El Sueño de Chaplin que Adela hizo realidad

El Sueño de Chaplin que Adela hizo realidad

Cuando nos adentramos en la biografía de Adela Reta, hay efemérides que nos llenan de asombro. ¿Podemos citar un paralelismo entre la obra cinematográfica profundamente humanista de Charles Chaplin, y la político-social que desarrolló Adela Reta en Uruguay a lo largo de su fecunda vida? 

Las páginas que siguen procurarán brindar al lector una respuesta afirmativa. 

Hay que partir de una casualidad que tal vez no sea tal: Adela nace en 1921, el mismo año en que Chaplin, uno de los creadores cinematográficos más importantes de la historia, estrena su primer largometraje: “The kid”.  

Se trata de una historia que aún hoy, un siglo después, sobrecoge nuestra sensibilidad. Aunque a simple vista parezca que nos salimos de tema, vale la pena adentrarse en el argumento de ese clásico inolvidable. Una mujer muy pobre que interpreta la actriz Edna Purviance abandona a su bebé recién nacido, por carecer de recursos para mantenerlo, dentro del automóvil de una familia rica. Pero este vehículo es robado por unos delincuentes, que dejan al bebé junto a un tacho de basura. Y es allí donde lo encuentra Carlitos, el entrañable personaje de bigotito y bombín que inmortalizó Chaplin.  

El vagabundo que no sabe qué hacer con ese recién nacido hasta que decide adoptarlo, protegiéndolo de un mundo de privaciones, miseria y dolor. Uno de los aspectos que hizo más memorable la película fue el de haber incurrido por primera vez en una combinación magistral de comedia y melodrama. Ese fue el gran desafío creativo que asumió Chaplin, generando la desconfianza e incredulidad de productores y magnates del naciente Hollywood, quienes, para atajarse de lo que intuían sería un soberano fracaso de taquilla, la promocionaron como “una película con sonrisa y quizá una lágrima”. La escena en que el niño que interpreta Jackie Coogan es literalmente arrancado de los brazos de Carlitos por unos burócratas, es todavía hoy una de las más desgarradoras de la historia del cine. El público dio la razón al arriesgado creador, porque The kid se convirtió en un éxito inmediato que catapultó a Chaplin a la consagración mundial.  

Parece simbólico que esa obra maestra del humanismo, que echaba luz por primera vez sobre el drama mundial de la infancia abandonada, se haya hecho pública el mismo año en que nació Adela Reta, una mujer que dedicaría su mayor esfuerzo y su mejor talento precisamente a ese sector injustamente olvidado de la sociedad.  

Porque además de superar todas las barreras que una cultura machista sistémica imponía a aquellas mujeres que deseaban trascender la misión de guardianas del hogar propio, Adela centró sus esfuerzos de formación profesional, desde muy joven, en la comprensión cabal del fenómeno de la minoridad infractora y cómo esta se originaba en el deterioro del entramado familiar de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. 

La historia señala el año 1818 como el primero en que se aborda este grave problema social. La primera institución de beneficencia encargada de cuidar niños huérfanos y expósitos llevó como nombre “La Inclusa”, y atendió a los que eran abandonados en el llamado “Torno”, un dispositivo giratorio que permitía el anonimato de quienes tomaban esa durísima decisión y que aún se conserva en el Museo Histórico Nacional, Casa de Rivera.  

En su artículo “Niños y niñas expósitos y huérfanos en el Uruguay del siglo XIX” (Revista de la Facultad de Derecho Número 41, julio-diciembre de 2016), María Laura Osta Vázquez evoca también a las Hermanas del Huerto, que llegaron con el objetivo de colaborar en esa obra, así como también el largo proceso de amparo de menores que atravesó todo el siglo XIX. La autora explica que “los niños en el Torno no eran abandonados sino ‘depositados’, entregados a la Caridad con el consuelo de un futuro reencuentro”

Después vendrían los desvelos del pediatra Dr. Luis Morquio y la fundación del Consejo del Niño en 1934.  

En 1946, Adela Reta se graduó como Doctora en Derecho y Ciencias Sociales y diez años más tarde obtuvo la cátedra por concurso de oposición y méritos, convirtiéndose en la primera mujer catedrática de la Universidad uruguaya. El Dr. Julio María Sanguinetti refiere, en un reciente documental de Canal 5, una particular anécdota: la sorpresa de un gran penalista argentino que presidió el tribunal de ese concurso y quedó maravillado por los conocimientos de Adela, expresándolo con una exclamación que hoy juzgamos de discriminatoria, pero que haría historia en los pasillos de la Facultad de Derecho: “¡lo que sabe esta gorda!”.  

