que la cultura no estaba en su agenda. Lo único que hicieron los sucesivos gobernantes de facto de esa época fue publicitar productos culturales que avalaran sus acciones inconstitucionales, como la zamba “Disculpe” de Hugo Ferrari, patéticamente convertida en canción oficial y obligatoria para las radioemisoras; películas que exaltaban valores autóctonos o grandes campañas de reivindicación de figuras históricas que ejercieron mandatos totalitarios, como el coronel Lorenzo Latorre.
La campaña electoral de cara a las elecciones de 1984 encontró al Partido Colorado (y con él, a la Doctora Adela Reta), encolumnado detrás de la fórmula Sanguinetti-Tarigo, una de cuyas promesas preelectorales fue la reconstrucción del Sodre.
Como ministra de Educación y Cultura, Adela puso razón y corazón en el inicio de esa reparación cultural histórica, que se concretó en un llamado a concurso para elegir el diseño arquitectónico del nuevo Estudio Auditorio, a cuyo fallo se llegó en 1989. A partir de la segunda presidencia de Sanguinetti, en 1995, Adela podría haber aceptado su bien ganado lugar en el Senado de la República, pero en cambio solicitió al primer mandatario ser destinada al Sodre. Al respecto ha recordado Sanguinetti que “antes de sentarse en la poltrona azul del Senado que a tantos marea, ella prefirió contribuir a la cultura del país, para avanzar en esta obra”.
El compromiso de Adela en este sentido databa de la década del 40, cuando siendo una joven estudiante de Derecho, formó parte de la fermental movida preparatoria de lo que después se conoció como el Teatro Independiente Uruguayo.
Participó en la Comisión de Teatros Municipales y fue fundadora del Teatro Universitario. Por la misma época en que ya se desempeñaba como promisoria penalista, se hizo tiempo para construir salas de espectáculos con sus propias manos, siendo factótum de un movimiento cultural del que surgieron instituciones señeras como Club de Teatro, El Galpón, El Circular y tantos otros, que aún hoy enorgullecen al Uruguay por su prestigio internacional.
Ejerciendo el cargo de ministra de Educación y Cultura en el período 1985-1990, muchos creadores compatriotas recuerdan la calidez con que los recibía, tendiendo su mano amiga a sus necesidades y desarrollando, junto a recordados gestores culturales batllistas como Tomás Lowy y Jaime Yavitz, una intensa agenda de talleres de artes escénicas en todo el país, de los que surgirían con el tiempo relevantes instituciones teatrales que aún hoy existen en varios departamentos.
En un reciente conversatorio sobre la figura de Adela, así fue reconocida por la coreógrafa Graciela Figueroa y el actor Juan Jones, dos personalidades estelares de las artes escénicas del país. De este modo la definió Jones: “una mujer brillante que colaboró con los teatros y que, cuando fue escalando posiciones en su quehacer político y puestos de responsabilidad, nunca se olvidó de quién era y quién había sido. Siempre trató de proteger y ayudar”.
Adela comprendió cabalmente el ideal batllista de un país donde no solo debe haber una educación pública igualadora de oportunidades desde la base, también una política cultural que eleve la calidad de vida, estimule la creatividad, refine la sensibilidad y promueva el espíritu crítico.
Por eso, su obra es un faro que brilla más que nunca en nuestro complejo presente.
Su gestión en defensa de la minoridad, alejándola de la seducción del delito, debe valorarse hoy más que nunca, cuando la permisividad de quienes gobernaron el país en los últimos tres lustros, ha prohijado el crecimiento del narcotráfico e influido para que vastos sectores juveniles se sientan atraídos por la actividad delictiva.
Su promoción cultural, al mismo tiempo, resulta un paradigma que debe acentuarse, también hoy más que nunca. Porque solo a través de la popularización de las grandes obras del arte nacional y universal, las nuevas generaciones podrán escapar de las trampas tendidas por los algoritmos de las redes sociales, que procuran achicar el espectro de sus áreas de conocimiento, consolidarles prejuicios y empobrecerlos intelectualmente, además de sumarlos a pueriles hinchadas de ideologías simplificadas y simplificadoras.
La respuesta a estas complejas disfunciones sociales de la actualidad se limita a un sustantivo y un adjetivo: humanismo batllista.
El humanismo que difundió Chaplin en sus películas inolvidables.
El Batllismo que ejerció Adela Reta en tantas décadas de esforzado, honesto y eficiente servicio público.

El texto anterior es un ensayo realizado por Fátima Barrutta a propósito de la figura Adela Reta en el marco de un concurso realizado por la Asociación Civil Adela Reta, el Instituto Joaquín Suárez y la Prosecretaria de Género del Comité Ejecutivo Departamental del Partido Colorado. Se adjunta a continuación el fallo de dicho concurso:
Montevideo, febrero 2 de 2023.
VISTO: El llamado a concurso realizado en forma conjunta por la
Asociación Civil Adela Reta, el Instituto Joaquín Suárez y la Prosecretaria
de Género del Comité Ejecutivo Departamental del Partido Colorado,
consistente en la presentación de un Ensayo sobre la figura de la Dra.
Adela Reta.
RESULTANDO I: Que se conformó una comisión organizadora con un
representante de cada una de las instituciones integrantes de la comisión.
RESULTANDO II: Que dicha comisión nombró un jurado integrado por: la
Dra. Gianella Bardazano, la Comunicadora Adela Dubra, el Dr. Juan Miguel
Petit y el Prof. Diego Delgrossi.
CONSIDERANDO I: Que se presentó solamente un trabajo entregado por la
Sra. Fátima Berruta.
CONSIDERANDO II: Que el tribunal falló de la siguiente manera: tres
miembros consideran que el trabajo no se ajusta a los estándares de un
ensayo como expresaba la consigna, de esta forma se expresaron los
jurados: Juan Manuel Petit, Adela Dubra y Gianella Bardazano y que el
restante jurado Diego Delgrossi falló expresando: el trabajo es Correcto y
entendiendo que se ajusta la consigna.
Adela Dubra expresa: “un cálido retrato de Adela Reta” que sin embargo
no se ajusta a los parámetros de ensayo requeridos en las bases.
CONSIDERANDO III: Que, por tres votos contra uno, el jurado falla que el
trabajo no es un ensayo y por lo tanto no se ajusta a la consigna del
concurso.
LA COMISION ORGANIZADORA DEL CONCURSO DE ENSAYO SOBRE
ADELA RETA
RESUELVE:
1°.- Homologar el fallo de jurado designado.
2°.- Declarar desierto el mencionado concurso.-
3°.- Liberar el trabajo presentado para el libre uso de su autora.
Lorena De León – Asociación Civil “Adela Reta”
Elianna Testa – Prosecretaria de Genero del Comité Ejecutivo
Departamental del Montevideo del Partido Colorado
Gonzalo Arias – Instituto Joaquín Suárez