En ese contexto, luego de participar en 1957 como delegada de Uruguay en la Comisión Interamericana de Mujeres, Adela viajó en 1959 y 1960 a Alemania y Bélgica, como becaria de las Naciones Unidas, para estudiar la problemática de la minoridad infractora. Con ese bagaje de conocimientos, tras haber desempeñado en 1965 el cargo de ministra de la Corte Electoral, es nombrada en 1967 presidente del Consejo del Niño, cargo que ocupa hasta el advenimiento del golpe de Estado.  

Es importante tomar nota del período histórico en que le tocó ejercer ese rol: en plena época de guerrilla urbana, cuando un puñado de totalitarios mesiánicos, desoyendo la recomendación expresa que había dado en el Paraninfo de la Universidad nadie menos que Ernesto “Che” Guevara (“cuiden esta democracia, no tiren ustedes el primer tiro”), soliviantaron irresponsablemente a muchos adolescentes bien intencionados, para empujarlos a una revolución armada tan criminal como suicida. El reconocido videasta nacional Walter Crivocapich, recientemente fallecido, contaba que con apenas 16 años de edad fue detenido y enviado a la Colonia Suárez (hoy Colonia Berro), por haber oficiado de “correo” del MLN-Tupamaros. Hace unos años nos dio un sentido testimonio sobre el apoyo de la Dra. Reta a esos adolescentes que habían caído injustamente en el torbellino de la época, en momentos en que ella misma asumía la defensa de Jorge Batlle, encarcelado por los militares por revelar sus planes totalitarios.  

Eran tiempos difíciles, y aun así Adela tuvo el temple de promover el reconocimiento por parte de Uruguay de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos de 1969, conocida como el Pacto de San José de Costa Rica.  

Como era de esperar, la dictadura la separó incluso de su cátedra en la Universidad y la persiguió, máxime al convertirse ella en defensora de presos políticos, junto a otros heroicos demócratas como Hugo Batalla. 

La noche de la dictadura terminó por fin, por la acción decidida de ambos y otros héroes como Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle, Enrique Tarigo, Wilson Ferreira Aldunate y Líber Seregni.  

La Doctora Reta asumió el cargo de ministra de Educación y Cultura en el renacimiento democrático de 1985. Si bien entonces se la recuerda por haber redactado la Ley de Amnistía que sacó de los penales a los presos políticos como primer acto del parlamento de la libertad, no debe soslayarse el énfasis que puso en la minoridad, en un período caracterizado por la discusión global sobre la Convención de los Derechos del Niño.  

Elocuentes testimonios del actual Comisionado Parlamentario Penitenciario, Dr. Juan Miguel Petit, quien se desempeñó como un estrecho colaborador de Reta en esa etapa, dan cuenta de las decenas de “ahijados” que la visitaban cada día y a quienes atendía con dedicación, esmero e incluso ayudándolos con recursos de su propio bolsillo. Para él, “el despacho de Adela Reta en el Ministerio de Educación y Cultura era como una ‘tienda de los milagros’, porque siempre había diez o doce personas, adolescentes y jóvenes que acudían a ella: era como una gran madre”

La historiadora y actual viceministra de Educación y Cultura Ana Ribeiro abunda en esas anécdotas: “Adela Reta tenía entre sesenta y setenta ahijados, niños, adolescentes y jóvenes a los que cobijó y aconsejó desde la presidencia del Consejo del Niño. A ellos les concedía ‘prioridad absoluta’. Sin importar con quién estuviera reunida, así fueran los más importantes jerarcas, los chicos estaban primero. Las más de las veces iban a pedirle consejo, pero ella no dudaba en abrir la cartera para ayudarlos, si era necesario”

Estos ahijados no eran otros que ya crecidos menores infractores o abandonados en los hogares del Consejo del Niño, rebautizado en 1989 como Instituto Nacional del Menor (INAME), que sabían que contaban con Adela, cualquiera fuera la estatura de su responsabilidad institucional, para seguir alentándolos en el camino de la superación esforzada y honesta. El espíritu de aquel clásico de Charles Chaplin seguía latiendo en ella: el amparo al desvalido, más que como un deber institucional, como una autoasumida obligación moral, actuando a lo largo de su vida en conciencia y a conciencia. 

Uno de estos ahijados es José Carlos García, quien cuenta que “ingresé al Consejo del Niño cuando tenía 8 años, como consecuencia de haberme criado en una familia disfuncional. Lo que hizo Adela Reta fue darnos la oportunidad, a muchos gurises que estábamos en el horno, de salir adelante con conocimiento y trabajo. Sin importar a quién votaban ni de dónde eran. Hacer las cosas que tenían que hacer y hacerlas bien”. Adela lo incentivó a que continuara sus estudios, lo afilió a una mutualista, lo ayudó a conseguir trabajo y, aún cuando él encontró un nuevo camino en base a su propio esfuerzo, siguió contando con ella a lo largo de la vida.  

Multiplique el lector ese reconocimiento por cada uno de los chiquilines apartados de la sociedad que ella no se limitó solo a rehabilitar desde su función política, sino que amadrinó en lo humano.  

Pero el recuerdo emocionado del Dr. Juan Miguel Petit a su gran mentora no se limita a estos ahijados de la vida: “en aquella época, el Consejo del Niño tenía albergues con más de cien niños, cuando la tendencia en los países desarrollados consistía en generar hogares pequeños. Adela me dijo: ‘hay que comprar casas. Buscá estaciones de AFE, monasterios que no se usen…’, y en tres meses se compraron 22 casas”. También se puso al hombro el tema de los menores infractores; a quienes no había dónde ubicar: Adela consiguió el local de La Tablada y allí emplazó un centro piloto.  

Es imposible no mencionar una de las más importantes políticas sociales del primer gobierno del Dr. Sanguinetti, como lo fueron los Centros CAIF.  

La atención a la primera infancia es algo así como la prueba del nueve de todo gobierno que se precie de promover la justicia social. Porque aquellos que apuestan a la demagogia y al éxito electoral fácil, generalmente olvidan a este segmento de la población, por la sencilla razón de que no vota. A contrapelo de esa deteriorada percepción de la política, el Batllismo ha dado muestra a lo largo de toda su historia de un compromiso radical en favor de la primera infancia, entendida como el establecimiento de igualdad de oportunidades desde el comienzo de la vida. Y la Doctora Adela Reta, una batllista ejemplar que no tuvo hijos propios, ofrendó sin embargo toda una vida notablemente fecunda a esos trascendentes valores. 

Pero sería reduccionista, en este vínculo entre lo que Charles Chaplin soñó contradiciendo el supuesto orden “natural” de las cosas y lo que Adela Reta hizo realidad, quedarnos solamente con la protección a la infancia desvalida.  

Si algo identificó la vida de aquel genial actor inglés, que desarrolló su vasta carrera creativa en Estados Unidos, fue el apego a un humanismo esencial, que lo llevó entre otras proezas, a filmar una película como The great dictator, que explícitamente hacía escarnio de Adolf Hitler, en 1940, cuando ese siniestro personaje iniciaba su camino de devastación mundial.  

Un humanismo que reconocía el valor del arte y la cultura, como herramientas para la superación del individuo y el enriquecimiento intelectual y sensible de la sociedad. 

1971 fue el año en que Adela cumplió 50 y fue también el año de un incendio que destruyó un ícono de la cultura nacional, como un probable símbolo del fuego que dos años después devoraría a la democracia.  

El viejo Estudio Auditorio del Sodre había sido adquirido por el Estado en 1931, en el terreno que desde 1890 albergara al Teatro de Verano y, desde 1905, al Teatro Urquiza. Por su escenario pasaron grandes figuras de la escena mundial, como Enrico Caruso, Lily Pons, Beniamino Gigli, Pablo Casals, Arturo Rubinstein, la compañía de ballet Jouvet y Ana Pavlova; actores de la talla de Lola Membrives, Eleonora Duse, María Guerrero y hasta el humorista argentino Florencio Parravicini. También allí se presentó por primera vez la actriz uruguaya Concepción Zorrilla de San Martín, nuestra querida China Zorrilla, a la edad de apenas 22 años. 

Ese templo de la cultura quedó reducido a cenizas por un cortocircuito de su vieja instalación eléctrica, que encendió una estructura de madera altamente  inflamable. El esfuerzo de los artistas salvó algunas partituras e instrumentos musicales, pero la sala de espectáculos, que tenía capacidad para un millar de espectadores, se extinguió completamente. 

Su desaparición fue el símbolo del espíritu destructivo que animaban aquellos tiempos, con un movimiento guerrillero que acumulaba secuestros, robos y crímenes contra una democracia que seguía siendo ejemplar, alentado por un sector de la izquierda que se mofaba del sistema, caricaturizando la democracia con los motes de “libertades burguesas”, “oligarquía” y “rosca”.  

No es casual que el incendio del Estudio Auditorio ejemplificara cabalmente la derrota del Uruguay cultural. Aquel país que legó al mundo importantes literatos, filósofos y artistas de las más variadas disciplinas. 

Entre 1973 y 1984, poco y nada hizo el régimen dictatorial para revertir esa pérdida, por la sencilla razón de que la cultura no estaba en su agenda. Lo único que hicieron los sucesivos gobernantes de facto de esa época fue publicitar productos culturales que avalaran sus acciones inconstitucionales, como la zamba “Disculpe” de Hugo Ferrari, patéticamente convertida en canción oficial y obligatoria para las radioemisoras; películas que exaltaban valores autóctonos o grandes campañas de reivindicación de figuras históricas que ejercieron mandatos totalitarios, como el coronel Lorenzo Latorre.  

La campaña electoral de cara a las elecciones de 1984 encontró al Partido Colorado (y con él, a la Doctora Adela Reta), encolumnado detrás de la fórmula Sanguinetti-Tarigo, una de cuyas promesas preelectorales fue la reconstrucción del Sodre. 

Como ministra de Educación y Cultura, Adela puso razón y corazón en el inicio de esa reparación cultural histórica, que se concretó en un llamado a concurso para elegir el diseño arquitectónico del nuevo Estudio Auditorio, a cuyo fallo se llegó en 1989. A partir de la segunda presidencia de Sanguinetti, en 1995, Adela podría haber aceptado su bien ganado lugar en el Senado de la República, pero en cambio solicitió al primer mandatario ser destinada al Sodre. Al respecto ha recordado Sanguinetti que “antes de sentarse en la poltrona azul del Senado que a tantos marea, ella prefirió contribuir a la cultura del país, para avanzar en esta obra”. 

El compromiso de Adela en este sentido databa de la década del 40, cuando siendo una joven estudiante de Derecho, formó parte de la fermental movida preparatoria de lo que después se conoció como el Teatro Independiente Uruguayo.  

Participó en la Comisión de Teatros Municipales y fue fundadora del Teatro Universitario. Por la misma época en que ya se desempeñaba como promisoria penalista, se hizo tiempo para construir salas de espectáculos con sus propias manos, siendo factótum de un movimiento cultural del que surgieron instituciones señeras como Club de Teatro, El Galpón, El Circular y tantos otros, que aún hoy enorgullecen al Uruguay por su prestigio internacional.  

Ejerciendo el cargo de ministra de Educación y Cultura en el período 1985-1990, muchos creadores compatriotas recuerdan la calidez con que los recibía, tendiendo su mano amiga a sus necesidades y desarrollando, junto a recordados gestores culturales batllistas como Tomás Lowy y Jaime Yavitz, una intensa agenda de talleres de artes escénicas en todo el país, de los que surgirían con el tiempo relevantes instituciones teatrales que aún hoy existen en varios departamentos.  

En un reciente conversatorio sobre la figura de Adela, así fue reconocida por la coreógrafa Graciela Figueroa y el actor Juan Jones, dos personalidades estelares de las artes escénicas del país. De este modo la definió Jones: “una mujer brillante que colaboró con los teatros y que, cuando fue escalando posiciones en su quehacer político y puestos de responsabilidad, nunca se olvidó de quién era y quién había sido. Siempre trató de proteger y ayudar”. 

Adela comprendió cabalmente el ideal batllista de un país donde no solo debe haber una educación pública igualadora de oportunidades desde la base, también una política cultural que eleve la calidad de vida, estimule la creatividad, refine la sensibilidad y promueva el espíritu crítico. 

Por eso, su obra es un faro que brilla más que nunca en nuestro complejo presente. 

Su gestión en defensa de la minoridad, alejándola de la seducción del delito, debe valorarse hoy más que nunca, cuando la permisividad de quienes gobernaron el país en los últimos tres lustros, ha prohijado el crecimiento del narcotráfico e influido para que vastos sectores juveniles se sientan atraídos por la actividad delictiva.   

Su promoción cultural, al mismo tiempo, resulta un paradigma que debe acentuarse, también hoy más que nunca. Porque solo a través de la popularización de las grandes obras del arte nacional y universal, las nuevas generaciones podrán escapar de las trampas tendidas por los algoritmos de las redes sociales, que procuran achicar el espectro de sus áreas de conocimiento, consolidarles prejuicios y empobrecerlos intelectualmente, además de sumarlos a pueriles hinchadas de ideologías simplificadas y simplificadoras. 

La respuesta a estas complejas disfunciones sociales de la actualidad se limita a un sustantivo y un adjetivo: humanismo batllista.  

El humanismo que difundió Chaplin en sus películas inolvidables. 

El Batllismo que ejerció Adela Reta en tantas décadas de esforzado, honesto y eficiente servicio público. 


El texto anterior es un ensayo realizado por Fátima Barrutta a propósito de la figura Adela Reta en el marco de un concurso realizado por la Asociación Civil Adela Reta, el Instituto Joaquín Suárez y la Prosecretaria de Género del Comité Ejecutivo Departamental del Partido Colorado. Se adjunta a continuación el fallo de dicho concurso:

Montevideo, febrero 2 de 2023.

VISTO: El llamado a concurso realizado en forma conjunta por la
Asociación Civil Adela Reta, el Instituto Joaquín Suárez y la Prosecretaria
de Género del Comité Ejecutivo Departamental del Partido Colorado,
consistente en la presentación de un Ensayo sobre la figura de la Dra.
Adela Reta.

RESULTANDO I: Que se conformó una comisión organizadora con un
representante de cada una de las instituciones integrantes de la comisión.

RESULTANDO II: Que dicha comisión nombró un jurado integrado por: la
Dra. Gianella Bardazano, la Comunicadora Adela Dubra, el Dr. Juan Miguel
Petit y el Prof. Diego Delgrossi.

CONSIDERANDO I: Que se presentó solamente un trabajo entregado por la
Sra. Fátima Berruta.

CONSIDERANDO II: Que el tribunal falló de la siguiente manera: tres
miembros consideran que el trabajo no se ajusta a los estándares de un
ensayo como expresaba la consigna, de esta forma se expresaron los
jurados: Juan Manuel Petit, Adela Dubra y Gianella Bardazano y que el
restante jurado Diego Delgrossi falló expresando: el trabajo es Correcto y
entendiendo que se ajusta la consigna.
Adela Dubra expresa: “un cálido retrato de Adela Reta” que sin embargo
no se ajusta a los parámetros de ensayo requeridos en las bases.

CONSIDERANDO III: Que, por tres votos contra uno, el jurado falla que el
trabajo no es un ensayo y por lo tanto no se ajusta a la consigna del
concurso.

LA COMISION ORGANIZADORA DEL CONCURSO DE ENSAYO SOBRE
ADELA RETA

RESUELVE:

1°.- Homologar el fallo de jurado designado.
2°.- Declarar desierto el mencionado concurso.-
3°.- Liberar el trabajo presentado para el libre uso de su autora.

Lorena De León – Asociación Civil “Adela Reta”

Elianna Testa – Prosecretaria de Genero del Comité Ejecutivo
Departamental del Montevideo del Partido Colorado

Gonzalo Arias – Instituto Joaquín Suárez

Otro cartoncito que no existe

Otro cartoncito que no existe

Ayer Sendic, hoy Olesker.

Nuevamente se devela que un dirigente de primer nivel de la política uruguaya ha estado ostentando un título universitario del que carece.

En el caso de Sendic, la licenciatura en genética humana que él solía invocar ni siquiera existía como carrera.

En el de Olesker, el senador presentó como justificación que no pudo terminar la carrera porque fue perseguido por la dictadura, pero eso no le impidió realizar un curso de posgrado en Lovaina (Bélgica).

De todas maneras, las explicaciones siguen haciendo ruido.

Porque desde que recuperamos la democracia hasta hoy, Olesker tuvo más de tres décadas de plazo para regularizar esa situación.

O en su defecto, no debió permitir que se antepusiera la profesión de economista a su nombre.

Lo del posgrado en el exterior es igualmente preocupante: habría que determinar cómo la Udelar avaló o por qué solicitó que se inscribiera allí en forma irregular.

¿Por qué decimos que estas cosas son graves?

Primero porque es éticamente reprobable que un dirigente político incurra en falsedades sobre su currículum: si miente acerca de su propia trayectoria, ¿qué podemos esperar que haga en su actividad cotidiana de servicio público?

Segundo, porque asumir un título que no se posee configura además una falta de respeto para quienes de verdad lograron ese objetivo.

Existe un estándar muy riguroso, tanto a nivel de los cargos técnicos del Estado como en la selección de posiciones de mando en las empresas privadas, respecto a la exigencia probatoria de que se posee título universitario.

No está bien que desde el sistema político pretenda flexibilizarse.

Tendría que ser exactamente al revés: poniendo la vara bien alta, los políticos deberíamos dar el ejemplo al respecto.

El episodio también echa luz sobre la falta de credenciales académicas de quienes se oponen desde hace años a una línea económica que ha dado estabilidad al país de la posdictadura.

Porque no solo estamos hablando del correcto manejo de las finanzas públicas que realiza el actual gobierno, que Olesker rechaza un día sí y otro también.

Nos referimos asimismo a su posición siempre inquisidora contra todas las conducciones económicas de los últimos 30 años, incluidas las que lideró Danilo Astori, en el ciclo de tres gobiernos frenteamplistas.

El hecho fue especialmente grave durante el gobierno de Mujica, cuando en el FA repartieron poder entre el astorismo -a quien concedieron el MEF- y el socialismo marxista, que con Olesker al mando se hizo cargo de la OPP.

Es bien recordada la conflictiva convivencia de dos modelos económicos distintos en aquella época, algo que fue reconocido por los propios frenteamplistas y que no trajo pocos problemas al país, más allá de que durante la mayor parte de ese período, nos beneficiáramos del viento a favor de la economía mundial.

Quienes saben del tema han objetado también uno de los principales legados de Olesker, la reforma de la salud que implantó el Fonasa. En los hechos, es un sistema deficitario que año a año demanda el auxilio de rentas generales, en un contexto de mutualistas superpobladas y caída de calidad asistencial.

Desde que Lucía Topolansky declaró haber visto el inexistente título de Sendic, restando importancia a lo que llamó un “cartoncito”, la percepción de buena parte de la izquierda (sobre todo la mujiquista), es de desvalorización de la formación universitaria.

Este nuevo traspié no hace más que confirmarla.

También para modificar ese prejuicio, nacido de una ignorancia arrogante, es imperiosa la transformación educativa.

Ciudad Vieja, Ciudad Libre

Ciudad Vieja, Ciudad Libre

¡Ya pasaron 50 años!

Un 9 de febrero pero de 1973, tuvo lugar el verdadero golpe de estado que sumió al país en 13 años de dictadura.

Lo del 27 de junio fue el desalojo de las cámaras, pero la avanzada militar sobre la institucionalidad democrática se dio cinco meses antes, en aquel “febrero amargo” tan bien relatado por Amílcar Vasconcellos, que ya hemos comentado y glosado en esta columna.

Los frenteamplistas suelen señalar con dedo acusador a un puñado de colorados y blancos que avalaron la disolución de las cámaras. Pero no es casual que siempre pasen por alto que todos los dirigentes de izquierda de esa época -con la excepción del periodista y director del semanario Marcha, Carlos Quijano- aplaudieron irresponsablemente la sublevación militar del 9 de febrero.

El hecho es (o debería ser) por todos conocido y si no, alcanza con leer dos libros emblemáticos:

“La agonía de una democracia” de Julio María Sanguinetti y “El pecado original. La izquierda y el golpe militar de febrero de 1973”, del periodista Alfonso Lessa.

Pero mi intención hoy no es asignar culpas y responsabilidades, sino rendir homenaje a uno de los uruguayos que en aquella oportunidad, siendo colorado y batllista, arriesgó su vida en defensa de la legalidad.

Me refiero al vicealmirante Juan José Zorrilla, que ejercía el mando de la única de las tres armas que se mantuvo fiel a la institucionalidad democrática, la Armada.

Es bueno que quienes creen ciegamente en las mentiras y tergiversaciones desparramadas por el Frente Amplio en los últimos lustros, se enteren de que en febrero, mientras los tupamaros negociaban con los militares en los cuarteles y los dirigentes del FA emitían declaraciones a favor del quiebre institucional, el vicealmirante Zorrilla tomó la decisión histórica de bloquear el acceso a la Ciudad Vieja con una hilera de ómnibus y atrincherarse allí con sus fuerzas, en defensa de las instituciones.

Con el Ejército y la Fuerza Aérea a favor del golpe, la batalla sería desigual, pero Zorrilla no dudó en poner su vida en juego para cumplir con el acatamiento a la Constitución que había jurado.

Y solo la orden en contrario del presidente de entonces, Juan María Bordaberry, lo hizo desistir de una determinación ética que sin duda le hubiera costado la vida.

Por eso, en esa época aciaga se denominó a la Ciudad Vieja “Ciudad Libre”, un nombre hermoso que deberíamos evocar, al tiempo que homenajeamos a ese gran defensor de la legalidad.

Jorge Batlle fue encarcelado por los militares en octubre de 1972, por el supuesto delito de advertir públicamente que se venía un alzamiento castrense.

Amílcar Vasconcellos denunció la conspiración con valentía y acuñó la expresión “febrero amargo”, que quedó matrizada en la historia nacional.

Julio María Sanguinetti renunció a su cargo ministerial y se opuso a la dictadura desde el primer día, (hasta lograr él, en forma protagónica, su caída a través de la negociación y no del enfrentamiento armado, algunos años después).

Y el vicealmirante Zorrilla enalteció con su coraje la condición de militar.

Vaya si merecerá un monumento en la Ciudad Vieja, su maravillosa Ciudad Libre que todos debemos recordar y admirar.

Cuidar la Democracia

Cuidar la Democracia

Los hechos acontecidos en Brasil, en que hordas de radicales de derecha acometieron contra los edificios del gobierno, deben movernos a una profunda reflexión.

Resulta sobrecogedor que se haya utilizado el mismo mecanismo (y por las mismas fechas del año) con que otras hordas que respondían a Donald Trump, asaltaban el congreso norteamericano de similar manera y con un mismo propósito desestabilizador.

La evidencia de que el ataque fue planificado de antemano, incluyendo una compleja logística de traslados y alojamientos de los asaltantes, acentúa la gravedad del fenómeno, sumado a que desde hace años en Brasil hay corrientes de opinión favorables a un golpe de estado, sobre todo vinculadas con militares extremistas y sus seguidores.

Lamentablemente compartimos una región donde la calidad democrática está deteriorada o puesta en cuestión.

Sobre lo que pasa en Argentina huelgan los comentarios.

Ni que hablar de la violencia política que hoy mismo asola a Perú.

Y que el nuevo gobierno de la hermana nación del norte arranque de esta manera, agrega una nueva cuenta al collar de preocupación continental.

Lo que nos preocupa en forma especial es que las reacciones a este deterioro institucional de la región, en nuestro país, varíen de acuerdo con el color político de quien las emite.

Hizo bien el senado uruguayo en emitir una declaración contundente contra el asalto a las instituciones brasileñas, en forma unánime. Hace bien el Frente Amplio en expresar su enérgico rechazo a esa intentona golpista.

Pero cuidado: esta no es el primer atropello contra la democracia en América Latina.

En octubre de 2019, el gobierno democrático de Sebastián Piñera en Chile sufrió una embestida particularmente cruenta, de grupos terroristas organizados que incluso incendiaron decenas de estaciones de transporte, saquearon y dañaron propiedades públicas y privadas.

Contra eso la izquierda uruguaya no se pronunció; al contrario, alentó las protestas justificándolas en el descontento a un “modelo neoliberal”.

Otro tanto puede decirse del estallido social que se produjo en Colombia en abril y mayo de 2021, bajo la presidencia de Iván Duque.

Por supuesto que el derecho a manifestarse contra el gobierno debe ser irrestricto, pero siempre de un modo pacífico y nunca empleando violencia indiscriminada.

Los partidos democráticos uruguayos debemos pronunciarnos siempre contra ambos extremos.

Porque una cosa es la defensa de la libertad de expresar disidencia, y otra muy distinta el avasallamiento violento de las instituciones.

En nuestra historia, los uruguayos tenemos buenos ejemplos de esa diferencia.

El golpe de estado de 1973 se produce diez años después de que los tupamaros realizan su primer acto revolucionario y es el triste resultado de una escalada de radicalización en la que se impusieron los extremistas de uno y otro signo, en perjuicio de las mayorías democráticas.

Si los uruguayos no queremos revivir aquellos años penosos, tenemos que fortalecer la cultura cívica de la ciudadanía y contener lo más posible a los totalitarios.

El Frente Amplio tiene que encarar ese desafío más que nadie, porque el peso electoral que tienen en su interna comunistas y simpatizantes del MLN, pone en entredicho la calidad de su vocación democrática.

Pero en la coalición también debemos trabajar con denuedo, para evitar que un sector radical de derecha imponga la lógica binaria que tanto daño está haciendo en Brasil y Argentina, y que tanto debemos combatir en nuestro suelo.

Esa es la tarea de nuestro Partido Colorado: fortalecer un espacio batllista y socialdemócrata que aleje a la coalición de cualquier tentación totalitaria y la siga consolidando en la preferencia de las grandes mayorías.

Balance del año, sin la hojarasca

Balance del año, sin la hojarasca

Fue un gran 2022.

El gobierno de la Coalición Republicana superó la dura prueba del referéndum contra la LUC, afirmándose aún más en el respaldo ciudadano para seguir impulsando las grandes transformaciones comprometidas en 2019.

Mientras la oposición política y sindical -y cierta prensa que le es afín- hicieron aspavientos con el caso Astesiano, el gobierno puso ese problema en las manos que correspondían -la Justicia- y no dudó en seguir su agenda propositiva.

Empezamos un 2023 con novedades de gran importancia: la transformación educativa en marcha, la reforma de la seguridad social garantizando la sustentabilidad del sistema a largo plazo, y una serie de medidas que están cayendo en cascada, demostrando que llegan buenos tiempos para el país: recuperación salarial y del nivel de empleo, abatimiento de la inflación, mayor inversión en primera infancia, medidas efectivas para proteger a los más vulnerables, rebaja en el costo de los combustibles, aumentos de tarifas por debajo de la inflación, sustancial rebaja de las cuotas que pagan los cooperativistas, ambiciosas inversiones en vivienda y saneamiento a nivel nacional…

Mientras todo esto ocurre, la oposición se dedica a escrutar en los chats de un excustodio del Presidente y no ha dudado en usar y abusar de aspectos de la vida privada del mandatario, indebidamente filtrados desde Fiscalía a los medios de comunicación.

Hay una prueba concluyente de este escándalo de los pasaportes emitidos ilegalmente a ciudadanos rusos: los delitos empezaron en la década del 10, en pleno período del Frente Amplio, y recién ahora se denuncian e investigan. Tenía que venir la Coalición Republicana para que salieran a la luz pública y empezara a desmontarse con firmeza este vergonzante aparato de corrupción.

No queremos perder esta oportunidad para hacer un balance -con mirada al futuro- de nuestra colectividad política, el Partido Colorado.

Hemos sido un socio leal en el seno de la coalición, con intensa y firme actuación legislativa y habiendo aportado nombres muy valiosos a la gestión ejecutiva del gobierno.

Quienes en lugar de trabajar por los cambios que el país reclama, se dedican a prepararse solamente para las próximas elecciones, deben entender que la mirada de los colorados no está en las encuestas. Que no nos desvela la aparición de un liderazgo que se transforme en locomotora de votos.

Que somos un EQUIPO, así, con mayúsculas, trabajando por el país y con plena conciencia de que esa actitud constructiva y constructora será recompensada en las urnas por la ciudadanía, cuando corresponda.

Lo sabemos muy bien porque si algo hemos tenido en nuestra historia, han sido líderes extraordinarios, como Rivera, Don Pepe, Brum, Batalla, Luis y Jorge Batlle, Sanguinetti…

Los líderes del presente y del futuro no se fabrican ni con acuerdos sectoriales ni con encuestas de opinión. Surgen espontáneamente del magma partidario, como la síntesis personal de sentimientos colectivos.

Mientras ese alumbramiento no se produce, los combatientes seguimos en la primera fila de la acción política, poniendo razón y corazón en un gobierno que nos compromete, nos desafía y nos reclama.

Vaya si será una buena razón para esperar un muy feliz y próspero 2023!

¡Viva Batlle, viva el Partido Colorado, viva el Uruguay!